Stryker se quedó sin aliento al ver una cara que había sido relegada a sus recuerdos. Pálida y etérea, Tannis era tan hermosa como lo había sido su madre. Su melena rubio platino enmarcaba un rostro perfecto y de facciones delicadas.
Dio un paso hacia ella de forma inconsciente.
Ash le aferró un brazo y lo detuvo.
—Es un truco.
Nick negó con la cabeza mientras avanzaba.
—¿Mamá?
Ash soltó a Stryker para detener a Nick quien, furioso, se volvió para asestarle un revés. Ash se agachó y después lo empujó.
—Piensa con la cabeza, Nick. War está jugando con nuestras emociones.
—¿Por qué me dejaste morir, Aquerón?
La voz de Ryssa lo paralizó de inmediato. Una voz que hablaba con fluidez el griego de su infancia.
Su melena rubia estaba adornada con cintas azules a juego con el vaporoso vestido que era el mismo que llevaba la noche que los soldados apolitas la mataron de forma tan brutal.
—Te llamé para que me ayudaras, akribos, pero no acudiste. No acudiste.
La culpa lo abrumó. Cerró con fuerza el puño con el que sujetaba la camisa de Nick, porque necesitaba la sólida realidad de su antiguo amigo para aferrarse al presente.
—No eres real —masculló.
Ryssa se acercó para tocarlo con una mano cuya calidez no se correspondía con la blancura de su incorpórea figura.
—Sigues siendo el niño que quería coger los rayos del sol con la mano, ¿verdad? Ven conmigo, Aquerón. Te protegeré de este mundo que te desprecia.
Un dolor amargo y una terrible sensación de pérdida lo asaltaron, provocándole el deseo de irse con Ryssa para recibir su consuelo. Ya no era un dios con poderes infinitos. Su caricia lo había reducido al niño que solo quería sentir el consuelo de una caricia. Al niño que adoraba a su hermana mayor.
—¿Nicky?
La voz de Cherise le hizo dar un respingo. Las lágrimas brillaban en los ojos de Nick, pero de momento había logrado contenerlas.
Cherise llevaba el mismo vestido de color crema con el que la habían enterrado, y hasta ese momento se había mantenido en silencio. Su rostro no mostraba señales de la muerte violenta que había sufrido. Parecía tan real y entera como la última vez que la vio, esperando a Nick para que la acompañara a casa después del trabajo.
—Ven con mamá, cher. Hace mucho tiempo que no abrazo a mi pequeñín.
—¿Papá? ¿Eres tú? Estoy asustada. No entiendo lo que me está pasando. Ayúdame, por favor.
Stryker sacudió la cabeza para despejarse mientras el instinto paternal lo instaba a consolar a su hija. A la niña que había acunado entre sus brazos para dormirla. A la mujer cuya mano había sostenido mientras gritaba pidiendo clemencia durante el día entero que su cuerpo tardó en convertirse en polvo.
La vio correr hacia él.
—¿Papá?
Se agachó para evitar su contacto y se alejó de ella, que lo miró confusa.
—¿Son reales? —le preguntó a Aquerón.
Ash seguía aferrando a Nick para que no se acercara a su madre.
—No lo sé.
Cherise lo tocó en el brazo.
—Por supuesto que soy real, cher. No juegues conmigo de esta manera —añadió, regañando a Ash—. Sigues demasiado delgado. Necesitas unos cuantos platos de estofado de los míos para engordar un poco.
—¿Mamá? —dijo Nick, que se zafó de la mano de Ash de un empujón para poder abrazar a su madre. En cuanto la tocó, Cherise gritó de dolor y se desvaneció entre la bruma.
—¿Akribos? —Ryssa se acercó a Ash despacio—. ¿Por qué me duele? —Y empezó a gritar también.
Los gritos de Tannis se unieron a los suyos mientras caía de rodillas y se llevaba las manos a las orejas.
—¿Qué está pasando? —Nick parecía tan sorprendido como Stryker se sentía.
En vez de contestarle, corrió hacia Tannis para ayudarla, pero su hija se desvaneció antes de que pudiera llegar hasta ella.
A su alrededor se oyó una risa siniestra.
—No pensaríais que solo tengo en mi poder a Menyara y a Medea, ¿verdad?
Stryker puso cara de asco al ver que War se materializaba frente a ellos.
—¿Qué significa esto?
—Que el carnicero ordena al ganado que se humille. —Levantó una mano y Ker apareció a su lado, con las alas extendidas y una sonrisa burlona—. Creo que se os ha olvidado que Ker es la diosa de la muerte violenta y cruel. Vuestras mujeres sufrieron unas muertes espantosas…
—Y responden ante ella. —Ash soltó un taco—. Por eso nos ha obligado a encontrarnos aquí. Ker es una diosa griega y no podía alcanzarlas a menos que estuviera en un cementerio, que es el portal que conecta este dominio con el sitio del descanso eterno. —Miró a Nick—. Ha robado sus almas y las tiene retenidas.
Stryker resistió el impulso de decir un: «Te lo dije».
—¿Qué quieres? —le preguntó a War.
—Nada del otro mundo —respondió él con una sonrisa socarrona—. Vuestras vidas.
Stryker le devolvió el gesto con uno de su propia cosecha.
—Y las liberarás.
—Por supuesto.
Los tres negaron con la cabeza. No se fiaban ni un pelo. Stryker miró a Ash y después a Nick. En sus ojos descubrió la misma determinación que él sentía. Por doloroso que fuera, no habían ido para luchar por los muertos.
Habían ido para luchar por los vivos.
Stryker levantó las manos mientras le hacía un gesto a Ash con la cabeza y le lanzó una descarga a War. Ash se sumó al ataque.
—¡Kat! —gritó este último, dándoles la señal a los demás para que aparecieran.
Y lo hicieron al instante.
War se echó a reír al ver que Ker se multiplicaba produciendo un fogonazo cegador que iluminó todo el cementerio. La tierra tembló bajo sus pies, tirándolos a todos al suelo.
—¡Stryker! —gritó Ash, que le lanzó una descarga.
Por instinto, Stryker se apartó, pensando que lo estaba atacando. Sin embargo, al cabo de un momento comprendió que a quien atacaba era a un demonio que tenía a su espalda. Se puso en pie y se abalanzó sobre War.
No logró llegar hasta él. Dos de las Keres lo aferraron por la cintura y lo arrojaron de nuevo al suelo. Había cientos. Agobiado, miró a Katra, a quien estaban sobrepasando con creces. Cada vez que dejaba a uno de los demonios sin poderes, aparecían tres más.
Sintió que la sangre lo abandonaba cuando vio que Ash se sentía tan derrotado como él.
Ganar aquella lucha era imposible.
Al menos mientras no vencieran a Ker. Su habilidad para multiplicarse neutralizaba cualquier táctica que pusieran en marcha. Los dioses griegos se hallaban rodeados. Ash y Nick estaban inmovilizados contra el suelo, igual que él.
War se echó a reír y sus carcajadas reverberaron por el cementerio.
—Inclinaos y tal vez os deje vivir a algunos… como mis esclavos.
Céfira saltó de su silla al ver la inminente muerte de Stryker.
—No —susurró con el corazón en un puño. No podía perderlo en ese momento. No después de haber aprendido a amarlo otra vez. Alzó la vista al techo, hirviendo de furia. Estaba harta de que los dioses jugaran con su vida—. Zorras, será mejor que dejéis a mi hombre en paz —masculló, dirigiéndose a las Moiras.
Decidida, fue en busca de Apolimia para hacer lo único que había jurado no hacer en la vida: pedir un favor.
Tory paseaba por la reducida zona situada frente al despacho de Savitar mientras Simi y Xirena veían la televisión. Tenía un mal presentimiento y no podía librarse de él. Algo iba mal. Estaba segura.
De repente, una súbita energía restalló en el aire. Se volvió esperando encontrarse con Aquerón, pero en cambio vio a una mujer tan menuda que ni siquiera le llegaba a los hombros. Se apartó, lista para enfrentarse a ella.
—Tranquila —masculló la desconocida—. Me llamo Céfira y soy la mujer de Stryker.
La furiosa declaración dejó a Tory boquiabierta.
—¿Qué haces aquí?
—Nuestros hombres están a punto de morir, y si eres la mitad de la mujer que creo que eres, querrás ayudarme a salvarlos.
Tuvo un brevísimo titubeo por la posibilidad de que fuese una trampa ideada por Stryker. No obstante, el comportamiento de Céfira era demasiado sincero y tenía una expresión asustada en los ojos que estaba segura de que era imposible fingir.
—Desde luego.
—Entonces acompáñame. —Y le tendió la mano.
Tory no dudó en aceptarla. En cuanto la rozó, regresaron a Nueva Orleans. Cosa que no habría estado mal si no hubieran aparecido en mitad de un baño de sangre.
Jadeó y se agachó para evitar el ataque de una mujer pájaro que se lanzó a por ella con un chillido.
Céfira gruñó e hizo aparecer una espada para combatir a las Keres.
—¡Jared! —gritó para invocar a su esclavo.
El aludido apareció al instante.
—Salva a Stryker.
Los ojos del sefirot adquirieron un brillo rojizo al ver a Nick luchando y se encaminó hacia él.
—¡Detente! —gritó Céfira—. Déjalo. Tu objetivo es War y mantener a mi hija y a Stryker a salvo.
La piel de Jared adquirió su verdadero color, negro y rojo, al adoptar su forma verdadera. Le enseñó los colmillos a Céfira con un gruñido feroz.
—El malacai…
—¡Obedéceme! —lo interrumpió.
Jared siseó, pero no le quedó más remedio que hacer lo que le ordenaba.
Nick se quedó alucinado al ver a Jared atacando a War. Las Keres trataron de reducirlo, pero en vez de caer al suelo como les había sucedido a los demás el sefirot se mantuvo en pie. Hizo aparecer un estilizado báculo con el que alejó a sus atacantes.
Nick observó la escena e imaginó que blandía un arma similar. Para su asombro, al instante apareció una en sus manos. Sintió el poder que hacía vibrar la madera. De forma instintiva, atacó a las mujeres que lo tenían inmovilizado. En cuanto las rozó, se disolvieron.
De modo que ese era uno de sus poderes…
Stryker se detuvo al ver que Nick se quitaba de encima a varios enemigos. Pero en ese momento vio a Céfira y se le nubló la mente. Porque su instinto lo urgió a acercarse a ella.
No obstante, War la atrapó antes de que pudiera dar un paso y la arrastró hasta el monumento italiano.
Estaban a punto de desaparecer cuando Savitar se materializó tras ellos y le asestó un cabezazo a War. Céfira aprovechó para darle una patada tan fuerte a su captor que incluso Stryker sintió el impacto. Al ver que War trataba de atraparla otra vez, Stryker se lo impidió con un empujón.
Ash lo agarró antes de que recuperara el equilibrio y Katra apareció a su lado para asestarle una patada.
War soltó un taco mientras la arrojaba al suelo y se zafaba de su mano, que lo había agarrado del brazo.
Stryker lo atrapó.
—¿Dónde está Medea?
War se echó a reír.
—Si me matas, ella también morirá.
—Las tiene Maca —terció Ash—. Es el único que falta.
Stryker golpeó a War.
—¿Dónde?
War contraatacó con una patada para librarse de él al mismo tiempo que un grupo de Keres se aprestaban para atacar.
—¿Cómo las detenemos? —le preguntó Stryker a Ash y a Savitar.
—Hay que encontrar a la Ker verdadera —respondió el último—. En cuanto la detengamos, las demás caerán.
Stryker bufó.
—¿Te importaría decirme cuál es?
—Esa —dijo Céfira, señalando a la que estaba atacando a Nick.
—¿Cómo lo sabes? —le preguntó Stryker, extrañado.
—Por instinto.
Si ella lo decía… No obstante, Stryker tuvo que esperar a que esa Ker en concreto se lanzara contra Tory para ir a por ella. Intercambió una mirada elocuente con Ash y ambos se movieron al unísono.
Tan pronto como la tuvieron en el suelo, las demás desaparecieron. War soltó un furioso alarido antes de lanzarle una descarga a Tory que Jared interceptó. Recibió el impacto con un siseo mientras su cuerpo recibía un calor tan abrasador que lo postró de rodillas. Nick atacó en ese momento, lanzándose a por War.
Ker mordió a Stryker, que hizo ademán de estrangularla, pero antes de que sus manos pudieran rozarle el cuello, Ash la atrapó.
War era otra cuestión. Contenerlo era una misión imposible. Para cualquiera de ellos.
Ash meneó la cabeza mientras miraba a Savitar.
—Me dijiste que tardasteis tres meses en vencerlo, ¿no?
Savitar asintió en silencio.
Stryker soltó un taco.
—¡No tengo tres meses!
—Simi tampoco —dijo una vocecilla infantil. Era el demonio caronte de Ash, que acababa de materializarse.
Stryker frunció el ceño mientras observaba como Simi le lanzaba algo a War, que a su vez le enseñó los dientes. Para evitar que War le hiciera daño, Stryker quitó al demonio de en medio. War se lanzó a por él, pero en cuanto alargó el brazo su mano se transformó en piedra. La transformación se produjo poco a poco, comenzando por el brazo, hasta que todo su cuerpo quedó convertido en una estatua de piedra con expresión furibunda.
—¿Con qué lo has golpeado? —le preguntó Céfira a Simi.
—Con aima —respondió Aquerón.
La misma sustancia que Stryker había usado en una ocasión para paralizarlo a él. Ojalá War no tuviera ningún amigo dispuesto a entregarle el antídoto.
Simi sonrió mientras se frotaba las manos.
—Akri, tu mamá-akra te lo manda para que dejes frito a ese dios pagano. Es la hora de las circonitas en la teletienda. Simi no quiere que los dioses griegos molesten al que paga las facturas de la tarjeta de plástico. —Le tendió la mano a Ash con la palma hacia arriba—. ¿Le das a Simi la tarjeta negra que tanto le gusta?
Ash se sacó la cartera con una carcajada.
—Claro, nena. —Le dio la American Express negra.
—¿Dónde está Medea? —preguntó Céfira.
Todos miraron a Jared, que mantenía atrapada a Ker.
—No os lo diré nunca —masculló ella.
Céfira sintió que se le paralizaba el corazón al escucharla, al pensar que jamás volvería a ver a su hija.
—Jared, haz algo.
Alcanzó a ver la expresión renuente que apareció en los ojos del sefirot antes de que se rindiera con un suspiro.
—¿Nim? Adopta forma humana.
El demonio abandonó su cuerpo y adoptó la forma de un humano bajito. Nada más ver a Simi, salió corriendo y se tropezó.
—¡Nim! —exclamó Jared—. No va a hacerte daño.
Nim no parecía muy convencido mientras se arrastraba por el suelo para colocarse al otro lado de Jared. Una vez que llegó, se quedó acuclillado.
—¿Qué necesita Jared?
—Busca a Medea —contestó al tiempo que miraba a Céfira.
—¿Es que no puedes sonsacarle la información a Ker? —quiso saber ella.
—Tiene tantas voces en la cabeza hablando al mismo tiempo en distintos idiomas que no puedo diferenciar las palabras. Lo está haciendo a propósito para mantenerme bloqueado. —Miró a Nim—. Busca a Medea por mí.
Los ojos de Nim adquirieron un brillo rojizo cuando tocó a Ker, que gritó furiosa.
—Medea está en el agujero con el dios que murió.
—¿Qué agujero, Nim?
—En el más profundo.
Céfira inspiró hondo mientras se abalanzaba hacia el demonio.
—Esto es inútil.
Stryker la detuvo.
—Creo que sé dónde están. —Miró a Hades—. En el Tártaro.
Céfira notó un nudo en la garganta al comprender lo que eso significaba. Una vez en el Tártaro, nadie podía salir sin permiso de Hades. Se volvió para mirar al dios del Inframundo.
—No estoy en deuda contigo —le soltó Hades a Stryker.
—Pero conmigo sí —terció Ash, que se acercó a él—. Déjalas salir.
En el mentón de Hades apareció un tic nervioso.
—A Maat no puedo retenerla. Su alma no me pertenece.
Ash lo miró con los ojos entrecerrados.
—¿Y a Medea?
—Llévatela —contestó el dios con voz gruñona—. Pero esto salda la deuda. ¿Entendido?
A Céfira le pareció todo demasiado fácil.
—¿Y qué pasa con Maca?
Hades soltó una carcajada siniestra.
—Si el demonio acierta y está en mis dominios… se arrepentirá.
Jared tiró de Ker para ponerla en pie.
—¿Qué hacemos con esta?
Hades fulminó con la mirada al espíritu de la muerte violenta.
—Bájala. Tengo planes para ella. —Y según puso de manifiesto su tono de voz, dichos planes no eran muy agradables—. Bájala.
Stryker cogió a Céfira de la mano y siguió al dios griego cuando abandonó el plano humano para trasladarse al Tártaro. Ash se encargó de bajar la estatua de War y la devolvió al lugar que había ocupado durante siglos. Ker acabó encerrada en una pequeña celda.
—Luego me encargaré de ti —le prometió Hades.
Ker le escupió y golpeó la puerta con una mano.
—Esto no acaba aquí. Me liberaré de nuevo y celebraremos vuestro funeral.
Stryker pasó por alto sus amenazas y miró a Nim, que llevaba en las manos un conejito de peluche de color rosa.
—¿Dónde está mi hija?
El demonio señaló una portezuela.
Stryker se acercó con recelo, pero se detuvo al oír una explosión tan potente que durante unos segundos perdió el oído.
La portezuela se estrelló contra la pared opuesta, donde golpeó a un hombre y lo tiró al suelo.
—¡Basta! —gritó Hades.
La puerta golpeó al hombre tres veces más antes de detenerse.
Cuando la humareda desapareció, Stryker vio a Menyara. Abandonó la estancia con los brazos cruzados por delante del pecho mientras le dirigía una mirada amenazadora a Maca, quien sangraba profusamente, inmovilizado por la puerta.
—Eso le enseñará a dejar las manos quietecitas. —Se volvió hacia el interior de la celda—. Medea, cariño, tus padres están aquí.
Aquerón meneó la cabeza al tiempo que cogía a Tory de la mano.
—Visto así, hemos hecho un poco el tonto preocupándonos.
—Te equivocas —lo corrigió Menyara—. Estábamos atrapadas ahí dentro hasta que neutralizasteis los poderes de War. Ese imbécil no se dio cuenta hasta que era demasiado tarde, así que aproveché la oportunidad para devolvérsela.
Céfira corrió hacia su hija y la abrazó con fuerza antes de apartarse para comprobar que no le hubiera pasado nada.
Nick se adelantó con expresión preocupada.
—¿Y qué pasa con mi madre? ¿Qué le ha hecho War?
Hades le colocó una mano en un hombro.
—No puede hacer nada. Ker os ha mostrado sus almas para debilitaros, pero en realidad carece de poder sobre ellas. Tu madre ha vuelto al lugar donde debe estar, al igual que las demás.
Ash miró en dirección a los Campos Elíseos.
—Ryssa piensa mucho en ti —le dijo Hades en voz baja—. Y es feliz, Aquerón. No te culpa de nada. Esas palabras fueron obra de Ker, que quería jugar con tus emociones.
—Gracias.
Hades inclinó la cabeza y miró a Stryker, que levantó una mano al ver que estaba a punto de hablar.
—Solo quiero saber si está con su marido y con sus hijos.
—Sí.
—Con eso me conformo.
Céfira frunció el ceño, consciente de que a Stryker se le había quebrado un poco la voz, lo que contradecía sus palabras. Aunque tal vez tuviera razón. Si no podía cambiar las cosas, ¿para qué torturarse?
Nick se volvió cabizbajo para marcharse. Menyara se acercó a él mientras Jared retrocedía observándolo con gesto malévolo.
—Si mata a Nick, él también morirá —les advirtió Menyara, cuya voz resonó en torno a ellos.
—¿Cómo dices? —preguntó Céfira.
Menyara se detuvo para contestar.
—Es cierto. Así que piénsalo bien antes de volver a mandarlo a por mi Nick.
Céfira miró a Jared con los ojos entrecerrados.
—¿Por qué no me lo has dicho?
La expresión del sefirot era imperturbable.
—Lo sabes muy bien.
Porque él quería morir y eso era lo único que jamás le permitiría.
—Como castigo no tendrás ni un solo momento de descanso —sentenció Céfira mientras le daba un apretón a la mano de Medea—. Llévalo a Kalosis. Estoy segura de que tu padre tendrá algún agujero adecuado para su castigo.
Nim dio un paso hacia Jared, pero Simi lo detuvo.
—Espera —le dijo.
El demonio retrocedió con expresión asustada, ya que no sabía qué intenciones tenía Simi.
Con una sonrisa, Simi sacó un osito de peluche de su bolso con forma de ataúd y se lo ofreció.
—Es un osito de peluche zombi —le dijo—. Mucho más fuerte que tu conejito. —Se lo dejó en la mano antes de volver junto a Aquerón—. ¡Es la hora de la teletienda, akri! —Y desapareció.
Jared observó la escena asombrado por el gesto amable de Simi.
—Deberías irte con Aquerón, Nim.
El demonio meneó la cabeza con gesto desafiante y después regresó a su cuerpo. Jared soltó un taco.
—¡Odio a los demonios!
Medea le colocó una mano en el brazo con expresión compasiva y lo devolvió a su cautiverio.
Tory le echó un vistazo a la estancia donde descansaba la estatua de War.
—¿Crees que volverá a liberarse?
Hades lanzó una mirada asesina a Stryker.
—Estoy seguro de que habrá otro gilipollas que lo libere.
—Este desde luego que no —replicó él y miró a Ash—. Gracias por la ayuda.
—Diría que para eso estamos, pero…
Stryker le tendió la mano.
—Enemigos para siempre.
—O al menos hasta que aprendas a dejar tranquilos a los humanos y a los Cazadores Oscuros.
—Cuando tú dejes tranquilos a mis daimons, lo haré.
—No puedo permitir que los daimons maten a los humanos.
—Y yo no puedo soportar que mi gente muera porque mi padre los maldijo. Así que, mientras la maldición siga activa, seguiremos cazando.
—En ese caso, nuestra guerra no ha acabado. —Ash le dio un apretón y se marchó con Tory.
Stryker le pasó un brazo a Céfira por los hombros.
—¿Lista para irnos a casa?
Ella asintió con la cabeza.
Sin mediar palabra, la llevó a su palacio de Kalosis. En cuanto estuvieron a solas, la miró furioso.
—Se suponía que ibas a quedarte al margen de la lucha.
—¿Y dejar que mataran a mi hija? Jamás.
—¿Cómo que a tu hija? —le preguntó él, recalcando el posesivo.
Céfira cruzó los brazos por delante del pecho.
—Mi hija.
—Volvemos a lo mismo, ¿no?
—Desde luego. Además, no tengo intención de verte morir.
Stryker enarcó una ceja.
—¿Ah, no?
—No. Prefiero matarte yo.
Menyara se detuvo al ver la fotografía de Cherise con Nick en brazos durante su primer día de colegio. Estaba enmarcada y descansaba sobre la mesita de noche de Nick.
—Tu madre estaba muy orgullosa de ti.
Nick no dijo nada.
Menyara se volvió y lo vio coger una botella de whisky que procedió a abrir.
—¿Has aprendido algo esta noche?
—¿A qué te refieres?
—A que necesitas tus poderes.
Nick le dio un buen trago a la botella antes de replicar:
—Ya lo sabía antes de pelear, Mennie.
—Sí, pero ¿estás dispuesto a aprender por fin?
Nick se detuvo para mirarla.
—¿A qué te refieres? —repitió.
Menyara se acercó a él con una mirada decidida.
—Eres mitad demonio y mitad humano. Para poder desenvolverte en este mundo, tendrás que aprender de alguien con poderes similares a los tuyos.
—¿Se te ocurre alguien?
—Aquerón.
Nick resopló.
—Ash es un dios.
—Sí, pero antes de ser un dios era medio humano y medio caronte. Solo él tiene el poder para ayudarte.
Pasmado, Nick soltó la botella, que cayó al suelo y se rompió.