Epiloguito

Entre las cosas que me han sucedido después, la más notoria es que cada día estoy más viejo. Ésta es una experiencia que puede ser buena o mala, según las circunstancias en que se presente. Por ejemplo: escribo esto cuando acabo de cumplir 75 años, lo cual me fue sorpresivamente festejado en casa de mi hija Marcela, en compañía de Florinda, mis hijos (con sus cónyuges), mis nietos y un buen número de mis amigos Aracuanes (también con sus cónyuges y/o sus hijos). Sería difícil tener una experiencia más placentera.

Un par de meses antes, en cambio, me había enfermado de manera alarmante (alarmante para Florinda y quienes me rodeaban, pues yo no me llegué a enterar de que el problema había sido grave, ya que perdí el conocimiento durante un buen lapso). Me sucedió en Cancún, donde mi bronquitis crónica se hizo repentinamente aguda, acompañada por una temperatura cercana a los 41 grados que me hacía decir un rosario de incoherencias, como me contaron después (creo que el decir incoherencias es muchas veces una manifestación de mi estado normal). De cualquier modo, por primera vez en mi existencia, fui llevado a un hospital en el que me atendieron muy bien, a pesar de que ahí mismo tuve un fuerte ataque de alergia. Y luego, ya de regreso en casa, se repitió el ataque, sólo que esta vez la pérfida alergia lo hizo con alevosía y ventaja, pues aprovechó que mi capacidad defensiva había sido mermada a tal grado por la debilidad, que por momentos pensé que ni siquiera llegaría a terminar el tiempo reglamentario, lo cual conseguí sin imaginar que aún faltaba lo peor: el suplicio que significa soportar tiempos extras bajo el acoso de un inmisericorde atacante conocido como «dolor en el nervio ciático». Sin embargo, podría jurar que no me morí a consecuencia de ello, sino que me he ido recuperando hasta encontrarme en condiciones de salud más que aceptables.

Y después el herpes, enfermedad de la que muchas veces había oído hablar, pero de la que no me imaginaba lo dolorosa que era. Claro, como dice Graciela, la mayor de mis hijas:

—Papá: si después de haber cumplido 40 años te despiertas por la mañana y notas que no te duele nada, quiere decir que ya te moriste.