DESENLACE
Quilla le contó a Pan que la reina Bexoi y dos soldados le habían llevado arrestado a su despacho, donde lo habían colgado de la viga. No le dieron explicación alguna ni lo amenazaron. Quilla no abrió la boca, aguardando a que ella lo interrogara o acusara de algún crimen, pero Bexoi no dijo nada hasta que llegó Anonoei.
—Me costó mucho comprender lo que decían —dijo Quilla—. La reina acusó a Anonoei de ser una maga mental, lo cual es cierto. Dudo que la reina supiera que Anonoei era la maga mental que había estado influyendo en la gente como yo hasta que ella apareció aquí. Bexoi le dijo que había estudiado magia mental porque los magos mentales y los teleportadores eran los únicos que podían rivalizar con ella. Bexoi esperaba tu llegada, creo que usaba a Anonoei como cebo.
—Estaba ocupado —dijo Pan—. No fui consciente de que Anonoei me llamaba hasta que fue muy tarde.
—Bexoi es una maga del fuego.
—Lo sé —dijo Pan.
—Quemó a Anonoei de una manera tan…
Quilla no era capaz de encontrar una palabra que describiera lo ocurrido. Y entonces, comenzó a llorar.
—Creía que iba a morir.
—¿Por qué ardió Bexoi? Sus llamas jamás le habían hecho daño antes.
—Anonoei se arrojó sobre ella en el último momento y la abrazó con fuerza —dijo Quilla—. Eso fue lo que vi desde ahí arriba.
—Eso no importa —declaró Pan—. Bexoi podría entrar en un horno donde se derritiera el granito y el calor no la afectaría en lo más mínimo.
—Entonces, Bexoi no ha ardido —replicó Quilla con sorna.
—El sarcasmo demuestra que te has recuperado —observó Pan.
—Eres el pinche de cocina. El chico de los recados de Hull.
—Ese soy yo —confirmó Pan.
—Y en realidad siempre has sido un mago teleportador.
—Así hacía mejor mis recados.
—¿Por qué no ha devorado el Ladrón de Puertas tus puertas?
—¿De verdad quieres saber cosas que me obligarán a matarte? —preguntó Pan.
—Si no mataste a la reina Bexoi cuando su vida estaba en tus manos, tampoco me matarás a mí.
—No tienes ni idea de cuáles son mis intenciones.
—Es posible, pero si eres amigo de la reina Bexoi, seré yo quien te mate a ti —dijo Quilla.
—No soy amigo de la reina.
—Le contó a Anonoei que el mago teleportador había sido su amante. ¿Hablaba de ti?
—La dejé embarazada en una ocasión —dijo Pan—. El niño llamado Lealtad era mi hijo.
Quilla se puso a temblar, pero en esta ocasión de risa.
—Pobre Prayard, engañado por un pinche de cocina.
—Más bien un espía al que él mismo recurría con frecuencia.
—¿Te conoce? —preguntó Quilla.
—Y confió en mí en el pasado. La pregunta ahora es qué voy a hacer contigo.
—Soy un enemigo declarado de la reina y ella lo sabe. Si ella sobrevive, puedo considerarme cadáver. Ignoro por qué no ha acabado con nosotros todavía, pero, aunque haya decidido posponerlo, soy hombre muerto. No existe sitio donde me pueda ocultar, ella acabará encontrándome o enviará un asesino en mi busca. Mi intención es matarla a ella antes. Y ahora, quiero saber si eso nos convierte en amigos o enemigos.
—No harás nada hasta que nazca el niño —le advirtió Pan.
Quilla asintió.
—Sí, he oído que se lo decías a ella. Le perdonaste la vida por el bebé que lleva en su seno.
—Y tú también lo harás.
Quilla volvió a asentir.
—Siempre que no venga a por mí. Si lo hace, me defenderé.
—No sé qué la mantiene en silencio —dijo Pan—, pero no significa que esté sorda. Creo que nos oye y nos entiende, aunque no lo demuestre. Es posible que el orgullo ate su lengua. Pero quiero que sepa, y tú eres testigo, que si te hace daño a ti o a los hijos de Anonoei, olvidaré mi promesa de no agredir a su hijo nonato.
—Gracias —dijo Quilla—. Lo que no entiendo es por qué no siento dolor después de las horas que he pasado colgado.
—La puerta ha restaurado tu cuerpo; ahora cuentas con una salud perfecta, la que corresponde a un hombre de tu edad y condición física.
—No lo sabía —dijo Quilla—. Así que los magos teleportadores sois sanadores. Sí, algo me parece haber oído. Hay leyendas, historias antiguas que hablan sobre eso.
—Quilla, necesito tu ayuda.
—Dudo que sea un barco lo que quieres, puedes ir adonde desees al instante.
—Tenemos el cuerpo de la reina sumido en algún tipo de trance y está aquí, en tu despacho. No creo que sea el sitio donde queremos que la encuentren.
Quilla pensó unos segundos.
—¿Y si la llevas de vuelta a sus aposentos en Nassassa?
—¿Y que la encuentren allí? El problema es que su ropa está quemada.
—No hay mujer en mi casa que tenga ropa adecuada para una reina —dijo Quilla.
—En ese caso, creo que lo mejor es que la encuentren en un lugar inusual para una reina y que esté desnuda. Y tienen que encontrarla pronto o con este frío no tardaría en morir.
—Quieres que sea yo quien la encuentre —dijo Quilla.
—Dime dónde la llevo para que tú o un trabajador la encuentre, pero que nadie sospeche.
—En el agua —dijo Quilla—. Si está flotando en el río, algún pescador la encontrará. Cuando la encuentren allí desnuda, nadie sabrá dónde la tiraron al agua.
—¿La atamos de pies y manos? —preguntó Pan.
—No. Levantaría sospechas que no se hubiera ahogado. Mejor que piensen que intentó luchar contra la corriente hasta que la venció el frío.
—Y el frío justificaría esta especie de coma si continúa así. Corremos el peligro de que en cuanto se encuentre lejos de nosotros, comience a hablar. La mantendré vigilada. Si habla con alguien, te avisaré. Te teleportaré adonde quieras, a ti y a quién desees llevar contigo.
—Resultaría más sencillo matarla —comentó Quilla.
—Para haber estado a punto de ser asesinado, eres bastante implacable.
—No lo entiendes —dijo Quilla—. Ha matado a Anonoei, una mujer a la que respetaba, admiraba y había entregado mi lealtad. Sé que despertó esos sentimientos con su magia mental, pero no por eso son menos reales. El asesinato fue terrible. No pienso permitir que este monstruo siga con vida. Si me voy al exilio, no podré matarla.
—Si comienza a hablar —dijo Pan—, la teleportaré a tu presencia y tendrás un cuchillo en la mano.
—Ojalá hubiera sabido tiempo atrás que eras algo más que el correveidile de la corte —dijo Quilla.
—Si lo hubieras sabido, es posible que no te hubiera dejado vivir para disfrutar de este gran día.
—Este gran día —repitió Quilla con amargura. Se acercó a las ropas quemadas, a las cenizas que habían sido Anonoei, y se arrodilló—. Me utilizó, pero me gustaba. Me manipulaba, aunque no habría hecho falta; conspirar contra la reina es algo que yo habría hecho por mí mismo, pero con menos osadía. ¿Puedo llevarme estas ropas y cenizas, y darles sepultura adecuada en el río?
—Hazlo, pero que nadie sepa quién era, yo también quiero que se la honre de la mejor manera posible. Hubo un tiempo en el que le causé mucho dolor, ya no podré enmendar esa falta. Pero sus hijos siguen bajo mi protección y honraré la memoria de su madre protegiéndolos y haciendo lo posible para que sean felices, si es eso lo que desean.
—¿Somos amigos, entonces? —preguntó Quilla—. No estoy en condiciones de ofrecer nada a un mago como tú. Mis poderes son insignificantes en comparación con los tuyos.
—No es la magia la que hace a un hombre, sino lo que él hace con ella y con las oportunidades que le ofrece la vida —respondió Pan.
—Lo has recitado como si fuera un refrán, pero jamás lo había escuchado.
—Lo aprendí de niño, hace más de catorce siglos, y en una lengua distinta a ésta.
Quila asimiló la información sobre Pan con calma.
—Imagino que hay un buen número de historias que podrás contarme algún día. Por ejemplo, cómo es posible que un hombre viva tanto tiempo. O cómo es posible que el Ladrón de Puertas no arrebatara las tuyas cuando robó las del resto de magos. Y también qué daño le infligiste a Anonoei y cómo llegaste a ser el amante de la reina.
—Hay cosas que podría contarte y que no creerías; y las cosas que sí creerías, prefiero no contarlas —dijo Pan—. Pero conozco el gran servicio que has prestado a tu patria y si se declarara la guerra contra Gray, sé que Iceway contará con una flota poderosa gracias a ti y a tu mente brillante. Y eso es lo que aportas a nuestra amistad: lealtad, amor por tu tierra, inteligencia, ingenio y una profunda bondad que Anonoei admiraba.
Quilla ahogó otro sollozo, pero consiguió controlarse con rapidez.
—Pocos sabrán, a excepción de nosotros, lo grande que era el corazón de Anonoei y con cuánta lealtad sirvió al rey Prayard y al pueblo de Iceway.
—Todos lo sabrán si conseguimos que uno de sus hijos llegue al trono —dijo Pan—. Pero ha llegado el momento de que vayas al río. Dime dónde quieres que se produzca el hallazgo del cuerpo de Bexoi y yo te teleportaré hasta allí. O puedes ir por tu cuenta para que los testigos afirmen que estabas allí por asuntos de trabajo y que los pescadores te entreguen el cuerpo casi ahogado de la reina Bexoi por casualidad.
Quilla le indicó un lugar en los muelles a donde había enviado un equipo de obreros para preparar un barco que iba a emprender un largo viaje.
—Tardaré diez minutos en llegar hasta allí —dijo Quilla—. Y me podré entretener diez minutos más supervisando los trabajos.
—Asegúrate de que haya un barco pesquero entrando o saliendo del puerto —le indicó Pan—. Haré que la reina golpee el lateral del barco.
—Habrá al menos un pesquero, lo normal es que haya hasta una docena, cerca del puerto.
—Entonces recoge los restos de Anonoei —dijo Pan—; mientras, yo desnudaré a la reina.
Quilla tardó muy poco en recoger las cenizas de Anonoei junto con las ropas quemadas; lo colocó todo dentro de un tarro en el que guardaba frutos secos, que ahora reposaban sobre su escritorio. Pan no le quitó la ropa interior a la reina hasta que el otro hombre se marchó. Seguía siendo la reina y hubo un tiempo en el que la había amado. Cuando colocó las manos sobre su cuerpo inmóvil, sintió el calor y los recuerdos de su antiguo romance resurgieron. La había amado con la intensidad del primer amor, porque había sido el primero después de su larga amnesia en el interior del árbol. Tras abandonar su encierro voluntario, volvió a ser un niño, aunque los recuerdos volvieron al poco tiempo, con lo que pudo satisfacer a la mujer con suficiencia. Comenzó a acariciarla como hacía antaño, pero se detuvo cuando se dio cuenta de lo que estaba haciendo. Ya no era la mujer de la que se había enamorado. Era la mujer que había asesinado a su hijo, el niño al que ella llamó Lealtad y él Treta; ahora ya no la amaba. Sin embargo, el conflicto sentimental era tan grande que comenzó a recorrer el cuarto de un lado a otro dando grandes zancadas hasta que juzgó que Quilla ya habría llegado a los muelles.
Creó una mirilla y lo comprobó. Sí, ya estaba allí. Lo vio enfrascado en una conversación con el encargado y dos de los obreros. Pan miró hacia el agua y eligió un barco que llegaba a puerto en esos momentos. La tripulación parecía alerta y remaba con brío hacia el amarre.
—No respires —le ordenó a la reina Bexoi— y estarás bien. Y si no puedes aguantar la respiración, tranquila, porque estoy seguro de que los pescadores sabrán cómo reanimarte. Confía en mí: después de salvarte del fuego, no pienso dejar que te ahogues o mueras de frío. Hagan lo que hagan los marineros para reanimarte y conseguir que entres en calor, será efectivo. Tienes mi palabra.
La teleportó al agua, justo debajo de la superficie para que saliera a flote entre los remos de babor. Observó cómo los marineros detectaban su presencia y la subían al barco. Lo satisfizo verla toser y atragantarse mientras luchaba por recuperar el aliento; eso quería decir que no estaba paralizada. Pero cuando los marineros la interrogaron, no respondió. La llevaron hasta la orilla, donde Quilla simuló sorpresa al reconocerla. El hombre la cubrió y la llevó a Nassassa, donde el rey Prayard recompensó a los marineros, y también a Quilla, por salvar a su esposa y al hijo que llevaba en su seno.
A continuación, Pan observó que Danny North enviaba a todos los otros magos de Midgard a Westil, asegurándose de que volvían de inmediato. El chico aprendía rápido. Era cuidadoso. Si el destino había querido que un Gran Mago Teleportador más poderoso que él le arrebatara sus puertas, dio gracias de que fuera un chico responsable, inteligente e íntegro como Danny North.
A lo largo del día, Pan vigiló a Bexoi con frecuencia, pero no dijo ni hizo nada por propia voluntad aunque, respiraba y aceptaba la comida que le ofrecían. Si estaba disimulando, su interpretación era admirable; alguien con menos talento habría fingido un coma y no habrían tardado en descubrir la farsa. Al simular que estaba sumida en un estado catatónico, podía mantener los ojos abiertos para observar lo que ocurría y nadie se sorprendería al ver que su respiración reaccionaba a lo que pasaba a su alrededor.
También cabía la posibilidad de que su parálisis fuera cierta. Aunque con Bexoi nada era nunca lo que parecía.
Al final del día, Pan se permitió echar una cabezada. La súbita inquietud de su aura lo despertó de golpe. Eran las puertas que le había entregado a Danny North. Ya no lo obedecían, pero seguían siendo parte de él, y su agitación y su pánico lo aterrorizaron. Intentó averiguar qué era lo que percibían en la mente de Danny.
El chico pensaba que estaba soñando, pero no era así. Había una mujer en su cama, una mujer a la que ni amaba ni deseaba. Sabía que no la quería, pero su cuerpo sí anhelaba tenerla, y siguió convencido de que era un sueño, o se engañaba a sí mismo para creerlo.
Pero fue el supuesto sueño lo que había alertado del peligro al aura de Pan. Había sido testigo de muchas posesiones y su ba lo recordaba. Una docena de demonios menores entraron y salieron de Danny North, su presencia apenas lo afectó, sólo buscaban tranquilizarlo. «No pasa nada», le decían sin palabras. «No hay nada malo en que lo hagas. Es un sueño. Nada de esto es real».
Pan se unió a sus puertas para advertir al chico del peligro. Alguien con la voluntad de Danny North no tendría problemas en rechazar a los demonios menores. Jamás podrían poseerle. ¿Qué pretendían al animarlo para que mantuviera relaciones con la chica? ¿Y qué hacía ella allí, cuando nadie la había invitado?
Pan no tardó en llegar a la conclusión de que había algo dentro de la chica, algo que quería que su cuerpo intimara con Danny North. Algo que buscaba un puente entre los dos cuerpos.
Era Set, el dragón, en su primer ataque al Gran Mago Teleportador más poderoso de la historia. Y tenía el triunfo a su alcance, porque Danny era un adolescente al que resultaba sencillo excitar; además, estaba agotado, acababa de despertarse y conocía a la chica, no tenía motivos para temerla. Y, aunque Pan sabía que Danny percibía el pánico de las puertas y el suyo propio, el chico siguió adelante.
No sólo copuló con la chica, cuando ella le pidió permiso para entrar en él, consintió.
«Necio. Necio».
No se refería a Danny; en su estado, su comportamiento era el que habría tenido cualquier chico de su edad.
El necio era Pan. Cuando Danny exploró el recuerdo de Pan, éste lo había comprendió todo a la perfección, pero el chico no había sido capaz de entender ni la mitad del mensaje. Pan debería haber usado la Gran Puerta para acudir a su lado y aclarar sus dudas; le habría explicado la conversación con Kawab para que Danny North lo comprendiera todo con la claridad debida.
«Mi obligación era prepararlo para este preciso momento. Pero mi arrogancia y ansias de soledad me hicieron pensar que bastaba con que yo lo supiera. ¿Cómo pude pensar eso? Yo estoy en Westil, Danny era el que corría peligro, el que necesitaba conocer qué forma tomaba la amenaza de Set. Lo he traicionado con mi silencio, con mi negligencia.
»Todo está perdido. Está en manos de Set y ahora creará todas las Grandes Puertas que desee, miles de ellas. Inundará Westil, el mundo de Mitherholm, con sus demonios y la gente no estará preparada para enfrentarse a ellos. El poder de los Magos Primigenios estará en sus manos, un poder que se mantendrá pasando de un mundo a otro tantas veces como sea necesario.
»Todo aquello por lo que luché se ha perdido. ¿Qué más da que retrasara este día catorce siglos? Durante ese tiempo, los mortales han creado armas aterradoras que caerán en manos de los magos con el poder necesario para apoderarse de ellas y utilizarlas, o inducir a los ejércitos de los mortales para que las empleen. ¿Cuánto tardarán esas armas terribles en llegar a Mitherholm? ¿Cuánto tardarían en arrasar Mitherholm y Midgard? Entonces Set triunfaría en Duat al destruir los otros dos mundos.
Inmerso en su desesperación, Pan fue inundado por una intensa sensación de poder que lo dejó paralizado.
Nunca había sentido algo así porque jamás había entregado sus puertas antes de hacerlo con Danny North. Tardó un momento en advertir de que la sensación de poder procedía de las puertas que volvían a ser suyas.
No las tenía, continuaban en el yacimiento de Danny North, pero Pan las poseía, era su amo. Lo obedecerían a él. Si Set, a través de Danny, intentaba crear puertas con ellas, no podría, simplemente volverían a Pan. Ignoraba si esa era la intención del muchacho. Con toda probabilidad, Danny sólo sabía que al no ser ya sus puertas, las había puesto fuera del alcance de Set.
El chico era más valiente de lo que Pan había pensado. Danny debía de ser consciente de que había perdido su batalla con el enemigo, pero no se rendía. Dentro de su cuerpo, que ahora controlaba Set, Danny North era todavía él mismo, capaz de hacer cosas que Bel no podía evitar.
Pero como Danny no poseía el poder de liberar las puertas cautivas que mantenía en su yacimiento, su regalo a Pan sólo sería un pequeño obstáculo para Set. En realidad, el gesto había sido inútil.
Pan no tardó en comprender que no había sido tan inútil como creía. Él sabía hacer cosas que precisaban de una enorme cantidad de puertas en su ejecución, y en su yacimiento contaba con un impresionante número de ellas, hasta que conoció a Danny North. El yacimiento del chico dejaba muy atrás al de Pan. Quizá no tuviera las puertas en su interior, ni pudiera convertirlas en puertas, pero le pertenecían. Y gracias a ellas, podía devorar las puertas de otros magos y lo fortalecerían. Si Pan actuaba con inteligencia y astucia, hallaría un modo para enfrentarse a Set. Por lo menos conseguiría ralentizar su avance.
Por un lado, Pan contaría con el poder necesario para devorar las puertas rebeldes enlazadas en la puerta salvaje que la chica griega había apartado de Danny. Por desgracia, la mitad de la Gran Puerta de salida y toda la de retorno estaban formadas por puertas de Danny y estaban fuera del alcance de Pan.
Pan seguía pensando en cómo utilizar su recién recobrado poder cuando recibió el impacto de una fuerza tan grande que su cuerpo apenas pudo aguantar el embate. Cayó al suelo, jadeando, gimiendo a causa de una sensación tan potente que no era capaz de distinguir si era placer o dolor.
Tardó poco en comprender lo que acababa de ocurrir.
Danny North le había entregado sus puertas. La cantidad casi infinita de puertas de Danny estaba al servicio de Pan. Él era su único dueño.
Danny seguía conectado a ellas, seguían siendo parte de su ba. Pero su conexión con Pan era casi igual que la de Danny. Formaban parte de su poder.
Al recuperar sus puertas, Pan había recuperado el poder para devorar las de cualquier mago, excepto las de Danny North; Danny era el Sol, mientras que Pan era la Luna.
Pero con las puertas de Danny, Pan contaba con el poder para devorar lo que quisiera.
Aún no podía abrir más que las ocho puertas que Danny North le había dejado tras su primera batalla, pero eso iba a cambiar. Crear puertas a partir de las que Danny albergaba en su yacimiento estaba fuera de su alcance porque Set lo obligaba a mantener esas puertas en su interior. Pero existían puertas fuera del cuerpo de Danny, las puertas que creó antes de que Set lo poseyera; Pan podía tomarlas. Gracias al poder de Danny que ahora estaba bajo su control, Pan devoraría todas las puertas sin dificultades.
Y lo hizo.
Comenzó devorando la puerta salvaje que había desplazado Hermia, tanto las de Danny como las cautivas rebeldes. Una vez más, se hallaban en el yacimiento de Pan. Desesperaron al comprobar que su breve periodo de libertad había finalizado y acallaron sus voces casi de inmediato.
A continuación, Pan devoró el resto de puertas, una por una. Pero como sabía que ésas las había creado Danny North para sus amigos, Pan las rehizo de inmediato, pero ahora eran creadas por él, aunque Danny siguiera siendo su dueño.
El cambio era mínimo, apenas perceptible, pero sus consecuencias iban a tener una enorme trascendencia. Si Set hubiera previsto esas consecuencias, habría recogido todas las puertas creadas por Danny, pero Bel no había poseído a muchos magos teleportadores y sólo contaba con sus conocimientos. Su experiencia con un Gran Mago Teleportador tan poderoso era nula.
Ahora bien, aunque las puertas ya no las hubiera creado Danny, seguían siendo suyas. La diferencia era que Danny ya no podía recoger esas puertas. No le obedecerían. Y como su yacimiento estaba vacío, ni siquiera podía desplazar las puertas de otros magos, como había hecho Hermia.
Pan sintió una mezcla de asombro y admiración hacia lo que Danny North había hecho. Puertas ligadas a amuletos para que sus amigos pudieran huir con rapidez en caso de peligro. Puertas que unían distintos lugares, pero que sólo podían utilizar quienes supieran dónde estaba la boca de cada puerta. Pan advirtió que Danny había dispuesto rutas de escape para sus amigos en el caso de que las Familias fueran a por ellos. El chico tenía un afecto por los mortales que Pan nunca había observado en un mago, incluido él mismo. Y eso que Pan se consideraba más cercano a los mortales que la mayoría de magos.
Las Grandes Puertas fueron una tarea más complicada. Deshacerlas y volver a rehacerlas por completo no era posible. Dedicó varias horas a desenlazar cada hebra de la Gran Puerta, devorarla y volver a crearla para colocarla en el mismo punto donde estaba antes. Le costó todo su poder de concentración mantenerla en su sitio mientras destejía y tejía de nuevo, pero al final lo consiguió. Ahora las Grandes Puertas ya no estaban bajo el control de Danny North y, por lo tanto, Set no podía utilizarlas.
«Que ironía», pensó Pan. «Al final todo habría acabado igual que si hubiera derrotado a Danny North en nuestro primer encuentro. Su yacimiento está lleno de puertas, es cierto, casi todas las suyas y la mayor parte de las mías. Pero no hay puerta en el mundo que lo obedezca. Está tan indefenso como si hubiera devorado todas sus puertas. Sólo las cautivas permanecen en su interior. No me las puede entregar; pero si Set intenta crear una Gran Puerta con ellas, será una puerta del todo salvaje».
Y entonces, mientras Pan contemplaba a Danny desde su interior, vio algo en lo que él no habría pensado, o, de haberlo hecho, dudaba que hubiera tenido el valor para ejecutarlo. El dragón torturaba a Danny para que le permitiera crear puertas; cosa que Danny North no podía hacer. La amenaza era muy simple: el dragón mataría a Danny e iría en busca de otro cuerpo si él no le entregaba lo que quería.
Cuando el dragón comprendió que Danny lo había engañado, las heridas del cuerpo de Danny eran lo bastante graves como para provocar su muerte, salvo que cruzara una puerta. Era probable que el dragón quisiera dejarlo morir como castigo por su engaño, pero entonces, se dio cuenta de que no había otra persona cerca para escapar. Sin conexión con un cuerpo humano, Set se debilitaría de nuevo y no podría poseer a alguien que se resistiera a su entrada en el cuerpo.
Si el cuerpo de Danny fallecía, Set tendría que dedicar días, incluso semanas o meses, para encontrar un cuerpo que mereciera la pena poseer.
Además, Danny contaba con una inmensa cantidad de puertas, las suyas propias, las cautivas y las de Pan. A pesar de que Set no tenía el poder para usarlas en ese momento, si Danny moría, las perdería para siempre.
Si el dragón seguía dentro del cuerpo de Danny, conservaría la esperanza de convencerlo para que colaborase con él y si al final fracasaba, utilizaría el cuerpo del chico para acercarse a otra persona y poseerla.
Siempre tendría tiempo para matar a Danny.
Por todo ello, acabó por crear una de las puertas que aún seguían bajo el control de Danny, las cautivas. Y cuando la creó, la pasó por encima de Danny para curar sus heridas. No iba a morir.
Entonces Danny hizo algo que Pan no creía posible: entregó la puerta cautiva a su propia esencia. El ka al que había estado vinculada la puerta había muerto hace mucho, se había trasladado al lugar donde los kas de los magos teleportadores muertos iban. Pero el ba seguía formando parte de esa esencia y aunque Danny no sabía dónde estaba ese ka, dedujo que el ba sí lo sabría. Y, así, entregó el ba a su esencia y, a través de ella, a su legítimo dueño, aunque ya hubiera fallecido.
Y el ba se marchó. Desapareció. Danny no había deshecho la puerta, Set se habría dado cuenta y habría intentado detenerlo. Pero Set no tenía ni idea de lo que ocurría cuando Danny entregaba sus puertas. En la experiencia de Pan, él había sido el primero en ceder una puerta propia a otro mago; si alguien lo había hecho en el pasado, era algo que Pan ignoraba. Y Danny había aprendido la nueva técnica para darle un uso con el que Pan jamás habría soñado.
El cuerpo de Danny había sanado y Set estaba alerta. Sólo contaba con las puertas cautivas y comprendió que sólo podría usar cada puerta una vez, porque luego desaparecían. Danny la liberaba, permitía que muriera. Y a pesar de que había cientos de ellas, si Set las usaba sin control, se acabarían pronto.
Si el espacio-tiempo, el gran bromista universal, quiso jugársela al mundo con la presencia de Danny North, había triunfado. Porque, aunque procuraba comportarse lo mejor posible, su corazón era el de un embaucador y en esta ocasión había dado con la víctima perfecta. Set creyó que al poseer a Danny él estaría al mando, y lo estaba. Pero Danny le había arrebatado la posibilidad de dominar el inmenso poder de su yacimiento delante de sus narices, aunque eso significara que Danny se quedaría sin poderes cuando Set abandonara su cuerpo. Si Bel le permitía vivir, Danny sería un mago teleportador impotente, como todos a los que Pan había vaciado a lo largo de los siglos.
Pan sabía muy bien lo difícil que era para un mago hacer semejante sacrificio. Lo habitual, cuando un mago era poseído, era que se sometiese al demonio y alcanzase un acuerdo tácito donde el mago obedecía, pero a cambio gozaba al contemplar cómo su poder era empleado sin piedad.
Danny North podía haber elegido hacer lo mismo. Set habría empleado sus puertas para convertirse en el mago más poderoso de la historia, sometiendo a los demás a su voluntad. Entonces sí que sería el Gran Dragón, el amo de dos mundos, dueño de la humanidad, tanto de los magos como de los mortales. El mago entre magos. Dios entre dioses, al menos a los ojos de los mortales.
Mujeres, dinero, poder sobre todo el mundo. Cualquiera a quien Danny odiase, sería castigado. Set no albergaba escrúpulos a la hora de segar una vida, o tantas como le viniese en gana.
Sin embargo, Danny había rechazado esa posibilidad y para ello había prescindido de su poder sin esperanza alguna de recuperarlo, para que Set no pudiera utilizarlo. Westil estaba a salvo. La tarea de Pan no había sido en vano.
«Danny North, admiro tu coraje, respeto tu astucia y lamento tu pérdida. Porque aunque Set abandone tu cuerpo para poseer a otro, aunque no te mate por engañarlo, no pienses que voy a devolverte tus puertas. No soy, ni pretendo ser, tan noble como tú. Durante un tiempo, fuiste más grande que yo. Pero ahora soy el Gran Mago Teleportador más poderoso de la historia y tú no eres nada. Y no pienso renunciar a este poder. Soy el Ladrón de Puertas y, a causa de tu nobleza, la victoria final es mía».