Querido Andrés:
Esta mañana he recibido carta de Olga. Todo se derrumba en San Petersburgo. Por todas partes reinan las calumnias y las sospechas. Ministros recién nombrados son destituidos sin que se sepa muy bien por qué. Hay colas en todas partes. Los precios de los alimentos no paran de subir. Las huelgas y manifestaciones se multiplican. Incluso los pájaros han dejado de cantar y el álamo temblón de mecerse. A esta descripción, ella añade el agotamiento nervioso del zar Nicolás. Por lo visto, el asesinato de Rasputín le ha sumido en un oscuro abismo.
Copio sus palabras: «¿Es posible que la muerte de un hombre cambie el destino de un país? Todos, aquí, tienen tanta confianza en ello. Kyril, que ha pasado unos días en casa antes de volver al frente, dice que la revolución es inminente. La caída del zar, dice, será acogida con alegría porque en sus decisiones pesa más la perniciosa influencia de la emperatriz que las más sinceras palabras de advertencia de sus ministros».
Vivimos tiempos únicos.
Te abraza,
Ángel