—Tenéis que soltarme ya —dijo Stevie Rae con una voz ronca y tensa que no parecía en absoluto la suya.
Tanto fue así que tuvo el efecto deseado. Damien y las gemelas la soltaron al instante.
—Hueles muy raro —dijo Shaunee mientras trataba de sonreír a pesar de las lágrimas.
—Sí, pero no te ofendas —dijo Erin.
—Y además a nosotros no nos importa —añadió Damien.
—¡Eh!, miembros de la panda de lerdos que siguen vivos —gritó Aphrodite desde su escondite, bajo el viejo y enorme roble—. Os sugiero que deis un paso atrás y os apartéis de la chica muerta no muerta. Porque muerde.
—¡Tú sí que muerdes! —soltó Shaunee.
—¡Puta! —exclamó Erin.
—Ella dice la verdad —dijo Stevie Rae. Miró a Damien, luego a las gemelas y por último a mí—. Explícaselo.
—Stevie Rae tiene un problema con la sangre. Necesita beber sangre. O se vuelve loca —dije yo.
Bajo el árbol, Aphrodite soltó un bufido.
—Cuéntales la verdad —repitió Stevie Rae.
Yo suspiré con resignación y les conté la versión corta:
—Stevie Rae es solo una más del puñado de iniciados que murieron y luego se convirtieron en esto. Son ellos los que mataron a los jugadores del equipo del Union el mes pasado. Y casi mataron a Heath. Fue al rescatar a Heath de ellos como descubrí a Stevie Rae. Solo que ella es diferente de los demás. Ella aún retiene parte de su humanidad.
—Pero, la está perdiendo —replicó Aphrodite.
Yo fruncí el ceño en su dirección y continué:
—Sí, se podría decir así. Así que lo que tenemos que hacer es curar a Stevie Rae para que pueda volver a ser como antes.
Las gemelas y Damien se quedaron en silencio durante lo que a mí me pareció un rato muy largo. Y entonces Damien dijo:
—Sabías todo esto desde hace un mes, ¿y no nos habías dicho nada?
—Y nos dejaste creer que Stevie Rae estaba muerta… —añadió Shaunee.
—Sí, actuabas como si ella estuviera muerta —dijo Erin.
—¡Estúpidos! ¡No podía deciros nada! No tenéis ni idea del tipo de fuerzas a las que os enfrentáis —exclamó Aphrodite.
—Hablas como si se tratara de una película de ciencia ficción —dijo Shaunee.
—Sí, y no convences a nadie, puta —soltó Erin.
—Sabías esto desde hace un mes, y no nos habías dicho nada —repitió Damien la frase, pero esa vez no en tono de pregunta.
—Aphrodite tiene razón —dije yo—. No podía hablaros de Stevie Rae. Había circunstancias atenuantes.
Las seguía habiendo. Porque seguía siendo mejor que ellos no supieran que Neferet estaba detrás de todo el asunto, a pesar de que eso les hiciera odiarme.
—No me importa lo que diga Aphrodite. Nosotros somos tus amigos. Tus mejores amigos. Deberías habérnoslo dicho —afirmó Damien.
—¿Circunstancias atenuantes? —repitió Erin—. Parece como si de repente Aphrodite formara parte de esas circunstancias atenuantes.
—¿Y también había circunstancias atenuantes por las que guardaste en secreto lo de Loren? —preguntó Shaunee con cautela, vigilante, mirándome con el ceño fruncido.
No supe qué decir. Sentía que se apartaban de mí, pero lo peor de todo era que sabía que me merecía que me dieran la espalda.
—¿Cómo se supone que vamos a confiar en ti, si tú nos ocultas cosas? —preguntó Damien quien, como siempre, supo sentenciar en una sola frase los sentimientos de todos.
—Sabía que esta no era una buena idea —dijo Stevie Rae—. ¡Me voy!
—¿Cómo? ¡Pero si aquí tienes a gente para comer, es un buen sitio en el que aterrorizar! —exclamó Aphrodite.
Stevie Rae se giró y le gruñó directamente, diciendo:
—¡Entonces empezaré por ti, bruja!
—¡Bueno, vale! Era solo una sugerencia —contestó Aphrodite, tratando de aparentar naturalidad a pesar del miedo que yo veía en sus ojos.
Agarré a Stevie Rae de la mano otra vez y la sujeté con fuerza mientras tiraba de ella para apartarla. Luego, sin hacerle ya más caso, me dirigí hacia Damien y las gemelas.
—Bueno, ¿vais a ayudarme a curarla o no?
Tras unos segundos de vacilación, Damien contestó:
—Yo te ayudo, pero no volveré a confiar en ti.
—Lo mismo decimos nosotras —dijeron las gemelas.
Mi estómago se había vuelto a hacer un nudo y estaba duro como una bola; yo solo quería vomitar allí mismo en el césped y ponerme a llorar y a suplicarles que siguieran siendo mis amigos, que no dejaran de confiar en mí. Pero no lo hice. No podía. Después de todo, ellos tenían razón. Así que asentí y dije:
—Muy bien, entonces invoquemos un círculo y curémosla.
—No tenemos ninguna vela —dijo Damien.
—Yo puedo ir corriendo a por ellas —dijo Jack.
Ni siquiera me miró a mí, sino que se dirigió directamente a Damien.
—No, no tenemos tiempo para eso —dije yo—. No necesitamos velas. Tenemos la habilidad de manifestar los elementos. Las velas son simplemente un elemento ceremonial —expliqué. Entonces hice una pausa y enseguida añadí—: Pero creo que de todos modos deberías irte, Jack. No estoy del todo segura de qué va a ocurrir, y no quiero arriesgarme a que puedas resultar herido.
—E-e-está bien —tartamudeó él.
Jack se metió las manos en los bolsillos y echó a caminar lentamente.
—Parece que esta noche vamos a dejar a un lado las ceremonias —comentó Damien, lanzándome una dura mirada.
—Sí, esta noche vamos a deshacernos de unas cuantas cosas —confirmó Shaunee sin quitarme el ojo de encima.
Yo sentí que era la mirada de una extraña. Erin asintió en silencio, pero en completo acuerdo con ella.
Yo cerré la boca para reprimir un grito de dolor, de pena y de miedo. Todo lo que tenía eran mis amigos. Si los perdía, ¿cómo iba a sobrevivir?, ¿cómo iba a enfrentarme a Neferet?, ¿cómo iba a encararme con Loren?, ¿cómo iba a soportar la pérdida de Heath y de Erik?
Y entonces recordé algo que había leído en uno de los libros antiguos y rancios que había estado estudiando mientras trataba de encontrar el remedio mágico para curar a Stevie Rae. Se trataba de una cita escrita al pie de la foto de una de las antiguas vampiras amazonas, una bella alta sacerdotisa.
Según ella, «Ser elegida por nuestra Diosa es tanto algo doloroso como un privilegio».
Yo comenzaba a comprender lo que aquella antigua sacerdotisa de Nyx había querido decir.
—¿Te decides o no? —gritó Aphrodite desde debajo del árbol.
Yo traté de concentrarme.
—Sí, vamos a hacerlo. El norte está en esa dirección —dije, señalando la dirección del árbol de Aphrodite—. Colocaos en vuestras posiciones.
Sin soltar la muñeca de Stevie Rae, me dirigí al centro del círculo que comenzaba a tomar forma a mi alrededor.
—Si no me sueltas, no podré colocarme en la posición de la tierra —dijo Stevie Rae.
Yo la miré a los ojos, buscando en ellos algún resto de mi mejor amiga. Pero solo vi en ellos a otra extraña, mirándome con frialdad.
—No vas a representar a la tierra. Te vas a quedar aquí, en el centro, conmigo.
—Entonces, ¿quién va a completar el círculo? Jack se ha ido, y de todos modos él no es exactamente… —comenzó a decir Stevie Rae, que se interrumpió cuando sus ojos llegaron a la posición más alta del círculo y vieron allí de pie a Aphrodite—. ¡No! —siseó Stevie Rae—. ¡Ella no!
—¡Ya, basta! —grité yo, provocando que los elementos removieran el aire a mi alrededor en respuesta a mi ira y frustración—. Aphrodite ocupa el puesto de la tierra. Lo lamento si no te gusta. Lo lamento si ella no te gusta. Lamento mucho muchas malditas cosas sobre las que parece que no puedo hacer nada. Tendrás simplemente que aguantarte, exactamente igual que me aguanto yo. Y ahora quédate aquí de pie, calladita, y vamos a ver si consigo que esto funcione.
Yo sabía que todos me miraban. Las gemelas y Damien con los ojos de unos extraños, con una mirada acusadora. Y Stevie Rae con ira y con lo que yo sabía que era verdadero odio, ya estuviera dirigido solo contra Aphrodite o contra Aphrodite y contra mí; de eso no estaba segura. Le eché un rápido vistazo a Aphrodite. Estaba de pie en la posición más al norte del círculo, observando a Stevie Rae con ojos precavidos.
Genial. La atmósfera perfecta para la adoración de una Diosa.
Cerré los ojos e inhalé profunda y largamente varias veces, tratando de concentrarme. Nyx, sé que lo he liado todo pero, por favor, acude a mí y a mis amigos. Curar a Stevie Rae es más importante que el drama que se cuece entre nosotros. Neferet quería separarme de todos, de modo que también iba a separarme de ti. Pero yo no voy a dejar de confiar en ti… de creer en ti… jamás.
Entonces abrí los ojos y me dirigí resuelta hacia Damien. Por lo general él me daba la bienvenida con una cálida sonrisa. Esa noche me miró a los ojos fijamente, pero no había en ellos nada de dulzura ni de amistad.
—Como alta sacerdotisa en prácticas para nuestra gran Diosa Nyx, utilizo su poder y su autoridad para llamar a mi círculo al primer elemento, ¡viento!
Hice la invocación con una voz fuerte, nítida, y elevé los brazos por encima de la cabeza al decir el nombre del elemento. Mi alivio fue inimaginable cuando una poderosa ráfaga de viento giró alrededor de Damien y de mí, levantándonos el pelo y la ropa. Entonces me giré hacia mi derecha y me acerqué a Shaunee.
No esperaba que ella me diera la bienvenida, y no lo hizo. Shaunee me observó en silencio y con prudencia con sus ojos negros. Yo traté de olvidar la desesperación que me producía ese rechazo y evoqué al fuego.
—Como alta sacerdotisa en prácticas de nuestra gran Diosa Nyx, utilizo su poder y su autoridad para llamar a mi círculo al segundo elemento, ¡fuego!
Apenas hice una pausa y sentí una ola de calor azotar mi piel, así que me moví rápidamente hacia Erin, que también se mostró silenciosa y apartada.
—Como alta sacerdotisa en prácticas de nuestra gran Diosa Nyx, utilizo su poder y autoridad para llamar a mi círculo al tercer elemento, ¡agua!
Le di la espalda a las fragancias del mar y me dirigí hacia Aphrodite. Ella me miró a los ojos con calma y me dirigió una sonrisa.
—Molesta que tus amigos se cabreen contigo, ¿verdad? —preguntó en voz tan baja que solo yo pude oírla.
—Sí —susurré yo—, y lamento haber tenido algo que ver con el hecho de que tus amigas se cabrearan contigo.
—¡Nah! —sacudió ella la cabeza en una negativa—, no fuiste tú. Fueron mis estúpidas elecciones de mierda. Exactamente igual que tus estúpidas elecciones de mierda te han metido a ti en este lío.
—Gracias por recordármelo —dije yo.
—He venido a ayudarte —dijo Aphrodite—. Y será mejor que te des prisa con esto. La aterradora Stevie Rae está perdiendo su humanidad por segundos.
No me hizo falta mirar por encima del hombro en dirección a Stevie Rae para saber que Aphrodite tenía razón. Sentía como la inquietud de Stevie Rae iba en aumento. Era como si ella fuera una goma elástica del pelo, tensada al máximo y a punto o bien de romperse, o bien de saltar.
—Como alta sacerdotisa en prácticas de nuestra gran Diosa Nyx, utilizo su poder y su autoridad para llamar a nuestro círculo al cuarto elemento, ¡tierra!
Las límpidas, dulces fragancias de una pradera primaveral giraron alrededor de Aphrodite y de mí. Yo seguía sonriendo cuando me giré para volver al centro del círculo y completar la invocación, llamando al espíritu, pero fue entonces cuando Stevie Rae estalló:
—¡No! —gritó. La palabra resultó casi irreconocible, porque fue más bien un grito de rabia y desesperación—. ¡Ella no puede ser la tierra! ¡Yo soy la tierra! ¡No le permitiré que me la arrebate!
Con una rapidez inusitada, Stevie Rae se lanzó sobre Aphrodite.
—¡No! ¡Stevie Rae, basta! —grité yo mientras trataba de apartar a Stevie Rae de Aphrodite.
Pero era como tratar de mover una columna de mármol. Stevie Rae era demasiado fuerte. Aphrodite tenía razón. Ella ya no era ni humana, ni una iniciada, ni una vampira. Era otra cosa; algo más; y ese algo más significaba que era más peligrosa. Tenía a Aphrodite sujeta en una horrible parodia de un abrazo. Vi el fiero brillo de sus colmillos y luego Aphrodite gritó mientras Stevie Rae le hincaba el diente en el cuello.
—¡Ayudadme a quitársela de encima! —grité yo, mirando desesperadamente a Damien y a las gemelas mientras seguía tratando de apartar a Stevie Rae de Aphrodite.
—¡No puedo! —gritó Damien—. ¡No puedo moverme!
—¡Nosotras tampoco! —gritó Shaunee.
Los tres habían sido clavados a sus posiciones por sus respectivos elementos. Damien se veía presionado contra la tierra por un furioso viento. Shaunee estaba rodeada por una jaula de fuego. Erin de pronto estaba encerrada en un mar de agua sin fondo.
—¡Tienes que terminar de invocar el círculo! —gritó Damien por encima del viento—. Llama a los elementos para que te ayuden. Es el único modo de salvarla.
Corrí al centró del círculo. Alcé los brazos por encima de la cabeza y completé la invocación.
—Como alta sacerdotisa en prácticas para nuestra gran Diosa Nyx, utilizo su poder y su autoridad para llamar a mi círculo al quinto y último elemento, ¡espíritu!
El poder me atravesó. Apreté los dientes y traté de controlar el temblor que sacudía mi cuerpo. Los gritos de Aphrodite eran cada vez más y más débiles, pero yo no podía pensar en eso. Cerré los ojos para poder concentrarme. Entonces dije las primeras palabras de la Diosa que se me pasaron por la cabeza, como la dulce y confiada respuesta a la plegaria de un niño. Como por arte de magia, mi voz se magnificó. Sentí que mis palabras se materializaban, que brillaban en el aire a mi alrededor.
¡Viento, llévate aquello que está teñido
Fuego, quema la negrura del odio
Agua, lava las malas intenciones no saciadas
Tierra, alimenta el alma abatida de oscuridad
Espíritu, llénala de modo que ella se emancipe de la muerte!
Igual que si le arrojara una pelota, le lancé a Stevie Rae el chisporroteante poder elemental que sentía entre mis manos. En ese instante, sentí un dolor que me resultaba ya familiar, como de quemazón, recorrerme la espina dorsal y darme toda la vuelta por la cintura. A mi grito le siguió como un eco el de Stevie Rae.
Abrí los ojos y lo que vi entonces fue muy extraño. Aphrodite se había derrumbado en el suelo durante el ataque de Stevie Rae. Stevie Rae estaba de espaldas a mí, así que yo solo podía ver el rostro de Aphrodite. Al principio no comprendí bien lo que ocurría. Las dos estaban rodeadas por una bola giratoria y resplandeciente de poder, hecha de los cinco elementos. Según la bola giraba o se hacía más o menos espesa, las chicas aparecían o desaparecían de mi campo de visión. Pero sí pude ver, sin embargo, que ya no era Stevie Rae la que sujetaba a Aphrodite. En ese momento era Aphrodite la que se aferraba a Stevie Rae y la forzaba a seguir bebiendo de la herida de su cuello. Stevie Rae aún seguía bebiendo sangre, pero luchaba por parar; trataba de apartarse.
Yo corrí para tratar de separarlas otra vez, pero tropezar con la burbuja de poder fue como darme contra una puerta de cristal. No pude atravesarla, y no tenía ni idea de cómo abrirla.
—¡Aphrodite! ¡Suéltala! ¡Está tratando de parar antes de matarte! —grité yo.
Aphrodite me miró a los ojos. No movió los labios, pero yo oí claramente su voz dentro de mi cabeza. «No. Es así como quiero expiar todo lo que he hecho. Esta vez la Elegida soy yo. Y recuerda, yo hago este sacrificio libremente».
Entonces los ojos de Aphrodite giraron hasta quedarse en blanco y su cuerpo se quedó flácido mientras de sus sonrientes labios salía un último aliento, un largo suspiro. Con un terrible grito, Stevie Rae por fin se apartó de ella. Cayó al suelo junto al cuerpo de Aphrodite. La burbuja de poder se rompió y desapareció en mil pedazos. Y yo supe que el círculo también se había roto. Noté la ausencia de los elementos. No sabía qué hacer. No me sentía capaz de moverme.
Entonces Stevie Rae alzó la vista hacia mí. Lloraba lágrimas teñidas de rosa y sus ojos seguían siendo de un color rojizo extraño. Pero su rostro era otra vez el de siempre. Antes incluso de que ella hablara, yo supe que fuera lo que fuera lo que Neferet le había roto en su interior para obligarla a caminar y a hablar muerta, ese algo se había curado.
—¡Yo la he matado! ¡He tratado de parar! ¡Pero ella no me dejaba apartarme, y yo no podía apartarme! ¡Oh, Zoey, lo siento! —lloró Stevie Rae.
Yo me acerqué a ella a trompicones mientras resonaban en mi cabeza las palabras de Loren: «Deberías recordar que estás invocando una magia muy poderosa, y siempre hay un coste adicional asociado a ella».
—No ha sido culpa tuya, Stevie Rae —le dije—. Tú no…
—¡Su rostro! —exclamó Damien justo desde detrás de mí—. ¡Mirad su marca!
Yo parpadeé sin comprender del todo, pero enseguida me quedé con la boca abierta. Había estado tan ocupaba mirándola a los ojos, tan ocupada asegurándome de que era la Stevie Rae de siempre, que ni siquiera me había dado cuenta de algo evidente. La luna creciente tatuada en el centro de su frente por fin estaba completa. Un bello dibujo de flores, con largos tallos enroscados en espiral, enmarcaba sus ojos y se extendía por sus pómulos.
Pero los tatuajes no eran del color azul zafiro de los vampiros. Eran del brillante color rojo escarlata de la sangre nueva.
—¿Qué estáis mirando? —preguntó Stevie Rae.
—T-t-toma —dijo Erin, rebuscando por su sempiterno bolso y tendiéndole el espejo del estuche del maquillaje a Stevie Rae.
—¡Oh, Dios mío! —exclamó Stevie Rae con su acento de siempre—. ¿Qué significa esto?
—Significa que estás curada. Que has cambiado. Pero has cambiado a una nueva clase de vampiro —dijo Aphrodite mientras se incorporaba para sentarse en el césped.