Libro tercero

Nudillos del alma

Ansiamos

impugnar la bestia agazapada

en nuestras almas,

pero esta criatura es pura,

con ojos tímidos,

y observa nuestros frenéticos crímenes,

acobardada,

en la jaula de nuestra crueldad.

Tomaré

para mí y tu destino

en estas manos

la elegancia del animal para enmendar

sueños rotos,

libertad desencadenada e ilimitada

que largo tiempo huye.

La bestia matará cuando yo asesine.

Como absolución,

una lista de inadvertidas distinciones

sirvió a estas manos,

libertad sin excusas.

Mira cuán limpia

esta sangre comparada con la tuya.

La sonrisa de la muerte

de tu bestial gruñido mancha el paisaje.

De tu rostro,

esto es lo que nos separa;

en nuestras almas,

mi bestia y yo encadenadas juntas,

como debemos.

Quién guía y quién es guiado nunca

se le llega a preguntar

a los encantados y los inocentes.

Confesiones del perro en el callejón

—Tibal Feredict