Si, siendo injusto, adquiero la reputación de ser justo, se me promete una vida celestial. Ya que, como demuestran los filósofos, la apariencia es tirana de la verdad y es dueña de la felicidad, entonces a la apariencia debo dedicarme. Describiré a mi alrededor una imagen de la virtud que servirá como vestíbulo y exterior de mi casa; detrás de ella seré como el zorro astuto y sutil…
Pero oigo a alguien exclamar que a menudo es difícil ocultar la maldad; a lo que yo respondo, nada importante es fácil… Con el fin de ocultarnos, estableceremos hermandades secretas y asociaciones políticas. Y hay profesores de retórica que enseñan el arte de persuadir a tribunales y asambleas; y de tal forma, en parte por persuasión y en parte por la fuerza, podré beneficiarme ilícitamente y no sufrir castigo.
PLATÓN, La República