La tempestad del Segador
Fui en busca de la muerte
en las hundidas ruinas
de la nave del templo de alguien.
Fui en busca entre flores,
asintiendo a las palabras del viento,
de afligidos relatos de guerra.
Fui entre los canales de sangre,
tras las tiendas de las mujeres,
todos los niños que nunca fueron.
Y en la tormenta de hielo y olas,
fui en busca de los ahogados
entre conchas espinosas y romos gusanos,
donde los granos se arremolinaban,
todos y cada uno clamando
su nombre, su vida, su pérdida.
Fui a los actuales caminos
que me llevaron a ningún lugar conocido.
Y en las quietas brumas, muy lejos,
donde la luz misma se arrastraba incierta,
fui en busca de sabios espíritus,
gimiendo sus verdades en oscura marga.
Pero el musgo guardaba silencio, demasiado húmedo
para recordar mi búsqueda,
encontrando al fin donde los segadores siembran,
cortando tallos para llevarse la estación.
Fracasé en mi orgullosa búsqueda.
Ante una segadora hoja de pedernal.
Y postrado, perdido para el verano,
desnudo como su cálido caparazón
de juvenil promesa, fui enviado lejos,
al cielo del relicario del otoño,
hasta que los huesos de la noche
eran clavos resplandeciendo bajo el frío
olvido, y oscuridad abajo,
la muerte vino a encontrarme.
Antes de Q’uson Tapi
—Toc Anaster