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Después de oír aquellos dos tiros, Shuya y Noriko se quedaron helados. En el cielo, sobre sus cabezas, graznaba un cuervo.

Tras ir a averiguar lo que había sucedido en la plataforma, Shogo regresó y les dijo:

—Se acabó. Vámonos.

Mientras ayudaba a Noriko sujetándola por el brazo, Shuya observó a Shogo, que estaba de pie. Sus labios temblaban incontrolablemente.

—¿Qué quieres decir con que «se acabó»? Podrías ser un poco más considerado.

Shogo se encogió de hombros.

—Mira, yo hablo así. No soy bueno expresándome. De todos modos, lo has entendido, ¿no? Algunos de nuestros compañeros se están empleando a fondo en la tarea. Y déjame añadir solo que esto no es algo que se deba a Sakamochi y su banda. Ellos tampoco quieren morir, así que se mantienen quietecitos en la escuela.

Shuya quiso contestarle, pero consiguió reprimirse y comenzó a caminar, sujetando a Noriko por el brazo.

Mientras avanzaban, ella dijo con voz grave:

—Es horrible… ¿Cómo puede hacerse algo tan espantoso?

Una vez que llegaron a su escondrijo, Shogo dijo:

—Tenemos que estar prevenidos, solo por si acaso. Vamos a trasladarnos unos cien metros.

—Pensé que decías que lo mejor era estarse quieto…

Shogo frunció los labios y sacudió la cabeza.

—Ya has visto lo que ha pasado. Quienquiera que sea ese cabrón, no tiene piedad. Y encima, tiene una ametralladora y una pistola, por lo visto. Probablemente sospechó dónde nos encontrábamos. Y si lo sabe, lo mejor será que nos larguemos de aquí —añadió—. Solo un poco. Nos moveremos solo un poco.

QUEDAN 27 ESTUDIANTES