Libro segundo

Vetas de los Muertos

Quién ahora recorre a grandes zancadas mi estela,

devorando la distancia intermedia,

no importa cómo huya yo, el desperdiciado

aliento de mis prisas arrojado al viento,

y estos perros se impondrán,

y me arrastrarán con aulladora alegría,

pues las bestias nacieron predestinadas,

adiestradas en audaz venganza

por mi propia fusta y mano,

y ningún dios se pondrá en mi lugar,

ni me proporcionará santuario, e incluso

si yo rogase la absolución:

los mastines de mis obras me pertenecen

solo a mí, y largo tiempo han dado caza.

Y ahora la caza termina.

Canciones de culpa

Bet’netrask