71

Seguía lloviendo. Shuya estaba apoyado contra la pared de roca húmeda mientras miraba la lluvia goteando del techo de ramas y hojas. Oyó un rápido tiroteo. Luego, como cinco minutos más tarde, escuchó más disparos: esta vez, dos tiros de un arma corta. Ninguna de las dos veces sonaron muy cerca, pero tampoco parecía que estuvieran muy lejos. Habían ocurrido probablemente en algún lugar cerca de las montañas del norte, donde ellos estaban acampados.

Un gran goterón de lluvia resbaló por una de las hojas del tejadillo y fue a caer junto al pie estirado de Shuya, salpicando contra el agua embarrada.

—A lo mejor a Hiroki le gustaba Kotohiki.

Eso fue lo que Noriko había dicho.

—Si yo fuera él, habría hecho lo mismo —dijo Shuya, y Noriko lo miró—. Buscaría a la persona que me importara.

¿Era verdad? ¿Le gustaba Kayoko Kotohiki a Hiroki? ¿Y por qué, siendo tan amigo de la chica más guapa de la clase, iba a fijarse en una chica tan vulgar como Kayoko?

Bueno, a veces las cosas son así. ¿No tenía Billy Joel una canción sobre cómo a las personas les gustan las personas tal y como son?

Entonces, ¿quién había estado involucrado en aquellos tiroteos que habían oído? La segunda serie de disparos sonó como si un solo agresor estuviera pegando tiros. Contando con los disparos que había escuchado inmediatamente después de abandonar el faro, podía asegurar que había oído tres tiroteos desde el mediodía, sin incluir lo que había ocurrido en el grupo de Yukie Utsumi. Sería razonable suponer que al menos habían muerto tres personas. Entonces, ¿solo quedaban cinco vivos? ¿Qué tres habrían muerto? O a lo mejor no había muerto nadie, tal vez habían sido solo confrontaciones, y todos habían conseguido escapar de los demás. En ese caso, aún quedarían ocho estudiantes, incluidos los tres del grupo de Shuya.

—¿Estás cansado, Shuya? —Estaban uno sentado al lado del otro, en fila, pero Shogo, que estaba al otro lado de Noriko, dijo—: A lo mejor deberías dormir un poco.

Shuya se volvió hacia sus amigos.

—No. —Y les dedicó una sonrisa—. Dormí un montón hasta este mediodía. Apuesto a que vosotros no habéis dormido tanto.

Shogo se encogió de hombros.

—Yo estoy bien. Pero tal vez Noriko… No ha dormido nada esperándote.

Shuya miró a Noriko, pero ella le hizo un gesto displicente con la mano y sonrió.

—Eso no es verdad del todo. Estuve echando cabezadas de vez en cuando. Shogo es el único que no ha dormido, por mi culpa.

Shogo se rio a escondidas y se encogió de hombros. Luego se llevó la mano derecha al pecho, a modo de honroso saludo, y dijo:

—Siempre a su servicio, Alteza.

Noriko sonrió, le puso la mano sobre la suya y dijo:

—El honor es mío, Shogo.

Shuya levantó las cejas y observó aquella conversación. Era muy extraño lo amigos que se habían vuelto Shogo y Noriko. Cuando se encontraron por vez primera, Noriko parecía hablarle a Shogo sobre todo a través de Shuya, pero ahora las cosas parecían bien distintas. Parecían como una pareja bien avenida. Resultaba todo muy natural de todos modos, dado que habían pasado juntos más de medio día sin la presencia de Shuya.

Shogo de repente señaló a Shuya y dijo:

—¡Oh-oh! Shuya se está poniendo celoso…

Noriko abrió los ojos atónita y miró a Shuya. Sonrió y dijo:

—No…

Shuya se ruborizó un poco.

—No estoy celoso. ¿De qué estáis hablando?

Shogo se encogió de hombros. Levantó una ceja y le dijo a Noriko con fingida desesperación:

—Dice que confía en ti, por amor.

Shuya quería decir algo, pero se había quedado sin palabras. Shogo comenzó a reírse. Se partía, literalmente. Shuya, a pesar de que quería protestar enérgicamente, al final acabó dejándolo por imposible y comenzó a reírse también. Noriko sonreía.

Fue un momento breve, pero precioso. Era la clase de conversación y de risa que compartes con tus amigos de toda la vida, con los que sales después de clase y con quien pasas el rato en los cafés. Por supuesto, pendía sobre ellos la sensación de que estaban allí riéndose después de haber asistido al funeral de un amigo.

Aún sonriendo, Shogo miró el reloj y salió fuera a ver si veía una señal de Hiroki.

Noriko sonreía y miraba a Shuya.

—A Shogo le gusta bromear.

Shuya sonrió.

—Sí, pero… —Dirigió su mirada al vacío.

«Podría haberme sentido celoso».

Shuya volvió a mirar a Noriko. Estaba a punto de decirle que puede que sí estuviera un poco celoso. Entonces Noriko probablemente se reiría y le diría: «Sí, claro».

Shogo miraba al exterior desde la entrada del refugio. Su rostro, con aquella barba incipiente, estaba salpicado con gotas de lluvia.

—Veo humo —dijo, e inmediatamente se volvió.

Shuya se levantó rápido. Ayudó a levantarse a Noriko con el brazo derecho herido. Avanzaron hasta donde se encontraba Shogo.

Ahora solo lloviznaba, y pudo atisbar el humo que se elevaba hacia el cielo. Vieron una columna blanca de humo al otro lado de la montaña septentrional. Dos columnas, en realidad.

—¡Ahí está!

Sin pensarlo, Shuya lanzó un grito como si fuera Little Richard al piano.

—¡Yeeeeaow!

Sus ojos se encontraron con los de Noriko. Ella, no menos entusiasmada, estalló en risas y dijo:

—¡Eso es que Hiroki está vivo!

Shogo sacó el reclamo del bolsillo y jugueteó con él mientras observaba el humo. El alegre gorjeo de un pajarillo se elevó en el aire y se esparció bajo la lluvia que se derramaba sobre la isla. Shogo comprobó su reloj. Cuando transcurrieron quince segundos, se detuvo.

Shogo entonces se volvió a mirar a sus compañeros.

—Esperemos un poco más aquí. Supongo que no escuchará este sonido a menos que esté cerca. Le llevará algún tiempo.

Regresaron bajo el techado de ramas.

—Probablemente Hiroki encontró a Kayoko —dijo Noriko. Shuya estaba a punto de admitirlo, pero se detuvo cuando vio que Shogo hacía una mueca con la boca. Noriko también dejó de sonreír.

—Shogo… —dijo Shuya.

Este levantó la mirada. Luego meneó la cabeza.

—No, no pasa nada. Solo pienso que puede que las cosas no sean lo que parecen.

—¿Eh? Pero… —Shuya le mostró las palmas de las manos, como pidiéndole una explicación—. Hiroki nunca se rendiría.

Shogo asintió.

—Puede que sí. —Se detuvo y apartó la mirada—. Pero tal vez solo haya encontrado a Kayoko Kotohiki muerta.

El rostro de Shuya se tensó. Estaba en lo cierto. Al parecer Kotohiki había estado viva hasta el mediodía, pero luego había habido todos aquellos tiroteos. Habían escuchado aquellos tiros. Después de estar buscándola durante dos días enteros, Hiroki podría haber acabado descubriendo que Kayoko Kotohiki estaba muerta.

Shogo añadió:

—O puede que las circunstancias se hayan dado de un modo completamente distinto.

—¿Qué quieres decir? —preguntó Noriko.

Shogo sacó un paquete de cigarrillos y contestó secamente:

—Es muy posible que Kayoko no haya confiado en Hiroki.

Shuya y Noriko se quedaron callados.

Shogo encendió su cigarrillo.

—Bueno, de todos modos, confiemos en que Hiroki pueda llegar hasta aquí. Ya veremos entonces si está con Kayoko o no.

Shuya confiaba en que Hiroki regresara con Kayoko Kotohiki. Entonces serían cinco. Y cinco podrían escapar.

Solo cinco.

Shuya recordó entonces que Mizuho Inada aún estaba viva. Al menos lo estaba al mediodía.

—Shogo.

Este miró de reojo a Shuya.

—Inada todavía está viva. Me pregunto si podríamos entrar en contacto con ella.

Shogo hizo un gesto de duda.

—Lamento tener que estar diciendo siempre lo mismo, pero en este juego lo mejor es no confiar demasiado en los demás. Para serte sincero, no tengo nada contra Hiroki, pero no necesariamente tengo por qué confiar en Kotohiki.

Shuya se mordió el labio.

—Ya, lo sé, pero…

—Bueno, si podemos, intentaremos encontrar algún modo de ponernos en contacto con Mizuho, pero… —dijo expulsando el humo—, no lo olvides, no podemos perder el tiempo haciendo eso.

Shogo había dicho que «muy al final», una vez que todos estuvieran muertos, habría una salida. Eso significaba que sería inevitable enfrentarse a Kazuo otra vez y, además, ocuparse de Mitsuko Souma. No estaba seguro de lo de Mitsuko, pero no habría modo de evitar a Kazuo. Y era inimaginable que se lo pudieran cargar fácilmente, lo cual significaba que todo el grupo de Shuya podría morir luchando contra él.

Shogo le dio una calada a la colilla de su cigarro y dijo:

—Voy a preguntártelo otra vez, Shuya —dijo expulsando el humo, y sin dejar de mirar fijamente a su compañero—. Aunque consigamos contactar con Hiroki, probablemente tendremos que luchar con Kazuo otra vez, y también con Mitsuko. ¿Estás preparado para ser implacable?

A ese punto habían llegado. Podrían permitirse el lujo de intentar encontrar a Mizuho Inada solo después de que acabaran con Kazuo y Mitsuko. De todos modos, no estaba muy cómodo con la idea de matar a sus compañeros, por mucho que se hubiera acostumbrado a ello, no importaba lo extraordinarias que fueran las circunstancias…

Shuya asintió.

—Estoy preparado.

QUEDAN 4 ESTUDIANTES