Hacemos conjeturas

Corrí hasta el primer ascensor. Se me escapó delante de mis narices. Entré en el segundo y el ascensorista comprendió que tenía prisa.

—Decimosexto —dije—. Al Call.

—O.K. —dijo con una sonrisa.

Para no ser menos, le largué un dólar y un cigarrillo, que se metió en el bolsillo. Subimos a todo gas y por poco no se pasó de piso. Antes de que volviera a cerrar la puerta, yo ya estaba fuera y me disponía a lanzarme hacia el fondo del corredor cuando una mano me detuvo. Di media vuelta y reconocí a Gary. Era él quien se me había escapado en el primer ascensor.

—Te gané —dijo—. Rápido, a mi despacho.

El bolso de la supuesta Cynthia formaba un maldito bulto en mi traje y quería deshacerme de él a toda costa.

—¿Qué llevas ahí? ¿Algo nuevo? —preguntó Gary.

Parecía tan excitado como yo. Esto era tan divertido como cuando jugaba al escondite con mis amigos detrás de los gasómetros. Habían transcurrido más de doce años desde entonces.

Entramos. Gary tenía la suerte de tener un despacho para él solo. No sé qué era lo que hacía exactamente en el Call, pero creo que era algo así como editor asociado de unos cuantos periodicuchos, lo cual le permitía el privilegio del aislamiento.

—Mira lo que he conseguido —dije, en cuanto cerró la puerta.

Puse el bolso sobre la mesa y Gary me miró asombrado. Su cara curtida expresaba la más absoluta incomprensión.

—¿Qué es eso? —dijo—. ¿Ahora te dedicas a atacar a las mujeres por la calle?

Di un golpe sobre la mesa.

—Es el bolso auténtico y original de una persona que pretende llamarse Cynthia Spotlight.

La sorpresa le hizo parpadear una y otra vez.

—Está bien. Tocado… Cuéntame…

Le conté todo lo que había hecho y no pareció estar ya tan enfadado.

—¿Estás seguro de que no te han seguido?

—Estoy seguro más bien de lo contrario —dije—. Había dos coches. Por lo menos, dos.

—Bueno —concluyó—. Ya veremos. ¿Qué hay dentro?

—No lo sé. Todavía no lo he abierto.

Esta vez, me miró de un modo que se parecía mucho a la admiración. Me sentí agradablemente halagado.

—Me pregunto cómo has podido resistir la tentación —gritó, apoderándose del bolso—. Me figuré que no decías nada porque no había nada.

Lo abrió y volcó el contenido sobre la mesa. Cayeron diversos objetos femeninos: polvera, lápiz de labios, encendedor y, luego, cigarrillos, fotografías, dos sobres.

Gary, desdeñando el resto, se abalanzó sobre los papeles. El primer sobre llevaba un nombre escrito, el de Cora Leatherford, y una dirección en el quinto pino, cerca de South Pasadena. Estaba vacío. El segundo sobre estaba inmaculado y, aparentemente, contenía fotos de 9 x 12. Por un momento, pensé que eran las mismas de la cabina telefónica. Gary debió de pensar lo mismo, puesto que me tendió el sobre. Antes de abrirlo miré el resto de las cosas y las otras fotos. Eran instantáneas de aficionados, en las cuales reconocí a la muchacha de enorme boca; en la primera se la veía sola… y en la segunda se hallaba al lado de un tío grandote en quien no me costó reconocer a nuestro amigo Wolf Petrossian…, el difunto Wolf Petrossian.

Miré al dorso de la foto. Tres palabras: «Wolf a Cora». Era ella. Se lo aclaré a Gary.

—Perfecto —dijo—. Por eso no funcionó tu encanto habitual. Ella estaba aún bajo el impacto de esta pérdida tan cruel.

—¡Qué dices! —comenté con fatuidad—. Dos días más y me lo hubiera contado todo.

—¿A qué esperas para mirar las de dentro del sobre? —me dijo.

—Seguramente no serán las mismas —dije—, puesto que lo que ella quería era recuperar las otras.

—Quería recuperarlas para destruirlas —respondió Gary—. Pero quizá son las mismas.

—Vamos a verlo ahora mismo.

Abrí el sobre con mano incierta.

Respiré, aliviado. No por mucho tiempo. La primera era Bérénice Haven…

La segunda, sin duda alguna, era Cynthia Spotlight. ¡La verdadera Cynthia, la que había desaparecido! A la tercera no la conocíamos. Gary cogió las fotos y las volvió. Los nombres estaban escritos detrás. Eran los suyos verdaderos. La tercera se llamaba Mary Jackson.

Recapitulé, tanto para Gary como para mí.

—Vamos a ver cómo están las cosas.

»En primer lugar, me droga un individuo X, me secuestran unos desconocidos que intentan que me acueste con una tal Bérénice Haven, desaparecida. Al no conseguirlo, se procuran por medios eléctricos lo que mi falta de colaboración les había negado.

»En segundo lugar, un amigo del individuo X, llamado Wolf Petrossian, es hallado muerto en una cabina telefónica, a dos pasos del lugar donde me han secuestrado; acababa de esconder en esa cabina unas fotos tan asquerosas que con sólo verlas nos dan ganas de vomitar a los dos.

»En tercer lugar, una banda A intenta recuperar esas fotos y liquida a unos cuantos polis, pese a lo cual fracasa. La misma banda, u otra banda B, intenta una segunda recuperación en la cabina y luego en mi casa, hecho éste que corrobora la existencia de dos bandas diferentes, de las cuales una me conoce: la del individuo X.

»En cuarto lugar, sabemos que ha desaparecido otra mujer: Cynthia Spotlight. Y que una tercera va a desaparecer, a menos que haya sucedido ya.

Gary me interrumpió.

—Tu resumen es muy bonito, pero sabemos también otra cosa, y es que la gente que secuestra a esas muchachas no se limita a obligarlas a hacer el amor. Hay fotos que lo demuestran. Y sabemos también que el coche que esperaba esta mañana frente a tu casa llevaba matrícula falsa.

—¿Eso es lo que has averiguado?

—Sí —concluyó.

—¡Ya te lo había dicho yo!