Durante las últimas semanas que pasé en Barcelona, el aire estaba viciado por una desagradable atmósfera de sospecha, temor, incertidumbre y odio velado. […] La gente parecía pasarse todo el rato conversando en voz baja en los rincones de los cafés, preguntándose si la persona de la mesa vecina sería o no espía de la policía.

[…]

No sé si podré explicar la profunda emoción que tal gesto me produjo. Parece algo sin importancia, pero no lo fue. Para comprenderlo es necesario recordar cuál era el ambiente de esa época, la paralizante atmósfera de sospechas y odios […].

GEORGE ORWELL,

Homenaje a Cataluña