APENAS había regresado Leif al comedor cuando el QB zumbó de nuevo. La imagen de un urielita apareció en el cubo. Informó a su superior que el metatrón deseaba que estuviera presente en una importante reunión del consejo interno en Montreal mañana. Dannto vaciló, luego respondió que estaría ahí.
—Como puede ver —le dijo a Leif—, estoy muy ocupado. Este mediodía, una operación; esta noche, marchar al Canadá. Nunca tengo tiempo para pasarlo con mi esposa.
—Nosotros cuidaremos de ella. Puede seguirle mañana por la tarde. Siempre que no se presenten complicaciones.
La barbilla de Dannto tembló con deleite. Dio una palmada a Leif en la espalda.
—Es usted el mejor, doctor —dijo.
—Eso es cierto.
Barker llamó entonces por el QB a su ayudante y le dijo que se preparara para extirpar un tumor del abdomen de Dannto a las 15:00. También que enviara una enfermera para que escoltara al archurielita a una habitación de la 800, la planta quirúrgica.
—Le administrará un sedante y le bañará y vestirá para la operación —dijo Leif.
—Esperaba poder quedarme aquí un poco más —se lamentó Dannto.
—La señora Dannto no despertará hasta las 21:00.
—Sigmen me ampare, yo tengo que marcharme en el cohete de las 20:00. ¿Cree que podré tomarlo?
—Comprendo su preocupación —dijo Leif—, pero siempre que el cohete no acelere tan bruscamente como para tensar su incisión, no puedo decirle honestamente que debe quedarse aquí esta noche.
—Bueno, esa conferencia es realmente importante. Será mejor que vaya.
Después de conducir a Dannto fuera, Barker aguardó hasta que llegó la enfermera de reemplazo para Halla. Una vez le hubo dado instrucciones, fue a su dormitorio. Ava estaba recostada en un sillón enfundada en un camisón de encaje, fumando un cigarrillo.
—Dame uno —dijo Leif—. Lo he deseado toda la mañana.
—No te daré nada —respondió Ava—, excepto una patada en tu gran cabeza. ¿Por qué hiciste la autopsia a esa chica en vez de incinerarla de inmediato? ¿Qué ocurre, Leif? No estás obedeciendo las órdenes del CGF.
Leif dejó sobre una mesilla el encendedor de alambre incandescente con el que había encendido su cigarrillo y empezó a lanzar bocanadas de humo de Tiempos Fructíferos.
—Ava, seré franco contigo. ¿Has pensado alguna vez en el captador de pensamientos?
—¿Qué tiene que ver con esto?
—Mira. ¿Qué ocurrió cuando el captador se estropeó? ¿Lo reparamos?
—No, se lo llevaron y trajeron otro para reemplazarlo.
—¿Por qué?
—Supongo que porque contiene una trampa explosiva. Si lo abres, estalla. Eso, naturalmente, es para impedir que su secreto caiga en manos de los jacs, si supieran que estamos utilizando uno.
—Seguro, y la trampa está aquí para mantener alejados tanto a los lindanos inquisitivos como a los jacs. ¿Quieres saber por qué? Porque es una máquina prestada. Los prestatarios desean que su estructura siga siendo un misterio. Tienen miedo de que los terrestres que puedan fabricar cosas así adquieran demasiado poder.
—¿Qué quieres decir con terrestres?
—Ava, he estudiado el captador de pensamientos durante muchas tardes solitarias cuando no tenía nada que hacer. No hay mucho que ver, pero por lo que puedo dilucidar diría que la cosa es de construcción y diseño alienígenas.
Ava agitó sus largas y curvadas pestañas en un parpadeo.
—¿Cómo has llegado a una conclusión tan sorprendente?
—No te rías. Es una sensación que noto cuando la miro. Simplemente no tiene apariencia terrestre. Juraría que hay algo no humano acerca de ella.
—¡Imaginación!
—No. Intuición.
—¿Eso es todo?
—No. Esa chica, y la otra a la que le hice la autopsia, no son humanas.
Ava se enderezó en su asiento.
—¿Cómo lo sabes?
Leif se lo explicó.
El brillante cigarrillo en la mano de Ava tembló. Leif pensó que Ava estaba más trastornada de lo necesario.
—Hay algo más —dijo—. Sabemos que la moral de la Haijac, según ellos mismos admiten, ha sido decadente durante el último centenar de años. Pero durante los últimos quince años la inmoralidad se incrementó. Es casi como si un catalizador de fuera la estuviese acelerando. Pero, ¿cuál es ese catalizador?
»Por un lado, el CGF ha sido ayudado con esta droga que permite a nuestros agentes ser inyectados con la droga de la verdad y seguir mintiendo. Así, pueden sobrevivir a los interrogatorios ante el elohímetro y ganar sus lámeds de oro. Hemos usado esta ventaja para introducir a nuestros propios hombres entre los jacs, hombres que han tenido la inestimable oportunidad de trabajar casi sin ser interrogados en esta sociedad y causar todo el daño que han podido. Pero, ¿dónde obtuvimos esa droga? Sé que nosotros no la inventamos.
—Quizá la conseguimos de los propios jacs —sugirió Ava—. No sería la primera vez. Sus ciencias se hallan tan poco integradas que muchos inventos pasan desapercibidos y no son desarrollados.
—Sí, y eso, irónicamente, es debido a su suspicacia hacia los gigantescos «cerebros» electrónicos integradores que usamos nosotros. El propio Sigmen fomentó esto cuando les advirtió que el uso desordenado de tales máquinas podía dar como resultado que las máquinas «se hicieran con el control».
»Pero está el punto de que ellos no saben nada de eso. Y de pronto nosotros empezamos a usar esa droga hace unos diez años. ¿Sabes lo que pienso? Que, como el captador de pensamientos, es extraterrestre.
—¿Y las muchachas son ETs que nos están ayudando? Pero, ¿por qué deberían meterse en medio de todo esto?
—Ava, ¿cuándo empezaron las mujeres jacs a usar lápices de labios? ¿Cuándo empezó la jerarquía a beber en privado? ¿Cuándo supimos que había agentes femeninas lindanas que tenían una enorme influencia sobre los hombres de la Sturch más importantes?
—¿Quieres decir que esas mujeres ETs iniciaron esos cambios a través de su influencia sobre la jerarquía?
—Shib. Por supuesto, no podrían haberlo hecho a menos que las mujeres jacs estuvieran maduras para ello. El que se hiciera tan fácilmente demuestra que lo estaban. Y, Ava, ¿quién convocó primero el consejo de urielitas para debatir un cierto pasaje escritural? ¿Y quién influenció al consejo para que lo interpretara de tal modo que las mujeres pudieran usar cosméticos?
—Dannto. Bajo sugerencia de Halla. Eso es una inconsistencia. ¿Cómo llegaron esas muchachas a influenciarlos en primer lugar? Hubo un tiempo en que hubieran sido arrastradas a H sin pensárselo dos veces sólo por sugerir los cambios.
—Eso —dijo Leif lentamente— es lo que intento descubrir. Han de tener algo que es realmente poderoso, casi mágico. Y pienso averiguar qué es.
Se dirigió a un armario y sacó una botella de alcohol, que mezcló con un líquido púrpura.
—Por cierto, y no es por cambiar de tema, creo que Shant está enamorado de ti. ¡Esos ojos de cordero!
Ava estalló.
—Cada vez que estamos a solas se me insinúa. Él y su enorme bocaza hipócrita cuando hay otros por los alrededores…, ¡y luego esas pequeñas patas pegajosas cuando nadie está mirando! La próxima vez le romperé los dientes. Con órdenes o sin órdenes.
—Ahora mira quién desobedece. Eres un mal soldado. Sabes que te he dicho siempre que no le hagas perder las esperanzas. Es una buena fuente de información, y puede que deseemos usar su lujuria para sacarnos de algún momento difícil.
—Bueno; pero no pienso dejar que se acerque demasiado.
—¡Vamos, vamos! —Leif se echó la mitad del vaso a la garganta—. Es una buena cosa que esto huela como el éter. De otro modo impresionaría a las enfermeras. No estoy seguro de que no sea éter.
Se estremeció y luego llenó otro vaso.
—Este es el plan, Ava. Extirpo el tumor de Dannto a las 15:00. Candleman estará observando la operación a través del QB. Arregla las cosas para que se estropee a las 15:15. Peter Sorn recibirá las culpas. Enviaremos una acusación anónima más tarde. No sé si será suficiente para enviarlo a H. La carestía de técnicos es tan aguda que los uzzitas, pese a lo inflexibles que son, no se están mostrando tan ansiosos de librarse de ellos como cuando empezamos esto. De todos modos, unos cuantos «sabotajes» más como ése, y no podrán prescindir de Sorn.
—Lo siento por Peter —dijo Ava—. Es una de las pocas personas en este hospital a la que puedo soportar. ¿Por qué no podemos echarle la culpa al viejo y tortuoso Gunnarsson?
—Sabes por qué. Porque no está a la altura de Sorn. Los jacs no lo echarían mucho en falta.
—Me gustaría enviar en su lugar a ese pequeño lujurioso de Shant. ¿Cuándo vamos a empezar con él?
—Oh, dejemos a las personalidades fuera de esto.
—¿Sabes, Leif?, sigo sin ver por qué esos tontos del culo de jacs todavía no han topado con nuestra técnica. ¿Realmente son tan estúpidos?
—No, no debes cometer ese error. Su C.I., imagino, es aproximadamente el mismo que el de la gente de otras naciones. ¿Sabes, Ava? Oyes mucho sobre la alta inteligencia de los izzies porque descienden en parte de los ciudadanos de Israel, uno de los pocos países organizados y no diezmados que quedaron después de la Guerra Apocalíptica. La teoría es que esa gente representaba a un grupo cuya historia incluía tantos miles de años de opresión, persecución y desarraigo, que sólo los mentalmente alertas sobrevivían. Cuando el pequeño y densamente poblado país se encontró con tierras donde sólo vivían unos pocos desorganizados y aturdidos supervivientes, estalló casi literalmente. En un tiempo sorprendentemente corto las colonias rodearon el Mediterráneo; crecieron, alimentadas por familias que normalmente incluían una docena de hijos. Los índices de mortalidad eran bajos, y las recién inventadas técnicas de rejuvenecimiento mantuvieron a los padres propagándose muy entrados los noventa.
»Había muy poca gente viviendo en los territorios a los que acudieron esos colonos. Eran inefectivos porque se hallaban muy dispersos y porque habían revertido a una primitiva sociedad agrícola. Pero fueron tratados bien, porque la constitución israelí les garantizaba plenos derechos. Sin embargo, inevitablemente, fueron absorbidos; sus genes, sus lenguajes, sus costumbres. Y sus descendientes no salieron perjudicados. Diría más bien que se beneficiaron.
»Sorprendentemente, los islandeses podían afirmar lo mismo. Nadie excepto los más fuertes y los más listos sobrevivieron al extremadamente duro ambiente de Islandia desde su primera colonización desde el siglo X hasta el XVIII A.D. Y sus descendientes, como los de los israelitas, eran agudos e independientes.
»Y también los hawaianos, quizá la raza más mezclada de todas, un caldero lleno de mongoles, polinesios, caucásicos y, en pocas palabras, casi cualquier otra raza que puedas nombrar. Fue su heterosis, quizá, lo que explicó el hecho de que los hawaianos se dispersaran más rápido y más lejos que los otros, de modo que repoblaron las Américas, Japón, China y la parte este de Siberia.
—Gracias, profesor Barker —dijo Ava irónicamente—. Pero entonces, ¿por qué los democráticos y de alto C.I. islandeses y hawaianos terminaron convirtiéndose en esclavos?
—Su presente servilismo debería de ser una advertencia para todo el mundo. Nosotros, y los israelitas, que nos enorgullecemos de nuestras tradiciones democráticas, podríamos haber seguido fácilmente el mismo camino. Y lo hubiéramos hecho, de no haber sido por varios grandes hombres entre los primeros colonos israelíes de los países mediterráneos que dieron sus vidas para que las constituciones pudieran ser conservadas.
»Lo que ocurrió en la Haijac fue que este hombre, Sigmen, apareció cuando había gran cantidad de rivalidades e inquietud. También fue la era del renacimiento religioso, si recuerdas bien. Por todas partes, en todo el mundo, un espíritu que se creía muerto hacía mucho brotó y recorrió los continentes. Sigmen, el fundador de un oscuro y loco culto pseudocristiano, se alzó a la gloria en la cresta de la ola. Tenía que lo que les faltaba a los otros profetas: una explicación pseudocientífica de lo que había sido considerado como un fenómeno espiritual. Ahora, afirmó, ya no era un asunto de fe; era enfrentarse a los hechos. Presentó sus distorsiones de las teorías de Dunne sobre el tiempo. Explicó, para satisfacción de sus discípulos al menos, todos los acontecimientos históricos y religiosos a la luz de la neodunnología.
»Más aún, después de hacerse con el poder, lo mantuvo personalmente durante varios cientos de años, algo que ningún otro político o conquistador había sido capaz de hacer nunca, porque no disponían de drogas de longevidad. Usando los acostumbrados medios brutales, levantó un estado en el que los ciudadanos, por su propio bien, por supuesto, estaban sometidos a un constante e íntimo control de seguridad. El sistema guardián-ángel-pro-tempore, más una sistemática sublimación de los impulsos humanos normales, dieron como resultado lo que ves hoy en día.
»Además de eso, utilizó el tremendo prestigio de las Repúblicas Israelíes para añadirlo al suyo propio. Tomó la admiración de sus propios súbditos hacia el poder mediterráneo y lo pervirtió. Escribió su Talmud Occidental, adoptó el idioma hebreo como lenguaje teológico y científico y, en pocas palabras, hizo una burla y un engaño de nosotros para sus propios propósitos. Y, probablemente, todo ello de buena fe.
Ava bostezó deliberadamente y dijo:
—Gracias por la lección de historia, Maestro. ¿Por qué no me cuentas algo que no sepa?
—Lo haré —dijo Leif, irritado—. Tengo una crítica, Ava, que puede que a ti no te parezca mucho, pero que puede ser una de las pequeñas cosas que nos pongan al descubierto. Por favor, intenta refrenar tu disgusto cuando comas ciertas comidas. Me temo que van a terminar dándose cuenta.
—¡Pero Leif, ratón fricassée! ¡Y gelatina de hormiga! ¡Cada vez que me siento a comer, no veo más que asquerosidades!
—Forma parte de tu deber.
—Si hubiera sabido esto, jamás me hubiera presentado voluntaria. No me importa eludir la muerte una docena de veces al día. ¡Pero la comida!
Leif dejó escapar una carcajada.
—Ríe, kelev —gruñó Ava—. Eres una vergüenza para tus padres y tus abuelos.
—Ellos comían las mismas cosas que yo. ¿Sabes?, es raro hallar un judaísta ortodoxo en Linde. ¿Por qué tus padres huyeron de Sefardia y se refugiaron en Linde? No pudo haber sido por la estricta ortodoxia de Sefardia porque eres ortodoxa. ¿Fue tu padre un político liberal? ¿O un criminal?
Leif se refería a la República de Sefardia, que en su tiempo había sido llamada España y Portugal.
—¿Por qué mis padres abandonaron Sefardia? —dijo Ava—. Por amor. Mi padre conoció a mi madre mientras efectuaba un viaje de negocios a El Cairo. Ella era una belleza con los ojos más grandes y más oscuros que jamás hayas visto. Ella y mi padre se enamoraron apasionadamente. Y ése era un problema que no resultaba fácil de resolver. Mi padre era ortodoxo estricto, y mi madre agnóstica. Son muy liberales en Jem, ¿sabes? Al contrario que en Sefardia, en Jem hay libertad religiosa.
»Ambas familias pusieron objeciones al matrimonio. Mi padre y mi madre se casaron de todos modos, y se instalaron en Jem, en la ciudad de Asuán. Pero la familia de mi madre, pese a su profesado liberalismo, persiguió a mi padre, arruinando sus negocios e incluso acusándole de ser un espía de Sefardia. Por todo lo que sé, es probable que lo fuera. Sefardia y Jem habían declarado ambos la independencia de la Confederación Israelí, ¿sabes?, y estaban a punto de iniciar una guerra el uno contra el otro.
»Así que mis padres fueron a Linde, y yo nací en Afenyaw, la antigua Aviñón, poco después de que llegaran. Las cosas no resultaron demasiado fáciles para mí en Linde, y se volvieron peores cuando fui enviada aquí como miembro del CGF. Por supuesto, he sido liberada de todas mis restricciones dietarias puesto que paso por jac. Pero no puedo impedir que mi sistema nervioso reaccione. Mi estómago amenaza con revolucionarse cada día a la hora de la comida.
—Bueno —dijo Leif—, no obtendrás simpatía de mí acerca de la comida. Respeto las creencias religiosas…
—Por supuesto que sí —se burló Ava.
—Pero este asunto acerca de platos tabú está más allá de mi comprensión.
—No entremos de nuevo en esta deprimente y poco fructífera discusión —suplicó Ava—. Yo me atendré a mis creencias. Tú atente a las tuyas.
Leif sonrió.
—¿Así que heredaste estos grandes ojos oscuros de tu madre? —dijo—. Son hechiceros. Bien, creo que iré a echar una mirada a Halla. Oh, antes de irme, pondré el captador en Dannto durante la operación, ¿Querrás cambiar el bip del quimo? Lo leeré más tarde.
Ava asintió.
Leif vaciló y dijo:
—Ahora lamento mantener a Candleman fuera de cirugía. Su mente hubiera sido más provechosa de recoger que la del archurielita.
—Puedo enfocar sobre él también —dijo Ava—. No, las paredes están equipadas con bloqueos antirrayos, ¿no?
—Sí. Bueno, lo conseguiremos tan pronto como sea posible. Me hace sentir inquieto. Creo que sospecha de mí.
—Es tu rostro, querido.
—Bueno, es el rostro con el que te casaste, amor. Ven, dame un beso.
—Quizá luzcas mejor con los dientes de delante saltados. —Y los negros ojos de Ava chispearon.
—Y sale riendo —dijo Leif, como si citara una acotación teatral, y lo hizo.
Entró en la habitación de Halla.
—Puede ir a la cocina y comer algo —dijo a la enfermera.
Después de que ésta se fuera, se sentó junto a la cama y empezó a hablarle a la bella durmiente. Desde el principio había tenido en mente esta sesión, de modo que no le había dado una poción normal para dormir sino una píldora loto. La droga semihipnótica le abriría el camino para que pudiera sondear su subconsciente.
No había ido muy lejos en sus preguntas acerca de su pasado cuando descubrió que había implantado un bloqueo posthipnótico. Simplemente no respondería a nada que contradijera la personalidad ficticia de su hermana.
Si hubiera querido o hubiera tenido el tiempo necesario, hubiera podido romper la barrera. Pero, puesto que no tenía disponibles días ni un montón de drogas a mano, abandonó.
Se levantó y fue a cirugía. Allá se despojó de su ropa y se enjabonó y duchó, pero no recibió el esperado chorro de aire caliente que lo secara. Se vio obligado a llamar a los hombres de mantenimiento y luego, para no perder tiempo, a secarse con toallas. Después de puso una bata de plástico, mascarilla, pantalones y zapatos, que serían desechados después de la operación. Se puso sus guantes de cirujano, permaneció unos instantes bañándose en radiación antiséptica, y luego entró en la sala de operaciones.
Dannto estaba tendido sobre una mesa. Como el archurielita se hallaba sólo bajo anestesia local, miraba a su alrededor con ojos brillantes, a los diversos contenedores de plástico encima de él y a los tubos que descendían desde ellos a las agujas en sus brazos.
Aunque pálido, retorció su grueso rostro en una sonrisa. Leif alzó un índice y un pulgar curvados en un gesto con miles de años de antigüedad y luego comprobó la rutina. Ava, observó, estaba atareada en un rincón desatornillando los cabezales del captador y conectándolos a la aguja entintada. Nadie cuestionó lo que Ava estaba haciendo; Sigur, el hombre del eegie, se había ido a casa.
Dannto no puso objeciones cuando Leif le preguntó si podían colocarle en la cabeza el casco del eegie durante la operación. Leif explicó que hasta ahora tenía muchos registros de las clases inferiores, pero ninguno de hombres excepcionalmente inteligentes. Dannto intentó ocultar su satisfacción. No había ningún problema, por supuesto. Cualquier cosa en interés de la ciencia.
En realidad, no era en absoluto necesario que el casco estuviera en contacto con la cabeza del sujeto. Podía captar las ondas cerebrales de una persona seleccionada a una distancia considerable con su enfocado haz. Pero Leif deseaba hacer que las cosas parecieran tan auténticas como fuera posible; no servía de nada correr el riesgo de que alguien reconociera un proceder no ortodoxo.
Mientras operaba, Leif habló con el urielita, tras tomar la precaución de pedirle que guardara silencio a menos que él le dijera que hablase. Charló alegremente de temas banales, como cualquier buen médico intentando mantener la mente de su paciente alejada del cuchillo.
De tanto en tanto insertaba una afirmación que esperaba que hiciera pensar a Dannto en algunas cosas determinadas. Confiaba, si el tren de pensamientos proseguía, extraer una valiosa información de las ondas trazadas sobre el quimo que giraba lentamente en el rincón.
No podía dejar de pensar en la muchacha dormida en el dormitorio del ático, en su largo, suelto y ondulado pelo derramado gloriosamente sobre la almohada. Tendría la cabeza vuelta hacia un lado, el perfil contra el pelo castaño rojizo, un camafeo de vibrante carne contra resplandecientes trenzas. Y ella, pensó, pertenecía a la masa de carne de la que ahora estaba extirpando un trozo. Su mano se estremeció. La estabilizó; aunque se controló, no pudo impedir el deseo que se apoderó de él. ¿Y si se equivocara? ¿Y si cortara equivocadamente?
Bueno, ¿qué ocurriría? Candleman investigaría. Por pura rutina, por supuesto. Y no había forma de decir lo que olería el sabueso. Quizá lo suficiente como para deshacer todo el trabajo del CGF de los últimos diez años. No, ciertamente, no podía hacerlo. Ya se había permitido suficiente desobediencia aquella mañana cuando había practicado la autopsia a la señora Dannto. Además, Ava había abandonado el captador y le estaba observando. Los entrenados ojos de Ava captarían el deliberadamente falso movimiento, el premeditado y fatal desliz. Y, sabiéndolo, el deber de Ava sería informar a Marsey de que él había desobedecido las órdenes. Eso significaría su llamada o, más probablemente, una corte marcial sumaria y una ejecución allí mismo, en París. Era demasiado arriesgado hacer pasar clandestinamente a un hombre como él por la frontera; no valdría la pena correr el riesgo. De modo que alguien que él no sabía que pertenecía al Cuerpo saldría a su encuentro una noche, y lo apuñalaría y grabaría JC en su frente y así mataría dos pájaros de un tiro, inspirando terror entre los jacs y eliminando cualquier sospecha que pudiera tener la Sturch de que él era un agente izzie o lindano. Muy hábil y económico.
Pensando en esto, hizo los movimientos correctos, y a su debido tiempo extrajo el tumor que nunca se habría desarrollado si Dannto no hubiera tomado cierto medicamento prescrito por Leif.
—Esto le hará bien —había dicho el médico, sin precisar a quién. El urielita lo había tomado, confiado en que sus dolores de estómago desaparecerían. Lo habían hecho, pero se había plantado la semilla de otro mayor.
El buen doctor recogió ahora el fruto, luego llenó la cavidad con una estremecida masa de jalea. La informe masa establecería de inmediato su campo electromagnético regenerador sobre las células dañadas. El contenido en aminoácidos y CH formaría nuevas células. En un tiempo sorprendentemente corto, los tejidos estarían tan sanos como nuevos.
Esta jalea en particular, sin embargo, era algo distinta. Parte de ella consistía en una sustancia cuyos ingredientes, sin mezclar, eran inofensivos. Si una onda corta de una cierta frecuencia, enviada a ciertos intervalos, golpeaba la sustancia, esa sustancia se mezclaba, formaba un violento veneno, y enviaba al hombre al otro mundo en una rápida y fatal convulsión. Leif dio un paso atrás mientras las enfermeras terminaban la esterilización y otras tareas menores.
—¿Cómo se siente? —preguntó.
Dannto, pálido como un hongo venenoso, dijo:
—En ningún momento me sentí preocupado.
Señaló el espejo encima de su cabeza.
—Es toda una experiencia, mirarte a ti mismo.
—Muy poca gente lo hace —dijo Leif sin humor, y no se sintió decepcionado cuando Dannto no comprendió.
—Puede vestirse en esa habitación, abba —dijo una enfermera.
Dannto se dirigió con paso inseguro hacia la puerta indicada pero, antes de alcanzarla, fue detenido por la voz de Candleman. El uzzita acababa de aparecer bruscamente por otra entrada.
—¡Por el zen del tiempo! —maldijo—. ¿Quién es el responsable del QB de aquí?
—Peter Sorn —dijo Leif—. ¿Por qué?
—Es el mismo hombre al que interrogamos acerca de la habitación 113, ¿no?
Dio la vuelta y salió a largas zancadas, dejando a los demás mirándole sin comprender. Cuando Dannto le preguntó a Leif qué ocurría, Leif se encogió de hombros. De todos modos, se sintió ligeramente incómodo.