Supe en qué segundo exactamente Heath volvía a la ciudad porque interrumpió mi sueño. Yo estaba tendida al sol (evidentemente, soñando) sobre un enorme flotador con forma de corazón en medio de un lago de Sprite (¿quién sabe porqué?), cuando, de pronto, todo desapareció y en mi cráneo resonó la voz familiar de Heath.
—¡Zo!
Abrí repentinamente los ojos. Nala tenía su mirada verde de gata gruñona fija en mí.
—¿Nala?, ¿has oído tú algo?
La gata soltó su típico «miau», estornudó, se puso en pie lo justo para dar unas cuantas vueltas en círculo y, por fin, se dejó caer de nuevo sobre la almohada para dormir.
—En serio, no me sirves de ninguna ayuda —dije yo.
Ella no me hizo ni caso.
Yo miré el reloj y gruñí. Eran las siete en punto de la tarde. ¡Jolines!, había dormido unas ocho horas, pero tenía los párpados como si fueran de papel de lija. ¡Aj! ¿Qué tenía que hacer ese día?
Entonces me acordé de la profesora Nolan y de la conversación con mi madre, y se me hizo un nudo en el estómago.
¿Debía contarle a alguien mis sospechas? Tal y como Loren había dicho, las Gentes de Fe ya se habían implicado a sí mismas en el asesinato al dejar aquella repelente nota. Así que, ¿realmente era necesario que yo mencionara el hecho de que no me sorprendería que mi padrastro estuviera implicado? Mamá me había asegurado que él había estado en casa la noche anterior y aquella mañana. O, al menos, eso era lo que ella decía.
¿O acaso ella mentía?
Un escalofrío recorrió todo mi cuerpo. Por supuesto que quizá ella mintiera. Ella era capaz de cualquier cosa por ese hombre tan desagradable. Eso lo había demostrado al darme la espalda a mí. Pero si ella estaba mintiendo y yo la delataba, entonces yo sería la responsable de lo que les ocurriera a los dos. Yo odiaba a John Heffer pero ¿lo odiaba lo suficiente como para causar la perdición de mi madre junto con la de él?
Sentí deseos de vomitar.
—Si el perdedor de mi padrastro está implicado en el asesinato, la policía lo descubrirá. Y si ocurre eso, nada de lo que suceda entonces será culpa mía —dije yo en voz alta con la intención de que mi propia voz me calmara—. Esperaré a ver qué pasa.
Pero no podía. Simplemente no podía. Ella era horrible, pero era mi madre, y todavía me acordaba de cuando me quería.
Así que no iba a hacer nada excepto tratar de olvidar a mi madre y al perdedor de mi padrastro. Y punto. En serio.
Mientras seguía intentando convencerme a mí misma de que había hecho la elección correcta, me acordé de la otra cosa que tenía que ocurrir ese día. El ritual de la Luna llena de las Hijas Oscuras. Sentí que el corazón se me caía a los pies. Por lo general la idea me entusiasmaba y me ponía un poquito nerviosa. Aquel día solo me estresó. Encima de todo lo demás, el hecho de que Aphrodite se uniera a nuestro círculo no iba a ser una medida en absoluto popular. Al infierno. Mis amigos tendrían que aguantarse. Suspiré. Mi vida en ese momento era una mierda. Además, creo que estaba deprimida. ¿Acaso la gente no se tiraba durmiendo, digamos, todo el tiempo, cuando estaba deprimida? Cerré los ojos irritados, cediendo a mi propio diagnóstico, y casi me había dormido cuando volví a oír otro grito en mi mente: «¡Zoey, cariño!», al mismo tiempo que saltaba la alarma del reloj. ¿La alarma? Era fin de semana. Yo no había puesto la alarma.
El móvil no dejaba de zumbar con ese ruidito que hace siempre que tiene un mensaje de texto. Medio dormida, lo abrí. Pero en lugar de encontrar un mensaje de texto, encontré cuatro:
«Zo! E vlto!»
«Zo tng k vrt»
«Aún t kro Zo»
«Zo, llmame»
—¡Heath! —exclamé con un suspiro, volviendo a la cama—. ¡Mierda! Esto se pone cada vez peor.
¿Qué diablos iba a hacer con él?
Él y yo habíamos establecido una conexión hacía más de un mes. A él le había secuestrado la repugnante banda de chicos muertos no muertos de Stevie Rae, y casi lo habían matado. Yo había jugado a ser la caballería (o Tormenta de los X-men, como poco) y lo había rescatado, pero antes de poder apartarnos del todo del peligro había aparecido Neferet, que nos había borrado la memoria a los dos. Gracias a los dones que me había concedido Nyx, yo había podido recuperarla poco después. Pero no tenía ni idea de si Heath se acordaba de algo o no.
Bueno, era evidente que sí se acordaba de nuestra conexión. O de que aún seguíamos saliendo juntos. Aunque en realidad ya no salíamos. Suspiré de nuevo. ¿Qué sentía por Heath? Heath había sido mi novio intermitentemente desde que yo estaba en tercero y él en cuarto. En realidad habíamos estado saliendo juntos casi todo el tiempo hasta el momento en el que él decidió mantener una relación más profunda y significativa con Budweiser. Yo no quería que mi chico fuera un borracho, así que le di la patada aunque él no pareció comprender del todo que le estaba dando la patada. Ni siquiera el hecho de que fuera marcada y me mudara a la Casa de la Noche le hizo comprender que él y yo habíamos terminado.
Y supongo que succionarle la sangre y darme el lote con él tampoco había sido de gran ayuda para que se diese cuenta de que habíamos roto.
Jolines, me estaba convirtiendo en una guarra.
Por millonésima vez deseé tener a alguien con quien hablar del asunto de todos mis chicos. De hecho, si contaba a Loren debía decir mejor del asunto de todos mis hombres. Me restregué la frente y traté de alisarme el pelo y colocármelo en su sitio.
Bien, tenía que tomar una decisión y aclarar unas cuantas cosas:
Uno: Heath me gustaba. Quizá incluso lo amara. Y el deseo de sangre con él era algo terriblemente atrayente, a pesar de que se suponía que no debía beber su sangre. ¿Quería romper con él? No. ¿Debía romper con él? Sin duda.
Dos: Erik me gustaba. Me gustaba mucho. Era un chico inteligente, divertido y realmente estupendo. Y el hecho de que fuera el iniciado más guapo y más popular de toda la escuela tampoco estaba nada mal. Y, tal y como él me ha dicho más de una vez, él y yo teníamos muchas cosas en común. ¿Quería romper con él? No. ¿Debía romper con él? Bueno, solo si seguía engañándolo con el chico número uno y el hombre número tres.
Tres: Loren me gustaba. Él existía en un universo completamente distinto al de Erik y Heath. Él era un hombre. Un vampiro adulto, con todo el poder, la riqueza y la posición que acompaña a eso. Él sabía cosas que yo solo comenzaba a figurarme. Me hacía sentirme como nadie me había hecho sentir jamás; como una mujer de verdad. ¿Quería romper con él? No ¿Debía romper con él? No simplemente sí, sino ¡demonios, sí!
Así que era evidente qué debía hacer. Tenía que romper con Heath (y esta vez en serio), seguir saliendo con Erik y (si tenía un poco de sentido común) no volver a quedarme nunca, jamás, a solas con Loren Blake.
Además, me bastaba con todo el resto de mierda de mi vida, como, por ejemplo, mi mejor amiga no muerta; Aphrodite, a la que mis amigos no podían soportar; y el horror de lo sucedido a la profesora Nolan. Así que, en realidad, no me quedaba ni tiempo ni energía para el drama amoroso.
Eso por no mencionar el hecho de que no estoy acostumbrada a sentirme como una guarra. Y no era un sentimiento que me gustara particularmente. (A pesar del estilo de vida que me procuraba, pletórico de buenas joyas).
De modo que tomé una decisión, decisión que en esa ocasión exigía una acción. Una acción inmediata. Abrí el móvil y le mandé un mensaje de texto a Heath.
«Tnms k ablr»
La respuesta de Heath fue prácticamente instantánea. Casi podía ver su sonrisa tan mona.
«S! oy?»
Me mordí el labio mientras lo pensaba. Antes de decidir, aparté la gruesa cortina a un lado y me asomé por la ventana. El día seguía nublado y frío. Bien. Eso significaba que era menos probable que hubiera gente merodeando por ahí fuera, sobre todo porque ya estaba oscuro. Estaba pensando en dónde encontrarnos cuando mi teléfono volvió a sonar.
«Yo ire a bscrt»
«No»
Le envié el mensaje inmediatamente. Solo faltaba que el monísimo Heath, que no sabía nada de lo ocurrido pero estaba completamente conectado conmigo, apareciera por la Casa de la Noche. Pero ¿dónde podíamos encontrarnos? Probablemente tampoco me sería fácil escabullirme después de lo que le había ocurrido a una de las profesoras. El teléfono volvió a sonar. Suspiré.
«Dnd?»
Mierda. ¿Dónde? Entonces me acordé de que conocía el sitio perfecto. Sonreí y le escribí la respuesta a Heath.
«Strbcks dntro d 1hr»
«Ok»
Lo único que me faltaba por hacer era planear el modo de cortar realmente con él. O, al menos, buscar el modo de mantenerlo a distancia hasta que la conexión entre los dos se desvaneciera. Si es que se desvanecía. Porque sin duda se desvanecería.
Me dirigí a ciegas hacia el baño y me lavé la cara con agua fría, tratando de despertarme a base de sustos. No tenía ganas de contestar a una batería de preguntas acerca de adónde iba, así que me guardé en el bolso el frasco de maquillaje que usamos los iniciados cada vez que salimos de los terrenos de la escuela para mezclarnos con la gente del lugar (lo cual nos hace parecer una especie de científicos que hacen estudios de campo mientras tratan de mezclarse con los alienígenas). Me imagino que en realidad no me hacía falta asomar la cabeza por la ventana para saber qué día hacía. Mi largo pelo negro mostraba un aspecto especialmente alocado ese día, lo cual solo podía deberse a la lluvia y la humedad. Elegí a propósito una ropa muy poco sexi; me decidí por una camiseta de tirantes, mi estúpida sudadera con capucha de Borg Invasion 4D, y mis vaqueros más cómodos. Sin olvidar que tenía que pasar por la cocina para llevarme una lata de burbujeante refresco marrón, en esa ocasión bien repleto de azúcar y cafeína, abrí la puerta de mi dormitorio y… me encontré con Aphrodite que, de pie y con la mano levantada, estaba a punto de llamar.
—Hola —dije.
—Hola.
Aphrodite miró furtivamente a un lado y al otro del pasillo vacío.
—Entra —le dije, echándome a un lado y cerrando la puerta—. Aunque tengo prisa. Tengo que ir a ver a alguien fuera del campus.
—Por eso estoy aquí. No dejan salir a nadie del campus.
—¿Quién?
—Los vampiros y sus guerreros.
—¿Ya están aquí los guerreros?
Aphrodite asintió.
—Un puñado de Hijos de Érebo. Son un regalo para la vista; quiero decir que son sexis de verdad, pero sin duda van a suponer un verdadero obstáculo para nosotras.
Entonces me di cuenta de lo que estaba diciendo.
—¡Ah, mierda, Stevie Rae!
—Se quedará sin nada de sangre mañana. Es decir, si no se ha quedado ya sin nada. Porque se bebía esas bolsas como una verdadera cerda —dijo Aphrodite con una sonrisa retorcida.
—La llamaré y le diré que procure que le duren, pero tendremos que conseguirle más. Pronto. ¡Mierda! —repetí yo—. No debería retrasar esta… eh… esta cita.
—¿Así que Heath ha vuelto?
—Quizá —contesté yo con el ceño fruncido.
—¡Oh, vamos! No hay nada más fácil de leer que la expresión de tu rostro —dijo Aphrodite, que enseguida alzó sus dos cejas rubias perfectas—. Apuesto a que Erik no sabe nada de esta cita.
Yo no olvidaba ni por un momento que Aphrodite había sido la novia de Erik y, por muy amigas que nos estuviéramos haciendo ella y yo, sabía que ella estaba dispuesta a lanzarse encima de Erik a la menor oportunidad. Así que me encogí de hombros con indiferencia y dije:
—Erik lo sabrá en cuanto vuelva. Da la casualidad de que voy a romper con Heath, aunque no es de tu incumbencia.
—He oído decir que romper una conexión es casi imposible —dijo ella.
—Eso es en las conexiones con vampiros adultos, pero no con iniciados —la corregí yo. Al menos, eso esperaba—. Además, sigue sin ser asunto tuyo.
—Muy bien, tranquila. Pero, si no es asunto mío el hecho de que necesites salir del campus, entonces tampoco hay ninguna razón para que te cuente cómo escapar.
—Aphrodite, no tengo tiempo para juegos.
—Bien —dijo ella, que echó a andar.
Yo la alcancé y le bloqueé el paso.
—Te comportas como una puta. Otra vez.
—Y tú dices tacos. Otra vez —dijo ella.
Yo me crucé de brazos y di golpecitos con el pie en el suelo.
Aphrodite hizo un gesto de impaciencia.
—Está bien, lo que tú digas. Te puedes escapar por la parte del muro que está junto a los establos, por el trozo que da al borde del pasto. Hay una arboleda al final del pasto y un árbol al que partió un rayo hace un par de años. Está recostado sobre el muro. Por eso resulta fácil escalarlo. Saltar hacia fuera desde lo alto del muro tampoco es tan difícil.
—¿Y cómo vuelves a entrar en el campus luego?, ¿hay otro árbol fuera?
Aphrodite sonrió maliciosamente.
—No, pero casualmente alguien se dejó una cuerda atada a una rama que resulta de lo más conveniente. No es tan difícil escalar el muro, aunque desde luego es un desastre para la manicura.
—Muy bien, comprendido. Ahora lo único que tengo que hacer es planear cómo conseguir sangre de la cocina —dije yo, hablando más para mí misma que para Aphrodite—. Tengo el tiempo justo para encontrarme con Heath, correr a ver a Stevie Rae y volver para el ritual.
—Tienes menos tiempo que eso. Neferet ha decidido celebrar un ritual de la Luna llena propio y quiere que todo el mundo asista —dijo Aphrodite.
—¡Jopé! Creía que Neferet no iba a celebrar ningún ritual para toda la escuela este mes por las vacaciones de invierno.
—Las vacaciones de invierno han sido canceladas oficialmente. Se les ha ordenado a todos los vampiros e iniciados que vuelvan inmediatamente al campus. Y «jopé» en realidad no es una palabra.
Yo no hice ningún caso a su comentario acerca de mis palabrotas que no eran tacos de verdad y contesté:
—¿Han cancelado las vacaciones de invierno por lo que le ha sucedido a la profesora Nolan?
Aphrodite asintió y dijo:
—Ha sido realmente horrible, ¿verdad?
—Sí.
—¿Y tú por qué no vomitaste?
Yo me encogí de hombros, incómoda, y contesté:
—Creo que tenía demasiado miedo como para vomitar.
—Ojalá lo hubiera tenido yo —dijo Aphrodite.
Miré el reloj. Eran casi las ocho. Iba a tener que darme prisa si quería salir de allí y llegar a tiempo.
—Tengo que irme.
Comenzaba a ponerme realmente enferma ante la idea de entrar en una cocina abarrotada de vampiros para llevarme sangre.
—Toma —dijo Aphrodite, tendiéndome una cesta que llevaba colgada al hombro—, llévaselo a Stevie Rae.
La cesta estaba llena de bolsas de sangre. Yo parpadeé sorprendida.
—¿Cómo has conseguido esto?
—Anoche no podía dormir, y me figuré que después de lo que le había ocurrido a la profesora Nolan los vampiros llamarían a los refuerzos, lo cual significaba que la cocina volvería a estar abarrotada. Así que pensé que lo mejor sería hacer un viaje rápido para aprovisionarnos de sangre antes de que fuera ya imposible. La guardé en la mini nevera de mi habitación.
—¡Tienes mini nevera en tu habitación! —exclamé yo.
¡Jolines! Yo también quería tener una mini nevera en mi habitación.
Aphrodite me dirigió una de sus típicas miradas de desprecio y dijo:
—Es uno de los privilegios de ser de los últimos cursos.
—Bueno, gracias. Has sido verdaderamente amable al conseguirle esto a Stevie Rae.
Su gesto de desprecio se hizo entonces más evidente aún.
—Oye mira, no se trata de amabilidad. Simplemente no quiero ver a Stevie Rae loca de rabia, comiéndose a la sirvienta de mis padres. Como dice siempre mamá, resulta realmente difícil encontrar ilegales dignos de confianza.
—Eres toda corazón, Aphrodite.
—De nada. Ni lo menciones —respondió Aphrodite mientras se acercaba a la puerta, abría una rendija y asomaba la cabeza por el pasillo para asegurarse de que no había nadie. Luego volvió la vista hacia mí y añadió—: Y lo digo muy en serio: ni lo menciones.
—Nos veremos en el ritual de las Hijas Oscuras. No lo olvides.
—Por desgracia, no lo he olvidado. Y lo que es más triste aún, allí estaré.
Aphrodite se apresuró a salir de mi habitación y a desaparecer por el pasillo.
—Problemas —musité yo mientras salía de la habitación detrás de ella y echaba a caminar por el pasillo en sentido contrario—. ¡Esa chica tiene problemas!