(La postal reproduce la escultura de Ettore Ferrari Ovidio en Tomis. A los pies del monumento:
Bajo esta piedra yace Ovidio, el poeta
de los amores delicados, vencido por su talento.
Oh, tú que te paseas por aquí, si es que has amado alguna vez,
reza por él, para que sea leve el sueño).
Querido Andrés:
Hace dos semanas que llegamos a la antigua Tomis. Estamos, pues, en la Cólquide, la tierra del vellocino de oro. Ésta es la ciudad donde murió Ovidio, el poeta de los tiernos amores, expulsado de Roma por el emperador Augusto.
—No comprendo —me dice Olga mientras cenamos en la terraza del casino— por qué el mar Negro le pareció tan triste. A mí siempre me ha parecido uno de los mares más hermosos y alegres. ¿Y cómo se puede hablar del frío escita en una región donde no nieva todos los inviernos, donde, cuando nieva, la nieve cuaja sólo durante unos días y cuando desaparece deja la tierra con un ligero perfume a primavera?
Ya te escribiré. Mi más cariñoso abrazo,
Ángel