La cosmogonía de Platón
La cosmogonía de Platón se expone en el Timeo,[13] traducido al latín por Cicerón, y que fue, por lo tanto, el único diálogo conocido en Occidente en la Edad Media. Entonces, y antes en el neoplatonismo, tuvo más influencia que ninguna otra obra de Platón, lo cual es curioso porque contiene más cosas necias, sencillamente, que otros escritos suyos. Como filosofía no es importante, pero históricamente ha tenido tanta influencia que hay que considerarlo en detalle.
El lugar ocupado por Sócrates en los diálogos anteriores lo cubre en el Timeo un pitagórico, y las doctrinas de esa escuela se adoptan en general, incluyendo (hasta cierto punto) la idea de que el número es la explicación del mundo. Primero hay un resumen de los primeros cinco libros de la República; después el mito de la Atlántida; se cree que ésta fue una isla a la altura de las Columnas de Hércules, más grande que Libia y Asia juntas. Después, Timeo, que es un astrónomo pitagórico, se pone a contar la historia del mundo, retrocediendo hasta la creación del hombre. Lo que dice —en grandes líneas— es lo que sigue.
Lo invariable se capta por la inteligencia y la razón; lo que cambia, por la opinión. Por ser el mundo sensible, no puede ser eterno y debe haber sido creado por Dios. Puesto que Dios es bueno, hizo el mundo conforme al modelo de lo eterno; no teniendo celos, deseaba que todo fuera como él, lo más posible. «Dios deseaba que todas las cosas fuesen buenas y, en lo posible, nada malo». «Hallando inquieta toda la esfera visible, moviéndose de un modo irregular y desordenado, del desorden sacó el orden». (Así parece que el Dios platónico, a diferencia del de los judíos y cristianos, no creó el mundo de la nada, sino con arreglo al material preexistente). Puso la inteligencia en el alma, y el alma en el cuerpo. Hizo del mundo, como conjunto, una criatura viviente con alma e inteligencia. Hay un solo mundo, no muchos, como varios presocráticos habían enseñado; no puede haber más que uno, puesto que es una copia creada destinada a concordar tanto como sea posible con el original eterno, comprendido por Dios. El mundo en su totalidad es un animal visible, que engloba en sí todos los demás animales. Es un globo, porque lo parecido es mejor que lo distinto, y solamente un globo es igual en todas partes. Gira, porque el movimiento circular es el más perfecto, y como éste es su único movimiento no necesita ni pies ni manos.
Los cuatro elementos: el fuego, el aire, el agua y la tierra, cada uno de los cuales es representado por un número, están en continua proporción, o sea el fuego es al aire lo que el aire al agua y el agua a la tierra. Dios empleó todos los elementos para hacer la Tierra y, por lo tanto, es perfecta y no expuesta a vejez o enfermedad. Está armonizada por la proporción que le da el espíritu de la amistad y es, por consiguiente, indisoluble, excepto por Dios.
Dios hizo primeramente el alma y después el cuerpo. El alma está compuesta de lo invariable-indivisible y de lo variable-divisible; es una tercera e intermedia clase de esencia.
Aquí sigue una enumeración pitagórica de los planetas; que conduce a una explicación sobre el origen del tiempo:
Cuando el padre y creador vio la criatura que él había hecho moverse y vivir, imagen creada de los dioses inmortales, se alegró, y en su alegría decidió hacer la copia aún más parecida al original, y como esto era eterno, quiso hacer el universo eterno, en lo que podía. La naturaleza del ser ideal era eterna, pero dar este atributo plenamente a una criatura era imposible. Por la cual se decidió a tener una imagen móvil de la eternidad, y cuando puso en orden al cielo hizo esta imagen eterna, pero moviéndose según un número, mientras que la eternidad en sí permanece en unidad, y a esta imagen llamamos Tiempo.[14]
Antes no había días ni noches. De la esencia eterna no debemos decir que era o que será; solamente es correcto: es. Está implícito aquí que es correcto decir de la «imagen moviente de la eternidad» que era y será.
El tiempo y el cielo nacieron simultáneamente. Dios hizo el Sol, de manera que los seres pudieran aprender aritmética; sin la sucesión de los días y de las noches, se supone, no hubiéramos pensado en los números. El ver día y noche, mes y año, ha creado el conocimiento del número y nos ha dado el concepto del tiempo, y de allí surgió la filosofía. Ésta es la dicha más grande que debemos a la vista.
Hay (aparte del mundo como totalidad) cuatro clases de seres: dioses, aves, peces y animales terrestres: los dioses son principalmente fuego. Las estrellas fijas son divinas y animales eternos. El Creador dijo a los dioses que él los podría destruir, pero que no quería hacerlo. Les dejó hacer la parte mortal de todos los demás animales, después que había hecho la parte inmortal y divina. (Esto, como otros pasajes sobre los dioses en Platón, no se debe quizá tomar en serio. Al principio Timeo dice que solamente busca la probabilidad, no la seguridad. Muchos detalles son evidentemente imaginativos y no se deben tomar literalmente).
El Creador, dice Timeo, hizo un alma para cada estrella. Las almas tienen sensaciones, amor, temor y furia; si las vencen, viven como es debido, pero si no, no. Si un hombre vive bien, después de su muerte va felizmente a su estrella. Pero si vive como persona mala, será en la otra vida una mujer; si él o ella persiste en hacer el mal, él o ella se convertirá en animal y pasará la transmigración hasta que por fin la razón domine. Dios puso algunas almas en la Tierra, otras en la Luna, en otros planetas y estrellas, y dejó a los dioses que formaran sus cuerpos.
Hay dos clases de causas, las inteligentes y las que, movidas por otras, están, a su vez, obligadas a mover a otras. Las primeras están dotadas de espíritu y son las artífices de las cosas buenas y leales, mientras que las segundas producen efectos casuales sin orden ni concierto. Ambas clases deben ser estudiadas, porque la creación es mixta, hecha de necesidad y espíritu. (Se observará que la necesidad no está sometida al poder de Dios). Timeo se pone ahora a tratar de la parte con que contribuye la necesidad.[15]
La tierra, el aire, el fuego y el agua no son los primeros principios, letras o elementos, ni siquiera sílabas o compuestos primitivos. El fuego, por ejemplo, no se debía llamar este sino tal, es decir, no una sustancia, sino más bien un estado de la sustancia. En este punto se plantea la cuestión: ¿son las esencias inteligibles solamente nombres? La contestación trata, según se nos cuenta, sobre si el espíritu es o no es lo mismo que la verdadera opinión. Si no lo es, el saber debe ser sabiduría de esencias y, por lo tanto, las esencias no pueden ser meros nombres. El espíritu y la opinión verdadera difieren, desde luego, porque el primero se implanta por la instrucción, la otra por persuasión; uno se acompaña de la razón verdadera, la otra no; todos los hombres participan en la opinión verdadera, pero el espíritu es el atributo de los dioses y de unos pocos entre los hombres.
Esto conduce a una teoría un poco extraña del espacio, como algo intermedio entre el mundo de la esencia y el de las cosas sensibles, pasajeras.
Hay una especie de ser que siempre es el mismo, increado e indestructible, nunca recibe nada desde fuera, tampoco cede de sí hacia fuera, sino que es invisible e imperceptible por los sentidos, y cuya contemplación pertenece solamente a la inteligencia. Y hay otra naturaleza del mismo nombre que él y parecida, percibida por el sentido, creada, siempre en movimiento, que está en un lugar y desaparece nuevamente, que se capta por la opinión y el sentido. Y existe una tercera naturaleza que es el espacio eterno, y no admite destrucción y provee un hogar para todas las cosas creadas, y se comprende sin la ayuda de los sentidos, por una especie de razón espuria y apenas real; viéndolo como en sueños, decimos que necesariamente ha de estar en algún lugar y ocupar un espacio, pues lo que no está en el Cielo ni en la Tierra no tiene existencia.
Éste es un pasaje muy difícil que no pretendo comprender completamente. La teoría debe de haber surgido, creo, de la reflexión sobre la geometría, que parecía ser un asunto de la razón pura, como la aritmética y, sin embargo, tiene que ver con el espacio, que era un aspecto del mundo sensible. En general, es imaginario hallar analogías con filósofos posteriores, pero no puedo menos de pensar que Kant tiene que haber aplaudido esta idea del espacio como afín a la suya.
Los elementos verdaderos del mundo material, dice Timeo, no son la tierra, el aire, el fuego y el agua, sino dos clases de triángulos rectángulos; uno es medio cuadrado y el otro un medio triángulo equilátero. Originalmente todo estaba en confusión y «los distintos elementos tenían lugares variados antes de que fueran ordenados para formar el universo». Pero entonces Dios los dispuso en forma y número y «los hizo en lo posible los mejores y más leales de cosas que no eran leales y buenas». Las dos clases de triángulos mencionados son las formas más hermosas y, por tanto, Dios las empleó para construir la materia. Por medio de estos dos triángulos es posible formar cuatro de los cinco sólidos regulares, y cada átomo de uno de los cuatro elementos es un sólido regular. Los átomos de la tierra son cubos; los del fuego, tetraedros; los del aire, octaedros, y los del agua icosaedros. (En seguida llegaré al dodecaedro).
La teoría de los sólidos regulares que se expone en el libro XIII de Euclides era, en la época de Platón, un descubrimiento reciente; fue completada por Teetetes, que aparece como hombre muy joven en el diálogo que lleva su nombre. Fue, según dice la tradición, el primero que probó que hay solamente cinco especies de sólidos regulares, y descubrió el octaedro y el icosaedro.[16] El tetraedro, octaedro e icosaedro regulares tienen triángulos equiláteros por caras; el dodecaedro tiene pentágonos regulares y no puede formarse, por lo tanto, de los dos triángulos de Platón. Por esta razón no lo emplea con los cuatro elementos.
Respecto al dodecaedro, Platón dice solamente «hubo ya una quinta combinación que Dios empleó en la delineación del universo». Esto es oscuro y sugiere que el universo es un dodecaedro; pero en otro pasaje se dice que es una esfera.[17] El pentagrama siempre ha sido preeminente en la magia y, evidentemente, debe esta posición a los pitagóricos que le llamaron Salud y le emplearon como símbolo del reconocimiento de los miembros de la hermandad.[18] Parece que debía sus propiedades al hecho de que el dodecaedro tiene pentágonos por caras y es, en cierto sentido, un símbolo del universo. Este tema es atrayente, pero es difícil asegurar con certeza muchas cosas definitivas acerca de él.
Después de una discusión sobre la sensación, Timeo se pone a explicar las dos almas del hombre, una inmortal, la otra mortal; una creada por Dios, la otra por los dioses. El alma mortal está «sujeta a afecciones terribles e irresistibles»: primero el placer, la incitación más grande al mal; luego, la pena que disuade de lo bueno; también la irreflexión y el temor, dos consejeros locos; la furia, que se aplaca difícilmente, y la esperanza, que se desvía con facilidad; ellos (los dioses) los mezclaron con un sentido irracional y con un amor atrevido, de acuerdo con las leyes necesarias, y así formaron a los hombres.
El alma inmortal está en la cabeza, la mortal en el pecho.
Hay una fisiología curiosa, como, por ejemplo, que la finalidad de los intestinos es impedir la glotonería, guardando el alimento, y otra teoría respecto a la transmigración. Los hombres cobardes o malos serán en la otra vida mujeres. Los hombres inocentes, ligeros, que creen que la astronomía puede aprenderse mirando a las estrellas sin conocer las matemáticas, serán aves; los que no tienen filosofía serán animales terrestres feroces; los más tontos serán peces.
El último párrafo del diálogo resume:
«Podemos decir ahora que nuestro discurso sobre la naturaleza del universo tiene un final. El mundo ha recibido animales, mortales e inmortales, y está lleno de ellos, y ha llegado a ser un animal visible que contiene lo visible; el Dios sensible es la imagen del cielo intelectual, más grande, mejor, más leal, más perfecto, el que fue concebido sólo una vez».
Es difícil saber qué es lo que hay que tomar en serio en el Timeo, y lo que es solamente un juego de la fantasía. Creo que la historia de la creación como acto de ordenación del caos debe tomarse en serio; y también la proporción entre los cuatro elementos y su relación con los sólidos regulares y sus triángulos constitutivos. Respecto al tiempo y al espacio, es evidentemente lo que cree Platón, y también la idea del mundo, creado como copia de un arquetipo eterno. La mezcla de necesidad y finalidad en el mundo es una creencia que tienen en general todos los griegos mucho antes de que surgiera la filosofía; Platón lo aceptó, y evitó así el problema del mal, que perturba la teología cristiana. Creo que pensaba seriamente en un animal-mundo. Pero los detalles de la transmigración y la parte atribuida a los dioses y otras cosas poco esenciales sólo figuran para dar un aspecto de mayor concreción.
Todo el diálogo, como antes dije, merece ser estudiado debido a su gran influencia sobre la filosofía antigua y medieval, y la primera no se limita a lo que es menos fantástico.