CONFIANZA
Danny se estaba vistiendo para acudir a su entrenamiento matinal cuando lo percibió. Algo había ocurrido en la Puerta Salvaje. Se quedó inmóvil, con los pantalones de deporte a la altura de las rodillas. La sensación no se repitió. Intentó comprender lo que acababa de experimentar. Procedía de la porción de su aura que formaba parte de la Gran Puerta del establo de los Silverman.
Cuando Vivi o Hermia cruzaban sus puertas, sentía lo mismo; pero en esta ocasión la sensación había sido mucho más fuerte.
¿Por qué? ¿Porque era una Gran Puerta?
No, porque más de una persona acababa de cruzarla.
Recordó que sintió lo mismo cuando sus amigos cruzaron la primera Gran Puerta que creó. Entonces no se había detenido a analizar la sensación porque tuvo que luchar contra el Ladrón de Puertas.
Ahora fue capaz de recabar muchos más datos: eran cuatro personas y habían cruzado la Gran Puerta desde Westil a la Tierra.
Los viajeros habían llegado al establo de los Silverman. Era la hora de ordeñar las vacas y Leslie se encontraría allí.
Danny hasta sabía quién era unos de los viajeros. Aparte de sentir que alguien había usado la Gran Puerta, también notó la agitación de las puertas cautivas en su interior. Las puertas hablaban, no con palabras, era algo más profundo, y repetían una y otra vez la misma frase: «Él viene. Él viene». Y las puertas que habían pertenecido a Loki comenzaron a brillar con fuerza porque su dueño y creador estaba en el mismo mundo que ellas. «Queremos ir a casa», decían, mientras forcejeaban en su encierro dentro del yacimiento de Danny.
El Ladrón de Puertas había traído a tres acompañantes a través de la Puerta Salvaje.
Danny se quitó los pantalones cortos, se puso unos largos, camisa, calcetines, zapatos y una cazadora. Esa mañana no iba a acudir al entrenamiento.
Una vez vestido, cruzó la puerta que iba desde su casa hasta la planta de arriba de la casa de los Silverman. Desde allí, anduvo hasta el establo expuesto a la gélida mañana otoñal. Los árboles exhibían copas de mil colores y había restos de escarcha en la hierba.
En el interior del establo encontró a Leslie y a Marion. Tenían su atención puesta en la buhardilla del establo, donde estaban Loki, una mujer y dos niños.
—Has tardado lo tuyo —dijo Marion.
—Me he tenido que vestir —dijo Danny.
—Gracias por hacerlo —dijo Leslie.
—Danny North —dijo Loki.
—No quiero que estés aquí —dijo Danny en westiliano.
—Vengo en busca de tu ayuda —declaró Loki—. Pero es complicado mantener una conversación cuando tu amigo se empeña en que me trague la tierra.
—Sólo quiero que te trague, pero no que te mastique —dijo Marion en westiliano con su particular acento.
—Lo sé —dijo Loki—. Tu compasión ha evitado que te teleporte al fondo de un río o al interior de un árbol.
—No le has hecho daño porque me temes —dijo Danny.
—No le he hecho daño porque yo soy el intruso y él protege su hogar y a su amigo —le corrigió Loki.
—Y no te has marchado porque me esperabas a mí.
—Prometo no hacerle daño a nadie —dijo Loki—. No intentaré recuperar mis puertas o devorar otras. A cambio, espero que no intentes devorar las pocas que me quedan.
—¿Puedo invitarles a entrar en casa? —preguntó Danny a Leslie y Marion.
—Serán nuestros huéspedes y tendremos que tratarlos como tal —dijo Marion.
—Lo sé —admitió Danny.
—Y tú también tendrás que hacerlo —le recordó Leslie.
—Todos acataremos las leyes de la hospitalidad —dijo Danny—. ¿No queréis saber quiénes son la mujer y los niños?
—Anonoei, antigua amante del rey Prayard de Iceway —intervino Loki—. Y los hijos no reconocidos del rey, Eluik y Enopp. Pronto representarán un papel de suma importancia.
Danny los saludó con una pequeña reverencia. Era un saludo ritual que todos los niños aprendían desde muy pequeños y se empleaba en ocasiones solemnes. Cuando era un niño, Danny se doblaba por la cintura al hacer la reverencia. Ahora, su saludo era el que dirigía un regente a sus súbditos, el mismo que empleaba Baba cuando actuaba como Odín. Todos fueron conscientes de lo que había hecho Danny. La mujer y los niños correspondieron al saludo con una gran reverencia en reconocimiento a Danny; no fue una reverencia de sumisión total, pero sí de respeto. El saludo de Loki también fue de reconocimiento a la posición de Danny. La jerarquía había quedado establecida.
—¿Podemos pasar a vuestro hogar? —preguntó de nuevo Danny a los Silverman.
Leslie suspiró.
—Telepórtame a la cocina, por favor, Danny.
Danny la complació.
—Me gustaría ir andando con nuestros invitados —dijo Marion.
Loki comprendió la intención de Marion y en lugar de teleportarse desde la buhardilla al suelo, bajó por la escalera de mano. Anonoei y sus hijos le siguieron. Marion se puso al lado de Loki y caminó hacia la casa junto al anciano mago teleportador, aunque su aspecto ocultaba la edad que tenía.
Danny sabía que Marion advertiría a Loki de las consecuencias que acarrearían cualquier intento de agresión. También sabía que Loki se mostraría de acuerdo, sabedor de que podía teleportarse en cualquier momento lejos de las amenazas de Marion.
Mientras tanto, Danny sonrió a la mujer.
—Eres madre. Yo también tuve madre.
—Espero que la quisieras.
—Con devoción —respondió Danny—. ¿Por qué no te adelantas con tu hijo mayor y me permites que hable con Enopp?
Anonoei tomó a Eluik de la mano y salió del establo siguiendo los pasos de Marion y Loki.
—¿Son vacas? —preguntó Enopp.
—Sí —respondió Danny.
—Son enormes.
—Es posible que las vacas aquí sean más grandes que las del lugar de donde procedes —dijo Danny—. Éstas en particular están muy bien alimentadas y gozan de gran salud. Leslie las mima. Aunque creo que todavía no las han ordeñado hoy. ¿Quieres ayudarme a hacerlo?
El niño asintió.
—Soy pequeño —dijo—. Y no soy muy fuerte. He estado en prisión.
—Lamento oír eso —dijo Danny—. ¿Hiciste algo malo?
—No, pero soy peligroso porque hay gente que cree que mi hermano o yo deberíamos ser herederos del trono de nuestro padre, en lugar del hijo de la reina Bexoi. Ella nació en Gray y su hermano es enemigo de nuestro reino.
—Me alegro de que te hayan liberado, ya que no hiciste nada malo.
—Yo también me alegro —dijo Enopp, encogiéndose de hombros—. Pero es mi existencia la que me pone en peligro.
—Te comprendo muy bien. Yo era más mayor que tú cuando la gente decidió que mi existencia me condenaba a muerte.
—¿Te metieron en una cárcel?
—Soy un mago teleportador —dijo Danny—. No les serviría de nada. O me dejan en paz, o me matan.
—O matan a alguien a quien amas —añadió Enopp.
—Ah, veo que comprendes cómo piensan los que tienen poder o ambicionan tenerlo.
—Soy hijo de un rey —dijo Enopp—. Y creo que también seré un mago teleportador.
Mientras hablaban, Danny había colocado la ordeñadora en la ubre de una vaca.
—¿Te has fijado en cómo se hace? —preguntó Danny, señalando a la vaca.
—¿Le hace daño a la vaca?
—Está diseñada para encajar en la ubre —explicó Danny—. A la vaca le gusta.
—¿Qué es lo que hace?
Danny dedicó los siguientes quince minutos a explicarle el funcionamiento de una ordeñadora. Luego, Enopp le ayudó en todo lo que pudo.
—¿Qué piensas de Loki? —preguntó Danny.
—¿Quién?
—El mago teleportador que os ha traído hasta aquí.
—Pan —dijo Enopp.
La respuesta del niño desconcertó a Danny.
—¿Tienes hambre?
—No. Es su nombre —aclaró Enopp—. Madre le llama así.
—Pan —repitió Danny—. No es un nombre muy digno.
—Era espía en el castillo. Se metía en todas partes, lo veía todo. Hull le dio su nombre. Ella era cocinera, se encargaba del pan. Está muerta, la mataron porque se negó a participar en una conspiración para asesinar a la reina. Ojalá lo hubiera hecho, la reina es una zorra perversa.
Danny sonrió ante el comentario de Enopp, sin duda repetía lo que había oído.
—¿Y Pan? —preguntó—. ¿Es malo o bueno?
—Nos mantuvo encerrados —dijo Enopp—. Pero cuando la reina Bexoi le pidió que nos matara, no lo hizo. Se esforzó por alimentarnos bien. El día en el que los soldados vinieron a matarnos en nuestras prisiones, él nos liberó.
—Tuvo que ser aterrador —dijo Danny.
—Lo fue —afirmó Enopp—. Eran los soldados de mi padre.
—¿Conocían vuestra identidad?
Enopp lo pensó antes de contestar.
—No lo sé. Pero sabían que éramos niños.
—Cierto —comentó Danny—. ¿Por qué os ha traído vuestra madre aquí?
—En Iceway corremos peligro. Cree que aquí estaremos a salvo.
—Este mundo es tan peligroso como el tuyo. La gente muere aquí igual que allí.
—Cuando sea un mago teleportador, me ocultaré en un sitio donde nadie pueda encontrarme.
—¿Estás seguro de que eres un teleportador? —preguntó Danny.
—Se me dan muy bien las lenguas —dijo Enopp—. Eso es propio de los magos teleportadores.
—Lo es. ¿Te gusta hacer travesuras y tomarle el pelo a la gente?
Enopp pensó su respuesta más de lo que Danny esperaba.
—No lo sé —respondió al fin—. Sólo llevo unas semanas en libertad.
—Habrá que vigilarte, entonces —bromeó Danny—. No vayamos a sufrir alguna de tus jugarretas.
Siguieron ordeñando a las vacas y, al terminar, Danny le cogió de la mano y se dirigieron a la casa.
En la cocina, Leslie había preparado la mesa. Había dispuestos platos para cada uno y una fuente de pan tostado. Recipientes con mantequilla, miel y confituras rodeaban la fuente de tostadas. Todos comían. Enopp corrió al lado de su hermano y comenzó a hablar con él. Danny observó que Eluik no respondía, ni siquiera daba muestras de escuchar a su hermano. Pero Enopp no cejaba en su conversación. Y no es que la actitud de Eluik fuera pasiva, comía como todos, aunque no parecía disfrutar de la comida a pesar de que era excelente.
—¿Te ha aburrido mi hijo? —preguntó Anonoei—. Habla como si fuera un filósofo o un gran político, convencido de que el mundo está ansioso por escuchar sus palabras.
—Yo estaba en verdad ansioso —dijo Danny, empleando la lengua y los giros que había escuchado cuando espiaba las reuniones de los adultos en la biblioteca de la familia North—. Me sorprende la felicidad de tu hijo, considerando que ha estado preso tanto tiempo.
—Es un chico duro —dijo Anonoei.
Danny observó a Eluik, aunque enseguida apartó la vista y se centró en el Ladrón de Puertas.
—Has alcanzado tu primer objetivo —dijo Danny—. Has cruzado una Gran Puerta.
—Mi primer objetivo era que tal puerta jamás llegara a existir —dijo Loki—. Al fracasar en mi cometido, creí que no me vendría mal reforzar el escaso poder que me resta.
—Sabes más que yo sobre nuestros poderes —dijo Danny—. Nuestra potencia depende del número de puertas, pero la destreza depende de los conocimientos y de la experiencia. Yo cuento con la potencia, pero tú cuentas con la habilidad que te han dado los años de práctica.
—Una larga práctica seguida de un período aún más prolongado de inactividad —dijo Loki—. He pasado catorce siglos en el interior de un árbol, atento a la ocasional creación de puertas que me apresuraba a devorar.
—Pero abandonaste el árbol antes de que yo creara una Gran Puerta, ¿verdad?
—Sí, aunque antes ya habías creado una buena cantidad de puertas —dijo Loki—. Unos cientos de ellas, si no me equivoco.
El Ladrón de Puertas acaba de reconocer que llevaba tiempo vigilando a Danny. Que había percibido, aunque de forma vaga, que era un gran mago en potencia.
—No era consciente de que creaba puertas —confesó Danny.
—Cuidado con lo que cuentas —le avisó Marion.
—Lo sabe todo —dijo Danny—. Me ha estado observando desde antes incluso de saber quién era yo.
—Qué manera de hablar —dijo Leslie—. Me recuerda a mis clases de westiliano.
—Los magos teleportadores y sus habilidades lingüísticas —comentó Marion en inglés.
—He procurado aprender un poco de vuestro inglés —dijo Loki. Habló con lentitud, aunque su acento de Ohio era casi perfecto.
—¿Cómo es posible? —quiso saber Leslie, hablando en inglés—. ¿Quién te ha enseñado en Westil? ¿O es que tienes espías aquí?
—Los tiene —dijo Danny, también en inglés.
Leslie se levantó y fue hasta el fregadero, donde se volvió adoptando una postura defensiva. Estaba asustada.
—Yo soy el espía —dijo Danny—. Mejor dicho, sus espías están en mi interior, son las puertas que le arrebaté. Miles de ellas. A través de ellas puede ver algo, pero, sobre todo, puede escuchar.
—¿Cuánto sabe? —exigió Marion.
—Lo ignoro —reconoció Danny—. Sus puertas sólo me reclaman que devore todas las posibles. Si él hubiera devorado las mías, sabría qué vínculo mantiene un mago teleportador con las puertas que le han arrebatado. Aunque confieso que, dado el coste, prefiero no saberlo.
—Si pudiera oír tanto como crees, mi dominio de vuestra lengua sería mejor —matizó Loki, volviendo al westiliano—. Apenas veo nada, me encuentro atrapado en el seno de la mente de Danny North. Pero allí es donde mora su conocimiento de lenguas y también su memoria. No puedo hurgar en su mente con libertad, pero oigo sus pensamientos cuando los convierte en habla. Veo sus recuerdos cuando se concentra en ellos. No soy un espía. Soy su prisionero y no tengo más alternativa que ver y oír lo que él me muestra.
Danny no le creyó. El problema es que no sabía en qué le engañaba. Era posible que oyera y viera más de lo que admitía o, también, que no hubiera captado nada en absoluto hasta que el paso por la Gran Puerta aumentó sus poderes.
—¿Para qué has venido aquí? —preguntó Danny—. Has venido acompañado, por lo que tus motivos van más allá del interés por aumentar tus poderes.
—Sus vidas están en peligro —replicó Loki—. Aquí estarán a salvo.
—Eso es absurdo —dijo Marion—. Todos los magos del mundo nos atacarán en cuanto conozcan la existencia de la puerta salvaje en nuestro establo. Éste es el lugar más peligroso de la Tierra.
—¿Y quién se atreverá a hablar sobre la puerta salvaje? —soltó Loki. Luego levantó una mano—. Que nadie lo interprete como una amenaza.
Marion no aceptó la aclaración.
—¿Y cómo tenemos que interpretar esa frase?
—Como una observación —dijo Loki—. La Puerta Salvaje se creó hace varios días y nadie ha venido por aquí. Si conocieran vuestro secreto, os habrían asaltado.
—Temen nuestros poderes —arguyó Leslie—. Marion y yo hemos cruzado la Gran Puerta. Puede detener a cualquier mago de las bestias que lance a sus efigies contra nosotros. La tierra que nos rodea está bajo el control de Marion. Y Danny teleportará a cualquier intruso lejos de aquí, si nos derrotan a nosotros.
—¿Crees entonces que conocen la existencia de la puerta y que sólo aguardan al momento adecuado? —preguntó Loki.
—¿Qué buscas? —exigió Marion—. No creo que esta mujer esté aquí por su protección; percibo un gran poder en ella.
—También lo he percibido yo —dijo Leslie—. Es una maga y, al cruzar la Gran Puerta, se ha convertido en alguien muy peligroso.
—Es cierto —dijo Anonoei—. Pero desconfiáis de mí y eso demuestra que no he empleado mis poderes contra vosotros.
Marion no tardó en comprender las implicaciones del comentario. Se reunió con Leslie en el fregadero.
—Danny, es una maga mental —dijo Marion en inglés.
—Ya me he dado cuenta —dijo Danny—, pero tal y como ha dicho, no ha usado sus poderes.
—O es tan poderosa que jamás nos daríamos cuenta de que lo ha hecho.
—¿Y qué crees que gana despertando nuestras sospechas? —preguntó Danny.
—Si intentara usar su poder, yo mismo la teleportaría —afirmó Loki—. No gano nada con vuestra enemistad y ella tampoco. Nos enfrentamos a un enemigo mortal en Westil: una maestra del fuego, puede que una señora del fuego.
—La reina Bexoi —añadió Enopp—. La legítima esposa de nuestro padre.
Danny comprendió que Bexoi era el objetivo de Anonoei. La determinación en su rostro, la mano protectora sobre el cuello de Enopp, el gesto desafiante; todo indicaba que decía la verdad.
Con Loki era distinto. También afirmaba que Bexoi era su enemiga, pero Danny estaba convencido de que su objetivo era otro.
—Tú quieres que Anonoei triunfe —le dijo Danny—. Quieres que luche contra Bexoi, pero no es ése el motivo de tu viaje.
—Ced —aventuró Leslie—. El mago eólico que se quedó en Westil.
—Somos amigos —admitió Loki—. Conseguí que detuviera su afán destructor. Ahora estudia con un mago arbóreo para controlar sus poderes.
Danny adivinó que era cierto, pero que no contaba toda la verdad.
—¿Es necesario que hablemos a solas? —preguntó a Loki.
Loki observó a Danny antes de responder; mientras lo hizo, las puertas del Ladrón de Puertas en el interior de Danny se mostraron inquietas.
—Tienes algo que necesito —dijo Loki.
—Recupérales si eres capaz —le desafió Danny—. Pero te advierto de que cuento con el poder y conocimiento necesario para arrebatarte las pocas puertas que conservas. —Danny decía la verdad, aunque ignoraba qué alcance tenían los poderes de Loki tras cruzar la Gran Puerta.
—Me has malinterpretado —dijo Loki—. Y no quiero ocultar nada a tus amigos. Todos pueden conocer lo que he venido a buscar, aquello que necesito con desesperación.
—Y si no son tus puertas, ¿qué es? —preguntó Danny.
—Tu confianza —respondió Loki.
Danny miró a Anonoei.
—Ahora lo comprendo, estás aquí para que confíe en él… usando tus poderes como maga mental.
—Imaginemos que es cierto, ¿está dando resultado? —preguntó Anonoei.
—No —respondió Danny.
—Por lo tanto, tendrás que admitir que ése no es el plan. No tengo ni idea de lo que busca, a mí no me ha contado nada.
—La confianza no es nada por si sola —dijo Danny—. ¿Por qué quieres que confíe en ti?
—Hay una guerra muy anterior a tu tiempo y también al mío —comenzó Loki—. Una guerra tan antigua como la humanidad entre los magos bel y los magos primigenios.
Danny aguardó en silencio a que Loki siguiera hablando.
—Necesito que te hagas cargo de mi labor —dijo Loki—. Sé que no confías en mí y el simple hecho de que lo mencione, hará que tu desconfianza aumente. Sin embargo, la guerra debe ser librada o se perderá. Carezco de las puertas necesarias para afrontar mi responsabilidad; a partir de ahora, tú nos protegerás de Bel.
Danny recordó las runas que había leído en la Biblioteca del Congreso: «Escuchad moradores de la tierra de Midgard, escuchadnos navegantes de los grandes barcos de Iceway, habitantes de las dunas errantes de Dapnu Dap, magos silenciosos del Bosque y ágiles jinetes de Wold».
Recitó las runas empleando la antigua lengua en que estaban escritas, una lengua que Loki debía conocer: Fistalk. La lengua nórdica tal y como se hablaba tras la influencia de la lengua semítica hablada por los cartagineses.
—Eso es muy antiguo —murmuró Loki—. ¿Dónde lo has leído?
Danny siguió con la cita: «Nos hemos enfrentado a Bel y él ha conquistado el corazón de muchos. Los hombres valerosos huyeron igual que el ciervo ante el cazador, pero Loki no huyó».
—Yo no soy ese Loki —dijo Loki.
—¿Conoces el relato? —preguntó Danny—. ¿Es la guerra de la que me estás hablando?
—Él pensó que había ganado, lo mismo que yo. Pero nunca ganamos. No puede morir y derriba cualquier muro que alcemos para protegernos. Siempre vuelve.
—¿No fue arrojado al sol? —preguntó Danny—. ¿Cómo pudo sobrevivir?
—Su cuerpo murió —dijo Loki—. Su esencia, no. La esencia no puede morir; ni la suya, ni la nuestra.
—Pero nosotros sí morimos —dijo Danny.
—Mueren nuestros cuerpos —dijo Loki—. Pero sabes que nuestras auras pueden sobrevivirles; ahí tienes las puertas antiguas que mantuve cautivas durante tanto tiempo. Siguen vivas en la puerta salvaje.
—Pero carecen de esencia.
—No seas necio —espetó Loki—. No podrían vivir sin la esencia. El aura vive gracias a la esencia. La puerta salvaje rebosa cólera procedente de las esencias, están furiosas porque les arrebaté sus puertas.
—Entonces, la esencia de Bel no murió con su cuerpo.
—Tardó mil años en volver a Midgard y su cólera era infinita.
—¿Qué hizo? —preguntó Danny.
—Menos de lo que habría querido —dijo Loki—. Lo conquistó todo, hasta que cerré todas las puertas. No pudo poseer a ninguno de nuestros magos y seguirlos hasta Westil porque no había puertas. Nuestros magos lo derrotaron.
—¿Cómo lo sabes? —preguntó Danny—. Con la desaparición de las puertas, tú también te marchaste.
—Si no le hubiéramos detenido, no estaríamos aquí hablando. La lengua de Westil se habría extinguido en este mundo. No habría surgido un Gran Mago Teleportador en alguna de las Familias capaz de crear una Gran Puerta. Cuando apareciste tú, supe que había conseguido mantener a Bel preso en Midgard durante catorce siglos.
—¿Y ahora crees que se liberará e irá a Westil a través de mis puertas?
—Sé que lo hará —dijo Loki—. Yo no puedo detenerle y tú no sabes cómo hacerlo, por eso solicito tu confianza. Deja que te enseñe cosas que nadie dominaba antes de mí. Sólo tú puedes aprenderlas.
—Te refieres a devorar puertas —dijo Danny.
—No. En los versos que me has recitado, el Loki de ese tiempo ya devoraba puertas. Y también lo hacía el Gran Mago Teleportador persa al que capturó Bel y utilizó para sus propósitos.
—¿Y qué me quieres enseñar, entonces?
—No confíes en él —saltó Marion—. Te quiere embuacar con la promesa de poder. Es igual que las tentaciones que sufrió Cristo.
—Sí, es lo mismo —aceptó Loki—. Pero el fin es muy distinto.
—¿Sabes quién era el dios cristiano? —se asombró Leslie.
—Abandoné Midgard en el año 632 —repuso Loki, con impaciencia—. El Imperio Romano había caído y los cristianos poblaban toda Europa. Bizancio gobernaba Oriente. Lo sé todo sobre los dioses semíticos. Estudié en Egipto, leí todos los evangelios, estaba al tanto de los conocimientos de los antiguos coptos ¿Qué crees que quiero enseñarle al chico?
—¿Cómo quieres que lo sepamos? —dijo Marion—. Se lo habríamos enseñado nosotros si lo supiéramos.
—Danny North, enseñarte es la tarea más peligrosa que emprenderé —dijo Loki—. Una vez hayas adquirido los conocimientos, si Bel te captura, todo estará perdido y Westil caerá.
—No me enseñes —sentenció Danny.
—Sólo tú tienes el poder para hacerle frente. ¡Mírame! ¡Piensa en todo lo que he hecho! Si hubiera tenido el poder para vencerle, ¿crees que habría huido tras devorar todas las puertas?
—Mi poder no es más grande que el tuyo.
—Tu poder es mil veces mayor que el mío —le corrigió Loki— y lo vas a necesitar. Junto con mi conocimiento. Pero has de confiar en mí y no sé cómo ganarme esa confianza, porque tú mejor que nadie sabes que los teleportadores somos embaucadores por naturaleza.
—Yo no miento siempre —dijo Danny.
—Sólo cuando hablas —le contradijo Loki.
—No soy como todos los magos teleportadores; yo he decidido no mentir.
—Mala decisión —dijo Loki—. El engaño es tu mejor arma, si no has practicado durante estos años, Bel te vencerá. Él es un maestro del engaño y tu única posibilidad es engañarlo.
—¡Hazlo tú! —gritó Danny.
—¡No podría aunque recuperara todas mis puertas! —gritó a su vez Loki—. Aunque devorara la puerta salvaje, no serviría de nada. Bel te pondrá trampas hasta que consiga atraparte, entonces te obligará a crear mil puertas, las cruzará y usará las de tu yacimiento para gobernar los dos mundos. No habrá quien le haga frente en mil, ni diez mil, ni cien millones de años.
Danny vacilaba entre creerle o echarse a reír.
—Algún día se acabará: la muerte térmica del Universo —bromeó.
—No tengo ni idea de lo que es eso —dijo Loki.
—Entropía —dijo Danny.
Loki hizo un gesto de extrañeza.
—El final de todo.
—Necio —dijo Loki—. Nada acaba nunca. Lo que tú llamas muerte o final sólo es una variación en la forma del todo. ¿Quién te ha contado esas tonterías? Sólo Bel obtendría beneficio de una mentira así.
Danny se apoyó en la mesa y se cubrió el rostro con las manos. A pesar de su aparente cansancio, permaneció alerta por si acaso Loki intentaba alguna treta mientras él reflexionaba sobre lo que acababa de oír.
Y entonces, Loki atacó.
Danny lo percibió en su interior, en su yacimiento, el lugar en el que permanecían cautivas todas sus puertas, excepto ocho. Sintió una vibración en las más de cien mil puertas que componían el aura de Loki, porque ahora que las percibía con claridad, también supo cuántas eran: ciento cuarenta y tres mil novecientas noventa cuatro puertas; todas se desplazaron al unísono y se pusieron…
Al servicio de Danny.
El griterío cesó. Sólo se resistían las de los otros magos que Loki había apresado hacía tanto tiempo. Las puertas de Loki, las que formaban su aura, se sumieron en la quietud. No, no era eso; estaban alerta, atentas a la voluntad de Danny. Tan atentas como las suyas propias.
—Te las entrego —dijo Loki.
—¿Qué pretendes? —preguntó Danny.
—Son tuyas para que las emplees —explicó Loki—. Puedes trenzarlas, crear con ellas. No se rebelarán, no pueden hacerlo.
—No puedes darme algo que es parte de ti.
—Puedo y lo he hecho —dijo Loki—. Sólo así confiarás en mí.
—Pero siguen siendo parte de ti.
—Cierto —asintió Loki—. Las que permanecen en tu yacimiento me seguirán mostrando tus pensamientos y tus recuerdos; lo que ves y lo que oyes. No puedo evitarlo, así es cómo funcionan las cosas. Pero créeme, son tuyas. No las recuperaré salvo que tú me las entregues. Y espero que algún día lo hagas. Sin embargo, si decides no hacerlo, serán tuyas para siempre.
—O hasta que yo muera —señaló Danny.
—O hasta que Bel te posea y le pertenezcan a él —dijo Loki—. Es la única forma en que puedo ganarme tu confianza. Y también una muestra de cuánto confío en ti. La única razón por la que conservo las ocho puertas que me quedan es para ayudar a Anonoei y a Ced en Westil. Vuelvo allí ahora, si me lo permites. Y ella volverá conmigo.
Enopp, que hasta ese instante había escuchado con atención, se sobresaltó.
—¿Te la llevas a ella?
—Sí —dijo Anonoei—. Y vosotros os quedáis aquí, donde estaréis a salvo, si es posible.
—¡No! —chilló Enopp, levantándose de un salto y echando la silla hacia atrás—. ¡No podéis dejarme aquí!
Entonces, para sorpresa de todos, Eluik agarró a su hermano del hombro y le obligó a sentarse de nuevo. El mayor de los niños no profirió palabra, pero Enopp irrumpió en lágrimas tras mirar a su hermano.
—Dice que me tengo que quedar —declaró entre sollozos—. Y él también.
—No ha dicho nada —dijo Anonoei.
—Es su aura —dijo Loki—. Ahora puedo verla. Se oculta en el interior de Enopp. Eluik envió su aura con su hermano mientras estaban encerrados. Lo hizo para consolarlo. Ha estado allí todo este tiempo.
Leslie se adelantó colocando su mano sobre la cabeza de Eluik.
—Tendría que haberme dado cuenta —declaró—. Es cierto, cabalga sobre su hermano como un mago de las bestias cabalga el animal con el que empatiza.
—¿Puedes romper el vínculo? —preguntó Marion.
—Jamás lo he intentando con un mago mental —confesó Leslie.
—¿Es un mago mental? —preguntó Anonoei.
—No lo sabemos —dijo Loki—. Es muy joven para que se manifiesten sus poderes.
—También es demasiado joven para proyectar su aura y lo ha hecho —argumentó Marion.
—Ignoraba lo que hacía —dijo Loki—. Es imposible que lo supiera. No es magia. Si los separas contra su voluntad…
—¿Cómo sabemos cuál es su voluntad? —saltó Anonoei—. Cuidaba de su hermano y quizá no sepa volver.
—Igual que un aura atrapada en una efigie a la que alguien hubiera capturado —dijo Danny, recordando lo que él le había hecho a sus primas tiempo atrás.
—Exacto —dijo Marion.
—Cuidó de su hermano —intervino Leslie—. Se olvidó de sí mismo para dedicarse a Enopp. Nunca había visto tanto amor.
—Has venido para que cuidemos de los niños —dijo Marion.
Loki no respondió.
—Quiere que alguien cuide de ellos —declaró Danny, al darse cuenta—. Anonoei y él se tienen que marchar y quieren que los niños estén a salvo. Pero no conocía vuestra existencia, no podía haber pensado en vosotros —explicó, mirando a Leslie y a Marion.
Loki se volvió hacia Anonoei, que acababa de cubrirse el rostro con las manos.
—No quiero abandonarlos —declaró la ex amante de Prayard.
—Pero tampoco quieres que te acompañen —dijo Loki.
Danny dirigió su mirada a Leslie y Marion, que estaban de pie detrás de los dos niños.
—Os queréis hacer cargo de ellos, ¿verdad?
—Han practicado la magia demasiado pronto —dijo Marion—. No hay forma de saber cómo les habrá afectado.
—Es culpa mía —admitió Loki—. No me detuve a prever las consecuencias, aunque tampoco me importaban cuando los metí en las cuevas. Y ahora veo que siguen encerrados.
—Eluik se encuentra bien —declaró Enopp—. Quiere que lo dejéis en paz.
—Nadie va a hacerle daño —dijo Marion.
—Yo no pienso hacérselo —confirmó Leslie—. Creo que tenemos que enseñarle cómo recuperar su aura. —Se dirigió a Loki—: Está perdido, ¿verdad?
—No. No es tan sencillo. Su aura y su esencia no pueden separarse del todo. Es demasiado joven. Proyectó su aura antes de tiempo. Sigue ligada a su esencia. Su ka y el ba están en el interior de su hermano y el suyo a la vez. Si lo separamos de su hermano, es posible que Eluik muera. Y no sólo eso, su esencia también podría morir.
—No está perdido —intervino Enopp—. Dice que está donde quiere estar.
—Lo dice porque es joven y estúpido —dijo Loki—. Fue muy generoso, más aún, fue noble. Pero su cuerpo no aguantará en este estado. Su ka tiene que volver por completo a su cuerpo. Hay muchas posibilidades de que su cuerpo muera, Enopp; entonces, sólo vivirá en ti.
—Puede quedarse conmigo todo el tiempo que quiera.
—No funciona así. Por ahora no te ha poseído porque sigue conectado a su cuerpo. Si su cuerpo se destruye, los dos vais a luchar por el control del tuyo.
—No haríamos eso —negó Enopp con fuerza.
—¿Quién habla, Enopp? —preguntó Loki—. ¿Tú o tu hermano? ¿Quién está al mando?
Enopp se quedó en silencio, pensando.
—Exacto, no lo sabes —prosiguió Loki—. Eluik fue a ti para protegerte, para velar por ti. El problema es que si no vuelve a su parte física, el cuerpo fallecerá con el tiempo. Y cuando eso ocurra, Eluik será semejante a Bel: un ka conectado al cuerpo de otra persona.
—No paras de hablar sobre el ka y el ba —dijo Danny.
—Si confías en mí, puedo enseñarte todo lo que sé al respecto —replicó Loki—. Mientras tanto, estos niños están unidos y no quieren que eso cambie. Es posible que Enopp le suplique a su hermano que permanezca con él, aunque no sea consciente de ello.
—No es verdad —dijo Enopp—. Puede marcharse cuando quiera, ya no tengo miedo.
—A lo mejor Eluik no te cree —dijo Loki—. O no sabe cómo marcharse. O su miedo es más grande que el tuyo, Enopp. Quizás él acudiera a ti en busca de consuelo. No lo sé. Tú tampoco lo sabes. Y creo que él no lo sabe. Pero Eluik tiene que recuperar su aura y volver a su cuerpo o las consecuencias serán terribles.
Enopp adoptó un gesto irritado. El mismo que se dibujó en la cara de Eluik. La única diferencia era que Enopp miraba a Loki y Eluik no miraba a nadie.
—Nadie te va a obligar a hacer nada, ¿verdad que no? —Loki miró al resto de adultos buscando su conformidad.
El gesto de Anonoei era una combinación de ansiedad y temor.
—No puedo dejarlos solos.
—No lo harás —le dijo Loki—. Se tienen el uno al otro. Su relación es más profunda que la que jamás tendrán con nadie. —Luego se dirigió a Marion y Leslie—: Danny confía en vosotros. Os quiere. Gracias a la parte de mi esencia que guarda en su interior, veo hasta que punto sois importantes para él. Os ve como buena gente, ¿lo sois de verdad? Quiero que seais honestos. Creo que nunca le haríais daño a estos niños.
—No permitiré que sufran daño alguno —aseguró Leslie.
Marion asintió ante las palabras de su mujer, aunque se veía que estaba preocupado.
Danny adivinó el motivo de su inquietud.
—No podéis cuidar de los niños y vigilar la puerta salvaje a la vez.
—Podemos vigilar todo lo que hay en la granja —respondió Marion—. El problema surgiría si tuviésemos que luchar para mantener a alguien alejado de la puerta salvaje, eso podría afectar a la seguridad de los niños.
—Vuestra prioridad es vigilar la puerta —advirtió Loki.
—Que le den a la puerta —masculló Danny—. Proteged a los niños.
—No sabes lo que dices —le reprendió Loki.
—No es verdad, habla así porque es mejor persona que tú —dijo Anonoei.
—No pienso discutir eso —admitió Loki—. Pero Danny North no comprende la clase de monstruo al que nos enfrentamos, y no hablo de las Familias, hablo de Bel. Antes permitiré que los perros despedacen a estos niños a que Bel cruce la Gran Puerta. —Antes de que nadie reaccionara ante la despiadada afirmación, Loki alzó una mano—. Si supieráis lo que yo sé, estaríais de acuerdo conmigo. Nos enfrentamos a un enemigo terrible que, de vencer, regiría nuestros mundos por toda la eternidad. ¿Comprendéis? Y lo conseguirá si posee a Danny. Para impedir que consiga ese poder, que el mal triunfe, si tenéis que morir, lo permitiré. Yo mismo entregaré mi vida si es necesario para detenerle.
Habló con tanta vehemencia que los demás permanecieron en silencio cuando terminó.
—Hablamos de hipótesis —dijo Danny por fin—. Quieres que los niños estén a salvo y quieres que la puerta esté a salvo. Y todos compartimos esos deseos. Pero no está en tu mano decidir lo que Papá y Mamá harán en el caso de que tengan que optar por una cosa u otra. Ellos deciden. Así que la pregunta es si vas a confiar en ellos o no.
Loki se llevó la mano a la cabeza.
—No puedo esperar que comprendáis lo que os cuento. Y aunque así fuera, sé que resulta difícil de creer. —Se puso de pie—. Anonoei, si yo acabo de entregar mis puertas a Danny North, tú bien puedes dejar a tus hijos en manos de esta buena gente.
—Él te arrebató las puertas.
—Sí —dijo Danny—, pero ahora me las ha entregado. No sé cómo lo ha hecho, pero sus puertas me obedecen.
—O dejas a tus hijos con Marion y Leslie o te quedas aquí con ellos —dijo Loki—. Yo vuelvo a Westil, contigo o sin ti.
—Si yo te lo permito —advirtió Danny.
—No podrías detenerme aunque quisieras —respondió Loki.
—¿Y si devoro la puerta salvaje?
—Ya lo habrías hecho si pudieras.
—¿Y tú? —preguntó Danny—. Si puedes, devórala.
—Tres cuartas partes de esa puerta son tuyas —explicó Loki—. No cuento con el poder necesario para devorar una de tus puertas. El problema es que el cuarto restante de la puerta no es tuyo y no sabes cómo separarlo del resto. Tampoco sabes cómo devorar una puerta activa que no te pertenece.
—Enséñame.
—No se enseña —dijo Loki—. Se aprende. No puedo mostrarte cómo lo haría yo porque no tengo bastante aura para crear una Gran Puerta; por no mencionar que jamás sería tan arrogante como para crear una Gran Puerta con auras cautivas y furiosas.
—En otras palabras —dijo Danny—, que a ti nunca se te ocurrió hacerlo y ahora quieres que me sienta estúpido por haberlo hecho.
Loki lo miró fijamente durante unos segundos.
—Todos los magos teleportadores se creen unos genios —musitó.
—Mira quién fue a hablar —replicó Danny.
Loki tendió la mano a Anonoei.
—¿Me acompañas o te quedas? He estado en el mismo mundo que Bel demasiado tiempo. Me conoce bien. No estoy en condiciones de enfrentarme a él. No quiero demorarme más.
Anonoei dirigió una mirada de angustia a sus hijos.
—Eluik. Enopp. Os quiero. Os prometo que volveré. Haced lo que os pida esta gente, por favor. Y, sobre todo, encontrad la forma de separaros.
—Ahora —ordenó Loki.
Anonoei aceptó su mano.
Al instante siguiente, ya no estaban.
Danny percibió la puerta que había creado Loki y cómo desaparecía de inmediato. Loki se había teleportado al establo y en cuanto llegaron allí, Danny sintió que cruzaban la puerta salvaje hacia Westil.
—¿Va a morir Madre? —preguntó Enopp.
—No —dijo Leslie.
—No empecemos con mentiras —sentenció Marion—. No sabemos lo que les ocurrirá a ella y a Loki, si las cosas les irán bien o no. Pero sí que es verdad que la intención de Anonoei es volver con vosotros.
—No mentía —se enfadó Leslie—. Estaba animando a los chicos.
—Loki es el mago más viejo y sabio de los dos mundos —dijo Danny—. Él cuidará de vuestra madre.
Enopp asintió, conforme con la explicación.
—¿Vas a enseñarme a ser un mago teleportador? —preguntó a Danny.
—Lo haré si es que acabas siendo un teleportador. Aún quedan unos años para estar seguros.
—¿Lo prometes? —insistió Enopp.
—Ahora mismo, te aseguro que es mi intención. Pero como ignoro lo que nos depara el futuro, no voy a prometer algo que quizás no pueda cumplir. —Danny dirigió su atención a Leslie y Marion—. Tengo que ir a clase. ¿Estáis bien?
—Nuestras vidas se han vuelto un poco más complicadas —rió Leslie—. Pero todo va a ir muy bien, ¿verdad? —Le dedicó una sonrisa cargada de sarcasmo.
—¿Ves? —dijo Danny—. Por eso te quiero.
Se teleportó de vuelta a casa. Al echar un vistazo a la cocina, comprendió lo tonto que era: no había cogido nada del pan que había preparado Leslie para desayunar.