19

Sí, estaba seriamente confusa. No solo no había roto con Heath, sino que probablemente había hecho nuestra conexión aún más fuerte. Además, era posible que hubiera provocado la muerte de dos hombres. Temblé; me sentía más que ligeramente enferma. ¿Qué diablos me había ocurrido? Había estado bebiendo la sangre de Heath y pasándomelo en grande; había sido cachondo (jolines, me estaba convirtiendo en una completa guarra) y entonces habían aparecido esos dos hombres, y habían empezado a liar las cosas, y había sido como si algo dentro de mí se hubiera vuelto loco, y hubiera cambiado de la Zoey de siempre a la vampira loca asesina en serie Zoey. ¿Qué había ocurrido? ¿Acaso los vampiros se volvían locos cuando el humano con el que estaban conectados era amenazado?

Recordaba los túneles y cuánto me había enfadado cuando los «amigos» de Stevie Rae (aunque no es que esos chicos muertos no muertos fueran realmente coleguitas de ella) atacaron a Heath. Vale, me puse violenta, pero no sentí la necesidad de borrarlos de la faz de la tierra. Solo de recordar la ira que me había embargado al ver a esos dos hombres acercarse a nosotros (a Heath) para hacernos pasar un mal rato (a Heath) bastaba para echarme otra vez a temblar.

Era evidente que todavía quedaban muchos asuntos acerca de los vampiros que yo no conocía. ¡Jopé!, si hasta había tomado notas y había memorizado algunos de los capítulos sobre la conexión y la lujuria por la sangre, pero comenzaba a comprender que había muchas cosas que los ¡oh, maravillosos y educativos libros de texto! olvidaban. Lo que yo necesitaba era un vampiro adulto. Por suerte, conocía a uno que, a ciencia cierta, se presentaría encantado como voluntario para ser mi profesor.

Porque estaba convencida de que había miles de cosas que él estaría encantado de enseñarme.

Pensé en esas cosas, cosas que eran fáciles de hacer cuando me sentía llena con la deliciosa y atractiva sangre de Heath. Mi cuerpo aún se estremecía con el calor y el poder y las sensaciones que sabía que no conocía en absoluto, pero de las que deseaba más. Mucho más.

No podía negar que entre Loren y yo había algo. Era diferente de lo que había entre Heath y yo, e incluso más diferente aún de lo que había entre Erik y yo. Mierda. Había demasiadas cosas en mi vida.

Básicamente, floté en dirección al apartamento del garaje de la casa de los padres de Aphrodite en un estado entre cachondo y pletórico de poder y sin embargo, confuso; pero estaba tan distraída por, bueno, por el sexo, que ni siquiera me di cuenta de que mi apariencia era pura niebla y oscuridad hasta que no estuve de pie en el salón, observando a Stevie Rae que, con los ojos rojos humedecidos, veía la televisión y se sorbía la nariz. Dirigí la vista a la televisión y me di cuenta de que estaba viendo el clásico de la semana. Parecía la película esa en que la madre sabe que se está muriendo de una enfermedad horrible y tiene que luchar contrarreloj (y contra los interminables anuncios) para buscarle una nueva familia a sus miles de alegres hijos.

—¡Y luego hablan de depresión! —exclamé yo.

Stevie Rae giró la cabeza a un lado y a otro y se agazapó salvajemente en una pose defensiva después de saltar hasta colocarse detrás del sofá, donde comenzó a sisear y a gruñir en mi dirección.

—¡Ah, mierda! —exclamé yo al instante, saliendo de la niebla hasta hacerme sólida y visible otra vez—. Lo siento, Stevie Rae. Se me olvidaba que me había puesto en plan Bram Stoker.

Ella asomó la cabeza por encima del sofá con los ojos candentes y los colmillos al descubierto, pero al menos había dejado de sisear.

—¡Eh, relájate! Soy yo —dije, alzando la cesta y sacudiéndola de modo que la sangre se agitara repugnantemente dentro de las bolsas—. Tu comida sobre ruedas.

Stevie Rae se puso en pie y dijo:

—No deberías hacer eso.

Yo elevé las cejas y pregunté:

—¿No debería hacer qué, traerte la sangre, o convertirme en niebla y oscuridad?

Stevie Rae me quitó la cesta que yo le tendía.

—Acercarte sigilosamente a mí. Puede ser peligroso.

Suspiré y me senté en el sofá, tratando de ignorar el hecho de que ella estaba tragándose ya la primera bolsa de sangre.

—Si me comieras a mí a la misma velocidad que me carcomen ahora los problemas, me harías un favor.

—Sí, apuesto a que sí. Recuerdo lo duro que era estar viva. Siempre todo teñido por los dramas amorosos y el «¡oh, Dios mío, qué me pongo para ir al cole!». Realmente horrible, no como los nervios de estar muerto y luego resulta que no estás muerto, pero en realidad te sientes completamente muerto —dijo Stevie Rae con una voz fría y sarcástica, absolutamente distinta de la suya de siempre, que de pronto me irritó una barbaridad.

¿Acaso no llevaba yo una vida dura solo porque no estaba muerta? ¿O no muerta? O lo que fuera.

—Anoche asesinaron a la profesora Nolan. Parece ser que la crucificó alguien de las Gentes de Fe. Le cortaron la cabeza y la dejaron junto a la puerta trampa del muro este, por la parte de fuera, con una encantadora nota que decía que no estaban dispuestos a tolerar el hecho de vivir con una hechicera. Creo que mi padrastro el perdedor podría estar implicado en el asesinato, pero no puedo decir nada al respecto porque mi madre le sirve de tapadera, y si yo me chivo ella probablemente irá a la cárcel para siempre. Ahora mismo estaba succionándole la sangre a Heath en el parque y nos han interrumpido dos tipos de una banda que creo que puede que haya acabado matando accidentalmente. Aparte de eso, Loren Blake y yo hemos estado dándonos el lote en la biblioteca. Así que, ¿tú qué tal?

La Stevie Rae de siempre apareció por un segundo en los ojos de esta otra Stevie Rae.

—¡Oh, Dios mío!

—Exacto.

—¿Has estado dándote el lote con Loren Blake? —preguntó Stevie Rae. Como siempre, iba directa al cotilleo más sustancioso—. ¿Y cómo ha sido?

Yo suspiré y la observé comenzar a beberse la segunda bolsa de sangre.

—Increíble. Ya sé que esto te sonará totalmente ridículo, pero creo que puede que haya algo serio entre él y yo.

—Igual que Romeo y Julieta —dijo ella entre trago y trago.

—Ah, Stevie Rae, usa otra analogía distinta, ¿quieres? Lo de R y J no termina bien.

—Apuesto a que él sí sabe bien —dijo ella.

—¿Cómo?

—Me refiero a su sangre.

—No lo sé.

—Todavía —dijo ella mientras alargaba la mano hacia otra bolsa de sangre.

—Y hablando de sangre, será mejor que vayas más lenta bebiendo. Neferet ha llamado a los vampiros guerreros Hijos de Érebo, y ahora mismo es muy difícil escaparse de la escuela. No estoy segura de cuándo podré volver aquí con más sabrosas bolsas de sangre.

Un escalofrío atravesó el cuerpo de Stevie Rae. Su aspecto hasta ese momento había sido casi normal, pero al oír mis palabras pareció desinflarse y sus ojos enrojecieron.

—No podré soportarlo mucho más.

Ella había hablado en un tono de voz tan bajo, tan tenso, que yo casi no la había oído.

—¿Tan terrible es, Stevie Rae? Quiero decir, ¿no puedes racionarte o algo así?

—¡No es eso! Puedo sentir cómo se desvanece… más y más cada día… cada hora.

—¿Qué es lo que se desvanece?

—¡Mi humanidad! —dijo ella casi llorando.

—Pero, cariño —dije yo, alargando el brazo para rodearla con él sin hacer caso de su extraño olor y del hecho de que su cuerpo fuera como una piedra—, ahora estás mejor. Yo estoy aquí. Entre las dos conseguiremos arreglar esto.

Stevie Rae me miró a los ojos.

—Ahora mismo puedo sentir tu pulso. Noto cada vez que late tu corazón. Hay algo dentro de mí que me grita que te raje el cuello y que me beba tu sangre. Y ese algo se hace cada día más fuerte —explicó ella. Se apartó de mí y se pegó al sofá—. Puedo poner la cara de la Stevie Rae de antes, pero es solo parte del monstruo que hay en mí. Lo hago solo para cazarte.

Yo respiré hondo y me negué a apartar la vista de ella.

—Vale, sé que parte de lo que dices es cierto. Pero todo no me lo creo, y no quiero que tú te lo creas tampoco. Tu humanidad sigue ahí, dentro de ti. Sí, puede que cada día esté enterrada más profundamente, pero sigue ahí. Y eso significa que seguimos siendo las mejores amigas. Además, piénsalo. No te hace falta cazarme. ¡Hola, estoy aquí! No me oculto precisamente.

—Creo que puedes estar en peligro conmigo —susurró Stevie Rae.

—Soy más fuerte de lo que crees, Stevie Rae —sonreí yo. Me acerqué despacio a ella de modo que no la sobresaltara, alargué una mano y la puse sobre las suyas—. Extrae el poder de la tierra. Yo creo que tú eres diferente del resto de… eh…

Tuve que hacer una pausa, buscando el modo de llamarlos.

—¿Del resto de repugnantes chicos muertos no muertos? —sugirió Stevie Rae.

—Sí. Tú eres diferente del resto de repugnantes chicos muertos no muertos por tu afinidad con la tierra. Extrae la energía y eso te ayudará a luchar contra lo que sea que esté dentro de ti.

—Oscuridad… dentro de mí solo hay oscuridad —dijo ella.

—No todo es oscuridad. También está la tierra.

—Vale… bien… —jadeó ella—. La tierra. Lo recordaré. Lo intentaré de verdad.

—Puedes vencer a esto, Stevie Rae. Podemos vencerlo.

—¡Ayúdame! —dijo ella, apretando de pronto mi mano con tanta fuerza que casi grité—. ¡Por favor, Zoey, ayúdame!

—Lo haré. Te lo prometo.

—Pronto. Tiene que ser pronto.

—Lo será. Te lo prometo —repetí yo, a pesar de no tener ni idea de cómo iba a mantener mi promesa.

—¿Qué vas a hacer? —preguntó Stevie Rae con los ojos desesperadamente fijos en mí.

Yo solté lo primero que se me vino a la cabeza.

—Voy a convocar un círculo y a pedirle ayuda a Nyx.

—¿Y eso es todo? —preguntó Stevie Rae, parpadeando perpleja.

—Bueno, nuestro círculo es poderoso y Nyx es una Diosa. ¿Qué más podemos necesitar?

Me daba cuenta de que mi voz sonaba más segura de lo que me sentía.

—¿Y quieres que yo vuelva a representar a la tierra otra vez? —preguntó ella con voz trémula.

—No. Sí.

Hice una pausa. Me sentía culpable, y me preguntaba qué se suponía que debía hacer con Aphrodite. Había quedado perfectamente claro al representar ella a la tierra que debía unirse a nuestro círculo. Pero ¿asustaría a Stevie Rae el ver su lugar ocupado por una persona a la que consideraba sin lugar a dudas su enemigo? Además, nadie excepto Aphrodite sabía de la existencia de Stevie Rae, y así debía seguir siendo mientras yo no estuviera lista para que Neferet se enterara de que lo sabía. Problemas. Definitivamente yo sí que tenía problemas.

—Eh… no estoy segura. Déjame pensarlo, ¿de acuerdo?

La expresión de Stevie Rae volvió a cambiar. De pronto pareció destrozada, completamente vencida.

—Ya no quieres que vuelva a formar parte de tu círculo.

—¡No es eso! Es solo que es a ti a quien hay que curar, así que puede que sea mejor que tú estés en el centro conmigo en lugar de ocupar tu lugar normal —dije yo. Suspiré y sacudí la cabeza—. Tengo que investigarlo un poco más.

—Pues hazlo deprisa, ¿quieres?

—Lo haré. Pero tú tienes que prometerme que irás despacio con la sangre y que te quedarás aquí y te concentrarás en tu conexión con la tierra —dije yo.

—Muy bien, lo intentaré.

Apreté su mano y luego extendí los dedos después del apretón de ella.

—Lo siento, pero tengo que marcharme. Neferet va a celebrar un ritual especial para la profesora Nolan, y luego tengo que celebrar yo el ritual de la Luna llena.

Y tendría que volver a la biblioteca otra vez hasta dar con el tipo de ritual que pudiera servirle de ayuda a Stevie Rae. Y además no tenía ni idea de qué hacer con Loren. Y probablemente Erik estaría enfadadísimo conmigo por marcharme a toda prisa. Y ni siquiera había roto con Heath. ¡Recórcholis!, me dolía la cabeza. Otra vez.

—Hace un mes.

—¿Cómo?

Yo seguía de pie, pero estaba distraída pensando en todas las cosas a las que tenía que enfrentarme.

—Fallecí durante la luna llena, y de eso hace un mes.

Eso atrajo toda mi atención.

—Es cierto. Fue hace exactamente un mes. Me pregunto…

—¿Si eso significa algo?, ¿si esta puede ser la noche adecuada para tratar de arreglar lo que fuera que me ocurriera?

Casi retrocedí ante el tono de voz esperanzado de Stevie Rae.

—No lo sé. Puede ser.

—¿Crees que debería ir al campus esta noche?

—¡No! Ahora mismo está abarrotado de guerreros. Te atraparían.

—Quizá sea lo mejor. Quizá lo mejor sea que todos sepan de mi existencia.

Yo me froté la cabeza, tratando de descifrar lo que me decían las entrañas. Me habían estado gritando que mantuviera lo de Stevie Rae en secreto durante tanto tiempo que ya no sabía si debía seguir ocultándola o si lo que sentía eran simplemente ecos y confusión (mezclados también, probablemente, con cierta desesperación y depresión).

—No estoy segura. Tengo que… tengo que pensarlo un poco, ¿de acuerdo? —contesté al fin. Stevie Rae dejó caer los hombros, desilusionada—. Lo sé, me daré prisa —añadí en vano. Me incliné y la abracé a toda prisa—. Adiós. No te preocupes. Volveré pronto. Te lo prometo.

—Si te decides, mándame un mensaje de texto o algo y yo iré, ¿vale?

—Vale —contesté yo. Al llegar a la puerta me giré hacia ella—. Te quiero, Stevie Rae. No lo olvides. Seguimos siendo las mejores amigas.

Ella no dijo nada; solo asintió con una expresión desolada. Yo invoqué a la noche, a la niebla y a la magia y me apresuré a adentrarme en la oscuridad.