16

FROSTINCH

Anonoei nunca había estado en Gray, a pesar de que la sombra de ese reino había marcado su vida. O era posible que la hubiera mejorado. Si Gray no hubiera derrotado a Iceway, su patria, e impuesto un tratado de paz con condiciones implacables —entre otras, obligar a Prayard a casarse con Bexoi, la hermana del conde de Gray— ella jamás habría llegado a ser la amante del rey de Iceway ni la madre de sus hijos.

No, claro que no. Se habría convertido en su esposa legítima.

En cuanto fue consciente de que su poder de seducción sobre los hombres era mayor que el del resto de mujeres, supo que podría conquistar el corazón de cualquiera y que él le sería siempre fiel. Prayard, guapo, elegante, inteligente, poderoso como mago y heredero del único reino que ella conocía, había sido su elección.

Pero ya pertenecía a Bexoi cuando Anonoei fue consciente de su poder. Así que la conclusión era obvia: Gray era culpable de que se hubiera convertido en la amante de Prayard en lugar de en su esposa.

El amor que ella había despertado en Prayard utilizando su poder era ilícito e incluso inmoral; pero el amor que ella sentía por él era auténtico, y aún lo amaba. Deseaba vengarse de Bexoi y ese anhelo era lo bastante grande como para aliarse con el que había sido su carcelero: Pan. Por otra parte, sólo deseaba lo mejor para Prayard, aunque el rey se hubiera enamorado de la zorra de Gray cuando se libró de la influencia que ejercía Anonoei sobre él.

Anonoei conocía a los hombres en general y a Prayard en particular; sabía que la felicidad del rey no estaba en la mujer que compartía su lecho o daba a luz a sus hijos. Prayard sería feliz cuando Iceway se librase del yugo de Gray.

Y como el deseo del rey coincidía con las intenciones de Anonoei para vengarse de Bexoi, la antigua amante real estaba contenta.

En pos de su venganza, Anonoei había utilizado las mirillas creadas por Pan para espiar al conde de Jarl y a su heredero, el hermoso Frostinch. El poder seductor de Anonoei no iba a funcionar con Frostinch, quien no mostraba interés alguno por el sexo, por ninguno de los dos. Anonoei era consciente de que su poder mental era más eficaz cuando lograba que la gente hiciera aquello por lo que ya mostraba un interés previo; un comportamiento anómalo haría que los demás sospecharan de la presencia de la magia.

Y Frostinch estaba interesado en el poder, lo deseaba por encima de todo; y Anonoei planeaba utilizar el ansia de medrar del heredero de Gray para vengarse de Bexoi.

Ya estaba lista para ejecutar su plan. Sabía lo bastante sobre Frostinch para estimular sus deseos más profundos. Y tras pasar por la Gran Puerta, el poder de mental de Anonoei se había incrementado tanto que él cedería sin remedio.

Mientras el conde estaba sentado sobre su orinal en el excusado, uno de los escasos momentos del día en el que estaba a solas, Anonoei apareció ante él. Vestía con sencillez, sin opulencia ni provocación. Lucía una túnica basta sin teñir y llevaba el pelo recogido en un moño; era el hábito de las mujeres santas en Gray.

Tal y como esperaba, Frostinch aceptó su presencia sin mostrar sorpresa alguna. La única señal que delató su sobresalto fue la repentina descarga de sus intestinos, que impregnó el aire con el fétido olor de las heces.

—Hay una maga teleportadora en Westil —dijo con suavidad.

—Sí —confirmó Anonoei—. Pero es un mago, no soy yo.

—¿Y quién eres tú? ¿Mi verdugo?

—Si así fuera, habría aparecido a tu espalda o, mejor aún, te habría apuñalado a través de la puerta —dijo Anonoei, tuteándole a propósito—. Soy enemiga de tus enemigos más peligrosos.

—Sin embargo, tu acento te delata: eres de Iceway —dijo Frostinch—. Y Iceway es el peor de mis enemigos.

—Los dos sabemos muy bien que eso no es verdad. Iceway vive bajo el yugo que le impuso tu padre hace años; el reino de Iceway no representa una amenaza para Gray. Tus verdaderos enemigos, los más peligrosos, han nacido en Gray y pertenecen a la casa real.

—Mi padre no es mi enemigo y no hay nadie en Gray con poder suficiente para enfrentarse a mí.

—Haz el favor de escuchar —ordenó Anonoei con desprecio.

Usó su poder para transformar la irritación del hombre en respeto. Si la mujer le hablaba con desprecio, era posible que lo mereciera por no escucharla. Era muy sabia, algo que podría utilizar en su favor. Y si ella cometía el error de infravalorarle, podría usarlo más adelante en su contra.

Anonoei le permitió que se creyera superior, pero también que se preguntara si ella no sería más de lo que aparentaba. Así iba a prestar más atención a lo que quería decirle.

—No he dicho que tu enemigo resida en Gray; he dicho que ha nacido en Gray.

—Si te refieres a mi tía Bexoi —repuso Frostinch con una carcajada desdeñosa—, entonces tu mago teleportador ha elegido mal a su emisaria.

—Tu desdén es la prueba de tu estupidez —dijo Anonoei—, si no hubiera quedado ya probada. Todos tus planes quedarán en nada cuando ella ejecute los suyos.

—¿Hablas de mi tía, la tonta de las aves? Ha conseguido que Prayard la deje embarazada, nada más. Una pequeña complicación, pero nada importante.

—Ha alejado a todos los espías de tu padre del entorno de Prayard, incluso a los que te servían en secreto.

—Eso es falso —respondió Frostinch mientras se lavaba el trasero. Su padre dejaba esa labor en manos de los sirvientes, pero Frostinch no permitía que nadie accediera a esa parte de su cuerpo—. Malgastas mi tiempo.

—No, eres tú quien malgasta el mío. Advertí a mi amigo de que eras demasiado arrogante y necio para merecer nuestra ayuda. «No atenderá a las razones de una mujer», le dije.

—No atiendo a las razones de una necia.

—Ni siquieras conoces bien a tu tía; abandonó Gray cuando tú tenías quince años.

—Me contaba cuentos mientras daba de comer a los gorriones. No era capaz ni de que esos pájaros miserables la obedecieran.

—¿Y nunca se te ocurrió pensar que si los gorriones no la obedecían era porque su magia nada tenía que ver con las bestias?

—¿Y qué razones tendría para afirmar que cuenta con ese poder si…?

Dejó la frase inacabada. Acababa de darse cuenta de que en verdad había sido un necio. Frostinch se secó el trasero.

—¿Y por qué habría de querer engañar a un crío?

—Hablamos del heredero de Gray. Un crío despiadado y ambicioso que ya demostraba un afán desmedido de poder. No te ofendas.

Frostinch sonrió. Anonoei no había errado en su apreciación: llamarle «crío despiadado y ambicioso» constituía un halago para alguien como él.

—Estaba preparando el terreno para engañarme —comentó Frostinch.

—Y le salido bien. Hasta hoy mismo, pensabas que Bexoi era una herramienta más que podías utilizar en tus planes. Y que si había quedado fuera de tu alcance era por obra de Prayard y no decisión de ella.

—No tienes pruebas de que eso sea cierto.

—Necio —escupió Anonoei—. ¿Acaso no estoy aquí, contigo, tras espiarte durante días y elegir el momento adecuado? ¿No se te ha ocurrido pensar que también la he espiado a ella? ¿Que sé muy bien de lo que estoy hablando? ¿Que estoy al corriente de cómo consiguió eludir el intento de asesinato de tu agente, Luvix?

El aparente desinterés de Frostinch desapareció de golpe.

—¿Qué sabes tú de eso? —exigió conocer.

—Sé que tu tía posee el poder de crear una efigie tan real que cuando Luvix la apuñaló, sangró. Creyó que había conseguido su propósito.

—Nadie puede crear una efigie así… —Se ajustó los tirantes—. ¿Fuiste testigo de lo que pasó?

—Mi amigo lo presenció todo. Antes, se había apoderado del veneno que iba a emplear Luvix contra Bexoi y se lo entregó a ella.

Anonoei observó cómo procesaba el hecho de que ella conociera la existencia del veneno.

—¿Y me has estado espiando? —preguntó él.

Ella reprodujo la conversación que Frostinch había mantenido el día anterior con una de sus agentes. El encuentro se había producido en un jardín y el heredero había disimulado, flirteando con la chica. Ignoraba que todos sabían muy bien que las mujeres no le interesaban en absoluto.

Escuchó con atención y asintió al final.

—Una de dos: o es cierto que me has estado espiando o mi querida y leal agente me ha traicionado.

—No te ha traicionado. Pero adelante, ordena su ejecución; prescinde de otro de tus aliados y serás cada vez más débil. Aguardaré paciente a que Bexoi te atrape en su red y te convierta en su pelele. Supongo que entonces querrás escucharme, el problema es que ya no me serás de ninguna utilidad. Y como te conozco, me delatarás a Bexoi con la vana esperanza de obtener algún favor. Pero se reirá de ti. Te dirá que Anonoei está muerta.

—¿Tú eres Anonoei? —se asombró Frostinch—. ¿La amante de Prayard?

—Y no estoy muerta, como creen todos.

—¿Y tus hijos?

—Vivos y fuera de tu alcance. Igual que yo.

Cuando lo dijo, sabía que él estaba a punto de emplear la daga que ocultaba en un bolsillo trasero del pantalón. Le lanzó una puñalada. Ella se limitó a retroceder, pasó por la puerta que Pan había creado para ella y reapareció a la espalda de Frostinch. Lo empujó con fuerza. Desequilibrado por el impulso de su ataque, cayó hacia adelante. Anonoei cogió el orinal y volcó su contenido sobre el heredero de Gray.

—No eres una amenaza para un mago con auténtico poder. Yo he cruzado una Gran Puerta.

—Imposible. El Ladrón de Puertas no permite que…

—¿No eres capaz de pensar? —se indignó Anonoei—. ¿No se te ha ocurrido que mi amigo es el Ladrón de Puertas?

Frostinch se puso de pie, soltó una risita nerviosa y buscó algo con lo que limpiarse. Al final, se despojó de su túnica y de sus pantalones, quedando desnudo ante ella. La miró con desdén.

—Puedo lavar mi cuerpo y ordenar que limpien mis ropas. Tus esfuerzos para humillarme son inútiles.

—Tan vanos como el tuyo por herirme —replicó Anonoei—. He venido para ofrecerte mi ayuda contra tu tía, pero ya veo que eres demasiado estúpido para aceptar mi ofrecimiento.

—¿Ha cruzado Bexoi la Gran Puerta?

—Si lo hiciera, gobernaría Westil sin dificultad. Es la maga más poderosa de nuestro tiempo. Yo, que he cruzado una Gran Puerta, no sería rival para ella.

—Si su poder no es el de las aves, ¿cuál es? —preguntó Frostinch.

—¿Y por qué tendría que responder a un necio? —preguntó Anonoei—. Tú eres el pluma, el mago enclenque. ¿No eres consciente de que se ha burlado de tu patético poder?

—Soy un Gran Halcón.

—¿Un Gran Halcón? —se sorprendió Anonoei—. Algo había oído. Sin embargo, las aves que acuden a tu llamada, las que cabalgas y espían para ti, son cuervos.

—Los cuervos pasan inadvertidos —sonrió él con malicia—. Y roban todo lo que les ordeno. Y una bandada de cuervos puede despedazar a un enemigo en cuestión de minutos.

—No menosprecio las virtudes de los cuervos —dijo Anonoei—, lo que merece mi desprecio son aquellos que pretenden ser más de lo que son. No eres un Gran Halcón, eres un simple rapaz.

—He cabalgado halcones.

—Se resisten a tu poder e intentan suicidarse para librarse de ti.

Por primera vez, él se mostró colérico y humillado.

—¿Cómo sabes eso? Hace años que…

—Llevo espiándote desde hace días, pero el Ladrón de Puertas lo ha hecho durante años. Y ahora, piensa, si mueres, ¿quién será el heredero de Gray?

Su rostro palideció.

—¿Es eso lo que pretende mi tía?

—Tiene sus esperanzas depositadas en su hijo con Prayard. Tú y tu padre creéis que no hay nada que temer de ese niño porque no heredará poder alguno de su madre. Pero recuerda que ella podría llegar a gobernar como regente. Cuando mueras, no dudes que tu padre nombrará heredero al bebé que ella lleva en su seno. Y cuando ese niño nazca, tu padre y Prayard morirán. Sus muertes no serán iguales, pero sí ciertas. Y ella regirá los dos reinos en nombre del bebé. ¿Aún albergas dudas sobre la viabilidad del plan?

Frostinch mantenía la temperatura baja en el interior del excusado y las ventanas estaban abiertas. Para evitar que se acumulara el hedor. O para sentirse un hombre duro, fuerte; un guerrero en lugar del conspirador que era en realidad.

—¿Qué esperas de mí? —preguntó Frostinch—. Si Bexoi es tan poderosa, inteligente y letal, triunfará sin duda; no hay forma de impedirlo.

—Cierto —asintió Anonoei—. Ha desabaratado tus planes, pero todavía existe una forma de detenerla.

—Intenté matarla —dijo Frostinch—, y eso que entonces no la temía.

—No, deseabas su muerte porque pensabas que tu padre estaba siendo demasiado condescendiente con Iceway. La muerte de Bexoi te permitiría declarar una nueva guerra, matar a Prayard y apropiarte de su corona.

—¿Por qué conformarme con ser conde cuando puedo ser nombrado rey?

—Es de necios preocuparse por los títulos —dijo Anonoei—. El poder es lo que importa. Los títulos son mera palabrería. Hasta que no seas capaz comprender la realidad, no conseguirás nada de lo que ambicionas.

—¿Y tú harás que yo vislumbre la verdad? —preguntó desafiante.

—Estás desnudo y al lado de la ventana —respondió Anonoei—. Puedo hacerte caer.

—Y entonces ya no te sería de ninguna utilidad.

—Exacto —enfatizó Anonoei—. Y si Bexoi no te ha matado todavía es porque va a tener un hijo con el que quiere ganarse el favor de tu padre, y no ganaría nada con tu muerte. Cuando consiga que el conde confíe en ella, que se sienta halagado por la lealtad de Prayard, entonces tu muerte servirá de algo. Y cuando se produzca la tragedia, tu padre nombrará heredero a su sobrino, el hijo de Bexoi.

—En ese caso, me queda tiempo.

—Sí, algo de tiempo tienes. Pero sólo te será útil si sabes emplearlo.

—¿Y qué planes tenéis tú y tu amigo, el Ladrón de Puertas, si es él de verdad, para el tiempo que me queda?

—¿Aún no lo has comprendido? Mata a tu padre y serás conde.

Sin añadir más, retrocedió hacia la puerta y volvió con Pan.

El Ladrón de Puertas negó con la cabeza.

—Solía ser listo, has hecho que se convierta en un necio.

—Le he hecho creer que es un necio —dijo Anonoei— y, después, le he enseñado a actuar con inteligencia. Apenas he necesitado mi poder para hacer eso; la gente hace cosas así todo el tiempo.

—Pero has empleado tu magia mental con él, prácticamente te adora.

—La mayor parte de los hombres son presas de mi poder, si yo lo deseo.

—¿Matará a su padre? —preguntó Pan.

—Lo intentará. Y como, en realidad, es una persona muy inteligente, triunfará en su empeño sin nuestra ayuda.

—Pero tu intención es ayudarle.

—¿Para que mate al hombre que derrotó y humilló a Iceway? Sí, creo que sí, salvo que dejes de prestarme tus puertas.

—Recuerda que tengo muy pocas —dijo Pan.

—¿No conseguiste más al cruzar la Gran Puerta?

—Al cruzarla conseguí que mis puertas se hicieran más fuertes y duraderas; también ha mejorado mi habilidad para manipularlas y mi capacidad para percibir otras puertas y saber adónde conducen. Pero cruzar la Gran Puerta no ha incrementado el número de puertas.

—Tampoco consigue que la gente sea más lista.

—No parece que seamos más inteligentes —observó Pan—. Aunque es posible que ya contáramos con la inteligencia que necesitamos.

—Igual que Frostinch.

—Es posible, pero no ha intentado averiguar cuál era tu poder como maga.

—No le he permitido que pensara en ello —dijo Anonoei—. Es algo elemental cuando empleo mi poder. Cuando él notaba que mi persona despertaba su curiosidad, le distraía cambiando de tema. Apenas necesité usar mi poder para controlarlo.

—Cuando sea conde de Gray no será mucho más listo.

—Y nos conviene que sea así. No lo manipularé para derrotar a Bexoi, no da la talla. La magia mental no me permite añadir talento a quien carece de él. Será mi marioneta.

—¿Y quién da la talla contra Bexoi?

—Tú. Sin embargo, no espero que lo hagas, todavía estás enamorado de ella.

Pan reaccionó ante el comentario.

—¡Asesinó a mi hijo!

—El hijo que tuviste con ella. No olvides lo que soy, Pan. Por mucho que odies a Bexoi, aún la quieres lo bastante como para vacilar a la hora de la verdad y ella lo aprovechará para acabar contigo.

—En ese caso, ¿cómo piensas derrotarla? —preguntó Pan—. ¿Intentarás someterla utilizando tu poder mental?

—Ya lo verás. Cuando todo acabe, tú serás el único que sabrá lo que he hecho. Y comprobarás que mi victoria es completa y contundente. He urdido el castigo perfecto para Bexoi.

—¿Y no vas a contarme tu plan?

—Intentarías detenerme —dijo Anonoei—, aunque estés convencido de lo contrario. No te estoy controlando, pero sí necesito tu talento. Si no conoces los detalles de mi plan, me ayudarás, aunque sepas que no lo harías si descubrieras lo que pretendo.

—Eso es lo que crees —sonrió Pan.

—Piensas que aprobarías mi plan y por eso vas a ayudarme. No necesito usar mi poder con quienes se creen más listos de lo que son.

No era cierto. Empleaba su magia mental con todo el mundo. La usaba siempre. Pero parte de su poder consistía en hacer creer a sus víctimas que no estaban sometidas a su poder, que actuaban con total libertad. Era su venganza contra Pan por los años de tormento en su cautiverio; por el daño que le había infligido a su hijo Eluik. Pero no olvidaba que también los había salvado, y por eso nunca le contaría cómo le había manipulado. No quería que sufriera. Ella obtendría su triunfo sobre él y disfrutaría al saber que ignoraba cómo lo había conseguido.