Yo yacía encima de Loren en medio de un delicioso estado adormilado de placer. Su mano me acariciaba toda la espalda, subiendo y bajando una y otra vez a lo largo de los tatuajes.
—Tus tatuajes son exquisitos. Como tú —dijo Loren.
Yo suspiré feliz y me acurruqué contra él. Giré la cabeza y me quedé admirada al ver nuestro reflejo en el estudio, lleno de espejos del suelo al techo. Estábamos desnudos y los dos teníamos manchas de sangre en nuestros cuerpos, que aún estaban unidos íntimamente. Mi pelo nos tapaba a ambos solo en parte. Las filigranas de mis tatuajes parecían exóticas; se extendían desde el rostro y el cuello, por la línea de la espina dorsal, hasta el final de la espalda. El ligero sudor que cubría mi cuerpo hacía resplandecer el tatuaje como si se tratara de un zafiro auténtico.
Loren tenía razón. Yo era exquisita. Y también tenía razón sobre nosotros. No tenía la menor importancia que él fuera más mayor ni que fuera un vampiro adulto (o que fuera, además, profesor de la escuela). Lo que había entre nosotros iba mucho más allá de todo eso. Lo que había entre nosotros era realmente especial. Más especial que lo que yo sentía por Erik. Incluso más especial que Heath.
Heath…
El sentimiento de somnolencia, de satisfacción, me abandonó inmediatamente, como si alguien me hubiera tirado un vaso de agua fría. Desvié la mirada desde nuestro reflejo hasta el rostro de Loren. Él me observaba con una débil sonrisa que curvaba ligeramente sus labios. ¡Dios!, era tan increíblemente guapo, que no podía creer que fuera mío. Entonces me desperecé mentalmente e hice la pregunta para la cual necesitaba con urgencia una respuesta:
—Loren, ¿de verdad es cierto que mi conexión con Heath se ha roto?
—Sí, de verdad es cierto —dijo él—. Tú y yo hemos conectado, y eso ha roto tu lazo con el chico humano.
—Pero he estado leyendo el libro de Sociología vampírica, y solo habla de lo difícil y doloroso que es romper una conexión entre un vampiro y un humano. No comprendo cómo esa conexión se ha podido romper con tanta facilidad, y además el libro no dice nada de que una conexión pueda romper otra.
La débil sonrisa se amplió, y Loren me dio un dulce y suave beso.
—Con el tiempo aprenderás que hay muchas cosas acerca de los vampiros sobre las cuales no hablan los libros.
Eso me hizo sentirme como una niña y una estúpida y bastante violenta, cosa que él enseguida notó.
—Eh, no pretendía decir nada con eso. Recuerdo lo confuso que era no terminar de comprender del todo en qué te estás transformando. No importa. Nos ocurre a todos. Pero ahora me tienes a mí para ayudarte.
—Es que no me gusta no saber —dije yo, que enseguida me relajé de nuevo en sus brazos.
—Lo sé. Te explicaré cómo es. Tú y el humano teníais un lazo, pero tú no eres una vampira. No has completado el cambio —dijo Loren, y luego añadió con rotundidad—: aún. Así que no era una conexión completa. Al compartir la sangre tú y yo, ese lazo ha terminado con el otro, más débil —dijo Loren, cuya sonrisa se hizo de pronto más sensual—. Porque yo sí soy un vampiro.
—Pero entonces, ¿a Heath le ha dolido?
Loren se encogió de hombros y contestó:
—Probablemente, pero es un dolor que no dura mucho. A la larga es mejor así. El mundo de los vampiros te abrirá sus puertas muy pronto, Zoey. Serás una extraordinaria alta sacerdotisa. Y no habrá lugar para un humano en ese mundo.
—Sé que tienes razón —dije yo.
Trataba de ponerlo todo en orden en mi mente y de recordar lo convencida que había estado esa misma noche de que debía romper con Heath. Era realmente una suerte que el mero hecho de estar con Loren hubiera roto la conexión con Heath. Así todo resultaba más fácil… para los dos. De pronto se me ocurrió otra idea:
—Me alegro de no poder estar conectada contigo y con Heath al mismo tiempo.
—Eso sería imposible. Nyx lo ha hecho todo de tal modo que solo podemos estar conectados con una persona. Supongo que es para evitar que nos hagamos con todo un ejército de lacayos humanos conectados.
Me quedé atónita tanto por el tono sarcástico de su voz, como por el comentario mismo.
—Jamás se me habría ocurrido algo semejante —dije yo.
Loren soltó una débil carcajada.
—Pues hay muchos vampiros a los que sí.
—¿Y a ti?
—¡Por supuesto que no! —negó Loren. Me besó y añadió—: Además, me basta y me sobra con nuestra conexión. No necesito más.
Esas palabras me emocionaron. ¡Él era mío y yo era suya! Pero de pronto el rostro de Erik apareció ante mis ojos y toda la emoción se desvaneció.
—¿Qué ocurre? —preguntó él.
—Erik —susurré yo.
—¡Tú me perteneces! —exclamó Loren con la misma brusquedad con la que sus labios me besaron instantes después posesivamente, haciendo que mi pulso latiera acelerado.
—Sí —afirmé yo. Eso fue todo lo que pude decir cuando terminó el beso. Él era como una marea ante la que no podía resistirme, así que permití que barriera a Erik de mí—. Te pertenezco.
Loren me estrechó con fuerza entre sus brazos, y entonces levantó mi cuerpo con suavidad y se cambió él de posición, de modo que pudiera mirarme a los ojos.
—¿Puedes contármelo ya?
—¿Contarte qué?
A pesar de hacerle la pregunta, creo que yo sabía qué era lo que él quería saber.
—Contarme qué es lo que te preocupa tanto.
Hice caso omiso de la forma en que se me agarrotó de pronto el estómago y tomé una decisión. Después de lo que había ocurrido entre él y yo, tenía que confiar en Loren.
—Stevie Rae no murió. O, al menos, no murió en el sentido en el que pensamos en la muerte. Aún está viva, aunque está distinta. Y no es la única iniciada que ha sobrevivido a su supuesta muerte. Hay unos cuantos iniciados más, pero no todos son como ella. Stevie Rae ha conseguido retener en cierto modo su humanidad. Los otros no.
Sentí que su cuerpo se ponía tenso y en parte esperaba que me dijera que me había vuelto loca, pero en lugar de ello lo único que dijo fue:
—¿Qué quieres decir? Explícamelo todo, Zoey.
Y eso hice. Se lo conté todo: desde lo de los «fantasmas» que había visto y el hecho de que no eran realmente fantasmas, hasta el horrible asunto de los chicos muertos no muertos que asesinaban a los jugadores de fútbol del Union y, por último, toda la aventura de cómo yo había salvado a Heath. Y finalmente le conté lo de Stevie Rae. Se lo dije todo acerca de ella.
—¿Así que ella está ahora mismo esperándote en el apartamento sobre el garaje de la casa de Aphrodite? —preguntó él.
Yo asentí.
—Sí, y necesita sangre todos los días. No mantiene un lazo muy estrecho que digamos con su humanidad. Si no consigue sangre, me temo que se convertirá en una criatura como las demás.
Me eché a temblar, y él me abrazó con fuerza.
—¿Tan horribles son?
—No te lo puedes ni imaginar. No son ni humanos, ni vampiros. Es como si personificaran todos los estereotipos más horribles sobre los vampiros y los humanos. No tienen alma, Loren —expliqué yo, buscando sus ojos—. Y es demasiado tarde ya para ellos, pero Stevie Rae, gracias a su afinidad con la tierra, ha conservado parte de su alma, aunque no toda. Por eso estoy convencida de que aún puedo hacer algo por ella.
—¿En serio?
Entonces se me ocurrió pensar que era un tanto extraño que a él le sorprendiera el hecho de que yo creyera que podía curar a Stevie Rae pero, en cambio, no tuviera ningún problema en aceptar la existencia de esos chicos muertos no muertos.
—Bueno, eso creo. Puede que me equivoque, pero pienso que me bastará con utilizar el poder de los elementos. Ya sabes —dije yo, haciendo una pausa y cambiando el peso de mi cuerpo, mientras me preguntaba si no le resultaría demasiado pesada—. Tengo una conexión especial con los cinco elementos juntos, y supongo que me bastará con usarla.
—Puede que funcione, pero debes tener en cuenta que estarás invocando una magia muy poderosa, y siempre hay un coste asociado a eso —dijo él lentamente, como si estuviera considerando con mucho cuidado lo que decía antes de decirlo (todo lo contrario que yo, que siempre lo suelto todo sin pensar y luego me siento violenta)—. Y dime, Zoey, ¿cómo crees que le ocurrió algo tan terrible a Stevie Rae y a los otros iniciados? ¿Quién o qué puede ser responsable de ello?
Yo abrí la boca para pronunciar el nombre de Neferet, pero entonces oí «No la nombres» en mis entrañas tan fuerte como una bofetada. Cierto, las palabras no me pegaron, pero de pronto supe qué era lo que me hacía sentir deseos de vomitar. Y entonces me di cuenta, con cierta sorpresa, de que no se lo había confesado absolutamente todo a Loren. Al contarle mi aventura de la noche en que rescaté a Heath de los chicos muertos no muertos, cuando vi por primera vez a Stevie Rae, había olvidado mencionar a Neferet. Ni siquiera se me había ocurrido. No lo había hecho a propósito; simplemente faltaba toda una sección del rompecabezas que yo no le había explicado.
Nyx. Tenía que tratarse de la Diosa, que iba elaborando mis ideas en el subconsciente. Ella no quería que Loren supiera nada de Neferet. ¿Acaso trataba de protegerlo? Probablemente…
—Zoey, ¿qué ocurre?
—Ah, nada. Solo estaba pensando. No, no… —tartamudeé yo—. Es que… no sé cómo ocurrió, pero ojalá lo supiera. Ojalá pudiera comprenderlo —añadí de mala gana.
—¿Y Stevie Rae tampoco lo sabe?
De nuevo las campanas de advertencia resonaron en mis entrañas.
—Ella no está precisamente muy comunicativa en este momento. ¿Por qué?, ¿has oído tú que sucediera algo parecido alguna vez?
—No, jamás había oído algo así —contestó él, acariciando mi espalda—, pero se me ha ocurrido que quizá, si supieras cómo ocurrió, es posible que pudieras arreglarlo.
Yo lo miré a los ojos, ansiosa por que se me pasaran las ganas de vomitar.
—No puedes contarle esto a nadie, Loren. A nadie. Ni siquiera a Neferet —dije yo con la voz más firme y más rotunda que pude, tratando de parecer una alta sacerdotisa.
Mi voz, sin embargo, sonó trémula y rota.
—¡No tienes de qué preocuparte, mi amor! ¡Por supuesto que no se lo contaré a nadie! —exclamó Loren, estrechándome con fuerza y acariciándome la espalda—. Pero ¿quién más lo sabe aparte de ti y de mí?
—Nadie.
La mentira me salió de forma tan automática que hasta yo me sobresalté.
—¿Y Aphrodite? Dices que estás usando el apartamento sobre el garaje de la casa de sus padres para ocultar a Stevie Rae, ¿no?
—Sí, pero ella no lo sabe. La oí contarles a unas amigas que sus padres se habían ido a pasar el resto del invierno fuera y que era el momento de organizar una gran fiesta pero, bueno, la gente está bastante cabreada con ella, así que nadie le hizo caso. Por eso me enteré de que la casa estaba vacía, así que colé a Stevie Rae allí.
No era mi intención consciente no decirle nada acerca de Aphrodite pero, según parecía, mi boca había tomado una decisión por mí. Así que crucé mentalmente los dedos, esperando que él no se diera cuenta de que estaba mintiendo.
—Muy bien, seguramente es lo mejor. Zoey, has dicho que Stevie Rae no era la misma y que no se comunica muy bien. ¿Cómo hablas con ella?
—Bueno, sí puede hablar, pero está muy confusa y… y… —Por un momento vacilé. Trataba de ver de qué modo podía explicarlo sin decir más de lo que debía—. A veces es más un animal que un humano —añadí en vano—. Acabo de verla esta noche, justo antes del ritual de Neferet.
Sentí que él asentía.
—Así que era de allí de donde venías.
—Sí —afirmé.
Decidí que era mejor no mencionar a Heath. Solo de pensar en él me sentía culpable. Nuestra conexión se había roto, pero en lugar de sentirme aliviada me sentía extrañamente vacía.
—Pero ¿cómo sabes que sigue estando en el apartamento de Aphrodite y que se encuentra bien?
Yo estaba distraída, así que contesté:
—¿Eh? Ah, pues porque le he dado un móvil. Puedo llamarla o enviarle un mensaje de texto. Acabo de hacerlo hace un instante.
Me incliné hacia el móvil, que se me había caído del bolsillo del vestido y yacía en el suelo, junto al montón de colchonetas que hacían de jergón. Entonces me olvidé de Heath y me concentré en mi problema más inmediato.
—Puede que necesite pedirte un favor.
—Pídeme lo que quieras —dijo él, apartándome suavemente el pelo de la cara.
—Voy a necesitar o bien traer a Stevie Rae aquí a la escuela, o bien llevar a la panda allí hasta ella.
—¿A la panda?
—Ya sabes, a Damien, las gemelas y Aphrodite, para invocar un círculo. Tengo la sensación de que necesitaré la fuerza añadida que ellos pueden proporcionar a sus respectivos elementos para ayudar a Stevie Rae.
—¡Pero si acabas de decir que ellos no saben nada de Stevie Rae! —exclamó él.
—Y es verdad. Tendré que decírselo, pero esperaré a hacerlo justo antes de arreglar el asuntillo este de Stevie Rae —contesté yo. Dios, qué forma más estúpida de nombrarlo. Suspiré y sacudí la cabeza—. ¡Pero, ya ves, no tengo ningunas ganas de contárselo! —añadí tristemente, refiriéndome a lo de Stevie Rae y a cuánto iban a cabrearse mis amigos por el hecho de que yo les hubiera ocultado algo tan importante durante tanto tiempo.
—Entonces, ¿Aphrodite y tú ahora sois amigas?
Loren me había hecho la pregunta a bocajarro y sin venir a cuento, con una sonrisa en los labios y tirándome al mismo tiempo de un largo mechón de pelo. Pero, igual que con Heath, nuestra conexión nos unía y yo podía sentir la tensión oculta en su interior. Le importaba la respuesta más de lo que él quería aparentar. Y eso me preocupaba, y no solo porque otra vez se me estuvieran retorciendo las entrañas, advirtiéndome de que mantuviera la boca cerrada.
Así que traté de contestar con la misma aparente indiferencia con la que me había preguntado él.
—¡Qué va!, Aphrodite es horrible. Solo que por alguna razón que ni Damien, ni las gemelas ni yo logramos comprender, Nyx le ha concedido la afinidad con la tierra. El círculo no funciona igual de bien sin ella, así que a falta de otra cosa, se queda. Pero no salimos con ella ni nada de eso.
—Bien, porque, por lo que he oído, Aphrodite tiene problemas graves. No deberías confiar en ella.
—Y no confío en ella.
Y, justo mientras lo decía, me daba cuenta de que sí confiaba en ella. Quizá incluso más de lo que confiaba en Loren, con quien acababa de perder mi virginidad y de establecer una conexión. ¡Estupendo! ¡Qué gran suerte la mía!
—¡Eh, relájate! Siento que este tema te pone nerviosa —dijo Loren al tiempo que me acariciaba la mejilla. Yo incliné la cara automáticamente hacia su mano. Cada vez que me tocaba, la sensación era increíble—. Ahora yo estoy aquí. Saldremos de esta. Pero iremos paso a paso.
Yo quería recordarle que en realidad Stevie Rae no tenía mucho tiempo, pero de nuevo sus labios estaban sobre los míos y yo solo podía pensar en lo bien que me sentía con su cuerpo contra mi corazón… en que sentía su pulso acelerándose… y en que el mío latía al mismo ritmo que el suyo. Nuestro beso se hizo más profundo, y él deslizó las manos por mi cuerpo. Yo me apreté contra él, pensando en el calor y en la sangre y en nada más que en Loren… Loren… Loren…
Un extraño ruido como de tos interrumpió la neblina de ardor que me rodeaba. Somnolienta, giré la cabeza mientras Loren depositaba besos por mi cuello desnudo, y entonces un repentino rayo de horror me atravesó.
Erik estaba de pie en el dintel de la puerta, con una expresión de completa incredulidad en su rostro recientemente tatuado.
—Erik, yo…
Me incliné hacia delante, agarré el vestido y traté de taparme con él. Pero, tal y como sucedió todo, no fue necesario que me preocupara por el hecho de que Erik me viera desnuda. Con un rápido movimiento, Loren me ocultó detrás de sí y me escudó con su propio cuerpo.
—Nos estás interrumpiendo —dijo Loren con su bella voz oscura y con una violencia apenas reprimida.
El poder que ocultaba esa violencia, que en ese instante yo sentía contra mi piel desnuda, me dejó boquiabierta de la sorpresa.
—Sí, eso ya lo veo —dijo Erik.
Sin decir una sola palabra más, Erik se dio la vuelta y se marchó.
—¡Oh, Dios mío! ¡Oh, Dios mío! ¡No puedo creer lo que ha ocurrido! —exclamé yo, tapándome la cara con las manos.
Loren volvió a estrecharme en sus brazos, y su voz de nuevo sonó tan suave y delicada como su tacto.
—Tranquila, cariño. Iba a tener que enterarse de lo nuestro antes o después.
—¡Sí, pero no así! —grité yo—. ¡Que Erik se entere así es demasiado horrible como para explicarlo con palabras! —añadí. Entonces alcé el rostro hacia él—. ¡Y ahora se enterará todo el mundo! ¡Esto no puede estar bien, Loren! ¡Tú eres profesor y yo iniciada! ¿Es que no hay reglas que lo prohíban? ¡Eso por no mencionar que estamos conectados!
Entonces caí en la cuenta de otra horrible idea más y me eché a temblar. ¿Y si me echaban de las Hijas Oscuras por estar con Loren?
—Zoey, mi amor, escúchame —dijo Loren, poniendo las manos sobre mis hombros y sacudiéndome ligeramente—. Erik no va a contarle nada a nadie.
—¡Sí, lo hará! Ya has visto la expresión de su rostro. De ninguna manera estará dispuesto a guardarme un secreto.
No. Nunca jamás volvería a hacer nada por mí, me dije.
—Mantendrá la boca cerrada porque yo voy a decirle que mantenga la boca cerrada.
La expresión de preocupación de Loren había cambiado; de pronto parecía tan peligroso como en el momento en el que le había dicho a Erik que nos estaba interrumpiendo. Yo sentí un escalofrío de miedo, y entonces comencé a preguntarme si había algo más en Loren, aparte de lo que él me estaba mostrando.
—No le hagas daño —le susurré, sin hacer caso de las lágrimas que resbalaban por mis mejillas.
—¡Oh, cariño!, no te preocupes. No le haré daño. Solo tendré una pequeña charla con él.
Él me tomó en sus brazos, pero a pesar de que mi cuerpo, mis latidos y hasta la misma esencia de mi ser deseaban estar cerca de él, me esforcé por apartarme y dije:
—Tengo que marcharme.
—Sí, de acuerdo. Yo también tengo que marcharme.
Mientras me tendía la ropa y nos vestíamos, me dije a mí misma que él solo tenía prisa por alejarse de mí porque quería encontrar a Erik. Sin embargo pensar en estar separada de Loren me hacía sentir como si mi estómago fuera un pozo rodeado de cosas negras hirviendo alrededor que estuvieran hirviendo. El corte sobre el pecho en el que él había saboreado mi sangre me escocía. Y además de eso, había ciertas partes íntimas de mi cuerpo que me dolían y que jamás antes me habían dolido. Miré las paredes forradas de espejos. Tenía los ojos hinchados y rojos. Tenía toda la cara llena de manchas y la nariz colorada. Y tenía todo el pelo enredado y revuelto. Mi aspecto era desastroso, lo cual no era de extrañar, porque era así como me sentía.
Loren me tomó de la mano y salimos a la vacía sala de entretenimiento. En la puerta, antes de abrir, volvió a besarme.
—Pareces cansada —dijo él.
—Lo estoy.
Miré el reloj de la sala de entretenimiento. Me quedé atónita: eran solo las dos y media de la madrugada. Para mí, era como si hubieran transcurrido unas cuantas noches en lugar de solo un par de horas.
—Vete a la cama, mi amor —dijo él—. Mañana volveremos a estar juntos.
—¿Cómo?, ¿cuándo?
Él sonrió y acarició mi mejilla, siguiendo el dibujo de mi tatuaje.
—No te preocupes. No estaremos separados mucho tiempo. Yo iré a buscarte después de que los dos hayamos dormido un poco.
Su contacto me resultaba cálido en la piel. Siguiendo su propia voluntad, mi cuerpo se inclinó hacia él mientras los dedos de Loren trazaban la curva íntima de mi nuca y él recitaba:
Despierto de mis sueños sobre vos
Del primer dulce sueño de la noche
Cuando los vientos soplan suaves
Y las estrellas brillan con fuerza
Despierto de mis sueños sobre vos
Y un espíritu en mis pies
Me ha guiado, ¿quién sabe cómo?,
¡A la ventana de vuestra habitación, cariño!
Su caricia me estremeció y sus palabras me aceleraron el corazón y me produjeron una sensación de mareo en la cabeza.
—¿Has escrito tú eso? —le pregunté en susurros mientras él me besaba en la nuca.
—No, lo escribió Shelley. Cuesta creer que no fuera un vampiro, ¿verdad?
—Ajá —convine yo, a pesar de que no estaba escuchándolo realmente.
Loren se echó a reír y me abrazó.
—Iré a buscarte mañana. Te lo prometo.
Caminamos juntos, pero enseguida nos separamos para dirigirse él hacia los dormitorios de los profesores y yo hacia los de las chicas. No había muchos vampiros ni iniciados por los alrededores, de lo cual yo me alegré. No quería encontrarme con nadie en ese preciso momento. Era una noche oscura y nublada, y las antiguas farolas de gas apenas iluminaban la penetrante oscuridad a mi alrededor. Pero no me importaba. Quería que me cubriera la noche. De alguna manera eso me calmaba los nervios, de punta por el hecho de estar físicamente separada de Loren.
Había dejado de ser virgen.
El hecho me sorprendió como algo misteriosamente excitante. Las cosas habían ocurrido en realidad tan deprisa que no había tenido tiempo para pensar en ello, pero ¡lo había hecho! ¡Jopé!, tenía que contárselo a Stevie Rae; hasta la versión no muerta de mi antigua amiga querría saber algo así. ¿Acaso tenía un aspecto diferente? No, eso era una estupidez. Todo el mundo sabía que eso no podía adivinarse solo por el aspecto. O al menos en general. Aunque bueno, yo tampoco soy una adolescente normal (como si tal cosa existiera). Lo mejor era mirarme largamente al espejo nada más volver al dormitorio.
Giré por el camino que llevaba al dormitorio de las chicas mientras me preparaba mentalmente, buscando qué decirles a mis amigas, que probablemente estarían viendo películas o haciendo cualquier otra tontería. Por supuesto, no podía contarles la verdad sobre Loren y yo, pero tenía que inventarme una historia para el hecho de haber roto con Erik. O quizá no. Loren iba a hablar con él, así que probablemente Erik tampoco le diría nada a nadie. Quizá simplemente yo pudiera decir que habíamos roto por culpa de su cambio, y dejar la cosa ahí. Nadie se sorprendería porque yo estuviera molesta por el asunto y no quisiera hablar. Sí, eso sería lo que haría.
De pronto una de las sombras bajo un fragante cedro se movió y se plantó ante mí.
—¿Por qué, Zoey? —preguntó Erik.