9

—¡Ah, no, de ninguna maldita manera! —gritó Shaunee.

—Eso mismo digo yo, gemela. ¡De ninguna jodida manera! —añadió Erin.

—No puedo creer que esto sea lo correcto —dijo Damien.

—Pues créelo —dije yo, mirando aún a Aphrodite, con la espalda hacia el círculo. Antes de que mis amigos pudieran seguir gritando, yo añadí—: Y si no, mirad el círculo.

A mí ni siquiera me había hecho falta mirarlo. Sabía perfectamente qué vería en cuanto me girara, y las bocas abiertas de mis amigos me confirmaron que no me equivocaba. Aun así me volví lentamente, y me quedé maravillada una vez más ante la belleza del poderoso hilo de luz que nos concedía la Diosa, hilo de unión de los cuatro elementos.

—Aphrodite nos está diciendo la verdad. Nyx la ha mandado aquí. Le ha concedido la afinidad con la tierra —dije yo.

Mis amigos se quedaron atónitos y en silencio, simplemente mirando, mientras yo me dirigía al centro y recogía la vela de color púrpura.

—El espíritu es lo que nos hace únicos, lo que nos da coraje y fuerza; es lo que sigue vivo cuando nuestros cuerpos dejan de existir. ¡Ven a mí, espíritu!

Me sentí envuelta en los cuatro elementos al entrar el espíritu en mí, llenándome con su paz y su felicidad. Caminé por el círculo, observando las miradas confusas y enfadadas de mis amigos, tratando de ayudarles a comprender algo que ni yo misma acababa de entender pero que, a pesar de todo, sabía que era la voluntad de Nyx.

—Yo no pretendo comprender a Nyx. La Diosa tiene caminos misteriosos, y a veces nos pide cosas realmente difíciles. Esta es una de esas cosas. Nos guste o no, Nyx ha dejado claro que Aphrodite debe tomar el lugar de Stevie Rae en nuestro círculo —dije yo. Entonces miré a Aphrodite—. Tampoco creo que Aphrodite esté precisamente encantada de ocupar esa posición.

—Es evidente —musitó Aphrodite.

—Pero nosotros todavía tenemos elección. Nyx no fuerza nuestras voluntades. Nosotros tenemos que ponernos de acuerdo en permitir que Aphrodite entre en nuestro círculo, o… —vacilé, porque no sabía cómo terminar.

Habíamos intentado invocar el círculo con Erik pero, según parecía, a Erik no le estaba permitido representar a la tierra. Quizá simplemente a la Diosa no le complaciera que Erik estuviera en el círculo, pero me costaba creerlo. Erik no solo era un buen chico y miembro del Consejo, sino que además mi instinto me decía que no era ese el problema. El problema era que Nyx quería que fuera Aphrodite, en concreto, quien ocupara ese puesto. Yo suspiré y continué:

—O supongo que podríamos intentarlo una y otra vez con un puñado de chicos diferentes, a ver si Nyx le permite a alguno representar a la tierra —dije, mirando a Erik a los ojos. Los de él estaban nublados—. Pero yo no creo que Erik sea el problema.

Él me sonrió, pero fue simplemente un movimiento de la boca; su sonrisa no le llegó ni a los ojos, ni al resto de la cara.

—Creo que tenemos que hacer lo que Nyx quiere que hagamos. Aunque no nos guste —dijo Damien.

—¿Shaunee? —pregunté yo al tiempo que me giraba hacia ella—. ¿Qué votas tú?

Shaunee y Erin se miraron, y juro, por extraño que parezca, que casi vi las palabras cruzar el aire entre ellas.

—Dejaremos que la bruja se una al círculo —dijo Shaunee.

—Pero solo porque Nyx lo quiere así —recalcó Erin.

—Sí, pero queremos que conste que no comprendemos en absoluto qué pretende Nyx —añadió Shaunee mientras Erin asentía en señal de estar de acuerdo.

—¿Y tienen que seguir llamándome «bruja»? —preguntó Aphrodite.

—¿Sigues respirando? —preguntó entonces Shaunee.

—Porque si sigues respirando, entonces sigues siendo una bruja —afirmó Erin.

—Que es exactamente como te llamamos.

—No —negué yo firmemente. Las gemelas volvieron la vista hacia mí—. No hace falta que ella os guste. Ni siquiera hace falta que os guste la decisión de Nyx de que ella esté aquí. Pero si aceptamos a Aphrodite, entonces la aceptamos de verdad. Y eso significa que dejamos de llamarla por todos esos nombres —dije yo. Las gemelas respiraron hondo, obviamente dispuestas a discutir conmigo. Así que yo me apresuré a añadir—: Mirad dentro de vosotras mismas, chicas. Sobre todo en este instante, en el que acabáis de manifestar vuestro elemento. ¿Qué os dice vuestra conciencia?

Entonces contuve el aliento y esperé.

Las gemelas hicieron una pausa.

—Está bien, de acuerdo —accedió Erin de mala gana.

—Comprendo lo que dices. Solo que, simplemente, no nos gusta —dijo Shaunee.

—¿Y ella? Porque nosotras dejamos de llamarla «bruja» y todo eso pero ¿va a dejar ella de comportarse como una bruja? —preguntó Erin.

—En eso Erin tiene razón —dijo Damien.

Yo miré a Aphrodite. Por su expresión parecía aburrida, pero yo notaba que no dejaba de tomar grandes bocanadas de aire, como si jamás tuviera suficiente aire de la pradera y de la tierra que la rodeaba. De vez en cuando además estiraba los dedos a su alrededor, hacia abajo, como si quisiera acariciar la fragante y alta hierba. Era evidente que lo que acababa de ocurrir la conmovía más de lo que estaba dispuesta a admitir.

—Aphrodite va a hacer exactamente lo mismo que acabáis de hacer vosotras dos. Examinar su conciencia y hacer lo correcto, lo que ella le dicte.

Aphrodite miró con gesto burlón a su alrededor, como si estuviera buscando algo que pudiera estar escondido en la oscuridad de la noche. Luego se encogió de hombros.

—¡Vaya! Parece que no tengo conciencia.

—¡Basta! —grité yo, y la energía que había invocado con el círculo azotó el espacio entre Aphrodite y yo, enroscándose peligrosamente alrededor de su cuerpo. El poder realzó mi voz, haciendo que los ojos de Aphrodite se abrieran como platos de sorpresa y de miedo—. ¡Aquí no! ¡No en este círculo! ¡Aquí no mentirás ni fingirás! ¡Decídete! Tú también tienes elección. Sé que has hecho caso omiso de Nyx antes. Puedes elegir volver a hacerlo. Pero si eliges quedarte y hacer la voluntad de la Diosa, no la harás con mentiras y odio.

Pensé que rompería el círculo y se marcharía. Casi deseé que lo hiciera. Para mí casi era más fácil no tener a nadie que representara a la tierra. Podía sencillamente encender yo misma la vela verde y dejarla en el suelo. O lo que fuera. Pero Aphrodite me sorprendió, y aquella sería solamente la primera de muchas otras sorpresas que Nyx tenía preparadas para mí.

—Bien. Me quedaré.

—Bien —dije yo. Miré a mi alrededor, a mis amigos—. ¿Bien?

—Sí, bien —refunfuñaron todos.

—Vale, así que ya tenemos nuestro círculo —dije yo.

Antes de que pudiera ocurrir ninguna cosa extraña más, yo me moví en contra del sentido de las agujas del reloj para despedirme de cada uno de los elementos. El hilo de plata del poder desapareció. Atrás quedaron las fragancias del océano, de las flores silvestres y de la cálida brisa. Nadie dijo nada, y un incómodo silencio fue creciendo hasta que, finalmente, yo comencé a sentir lástima por Aphrodite. Pero, por supuesto, ella abrió la boca y, como siempre, acabó con toda la compasión que nadie hubiera podido experimentar.

—Tranquilos. Ya me voy, así que podéis volver a vuestra reunión de Dragones y Mazmorras, o lo que sea —soltó Aphrodite, junto con una carcajada.

—¡Eh, nosotros no jugamos a Dragones y Mazmorras! —exclamó Jack.

—Vamos, aún tenemos tiempo de ir a la Casa Internacional de las Tortitas a tomar algo antes de que empiece la película —dijo Damien.

Todo el grupo ignoró a Aphrodite, y se marchó. Estaban todos ya a unos cuantos pasos, e iban charlando acerca de cuánto molaban los espartanos y de como esa vez iban a llevar la cuenta de cuántos vampiros había entre los actores cuando, de pronto, Erik se dio cuenta de que yo me había quedado atrás.

—¿Zoey? —gritó Erik.

El grupo se detuvo y se giró hacia mí. Evidentemente, todos se sorprendieron al verme de pie, en el mismo sitio, con Aphrodite.

—¿Es que no vas a venir? —siguió preguntando Erik con una voz forzadamente neutra.

Yo noté, sin embargo, que su mandíbula estaba tensa con una mezcla quizá de desagrado y preocupación.

—Id vosotros delante, chicos. Nos veremos en el cine. Tengo que hablar con Aphrodite.

Esperaba que Aphrodite hiciera algún comentario gilipollas, pero no lo hizo. La miré de soslayo, y vi que ella escrutaba la oscuridad y no nos prestaba ninguna atención ni a mí, ni a mis amigos.

—¡Pero Z!, te vas a perder las galletas con trozos de chocolate —dijo Jack.

—No importa —contesté con una sonrisa—. Anoche estuve comiendo de esas. Como fue mi cumpleaños y todo eso…

—Tienen que hablar, así que vamos —dijo Erik.

No me gustó su tono de voz. Sonó casi como si no le importara. Pero antes de que pudiera añadir nada más, él se marchó. Mierda. Definitivamente, iba a tener que arreglar algunas cosas con él.

—A Erik le gusta que las cosas se hagan a su manera. Y también le gusta que su novia lo ponga a él por delante de cualquier otra cosa. Supongo que lo estás descubriendo —dijo Aphrodite.

—No voy a hablar acerca de Erik contigo. Solo quiero oír lo que te ha dicho Nyx sobre su voluntad.

—¿Y tú no deberías conocer su voluntad, bla, bla, bla, lo que sea? ¿Es que no eres tú la elegida?

—Aphrodite, ahora mismo tengo un verdadero dolor de cabeza. Me encantaría irme con mis amigos a comer galletas con trozos de chocolate. Y luego quiero irme con mi novio a ver 300. Así que ya estoy harta de ese teatro tuyo de «soy una hija de puta» que te traes todo el tiempo. Te propongo un trato. Tú solo tienes que contestar a la pregunta, y así las dos nos marchamos a hacer lo que queramos.

Yo me estaba restregando la frente, y lo último que me esperaba era la bomba que me soltó.

—Dices en serio eso de que solo tengo que contestarte a la pregunta para poder irte a la cita con la criatura esa en la que se ha convertido Stevie Rae, ¿verdad?

Sentí que desaparecía todo el color de mi rostro.

—¿De qué diablos estás hablando, Aphrodite?

—Vamos a pasear —dijo ella, que inmediatamente echó a caminar a lo largo del enorme muro de piedra que limita la propiedad de la escuela.

—Aphrodite, no —negué yo al tiempo que la agarraba del brazo—. Dime lo que sabes.

—Escucha, me cuesta mantenerme en pie tan poco tiempo después de haber tenido una visión, y la que he tenido, la que me ha traído aquí, no ha sido una de mis visiones normales.

Aphrodite se soltó de mí y se restregó la frente como si a ella también le doliera la cabeza. Por primera vez noté que le temblaban las manos; de hecho, todo su cuerpo temblaba y estaba más pálida de lo normal.

—Está bien, vamos a pasear.

Ella se quedó callada durante un rato, y yo tuve que luchar conmigo misma para no agarrarla y sacudirla y obligarla a contarme cómo sabía lo de Stevie Rae. Cuando por fin comenzó a hablar no me miró, y parecía más bien hablarle a la noche que a mí.

—Mis visiones han estado cambiando. Todo comenzó con aquella visión en la que asesinaban a esos chicos humanos. Yo antes veía cosas y, en esas visiones, solía ser una simple observadora. Observaba lo que ocurría, pero jamás me afectaba. Todas las cosas, las personas, todo estaba claro, todo era fácil de entender. Pero con esos chicos fue diferente. Yo dejé de estar aparte, como si dijéramos. Me convertí en uno más. Sentía que me asesinaban a mí también —explicó Aphrodite. Hizo una pausa y se estremeció—. Además ya no veía las cosas tan claras. Todo pasó a ser un revoltijo de miedo, de pánico; una locura de emociones. Comencé a ver imágenes de cosas que podía identificar o comprender, como cuando te dije que tenías que sacar a Heath de esos túneles o en caso contrario él moriría. Pero la mayor parte del tiempo estoy aterrada y confusa, y después me siento fatal —continuó Aphrodite, que me miró como si acabara de acordarse de que yo estaba con ella—. Así fue con la visión de tu abuela al ahogarse. De hecho, yo era tu abuela, y fue una suerte que pudiera ver algunas imágenes del puente y supiera por dónde había caído el coche al agua.

—Recuerdo que no pudiste decirme mucho —asentí yo—. Entonces creí que lo hacías porque no querías decírmelo, no porque no pudieras.

—Sí, lo sé —contestó Aphrodite con una sonrisa sarcástica—. Pero tampoco es que me importara entonces lo que tú pensaras.

—Bueno, sigue con lo de Stevie Rae.

¡Por Dios!, sí que era antipática la chica.

—No he tenido ninguna visión en un mes. Mejor, porque mis padres insisten en que vaya a verlos por las vacaciones de invierno. A menudo.

Su mueca dejó claro que volver a casa de sus padres no era precisamente de su agrado, cosa que yo ya sabía. Durante la última visita de los padres a la escuela, yo había observado más o menos accidentalmente la escena del reencuentro de Aphrodite con sus padres: había sido la peor pesadilla que uno pueda imaginar. El padre de Aphrodite era el alcalde de Tulsa. Su madre bien podría ser Satán. Básicamente, a su lado mis padres parecían los Brady (sí, soy tonta y veo las reposiciones de Nickelodeon).

—Pues yo tuve una escenita de cumpleaños ayer con mis padres, que ¡vamos!

—Tu padrastro es un loco de esos de las Gentes de Fe, ¿no?

—Exacto. Mi abuela lo llama pedazo de mierda.

Eso la hizo reír. Quiero decir reír de verdad. Yo la observé, y me quedé alucinada al ver como su rostro se transformaba y pasaba de frío y simplemente mono, a cálido y bello.

—Si. Detesto a mis padres —dije yo.

—¿Y quién no?

—Stevie Rae no. O al menos antes no los detestaba…

Mi voz se desvaneció, y tuve que luchar contra el urgente y violento deseo de romper a llorar allí mismo.

—Así que esa parte de la visión ya se ha hecho realidad. Stevie Rae se ha convertido en un monstruo.

—¡Ella no es un monstruo! Simplemente es distinta a como era antes.

Aphrodite alzó una ceja rubia perfecta.

—Se diría que es un progreso, de no haber visto en qué se ha convertido ahora.

—Tú simplemente dime lo que has visto.

—He visto como asesinaban a vampiros. Era horrible.

Aphrodite tuvo que hacer una pausa para tragar, como si estuviera haciendo un enorme esfuerzo para no vomitar.

—¿Los asesinaba Stevie Rae? —pregunté yo a gritos.

—No. Eso fue en otra visión.

—Está bien. No comprendo nada.

—Intenta tener esas malditas visiones, o al menos las nuevas visiones que tengo ahora, y verás. Es todo una pura confusión. Y dolor. Y miedo. Son completamente horrorosas.

—Pero entonces, ¿Stevie Rae no estaba en la visión en la que asesinaban a los vampiros?

Aphrodite sacudió la cabeza y contestó:

—No, pero sentí como si las dos visiones fueran juntas. —Aphrodite hizo una pausa para suspirar y continuó—: Vi a Stevie Rae. Estaba horrible. Realmente sucia y delgada, con los ojos relucientes y de un extraño color rojo. Y no podrías creer lo que llevaba puesto. Quiero decir, no es que antes fuera la reina de la moda, pero aún así…

—Sí, sí, ya lo pillo. Así que la has visto no muerta.

—Eso es lo que es, ¿verdad? Se ha convertido en una especie de horrible cliché de vampiro, en el monstruo que los humanos han creído siempre que somos nosotros, durante siglos.

—No todos los humanos, solo algunos. Tenemos que superar toda esa mierda de actitud acerca de los humanos. Tú también eras humana —dije yo.

—Lo que sea. Pero también estaba enamorada de Sean William Scott, ¡y ya ves! —dijo Aphrodite, echándose atrás la melena—. De todos modos vi a Stevie Rae cuando moría. Otra vez. Pero esta vez de verdad. Y supe que si finalmente la visión se convertía en realidad, de algún modo eso significaría que todas las muertes de los vampiros que vi ocurrirían de verdad. Así que tenemos que encontrar el modo de salvar a Stevie Rae, porque a Nyx no le hace ninguna gracia que maten a todos esos vampiros.

—¿Cómo muere Stevie Rae?

—La mata Neferet. La arroja directamente a la luz del sol, y se quema.