Con todo aquello, me di cuenta de que mi entrada pasó absolutamente inadvertida y sentía que un enorme complejo de frustración crecía en mi interior. El viejo Lem ponía cara larga porque, si era verdad, iba a perjudicar a su club. Gary y Douglas se dirigieron hacia la cabina telefónica, al fondo y a la derecha de la sala, y vi que miraban algo en el suelo. Debo decir que ya no quedaba casi nadie en el Zooty Slammer. Hasta Mona y Beryl habían desaparecido, y tampoco vi la menor huella de Clark Lacy. Gary y Douglas volvieron sin tocar nada.
—Llame a la policía, Lem —dijo Gary—. Está muerto, más vale avisar de inmediato. Usted no corre ningún riesgo. Pida por el teniente Defato, Nick Defato; es amigo mío.
Luego me vio.
—¿Dónde te habías metido? Amigo infiel… ¡Llegas a tiempo! Eliges el momento más oportuno.
—Salí a tomar el aire —dije—. Ya te avisé.
—Y diste con un hueso… —añadió Douglas con su habitual jovialidad.
Era necesario algo más que un cadáver para hacerle perder su buen humor. Aludió al chichón de mi cabeza. Más valía cambiar de tema.
—Ahora consuela a la pobre Sunday en lugar de bromear —dije.
Mientras tanto, Gary se había unido a Lem en el teléfono y le oí insistir para que Nick Defato se pusiera al habla.
—Ahora en serio —insistió Douglas—, ¿qué has estado haciendo?
—He sido raptado por una mujer que me amaba en secreto —respondí—. Y he encontrado a un tipo que fuma porquerías aún peores que las tuyas.
—Venga… —dijo Douglas—; dínoslo, hombre… ¿Dónde has estado?
—Es espantoso… —dijo Sunday Love—. ¿Crees que está muerto?
Aún estaba conmovida. Gary y Lem habían acabado de telefonear y volvieron. Los dos o tres clientes que quedaban se levantaron, fueron a mirar el cadáver y volvieron al bar, con lo cual todo el mundo se hallaba alrededor de la barra, esperando que Lem nos preparara un estimulante adecuado, pues, el barman hacía rato que se había marchado. Pregunté a Kilian:
—¿Quién es ese tipo? ¿Estaba por aquí esta noche?
—Sí —dijo Kilian—. Me parece recordar vagamente haberlo visto hace dos horas o un poco más. Un poco después de que te marcharas, creo… Salí a ver qué hacías y él estaba allí afuera, hablando con otro y luego entraron… Me fijé en ellos porque tú no estabas y esperaba encontrarte.
Me asaltó una idea… Me dirigí rápidamente hacia el fondo de la sala. ¿Y si fuera el mismo…? Miré al tipo. Estaba realmente muerto, debía de haber bebido algo muy malo, porque su rostro tenía un color bastante original. Pero no era el que me había ofrecido el cigarrillo. Quizás era su compañero… Quizás eran ellos a quienes Gary vio entrar. Volví para pedirle más detalles, pero vi los reflejos rojos de los faros de la policía y oí una ráfaga corta de sirena. Un aviso breve para no asustarnos. Entraron dos polis de uniforme y uno de paisano que no tenía aspecto muy despierto. Estrechó la mano de Kilian. Debía ser el llamado Defato. Llegaron otros dos. Uno de ellos llevaba un estuche negro y una cara de caballo sorprendido, el otro debía ser el fotógrafo. Pasaron frente al bar, siguiendo a los dos polis armados. ¡Magnífico!, por lo menos, trabajaban rápido.
Más rápido aún de lo que yo imaginaba. En media hora todo había terminado. Habían tomado nuestros nombres, nuestras direcciones y nuestras declaraciones y se habían largado llevándose el fiambre.
—¡Qué bonito es tener relaciones! —dije a Kilian.
Sonrió. El gordo de Lem tenía un aspecto revigorizado y nos invitó a una ronda. Douglas no podía tenerse en pie y apenas le quedaba lucidez para salir. Lo que hiciera con su coche no era asunto de nadie, y así era mejor. Salimos todos.
—¿Te dejo en tu casa? —pregunté a Sunday Love.
Me miró y, probablemente, quería hacerme comprender algo con la mirada, pero nunca he sido inteligente y no comprendí nada, así es que la dejé en su casa antes que a Gary. Necesitaba hablar con él.
Nos despedimos de ella y nos la quedamos mirando hasta que entró. Ella nos dirigió una amplia sonrisa antes de desaparecer tras la deslustrada puerta de la casa. Ya era de día y yo tenía un poco de sueño. Gary, en cambio, parecía estar más fresco que una rosa. Pero en cuanto nos quedamos solos, se volvió hacia mí, ansioso, tenso como las cuerdas de una guitarra.
—Rock… ¿Dónde has pescado eso?
Él también había visto mi chichón; realmente, había que ser miope para no verlo. Dirigí el coche hacia las afueras de la ciudad; un paseo por la playa de Santa Monica no nos vendría mal y, a esta hora, podríamos hablar tranquilamente.
—Es un regalo —contesté—. De alguien que ni siquiera conozco.
—¿Pero dónde? ¿Cuándo?
—Antes que nada, una pregunta —le dije—. Volvamos a los dos tipos que viste entrar en el Zooty. Uno de ellos era el muerto… ¿Acaso el otro era un forzudo, con aspecto desagradable, traje beige y zapatos blancos?
—Sí —respondió Gary, después de pensarlo un instante.
—¿Con una corbata algo parecida a la tuya?
Maquinalmente, se arregló el nudo.
—Sí.
—Bueno, pues ahora te voy a contar lo que me ha pasado.
Le expliqué cómo el tipo que correspondía a su descripción me había drogado. Cómo me habían llevado a una habitación donde me desperté completamente desnudo. Le hablé de la chica estupenda y del tratamiento que me hicieron pasar luego, del golpe en la cabeza y, para terminar, de Andy Sigman.
Gary escuchó sin interrumpirme y, cuando terminé, se quedó un momento sin decir nada. Luego, repentinamente, miró por la ventanilla y se sobresaltó.
—¿A dónde vas por este camino?
—¿No crees que un buen baño nos sentará bien?
—¡Un baño! Rocky, ¡estás chiflado! —me dijo—. No es momento de bromear. Déjame conducir a mí.
Cambiamos pues los asientos y, creedme, Gary le daba fuerte al acelerador. Pero aquello no le impedía hablar.
—¿Sabes quién era el fiambre del club?
—¿Cómo quieres que lo sepa?
Yo sólo sabía que era un tipo grande, rubio, probablemente de ojos azules. Pero con el aspecto que tenía ahora, más valía mirar hacia otro lado.
—Era Wolf Petrossian —dijo Kilian—. Por eso actuaron tan rápidamente. Defato lo buscaba desde hace tiempo y estaba contento de echarle el guante, incluso en esas condiciones.
—¿Quién es Wolf Petrossian? —pregunté—. Jamás había oído hablar de ese tipo.
—Un personaje muy extraño —murmuró Kilian—. Ha hecho de todo… Es uno de los pocos hombres que conozco que haya sacado partido de todo un convento.
—Dios mío, ¿y cómo lo hizo?
—Con el pretexto de realizar una serie de dibujos animados sobre la vida de San Martín —explicó Gary Kilian—. Había hecho realizar todas las mediaciones por las monjas. Gratis pro Deo, naturalmente…, pero aparte de eso era uno de los mayores traficantes de drogas de toda la costa…
—¿Entonces…?
—Entonces, me pregunto quién lo despachó…, y como sólo hay un número reducido de posibilidades, vamos a verificarlas inmediatamente… ¿Tienes algo que hacer esta mañana?
—No.
—Bueno, pues, mi pequeño Rocky, vamos a jugar a los detectives.
—¡Ah! —dije, sin entusiasmo.
Las películas de Bogart me habían enseñado que en este oficio uno acaba recibiendo siempre más golpes que los que se dan, pero delante de Gary no quería parecer un miedoso.
—Vamos a divertirnos —dije.
Me esforcé por sonreír como satisfecho. Pero parecía esperar algo mejor.
—Sabes —dijo—, tal vez corramos algún riesgo. Estas cosas no están exentas de peligro.
Esta vez fanfarroneé abiertamente, y chasqueé los dedos.
—¡Qué va! Los pescaremos en un periquete.
—¿A quién vamos a pescar? —preguntó con malicia.
—Pues… no sé…, tendrás alguna idea, ¿no?
—Sí —respondió Gary—, tengo algunas ideas.
Habíamos llegado ante el edificio de la policía; dejaré ahora la palabra a Gary que preferirá contaros el resto a su manera. No exactamente la continuación, porque, para ser exactos, os relatará lo que sucedió cuando Defato y la ambulancia dejaron el Zooty Slammer con el cuerpo de Petrossian… Todo ello son informes que le dio Defato.