Gary sacaba las fotos una a una y me las iba pasando. Estaba algo pálido y apretaba las mandíbulas. Tragaba saliva con dificultad.
A la cuarta foto, se detuvo y me entregó todo el paquete.
—Guárdalo —dijo—. Yo no puedo con esto.
Seguí mirando. Debo confesar que hacía falta tener agallas. Entre nosotros, esperaba encontrarme con las típicas fotografías obscenas. Pero no eran fotos obscenas. ¡Dios mío! No… ¡Que haya gente que pueda hacer esas fotos, menuda sangre fría!
Las dos primeras eran fotos de operaciones. Ovariectomía debe de ser el término científico. Pero no había paños blancos para delimitar el campo operatorio. Todos los detalles se veían claramente.
Las demás eran aún peores. No me es posible describirlas, jamás hubiera sospechado que se pudiese hacer esa carnicería con carne humana.
Guardamos unos momentos de silencio. Gary gruñó un poco; luego se aclaró la garganta y dijo:
—Esto es como para electrocutar al autor y meter en chirona a una buena cantidad de intermediarios.
—¿No crees que puedan ser simples operaciones quirúrgicas…? —dije.
Rió, sin alegría.
—He visto algunas de ellas —respondió—. Pero esto tiene otro nombre. Es, pura y simplemente, vivisección. En los laboratorios la practican con monos y cobayas, pero no sé de ningún caso en que les hayan hecho las cosas que se ven en las dos últimas que te he pasado.
—Deberías mirar las demás —dije.
—No, gracias —murmuró Gary—, paso de ello.
Reflexionó.
—Esto debe de proceder del lugar donde te llevaron anoche —aseguró—. ¿Me dijiste que era una habitación parecida a una sala de operaciones?
—Sí.
—No debe de haber muchas salas de operaciones clandestinas —afirmó.
—Hay bastantes casas de salud más o menos declaradas —dije—. Las clínicas de desintoxicación, las casas para chalados forrados de pasta… ¿Entiendes lo que quiero decir?
—Rock —me dijo—, es absolutamente imprescindible que sepamos a dónde te llevaron anoche. Te dije que tenía una idea y vamos a verificar inmediatamente si es acertada; pero aún queda todavía otra posibilidad.
—¿Cuál?
—¿Has visto a los hombres que llegaron al local de Lem hace un momento?
—No tuve tiempo.
—Si no han encontrado nada, y sabemos que así es dado que nosotros tenemos el sobre, querrán pasar por tu casa.
—¡Lástima por mis muebles!
—Vamos a tu casa y tratarás de verlos. Si seguimos teniendo suerte, tal vez puedas ver si uno de ellos es el fulano que te drogó esta noche.
—Sería demasiada suerte… —comenté.
—No… —explicó Gary—. Probablemente, si se trata de la misma banda, habrán preferido enviar a un tipo que ya te conozca.
Gary se inclinó y dio nuevas indicaciones al chófer.
—¿Y si ya están allí y él ha subido? —pregunté.
Sonrió.
—No temas. No te voy a pedir que subas.