10

¿Llevaban corriendo ya diez minutos? Con el brazo rodeando aún a Noriko, Shuya hizo un gesto señalando que deberían pararse, y se detuvieron. Bajo una brumosa luz de luna brillando a través de las ramas que había sobre sus cabezas, Noriko lo miró. Sus pesadas respiraciones resonaban con un ruido que les parecía ensordecedor, pero Shuya hizo todo lo posible por escuchar qué ocurría más allá de sus propios jadeos, procurando distinguir otros sonidos en la zona que los rodeaba, envuelta en la más completa oscuridad.

Nadie parecía estar yendo tras ellos. Tenían demasiado poco aliento para poder suspirar, pero al menos pudieron relajarse un poco.

Al dejar caer sus bolsas, Shuya sintió un agudo dolor en su hombro derecho. No estaba en muy buena forma. Una guitarra eléctrica era más pesada que un bate de béisbol, pero no era una cosa con la que tuvieras que girar y golpear nada. Después de dejar los bultos, apoyó las manos en los muslos e intentó descansar.

Shuya apremió a Noriko para que se sentara en la oscura arboleda. Después volvió a comprobar si se oían otros ruidos sospechosos y se sentó a su lado. La abundante maleza seca pareció crujir bajo su peso.

Le parecía que habían cubierto una buena distancia, pero dado el modo en el que habían avanzado, zigzagueando, y que habían perdido todo sentido de la dirección al subir la colina, puede que solo estuvieran a unos centenares de metros de la escuela. Al menos ya no se veía la escasa luz que se escapaba por las rendijas y la puerta de la escuela. Aunque eso podía deberse a la espesura del bosque o a que la ocultaban leves laderas o saledizos. En todo caso, uno se sentía más seguro en la profunda oscuridad del bosque. Su decisión había sido impulsiva, pero con toda seguridad era más seguro el bosque que las zonas abiertas junto al mar.

Shuya miró a Noriko y susurró:

—¿Estás bien?

—Sí —murmuró ella, y asintió levemente.

Shuya pensó que lo mejor sería quedarse allí un rato, pero, de todos modos, tampoco tenían otra opción. Lo primero que hizo fue abrir su mochila. Rebuscó en su interior, a tientas, y encontró un objeto que parecía una botella de agua.

Shuya lo sacó. La funda parecía de cuero, y tenía como un asa de cuero que sobresalía. Era un cuchillo del ejército. Sakamochi había dicho que en todas las mochilas había un arma. ¿Qué era eso…? Buscó en la mochila un poco más, pero nada de lo que había dentro le pareció que pudiera ser un arma. Solo había una bolsa que parecía contener pan y una linterna.

Abrió la funda de cuero y sacó el cuchillo. La hoja tenía aproximadamente quince centímetros de largo y, después de observarla, devolvió el cuchillo a la funda y se lo remetió por debajo del cinturón de su uniforme escolar. Se desabrochó el botón inferior de su uniforme para conseguir que el mango fuera inmediatamente accesible.

Shuya cogió la mochila de Noriko y abrió la cremallera. Sabía que se suponía que un chico no debe hurgar en las cosas de una chica, pero Noriko no había hecho aquella mochila.

Encontró una cosa rara. Era como un palo curvo de aproximadamente cuarenta centímetros de largo. Tenía una textura suave, como de madera dura. ¿Era aquello que llamaban boomerang? Un arma para luchar y cazar propia de las tribus de Oceanía. Un cazador de una aldea aborigen podía convertirse en un héroe, y podía ser capaz de derribar un animal pequeño o cazar un canguro con aquella cosa, pero ¿qué utilidad tenía para ellos? Shuya suspiró y lo volvió a meter en la mochila de Noriko.

—¿Quieres agua? —preguntó Shuya.

—Solo un poco —dijo Noriko.

Shuya sacó la botella de plástico de su mochila, rompió el sello del tapón de rosca y olió su contenido. Se puso un poco de agua en la mano y la chupó cautelosamente. Después de tomar un sorbito y asegurarse de que no sufría ninguna reacción anormal, se la entregó a Noriko, que cogió la botella y solo dio un pequeño trago. Probablemente era consciente de que el agua era un bien preciado. Cada botella contenía aproximadamente un litro, y solo tenían dos. Sakamochi había dicho que no tenían acceso a teléfonos, ¿pero lo tendrían a manantiales y otras fuentes de agua?

—Deja que le eche un vistazo a tu pierna.

Noriko accedió al interés de Shuya y estiró la pierna, que había mantenido oculta bajo la falda. Él sacó la linterna de su mochila. Con mucha precaución, hizo pantalla con la palma de la mano para impedir que la luz pudiera verse a lo lejos y enfocó directamente a la pierna herida.

La herida estaba en la parte exterior de la pantorrilla. Tenía un profundo arañazo en la carne, de unos cuatro centímetros de largo y uno de profundidad. Un delgado reguerillo de sangre aún fluía por los extremos rosados de la herida. Parecía que aquello necesitaría puntos.

Shuya apagó rápidamente la linterna y agarró su bolsa de deporte en vez de la mochila. Se hizo con la petaca de bourbon y dos bandanas limpias que había metido para el viaje. Desenroscó la petaca.

—Esto te va a escocer.

—Irá bien —dijo Noriko, pero en cuanto Shuya inclinó la petaca y vertió el bourbon para desinfectar la herida, ella dejó escapar un pequeño siseo. Shuya presionó una bandana doblada contra la herida. Desplegó la otra, la dobló a lo largo y luego la enrolló en torno a la pierna con fuerza, como un vendaje. Aquello evitaría que siguiera sangrando, por el momento.

Después de vendar la pierna, estiró ambos extremos del vendaje con fuerza, los ató y murmuró…

—Maldita sea…

—¿Te estás acordando de Nobu? —susurró Noriko.

—De Yoshitoki, de Yoshio. De todos y de todo. Yo no estoy en esto. No voy a participar en esto.

Mientras movía las manos, Shuya levantó la vista para mirar a Noriko. Luego bajó la mirada y terminó de hacer los nudos. Noriko le dio las gracias y volvió a esconder la pierna debajo de la falda.

—¿Así que Yoshio fue el que mató a… —su voz temblaba— …a Mayumi?

—Sí. Estaba encaramado al tejado, encima de la puerta de salida. Le tiré una flecha y se cayó.

Ahora que pensaba en aquello, Shuya se dio cuenta de repente de que no se había preocupado por Yoshio. De manera instintiva había dado por supuesto que este permanecería inconsciente un buen rato, pero perfectamente podría haberse despertado justo después. Lo cual significaba que podría haber recuperado su ballesta y haber vuelto a subir al tejado para continuar su cacería.

«¿Volví a comportarme como un ingenuo? ¿Debería haberlo matado allí mismo?».

Con aquellos pensamientos, Shuya miró el reloj a la luz de la luna. El viejo y artesanal reloj Hattori Hanzo, de edición limitada, para submarinistas (junto con la mayor parte de sus pertenencias, aquel reloj le había llegado como una donación a través del orfanato), marcaba las 2:40. Todo el mundo debía de haber salido de la escuela ya. Como mucho, quedarían dentro solo dos o tres alumnos, ignorantes del lugar en el que se encontraba Yoshio Akamatsu. Shinji Mimura ya había… Shuya estaba casi seguro de que Shinji podría escapar fácilmente de las ballestas de Yoshio… A esa hora, ya debía de haber salido.

Shuya sacudió la cabeza. Ahora se sintió un idiota por haber creído que podían mantenerse unidos contra el juego.

—Nunca pensé que alguien como él intentaría matar de verdad a todos los demás con la idea de sobrevivir. Comprendo las reglas, pero no pensé que finalmente participaría alguien.

—Al parecer estabas equivocado —dijo Noriko.

—¿Qué? —Shuya miró a Noriko a la cara, aunque la noche estaba demasiado oscura para poder distinguir sus rasgos a la luz de la luna.

—Tú sabes lo tímido que era Yoshio. Creo que estaba aterrorizado. Eso fue lo que debió de ocurrir. Me refiero a que no sabía quién podría volverse contra él. Puede que estuviera convencido de que todo el mundo iba a ir a por él. Creo que de verdad lo hizo porque estaba aterrorizado. Y porque si no hacía algo creía que acabaría siendo… asesinado.

Shuya, sentado, se apoyó contra el tronco del árbol más cercano y estiró las piernas.

Solo los que se sintieran aterrorizados podrían intentar matar a los demás. Aquella misma idea se le había pasado por la cabeza a Shuya, pero también había pensado que lo único que intentarían los que estuvieran aterrorizados sería esconderse. Pero si estaban aterrorizados y enloquecidos, sí que podrían tomar la iniciativa y comenzar la matanza.

—Ya, entiendo.

—Sí —asintió Noriko—. De todos modos es horrible que empezara a matar a compañeros indiscriminadamente.

Permanecieron en silencio durante un rato. Luego Shuya se levantó con una idea:

—Eh, ¿crees que si nos hubiera visto juntos nos habría atacado? ¿No sería nuestra actitud una demostración de que no estamos jugando?

—Bueno, sí… puede ser.

Shuya empezó a pensar. Si, como decía Noriko, Yoshio simplemente había sucumbido a la paranoia…

Volvió a su mente el momento en que se dio cuenta por primera vez de que alguien estaba dispuesto jugar. Por eso había huido. Pero tal vez se había equivocado. ¿Cómo iban a matarse los unos a los otros? Era una cosa espantosa. Entonces, ¿debería haber esperado a los demás, dejando a un lado lo que había hecho con Yoshio?

En todo caso, ya era demasiado tarde. Aunque quisieran regresar, a esas alturas todo el mundo ya se habría ido. Además, ¿Yoshio hizo aquello únicamente por miedo o temor?

Cada vez estaba más confuso.

—Oye, Noriko.

Noriko levantó la cara.

—¿Tú qué crees? Yo salí huyendo de los alrededores de la escuela en el momento en que me di cuenta de que podía haber otros como Yoshio. Pero… si él realmente estaba aterrrorizado… en otras palabras… ¿tú crees realmente que alguno de nuestros compañeros va a participar? Lo que quiero decir es que estoy pensando en reunirlos a todos para escapar de este juego. ¿Tú qué piensas?

—¿A todos?

Noriko se quedó callada y escondió las piernas bajo la falda. Luego añadió:

—Puede que yo no sea tan generosa como tú.

—¿Eh?

—No pondría la mano en el fuego por alguno de ellos. Podría confiar en mis amigos… —Noriko pronunció el nombre de su delegada en la clase, Yukie Utsumi. Shuya la conocía desde primaria—. Yukie, sí —dijo—. Pero no creo que pudiera confiar en las otras chicas. De ningún modo podría fiarme de ellas. ¿No crees? No tengo ni idea de lo que se le pasó por la cabeza a Yoshio, pero creo que lo mismo le puede pasar a todos los demás —continuó Noriko—. Me refiero… simplemente soy consciente de que no sé nada acerca de nadie. No sé si realmente les caigo bien. Quiero decir… no se puede leer la mente de los demás.

«No sé nada acerca de nadie».

Tenía razón, pensó Shuya. «¿Qué sé acerca de este grupo con el que paso todo el día en la escuela?». De repente le pareció que el enemigo estaba ahí fuera, acechándolos.

Noriko añadió:

—Así que yo… yo sería precavida. A menos que sepamos que alguien es completamente fiable, yo desconfiaría de todos. Tengo miedo de que quieran matarme.

Shuya suspiró. Aquel juego era horrible, pero también parecía perfecto. Al fin y al cabo, era una mala idea invitar a la gente indiscriminadamente a formar un grupo a menos que se estuviera muy seguro de ellos. ¿Qué pasaría si… pongamos por ejemplo… si lo traicionaban? No solo ponía en peligro su propia vida, sino también la de Noriko. Sencillamente, era natural que los otros, los que habían salido antes que él, hubieran huido inmediatamente de las instalaciones. Eso era lo más sensato.

—Espera un segundo… —dijo Shuya. Noriko levantó la mirada hacia él—. Entonces eso significa que, estando juntos, no demostramos necesariamente que seamos inofensivos. Los otros pueden sospechar que en un momento dado yo planeo asesinarte.

Noriko asintió.

—Sí, pero también sospecharán de mí, igual que de ti. Cualquier compañero podría evitarnos al vernos juntos, pero también creo que nosotros podríamos invitarlos a huir. Quiero decir que eso dependerá de cada persona.

—Sería espantoso —dijo Shuya inspirando con fuerza, y luego contuvo la respiración.

—Sí, es realmente espantoso.

Así que los que huyeron de las instalaciones del colegio podrían haber actuado con mucha inteligencia. Pero a él lo que le importaba era proteger a Noriko Nakagawa, la chica que Yoshitoki había adorado. Tal vez debería contentarse con el hecho de que por lo menos Noriko estaba a salvo y a su lado, de momento. Había actuado de la manera más segura. Pero…

—Pero… —titubeó— como mínimo, me gustaría que Shinji se uniera a nosotros. Creo que a él se le ocurriría un plan realmente bueno. ¿Te parecería bien estar con Shinji?

Noriko asintió y dijo:

—Claro.

Dada la cantidad de veces que había hablado con Shuya en la escuela, también había tenido muchas ocasiones de hacerlo con Shinji Mimura. Shuya recordó que Shinji la había ayudado y que le había indicado a él que mantuviera la calma. Se dio cuenta entonces de que si Shinji no hubiera hecho aquellas cosas, él y Noriko podrían haberse comportado atolondradamente y habrían sido abatidos igual que Yoshitoki.

Como si ella estuviera pensando en el mismo sentido, aquellas ideas condujeron a lo inevitable, y hundió la mirada y dijo calladamente:

—Nobu ha muerto.

—Sí —contestó Shuya con un susurro, y añadió como si fuera un hecho cuestionable—: Supongo que sí.

Luego volvieron a quedarse en silencio. Ambos podían recordarlo, pero no era el momento. Además, Shuya no se sentía con fuerzas para entretenerse en los recuerdos de Yoshitoki. Era demasiado fuerte.

—No sé qué podríamos hacer.

Noriko apretó los labios y se encogió de hombros sin decir una palabra.

—Me pregunto si habría alguna posibilidad de reunirnos con los compañeros en los que confiamos.

—Eso es… —Noriko lo pensó, y luego volvió a quedarse callada. Era verdad… no había modo de conseguirlo. Al menos, por el momento.

Shuya volvió a suspirar profundamente de nuevo.

Levantó la mirada y a través de las ramas vio el grisáceo cielo azul, con un turbio fulgor, a la luz de la luna. Así que eso era lo que significaba estar en un callejón sin salida. Si quisieran llamar la atención de alguien, lo único que tenían que hacer, simplemente, era dar vueltas por ahí y disparar. Pero eso sería tanto como invitar a sus oponentes a que los mataran. Por supuesto, Shuya esperaba que no hubiera oponentes, pero al final, tuvo que admitir que todo aquello le aterrorizaba.

Aquella sucesión de pensamientos lo condujo a otra bastante más preocupante… Shuya se volvió hacia Noriko y le preguntó:

—Pero tú no tendrás miedo de mí, ¿verdad?

—¿Qué?

—No te estarás preguntando si voy a matarte, ¿no?

Bajo la luz de la luna, Shuya no podía verla bien, pero los ojos de Noriko parecían abiertos como platos.

—Tú nunca harías una cosa tan horrible.

Shuya lo meditó un poco más. Luego le dijo:

—Pero no se puede saber lo que está pensando otra persona. Lo has dicho tú misma.

—No —negó Noriko con la cabeza—. Pero yo sé que tú nunca harías eso.

Shuya la miró de reojo.

—¿Estás segura?

—Sí, estoy segura. Yo… —dudó— he estado observándote durante mucho tiempo.

Podría haber pronunciado aquellas palabras con más formalidad en una situación normal, o al menos en una que fuera un poco más romántica.

Entonces Shuya recordó una carta de amor anónima que había recibido algún tiempo atrás, escrita en un papel azul claro. Alguien la había metido en su pupitre un día de abril. No era la primera carta de amor que había recibido el antiguo estrella stopper de segunda base y actual ídolo de la música rock (autoproclamado, y a veces incluso proclamado por otros) del instituto Shiroiwa, pero a Shuya le impresionó. Fueron aquellos rasgos poéticos de la carta los que le habían conmovido.

«Aunque sea mentira, aunque sea un sueño, por favor, mírame. Tu sonrisa de aquel día no es mentira, no es un sueño. Al menos, si te vuelves a mirarme, podría ser mi mentira, mi sueño. Pero el día que pronuncies mi nombre, no será mentira, no será un sueño». Y luego: «Nunca ha sido mentira, nunca ha sido un sueño que te amo».

¿Le habría escrito Noriko aquella carta? Recordaba haberse sorprendido al observar cómo la caligrafía de la carta se parecía a la de Noriko y cómo el estilo poético también era muy similar. Así que entonces…

Shuya pensó en preguntarle lo de la carta, pero al final decidió no hacerlo. No era el momento adecuado. Además, no tenía ningún derecho a sacarlo a relucir. Después de todo, Shuya estaba tan colgado por Kazumi Shintani —la cual, para seguir con la analogía, nunca se había «vuelto ni a mirarlo»— que las demás chicas y las cartas de amor apenas le interesaban. Lo más importante para él en ese momento era proteger a la chica a la que Yoshitoki Kuninobu había querido tanto, y no averiguar si Noriko estaba colada por él. Shuya todavía recordaba la tímida mirada que Yoshitoki le había lanzado cuando tuvieron aquella charla… «Oye, Shuya, estoy colgado por una chica…».

En ese momento, Noriko le preguntó:

—¿Y qué me dices de ti, Shuya? ¿No te doy miedo? No, claro… pero ¿por qué me ayudaste?

—Bueno… —Shuya pensó en contarle lo de Yoshitoki… «Vamos, mi mejor amigo estaba colado por ti. Así que si tenía que ayudar a alguien, tenías que ser tú, no pasa nada. Me refiero, de verdad, en fin…».

Al final decidió callarse. Sería mejor dejar esa conversación para más adelante, cuando dispusieran de más tiempo. Suponiendo que pudieran tener algún tiempo en el futuro.

—Estabas herida. Simplemente no podía dejarte sola. Y además, confío en ti. Que me parta un rayo si no confío en una chica tan guapa como tú.

Noriko esbozó una ligera sonrisa. Shuya hizo todo lo posible para devolvérsela. Estaban en una situación espantosa, pero se sintió un tanto aliviado cuando esbozó su sonrisa.

—Bueno, de todos modos, tenemos suerte. Al menos estamos juntos —dijo Shuya.

—Sí —asintió Noriko.

Pero ¿qué se suponía que tenían que hacer ahora?

Shuya comenzó a organizar su mochila. Si tenían que descansar con el fin de pensar una estrategia, necesitaban encontrar un lugar apropiado desde el cual observar a sus contrincantes sin correr peligro. Aunque, claro, no tenían ni idea de dónde estarían los demás.

Como mínimo, tendrían que ser extremadamente cautelosos. Eso era lo que, siendo realistas, había que hacer, dadas las horrorosas circunstancias en que se hallaban.

Guardó el mapa, la brújula y la linterna. Aquel era el juego de orientación más asqueroso del mundo.

—¿Podrás caminar?

—Estoy bien.

—Entonces avancemos un poco más. Tenemos que encontrar un sitio donde poder descansar.

QUEDAN 38 ESTUDIANTES