Carmen Bigas Young

Portugalete, 30 de octubre de 1950

Se lo advierto: en ese asunto los periodistas sólo tuvieron por objeto enturbiar, ensuciar. ¡Todos, todos estaban endemoniados! Un nido de víboras ponzoñosas, eso fueron. Se dedicaron a desprestigiarnos, a volcar sobre nuestro apellido toneladas de carroña. ¡Pobre Eusebio, cómo le atormentaba el veneno de aquellos titulares!

Sé lo que piensa. Sé lo que piensa todo Bilbao, incluido mi hijo y esos esnobs de Neguri que se creen el laurel del Gotha. Mienten. Mi hermano fue siempre una persona equilibrada. Nunca dio muestras de trastorno psíquico o moral para que pueda hablarse de suicidio. Quisieron destruirnos, eso es todo. Nos persiguieron desde que los negocios de mi padre se vinieron abajo con la quiebra del Crédito de la Unión Minera. Nos la tenían jurada, así como lo está oyendo. Todo el mundo empezó a atacarnos, a decir mentiras horribles de la familia. Hágame caso: en todas las bocas verá usted la espuma del rencor. ¡Ay! No se imagina cómo duelen esas historias, como cuchillos oxidados. Míreme… Soy una anciana que ha acabado por no salir de casa. Desde hace años, me paso las horas leyendo y contemplando el mar desde esta ventana. Prefiero dirigir la mirada allí. Hacia lo que no cambia. El mar me serena. Deberíamos ser de mármol, ¿no cree? Así no sufriríamos.