AGRADECIMIENTOS
Mi padre, Juan Madrid Conejo, me enseñó que con un poco de aplicación se pueden contar historias entretenidas. Las suyas eran maravillosas. Y Alex y Enrique me dieron más que sobradas pruebas de que escucharlas es también un no pequeño mérito, en el que entra Miriam.
Tengo mucho que agradecer a Juan Arteche, a su mujer, Juanita, y a Paula por haber leído el manuscrito sin desfallecer. Finalmente a J. T. de S., que, en vez de aceptar mi dimisión, me envió a casa con una excedencia de dos meses, con lo que terminé la novela.