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Mizuho Inada (la estudiante número 1) se asomó cautelosamente entre unos arbustos. Debido a la lluvia inclemente, su pelo cuidadosamente cortado se le había pegado a la frente.

Allí fuera había un pequeño sembrado, y a través de la blanquecina cortina de lluvia vio la espalda de un abrigo escolar en medio del campo. El pelo engominado hacia atrás también estaba empapado por la lluvia. Era Kazuo Kiriyama (el estudiante número 6).

Kazuo Kiriyama había formado lo que parecía ser dos montones de leña. Ahora se encontraba arreglando una de las dos pilas.

Mizuho calmó su respiración. Hacía frío, y ella estaba cansada, pero eso no le importaba mucho. Después de todo, estaba a punto de llevar a cabo su misión más importante…

Como guerrera espacial.

¿Estás preparada, soldado Prexia Dikianne Mizuho?

En su mente, el Dios de la Luz, Ahura Mazda, le preguntaba aquello. Para la muchacha, aquella voz provenía del cuarzo mágico que llevaba colgando (en realidad aquel objeto que había comprado por catálogo y contra reembolso era de vidrio, pero Mizuho creía que era cristal de roca).

«Por supuesto —contestó Mizuho—. Vi escapar a ese demonio después de matar a Yumiko Kusaka y a Yukiko Kitano. Le perdí la pista, pero ahora lo he vuelto a encontrar. Y lo vi matar al otro demonio que mató a Kayoko Kotohiki. Debo acabar con ese malvado. Y lo he seguido hasta aquí…».

Muy bien, entonces. ¿Has comprendido cuál es tu misión?

«Por supuesto, señor. Recibí su mensaje a través de la vidente del pueblo, según el cual yo me convertiría en una guerrera destinada a luchar contra el mal. No entendí lo que significaba eso en su momento. Pero ahora… ahora lo comprendo perfectamente».

¿No tienes miedo?

«No, señor. Con tu guía no tengo nada que temer».

Eres el miembro superviviente de la sagrada tribu Dikianne. Eres la guerrera escogida. La luz de la victoria brillará pronto sobre ti. ¡Hum! ¿Qué te ocurre?

«No, no, no es nada. Es solo, Gran Ahura Mazda, que mi compañera en la batalla, Lorela Lausasse Kaori, fue asesinada…». Kaori Minami, también de tercero B, que a veces salía por ahí con Mizuho Inada, tenía que reprimir sus bostezos cada vez que esta empezaba con aquella historia de «Tú eres la guerrera Lorela…», pero, en fin… «Ella…».

Ella luchó hasta el final, Mizuho.

«Ah. Oh, sí, eso pensaba… Pero… pero… fue derrotada por las fuerzas del mal».

Eeeh… bueno, sí. Bueno, eso fue porque tenía unos orígenes normales. Tú eres distinta. En cualquier caso, no te enredes en los detalles. Lo importante es que debes luchar por su memoria. Y tienes que vencer, ¿de acuerdo?

«Sí, señor».

Vale, entonces. La luz. Debes tener fe en la Luz Cósmica. La Luz que te ilumina.

La luz crecía en su interior. El gran poder cósmico que lo abarcaba todo.

Mizuho asintió una vez más en su escondite. Sí. Sí. Sí.

Luego sacó el cuchillo de doble hoja de su vaina… Cuando encontró el arma en su mochila pensó que era lo más apropiado para una guerrera. Lo sujetó delante de su nariz. Una luminosidad blanca resplandeció en la hoja acerada, y Mizuho miró a Kazuo, más allá de aquel resplandor.

Veía la espalda de Kazuo. Nada se interponía entre ellos.

Ahora pues. ¡Acaba con el enemigo!

¡Sí!

Con el fin de no hacer ruido, Mizuho apartó lentamente el follaje y se lanzó contra Kazuo. Un resplandor brilló en la hoja corta del cuchillo, que apenas tenía quince centímetros de longitud, y en su imaginación se transformó repentinamente en una espada legendaria de al menos un metro de largo. Aquella espada de luz atravesaría de parte a parte al monstruo con una simple lanzada.

Mientras Kazuo Kiriyama colocaba las ramas secas con la mano izquierda, su mano derecha sacó tranquilamente la Beretta M92F. Sin volverse siquiera, levantó el brazo y apretó el gatillo dos veces.

El primer disparo le dio a Mizuho en el pecho, deteniéndola, y el segundo le alcanzó justo en la cabeza.

Mizuho cayó hacia atrás mientras sus heridas formaban ligeras parábolas sanguinolentas en el aire. La lluvia enseguida comenzó a borrar el rastro de la sangre. Entonces, el alma de la guerrera Prexia Dikianne Mizuho transmigró al País de la Luz.

Dándole la espalda a su víctima, Kazuo Kiriyama guardó la pistola y continuó colocando la leña.

QUEDAN 4 ESTUDIANTES