Señales de vida

Pocos días después, la comisión especial Schlesinger fue disuelta. El fiscal suspendió las investigaciones contra Gregor Gropius. El doctor Fichte fue acusado por pertenencia a una organización criminal. Veronique Gropius, sorprendentemente, accedió al divorcio sin presentar ninguna clase de petición. Felicia Schlesinger y el doctor Rauthmann, hasta la fecha, no han decidido casarse. Rauthmann sigue viviendo y trabajando en Berlín, Felicia ha abierto un despacho en Nueva York, donde ejerce con gran éxito su profesión de marchante de arte.

En total fueron arrestados diecisiete sacerdotes, repartidos por toda Europa, que admitieron pertenecer a la orden In Nomine Domini. Aún es objeto de investigación cuántos de ellos habían asesinado a causa de sus creencias. Pese a sus grandes esfuerzos, la Interpol no ha logrado detener aún al doctor Prasskov. Hay indicios que apuntan a que Prasskov desapareció en Rusia y que fue asesinado allí.

¿Y Gregor Gropius y Francesca Colella?

A pesar de que quedó libre de toda sospecha, Gropius nunca retomó su profesión. A día de hoy sigue sin haber asimilado por completo los peores meses de su vida, y ésa es también la razón por la que me contó su historia en Tívoli, porque tenía que contársela a alguien. No me atrevo a decir si las catorce horas que pasamos juntos en el hotel San Pietro le fueron de ayuda. Así lo espero. Gropius, en todo caso, parecía haberse quitado un gran peso de encima cuando hubo acabado. Tal como me confesó, había ido a Munich a recoger sus notas para dejar constancia de todas sus vivencias sobre el papel, pero luego había decidido entregármelo todo a mí.

Gropius pasa muy poco tiempo en Munich. La mayor parte del año está con Francesca en la finca de cien olivos que posee cerca de Velletri. Hace mucho que no sé nada de él. Las últimas señales de vida que recibí fueron un pequeño paquete postal. Su contenido: un hueso medio desmenuzado con forma de herradura. El sobre que la codiciosa señora Selvini le había vendido por veinte mil euros contenía una falsificación, lo cual no sorprendió mucho a Gropius. El contenido del estuche que Francesca Colella había llevado a Berlín por encargo del profesor De Luca sigue siendo un misterio que el profesor se llevó consigo a la tumba.

En cuanto al paradero del informe Gólgota, Gropius no dijo palabra. Él sabrá por qué. Es probable que se encuentre junto al verdadero sudario de Turín, en un archivo secreto del Vaticano, igual que muchas otras cosas que supuestamente no han existido nunca.