6

PUERTA SALVAJE

—¿Qué les has hecho? —espetó Leslie nada más verle.

—Están sanos y salvos —contestó Hermia.

Leslie dirigió una mirada suspicaz a Danny.

—Quiero que sea él quien responda.

—¿Por qué? ¿Crees que sabrás si te estoy mintiendo? —preguntó Danny.

—Damos por sentado que estás mintiendo —dijo Stone—. Porque en el fondo todos queremos que los hayas liquidado.

—¡Yo no deseo nada por el estilo! —se quejó Leslie.

—No podemos controlar a un mago teleportador —le dijo Marion a Leslie—. Habrá hecho lo que haya querido y hará lo que le venga en gana.

—Puedo hacer que se sienta culpable —dijo Leslie.

—Eso es jugar sucio —intervino Vivi—. Danny se siente culpable por existir.

—Crea la Gran Puerta —dijo Hermia—. Si los hititas van a por nosotros, entonces todo el mundo sabe ya que los magos teleportadores han vuelto al mundo. No habrá nadie que no esté buscando una Gran Puerta.

—Un excelente argumento para no crear una Gran Puerta —dijo Stone.

—Es un argumento a favor de crearla ahora mismo —dijo Hermia—. Y vamos a pasar todos, excepto Marion y Leslie, que ya han estado y se quedarán para vigilar que no nos ataquen.

—Volverás, ¿verdad? —preguntó Leslie a Danny.

—Sí, salvo que el Ladrón de Puertas me atrape —dijo Danny.

—¿Crees que tiene poder para hacerlo? —inquirió Vivi.

—Está muy debilitado —respondió Danny—, pero sus conocimientos son muy superiores a los míos.

Danny fue hasta la cuerda y abrió el lazo.

—Odio ese lazo —se quejó Vivi—. Tiene un aspecto siniestro.

Danny no respondió. Tomó el lazo, se lo pasó por encima de la cabeza y los hombros hasta colocarlo bajo sus axilas, donde lo ajustó. Así podría girar sin agarrarse con las manos.

Comenzó a dar vueltas y la cuerda se fue trenzando hasta que Danny se tuvo que poner de puntillas.

—¿Le damos más vueltas? —preguntó Hermia, señalando a la cuerda.

—Nos hemos pasado la tarde dándole vueltas —rió Danny—. Así está bien.

—Muy gracioso —comentó Vivi.

—Aún no sé si debo cruzar la puerta —dijo Stone.

—Hazlo —le animó Vivi—. Acompáñame.

—Conseguirás el poder suficiente para hacer crecer las plantas y que lo dominen todo.

—Eso es lo que hace el kuzu[2] —replicó Stone—. Se las apaña muy bien sin ayuda.

Vivi le tomó de la mano.

—«Ven conmigo en busca de la tierra por la que clama mi corazón» —cantó.

—¿Es una canción de verdad? —preguntó Stone.

—Una muy antigua —explicó Vivi. Volvió a cantar—: «Recorreré las avenidas de la gloria por la mañana del gran día».

—Calla, tengo que concentrarme —dijo Danny—. Y que vosotros estéis atentos cuando llegue el momento de cruzar.

Una sonriente Vivi ignoró a Danny.

—«Los cánticos surgirán en esa tierra, las voces vibrarán con las melodías. La libertad reinará en esa tierra a la que pertenece mi corazón».

—Los magos teleportadores no suelen ser muy obedientes —rió Stone.

—Te está bien empleado, Danny —dijo Leslie.

Danny se inclinó hacia atrás y cerró los ojos. Comenzó a girar. Iba a enlazar veinte puertas.

Pero no estaba solo como la primera vez; en su interior se alojaban las puertas de los otros magos y muchas de ellas, la mayoría, clamaban y exigían que las utilizara para crear la Gran Puerta.

Tomó las puertas que se ofrecían hasta que las suyas giraban al unísono con ellas. Danny no sabía si esas puertas fortalecían la Gran Puerta al añadir más energía a la conexión o, al contrario, la debilitaban al no encajar con las suyas. Fue consciente de que actuaba a ciegas. Pero le pareció que incluir las puertas de esos magos muertos hacía tiempo era lo correcto. A fin de cuentas, fueron arrebatadas justo cuando intentaban crear una Gran Puerta.

«Fuisteis despojadas de vuestro poder al intentar esto mismo. ¿Vuestro destino es ser mis prisioneras u os devuelvo vuestra libertad y permito que vuestro poder resurja?».

«Libertad, libertad, libertad», clamaron las puertas de su interior.

«Yo, yo, yo», exigieron las puertas que aún no había usado.

«Ya basta», pensó Danny. «Veinte puertas mías y veinte de las vuestras».

Giraba con rapidez, no tanta como en el gimnasio, pero bastaría. En esta ocasión percibía el poder del proceso, comprendió que, más que la velocidad, lo que importaba era cómo se entrelazaban las puertas. Y era igual que trenzar una cuerda, una gruesa que tenía cuatro hebras con diez puertas en cada hebra.

Contaba con la experiencia de la primera Gran Puerta, con la que descubrió muchos detalles del proceso, y esta vez lo controlaba todo mejor.

Dos de las hebras estaban formadas por las puertas de Danny y las otras dos por las puertas de los otros magos. Tejió las suyas para crear la puerta de retorno, cuya cola desembocaría en el establo, y las otras sirvieron para tejer la puerta con la que irían a Westil. Las puertas se enlazaron entre sí formando tornados que giraban al unísono.

Entonces las impulsó hacia lo alto, hacia el exterior, con toda la fuerza de su esencia. Percibió la alegría de las puertas de los otros magos conforme surcaban el espacio.

Llegaron al otro mundo. La Gran Puerta estaba abierta.

—Ahora —dijo Vivi.

—Desatadme —dijo Danny, que seguía girando.

Le detuvieron y aflojaron el lazo. Danny seguía con los ojos cerrados. No los necesitaba para ver. Contaba con otro sentido para contemplar la Gran Puerta. Era distinta a la de la primera vez. La anterior era monocromática, todas las hebras tenían el mismo origen; ésta era multicolor. Un arcoiris cuyos colores se mezclaban una y otra vez. «¿Qué consecuencias tendrá una puerta de tantos colores?», se preguntó Danny.

Notó como Vivi y Hermia lo cogían de las manos. La boca de la puerta estaba abierta. Danny traspasó el umbral. Unidas a él, ellas no tuvieron que avanzar; pasaron del establo a un mundo iluminado por el sol.

Danny abrió los ojos. La luz era cegadora en comparación a la umbría del establo. A pesar de ello, distinguió las grandes piedras que los rodeaban dispuestas a lo largo de la ladera de una colina recubierta de hierba.

—Stonehenge —dijo Danny.

—Una trampa para puertas —dijo Stone.

—Necio —dijo otra voz. La voz de un extraño. Masculina.

Danny se volvió hacia la voz. Pero no necesitaba ver quién era, le bastó con captar su esencia. Las puertas que tenía del otro en su yacimiento le delataron.

—Ladrón de Puertas —dijo Danny—. ¿Qué haces aquí?

—Necio —repitió el Ladrón de Puertas—. ¿Cómo se te ocurre emplear esas puertas salvajes?

—Ellas querían partici…

—Tras siglos de encierro se han vuelto imprevisibles, han enloquecido.

El Ladrón de Puertas hablaba el westiliano con un extraño acento, pero Danny le entendía sin problemas.

—Querían formar parte de la Gran Puerta —explicó Danny—. ¿Vas a luchar contra mí otra vez?

—Quiere cruzar la puerta —dijo Vivi.

—Está aquí para matarte —dijo Hermia.

—Sois unos ignorantes —espetó el Ladrón de Puertas—. Alguien tiene que instruirte.

—Cierra la puerta cuando nos marchemos, Hermia —ordenó Danny.

—¿Nos tenemos que marchar ya? —preguntó Vivi—. Estamos en Westil y el sol brilla tanto que apenas he visto nada.

—No quiero que nos siga —dijo Danny.

—Volverás muy pronto —advirtió el Ladrón de Puertas—. Me suplicarás que te enseñe a enmendar el terrible error que has cometido.

—¿Por qué devorabas las puertas? —preguntó Danny. Su curiosidad pudo con el instinto que le gritaba que se marcharan de inmediato.

—Lo sabes muy bien —respondió el Ladrón de Puertas—. Las puertas que me arrebataste te lo han contado.

—Pronuncian el nombre de Bel.

—Bel, el mago teleportador de otro mundo —confirmó el Ladrón de Puertas—. El mundo de los que cosechan almas ajenas. El mundo de los magos mentales. Necio.

—Vámonos ya —les urgió Hermia—. Nos está distrayendo con algún oscuro propósito.

Mientras hablaban, Stone se había arrodillado sobre la hierba. Sus manos se hundieron en la tierra.

—Tanta vida —susurró, admirado.

—Eres tú el que rebosa vida —le corrigió el Ladrón de Puertas—. Cruzar la Gran Puerta os ha hecho poderosos, tanto que no debéis temerme.

—Eso es lo que quiere que creamos —advirtió Hermia.

—Los magos teleportadores son unos embaucadores —dijo Vivi.

A Danny le pareció detectar una nota de orgullo en su voz.

—¿Cómo he de llamarte? —preguntó Danny—. ¿Loki?

—Pan —dijo el Ladrón de Puertas—. Es el nombre que me dieron después de abandonar el árbol.

Danny no comprendió las palabras del otro.

—No pienso devolverte tus puertas —dijo Danny.

—No me hacen falta —replicó Pan.

—¿Sabes qué ha pasado con Ced? —preguntó Stone—. Llegó a través de la primera puerta y se quedó aquí.

—Es un mago eólico —dijo Pan—. Sé dónde está.

—¿Está a salvo? —preguntó Stone.

—La pregunta es si Westil está a salvo con él aquí —rió Pan—. El mago más poderoso de este mundo. ¡Hay que ver los aires que se da!

—¿Ha causado daños? —preguntó Vivi con cautela.

—Es incapaz de no hacer daño —dijo Pan—. Al igual que ocurrirá con vosotros. No hay nadie para pararle los pies en Westil, nadie que pueda enseñarle. Eso es lo que habéis hecho: soltar monstruos en Westil.

—Entonces nosotros también nos convertiremos en monstruos —dijo Danny.

—Todos somos monstruos —afirmó Pan.

—Volvamos —insistió Hermia.

Danny consiguió al fin distinguir a Pan. Estaba de pie entre dos de las grandes piedras. Un hombre de aspecto normal, parecido a Danny. De estatura y complexión media. Su rostro era atemporal; los ojos del color de las aguas profundas, grises como una tormenta, contemplaban a Danny con ira, pero también con comprensión y tristeza.

—No le mires —advirtió Hermia—. Es demasiado fuerte para nosotros.

—Soy débil —repuso Pan—. La mayor parte de mi aura está en tu interior ahora. ¿Cómo he de llamarte?

—De ninguna manera —respondió Danny.

Recogió la boca de la Gran Puerta sobre sí mismo y retornaron al establo.

La luz del sol desapareció. Las piedras. La hierba.

Stone se arrodilló, apretó los dedos contra el suelo. Comenzó a llorar.

—Este lugar es un páramo comparado con Westil —balbuceó.

—Hemos conocido al Ladrón de Puertas —le contó Vivi a Marion—. Es casi tan atractivo como Danny y tan viejo como las estrellas.

—No puedo cerrar la otra puerta —anunció Hermia—. La de ida a Westil que creaste con las puertas de los otros magos.

Danny advirtió que había cerrado la puerta de retorno, pero que seguía luchando para cerrar la otra.

—No puedes porque hay veinte magos en ella —dijo Danny—. Tienes que cerrarlos uno por uno. —Y comenzó a hacerlo él mismo.

Sin embargo, al llegar a la tercera puerta, la primera había vuelto a abrirse.

—No permanecen cerradas —comentó.

—Me he fijado en cómo lo haces —dijo Hermia. Y se unió a él para cerrar las puertas una por una—. Lo veo todo con mayor claridad que nunca. Soy mucho más fuerte. Creo que podré cerrarlas.

Pero no pudo. Danny comprobó que las puertas seguían abiertas.

La Gran Puerta de retorno, la que Danny creó a partir de sus propias puertas, estaba bien cerrada, pero las de los otros magos se resistían a obedecer. Su deseo era permanecer abiertas y a pesar de los esfuerzos de Danny y Hermia, no se cerraban.

—La Gran Puerta está abierta a quien quiera usarla —dijo Vivi—. Veo lo que estáis haciendo, pero no se quedan cerradas. No quieren que las cerréis.

—Puertas salvajes —dijo Danny—. Así las llamó él: puertas salvajes.

—Pero su cólera está dirigida a él, no a nosotros —dijo Vivi.

—Yo también las he mantenido encerradas —dijo Danny—. Y tampoco tiene mucha importancia con quién están enfadadas. No son personas, sólo el recuerdo de los magos que las crearon. Pero son poderosas.

—Cruzar la Gran Puerta nos ha fortalecido —dijo Vivi—. Pero ellas son una Gran Puerta. ¿Qué poder les da eso?

—Dejadlas abiertas —dijo Danny—. No vamos a poder cerrarlas, por mucho que lo intentemos.

—¿No puedes cerrar la Gran Puerta? —preguntó Marion, alarmado.

—He cerrado la que viene desde Westil —dijo Hermia—. Pero no la que va desde la Tierra hasta allí.

—¿Me estás diciendo que mi establo es una Gran Puerta abierta? —se exasperó Leslie.

—¿Cómo se te ocurrió utilizar esas puertas? —dijo Hermia.

—Lo deseaban —respondió Danny—. Me pareció justo concederles su deseo, después de tanto tiempo aprisionadas.

—Pero no sabes qué clase de personas eran —arguyó Hermia—. Una puerta conserva el carácter de su creador. ¿Quién te dice que esos magos no eran malvados?

—Sí, ahora yo también lo he pensado —afirmó Danny—. Elegí a las que más insistían. Las más egoístas. Pero jamás pensé que iban a escapar a mi control.

—Nunca te habías enfrentado a puertas creadas por otros —dijo Marion—. Es la primera vez que manejas puertas que no puedes controlar.

—Pero él creó la Gran Puerta —dijo Vivi.

—Lo que hice fue enlazarlas y lanzarlas al espacio-tiempo —aclaró Danny—. Marion tiene razón: no son mis puertas.

—En ese caso, quiero que las saques de mi establo —exigió Leslie.

Danny lo intentó. Quiso desplazar la puerta. No pudo. Sólo se movió cuando dejó de intentarlo, pero lo hizo en dirección contraria y su boca se hizo más grande.

—Intenta devorarnos —dijo Hermia, asustada.

Y así era. La boca de la Gran Puerta les acechaba.

—¡Captúralas, Danny! —gritó Vivi—. ¡Estaban cautivas antes, puedes volver a atraparlas!

Danny intentó deshacer la puerta igual que había hecho con la suya, pero estas puertas no le pertenecían y lo evitaron. Las atacó una por una, pero eran fuertes y se resistieron. No querían volver a su encierro.

—Creía que cruzar la puerta me convertiría en un ser todopoderoso —dijo Danny.

—Ellas también son más fuertes —dijo Vivi—. Es posible que sus creadores estén muertos, pero formar parte de una Gran Puerta las ha hecho muy poderosas.

—Pan fue capaz de doblegarlas —dijo Danny—. Mejor dicho, Loki.

—No estaban enlazadas como éstas —dijo Hermia—. Y Loki posee más conocimientos que tú.

De pronto, Danny comprendió lo que le había querido decir Pan: «Volverás muy pronto y me suplicarás que te enseñe a enmendar el terrible error que has cometido». Danny quiso volver de inmediato para exigir a Pan que le diera respuestas.

—¡No! —gritó Hermia.

—¿No?

—No entres en esa puerta —chilló—. ¿Es que no ves que no es tu puerta? ¿Qué les impide teleportarte al fondo del mar?

—¿Qué hemos hecho? —se lamentó Vivi.

—Eres incapaz de controlarla —acusó Leslie. Ya no estaba enfadada, sólo tenía miedo.

—¿Crees que puede salir en busca de las otras Familias que la quieren usar? —preguntó Marion.

—No tengo ni idea de lo que puede hacer —musitó Danny—. Pan tenía razón, soy un necio.

—Por lo menos la puerta de retorno está cerrada —suspiró Hermia—. Si las Familias van a Westil, no podrán volver.

—Pero eso es terrible —dijo Danny—. ¿Qué derecho tenemos a dejar que las Familias invadan ese mundo? Voy a reabrir la otra puerta. Lo haré de manera que no haya espacio entre las dos puertas. Si cruzas una, la otra te trae de vuelta de inmediato. Nadie podrá quedarse a disfrutar de las vistas.

Danny lo hizo conforme hablaba. Pero en cuanto intentó colocar la boca de la puerta de retorno sobre la puerta salvaje que iba a Westil, ésta desplazó su cola. Pero no consiguió alejarse demasiado, las dos Grandes Puertas se habían enlazado con tanta fuerza que la separación entre la cola de la puerta salvaje y la boca de la puerta de retorno de Danny era de escasos metros.

—Al menos no puede separarse de mi puerta —dijo Danny con alivio—. Mientras la mía esté anclada, la otra no puede marcharse.

Danny fijó la boca de su Gran Puerta a las paredes del establo. Fue igual que amarrar a un caballo. Las puertas salvajes podían mover la boca de las puertas enlazadas, pero sólo unos cuantos metros.

—Ésta es la peor de mis pesadillas —gimió Leslie—. Una puerta que no puedes controlar en mi propio establo. ¿Tienes idea de lo que harán las Familias ahora?

—Cualquier cosa con tal de llegar a esta puerta —respondió Hermia.

—No saben que se ha vuelto salvaje —dijo Vivi—. Y yo no pienso contárselo. ¿Y vosotros?

—La puerta está hambrienta —dijo Danny—. Quiere ser utilizada. Hallará la forma de que lleguen a ella.

—Podemos alimentarla —dijo Hermia—. Negociemos con las Familias, que envíen a un par de magos cada una, tal y como planeamos al principio. No tienen por qué saber que no podemos cerrar la puerta o desplazarla. Puedes teleportar hasta aquí a los que vayan a ir, de dos en dos, y les dejamos que crucen. No sabrán que no puedes controlar la Gran Puerta igual que cualquiera de las puertas que has creado en Midgard.

—O crea otra Gran Puerta. Una que controles —sugirió Vivi—. Dejaremos que ésta muera de hambre.

—No sé qué hacer —admitió Danny—. Pan estaba en lo cierto. Tengo que ir a hablar con él. Que me explique qué hacer.

—Pésima idea —dijo Stone.

—Si has de volver, hazlo a través de otra Gran Puerta —dijo Hermia—. Ni se te ocurra usar ésta.

—Tiene razón —dijo Vivi—. Ésta es una puerta salvaje, ¿no fue así como la llamó Pan?

—¿Quién es Pan? —preguntó Marion.

—Loki —respondió Danny.

—El Ladrón de Puertas —añadió Hermia.

—Es peligroso —dijo Stone—. Ha conseguido que crea en el diablo.

—Lo estoy fastidiando todo —gruñó Danny.

—¿Y qué esperabas? —dijo Stone, que se había sentado en el suelo—. Nadie había hecho algo así desde hace catorce siglos. Y no es culpa tuya que el Ladrón de Puertas tuviera tantos prisioneros. Es culpa suya, no tuya. Lo único que hiciste fue impedir que te capturara a ti.

—Y ése fue mi primer error —repuso Danny.

—No —negó Leslie—. No fue un error.

—Lo arreglaremos —dijo Marion—. Encontraremos la forma de controlar la situación.

—De acuerdo, pero antes vamos a sacar a todas mis vacas de aquí —puntualizó Leslie.