8

Todo el mundo estaba allí cuando llegué corriendo. Hasta Nala estaba allí. Juro que me miró con unos ojos que parecían decir que sabía lo que había estado haciendo en la biblioteca. Luego soltó un «miau» de cascarrabias en mi dirección, estornudó y se marchó. ¡Dios, cuánto me alegro de que no pueda hablar!

De pronto los brazos de Erik me rodearon. Me besó rápidamente y me abrazó mientras me susurraba al oído:

—Llevo todo el día esperando para verte.

—¿Sí? Pues estaba en la biblioteca.

Me di cuenta de que mi tono de voz había sonado demasiado brusco y odioso (es decir, culpable). Él se apartó de mí y me sonrió, ligeramente confuso.

—Sí, eso es lo que nos dijeron las gemelas.

Yo lo miré a los ojos, sintiéndome literalmente como una mierda. ¿Cómo podía siquiera arriesgarme a perderlo? Jamás hubiera debido permitir que Loren me besara. Estaba mal. Yo sabía que estaba mal y…

—¡Eh, Z!, bonita bufanda —dijo Damien, tirando de un extremo con el muñeco de nieve e interrumpiendo mi discurso mental cargado de culpabilidad.

—Gracias, me la ha regalado mi amiguito —dije yo, tratando de hacer una pobre broma que sabía que sonaría extraña.

—Con ese comentario a lo que se refiere es a que es su amigo especial —dijo Shaunee haciendo una mueca.

—Sí, pero por favor, no pongas nervioso a Jack —dijo Erin—. Damien no va a cambiar de equipo.

—¿Y no deberías decirme a mí también que no me ponga nervioso? —preguntó entonces Erik, divertido.

—No, cariño —contestó Erin.

—Si Z te abandonara por la reina Damien, nosotras estaríamos aquí para consolarte y ayudarte a sobrellevar la pena —dijo Shaunee.

Entonces las gemelas comenzaron de improviso a frotarse la una contra la otra, y todo para hacer reír a Erik. A pesar de lo culpable que me sentía, consiguieron hacerme reír a mí también. Yo le tapé los ojos a Erik para que no viera el espectáculo.

Damien frunció el ceño en dirección a las gemelas y se aclaró la garganta antes de decir:

—Vosotras dos sois incorregibles.

—Gemela, por favor, que se me ha olvidado, ¿qué significa incorregible? —preguntó Shaunee.

—Creo que significa que somos más excitantes y más sexis que toda una manada de «corregibles» —dijo Erin sin dejar de chocarse y restregarse contra la otra.

—Vosotras lo que sois es dos idiotas, lo que significa que no tenéis en absoluto sentido común —dijo Damien que, a pesar de todo, no podía parar de reír. Sobre todo cuando Jack se unió al grupo y comenzó a restregarse él también—. De todos modos estuve a punto de ir a la biblioteca, pero entonces Jack y yo nos pusimos a ver Will y Grace, y acabamos haciendo un maratón y perdí por completo la noción del tiempo —continuó Damien—. Pero la próxima vez que quieras hacer una investigación, dímelo; estaré encantado de ayudarte.

—Es un ratón de biblioteca —comentó Jack, dándole un empujón en el hombro en broma.

Damien se ruborizó. Las gemelas se rieron sofocadamente. Erik se echó a reír. Pero yo deseé vomitar.

—Ah, tranquilo. Solo fui a… bueno, a mirar unas cosas —dije yo.

—¿Más «cosas»? —sonrió Erik, bajando la vista y mirándome a los ojos.

Detestaba que él fuera tan comprensivo y me apoyara tanto. De haber sabido él que las cosas que había estado yo investigando eran darme el lote con Loren Blake… ¡Oh, Dios! ¡No! Él nunca, jamás debía descubrirlo.

Y sí, me daba cuenta de lo frívolo y guarro que era que instantes antes yo estuviera comiéndome los morros de Loren, toda excitada y temblando de la cabeza a los pies por él, y en ese momento prácticamente sufriera sofocos por la culpa.

Era evidente que necesitaba terapia.

—Entonces, ¿habéis traído las velas? —pregunté a las gemelas, decidiendo de una vez por todas que ya pensaría más tarde en el lío de Loren.

—Por supuesto —dijo Erin.

—Por favor. ¡Pero si estaba chupado! —exclamó Shaunee—. Incluso las hemos colocado en sus respectivos lugares.

Shaunee señaló detrás del grupo hacia una zona plana del césped bajo la copa de un enorme roble. Vi las cuatro velas representando los cuatro elementos en sus respectivos lugares, con la quinta vela, que representaba el espíritu, en medio del círculo.

—Yo he traído las cerillas —dijo Jack con entusiasmo.

—Muy bien. De acuerdo. Entonces adelante —dije yo.

Los cinco comenzamos a dirigirnos a nuestras respectivas velas. Damien me sorprendió porque se quedó un poco rezagado y me susurró:

—Si quieres que Jack se marche, solo tienes que decírmelo y yo se lo diré a él.

—No —negué yo automáticamente. Inmediatamente mi mente alcanzó el paso de mis rápidos labios y añadí—: No, Damien. Es correcto que se quede. Él es parte de nosotros. Pertenece al grupo.

Damien me sonrió agradecido y le indicó a Jack que me diera las cerillas. Él corrió hacia mí, hacia el centro del círculo.

—Iba a traer un encendedor, pero entonces lo pensé mejor y no me pareció bien —me explicó Jack muy serio—. Creo que es mejor utilizar madera real. Ya sabes: madera de verdad. Un encendedor es demasiado frío y moderno para un ritual tan antiguo. Por eso he traído esto —dijo, sacando con orgullo una caja larga y cilíndrica. Cuando yo me quedé mirándolo como una… bueno, como una idiota, él tiró de la tapa y me tendió la parte de abajo, diciendo—: ¿Lo ves? Son cerillas de chimenea, largas y muy chulas. Las he sacado del santuario de la zona de los cuartos de los chicos. Ya sabes, junto a la chimenea.

Yo tomé la caja de cerillas. Eran largas y finas y de un bonito color violeta con la punta roja.

—Son perfectas —dije, contenta de poder hacer feliz a alguien—. Acuérdate de llevarlas mañana al ritual. Las usaré en lugar del mechero de siempre.

—¡Estupendo! —exclamó entusiasmado Jack que, tras lanzarle a Damien una sonrisa satisfecha, salió corriendo del círculo, se sentó cómodamente a la sombra del árbol y apoyó la espalda contra el tronco.

—Bien, chicos, ¿estáis listos?

Mis tres amigos y mi novio (por suerte solo estaba uno de mis novios) replicaron que sí a coro.

—Vamos a repasar lo básico y a saltarnos lo más complicado. Vosotros, chicos, estaréis fuera del círculo en vuestros lugares respectivos con el resto de las Hijas e Hijos Oscuros. Entonces Jack nos dará la entrada con la música y entraré yo, igual que hice el mes pasado.

—¿Va a recitar el profesor Blake otro poema? —preguntó Damien.

—¡Oh, Dios, eso espero! —exclamó Shaunee.

—Ese vampiro es tan guapo que con él la poesía casi resulta interesante —dijo Erin.

—¡No! —solté yo. Entonces, al ver que todos me miraban con extrañeza (supongo que todos me miraron con extrañeza, porque las gemelas y Damien lo hicieron, pero yo evité mirar a Erik para comprobarlo), continué con un tono más normal—: Quiero decir que no creo que él recite nada. Pero no he hablado con él, así que tampoco lo sé. Bueno, entro yo y me muevo al ritmo de la música, con o sin poesía, hasta que llego a mi lugar en el centro —me apresuré a continuar con total naturalidad—. Invoco el círculo, le pido la bendición a Nyx para todos nosotros específicamente para este comienzo de año, ofrezco el vino a mi alrededor, cierro el círculo, y nos vamos todos a comer —terminé. Acto seguido dirigí la vista hacia Damien y añadí—: Tú te encargarás de la comida, ¿verdad?

—Sí, la chef ha vuelto de las vacaciones de invierno, y entre los dos decidimos el menú ayer. Vamos a poner chile preparado de mil maneras distintas. Y —añadió Damien con una voz que parecía decir que se creía terriblemente travieso— también habrá cerveza de importación.

—Eso suena bien —dije yo con una sonrisa apreciativa.

Sí, sonaba excéntrico y vagamente ilegal que jóvenes menores de edad fueran a beber cerveza en un acontecimiento escolar que, básicamente, estaba autorizado. Lo cierto era que, debido al cambio que estaba teniendo lugar en el interior de nuestros cuerpos, el alcohol, sencillamente, ya no nos afectaba o, al menos, no nos afectaba lo suficiente como para que nos comportáramos como los típicos adolescentes (en otras palabras: no nos emborracharíamos ni lo utilizaríamos como excusa para acostarnos los unos con los otros).

—Eh, Z, ¿y no tenías que anunciar en el ritual a quiénes quieres proponer para el Consejo de prefectos el año que viene? —preguntó Erik.

—Tienes razón, se me había olvidado —dije yo. Suspiré—. Bueno, sí, antes de cerrar el círculo, anunciaré a qué dos chicos nombro.

—¿Y quiénes son? —preguntó Damien.

—Eh… mm… tengo varios candidatos, pero aún no lo he decidido. Tomaré la decisión final esta noche —mentí. De hecho, ni siquiera tenía ningún nombre. No había querido pensar en ello porque uno de esos dos chicos tenía que ocupar el lugar de Stevie Rae en el Consejo. Entonces me acordé de que, en realidad, se suponía que debía permitir que mi Consejo me ayudara a elegir a esos dos nuevos chicos—. Eh, chicos, creo que deberíamos reunirnos mañana antes del ritual para repasar los nombres.

—Venga, Z, no te estreses —dijo Erik—. Tú simplemente elige a esos dos chicos. A nosotros nos parecerá bien.

Yo sentí un enorme alivio.

—¿Seguro?

Todos mis amigos entonaron un «por supuesto» o un «a mí me parece bien» a coro. Estaba claro que todos tenían plena confianza en mí. ¡Argh!

—Está bien, de acuerdo. Bien, entonces, ¿conocemos todos el orden del ritual?

Ellos asintieron.

—Bien. Entonces practicaremos la invocación del círculo.

Como siempre, no importaba qué ocurriera en mi vida o si eso que ocurría era importante o no era más que una tontería. A la hora de invocar el círculo y de llamar a los cinco elementos con los cuales yo mantenía un lazo especial o afinidad, la emoción y el placer que me procuraba mi don, por suerte, ensombrecía todo lo demás. Mientras me acercaba a Damien, sentí que mi estrés se desvanecía al tiempo que mi espíritu se ensalzaba. Saqué una larga y delgada cerilla y la restregué contra el rascador circular del fondo de la caja en forma de cilindro. Se encendió mientras yo decía:

—Llamo al aire a nuestro círculo. Nosotros lo respiramos con nuestro primer aliento, así que por eso lo correcto es llamarlo en primer lugar. ¡Ven a nosotros, aire!

Toqué con la cerilla la mecha de la vela amarilla que sostenía Damien y la encendí. Y la vela permaneció encendida, a pesar de la alocada ráfaga de viento que sopló alrededor de Damien y de mí como si él y yo fuéramos el centro de un mini tornado domesticado pero juguetón.

Damien y yo nos sonreímos el uno al otro.

—No creo que pueda acostumbrarme a lo increíble que es esto jamás —dijo él en voz baja.

—Ni yo tampoco —contesté yo, soplando la alocada cerilla.

Entonces me moví en el sentido de las agujas del reloj o deosil alrededor del círculo, hacia Shaunee y su vela roja. Podía oír a Shaunee canturreando algo entre dientes, algo que pude reconocer mientras sacaba otra cerilla; se trataba de la vieja canción de Jim Morrison Light My Fire. Sonreí.

—El fuego nos calienta con su llama apasionada. ¡Llamo al fuego a nuestro círculo!

Como siempre, apenas tuve que tocar la mecha para encender la vela de Shaunee. Ardió instantáneamente, lanzando luz y calor contra la piel de las dos.

—No podría tener más calor si estuviera ardiendo —dijo Shaunee.

—Bueno, Nyx sin duda ha acertado al concederte este elemento —dije yo.

Entonces me acerqué a Erin, que prácticamente vibraba de nerviosismo. La cerilla seguía encendida, así que simplemente sonreí en dirección a ella y dije:

—El agua es el elemento más equilibrado y perfecto con relación a la llama, exactamente igual que Erin es la gemela perfecta para Shaunee. ¡Llamo al agua a nuestro círculo!

Toqué la mecha de la vela azul con la cerilla y de inmediato me sentí envuelta entre los olores y los sonidos del mar. Juro que podía notar las cálidas olas tropicales contra mis piernas, refrescando el ardor que acababa de recalentarme.

—Me encanta el agua —dijo Erin, feliz.

Entonces yo respiré hondo, tratando de hacer acopio de energía y de asegurarme de que sonreía con calma antes de girarme y caminar hacia Erik, que estaba de pie en la cabecera del círculo, sujetando la vela verde que representaba el cuarto elemento, la tierra.

—¿Estás listo?

Erik estaba un poco pálido, pero asintió y su voz sonó alta y confiada cuando contestó:

—Sí, estoy listo.

Yo alcé la cerilla aún encendida y grité:

¡Ay! ¡Mierda!

Me sentí como una completa estúpida, en lugar de como una alta sacerdotisa en prácticas y como la única iniciada que había sido bendecida con la afinidad con los cinco elementos juntos. Dejé caer la cerilla que había dejado arder durante demasiado tiempo, hasta quemarme los dedos. Alcé la vista tímidamente hacia Erik y después al resto del círculo y me disculpé.

—Lo siento, chicos.

Ellos se encogieron de hombros con naturalidad ante mi torpeza. Yo me estaba volviendo hacia Erik y metiendo la mano en la caja de cerillas cilíndrica para sacar otra cuando, por fin, mi mente registró lo que antes no había visto.

No había un hilo luminoso de unión entre Damien, Shaunee y Erin. Sus velas estaban encendidas. Sus elementos se habían manifestado. Pero la conexión que habíamos sentido desde que los cinco juntos habíamos convocado nuestro primer círculo, que era tan poderosa y que resultaba visible en forma de un precioso hilo de luz, se había perdido. Sin saber qué hacer, lancé una plegaria silenciosa a Nyx. ¡Por favor, Diosa, muéstrame qué debo hacer para restablecer nuestro círculo sin Stevie Rae! Entonces encendí la cerilla y sonreí alentadoramente en dirección a Erik.

—La tierra nos sostiene y nos nutre. ¡Como cuarto elemento yo llamo a la tierra a nuestro círculo!

Acerqué la cerilla a la mecha de la vela verde. La reacción de Erik fue instantánea. Gritó de dolor al tiempo que la vela verde salía volando de su mano y del círculo en dirección a las espesas sombras de detrás del árbol. Erik se restregaba la mano y musitaba algo acerca de cuánto le escocía, y al mismo tiempo de la oscuridad salía alguien que, muy enfadado, no dejaba de maldecir.

—¡Maldita sea! ¡Ay! ¡Mierda! ¿Qué demonios…?

Era Aphrodite quien salía de entre las sombras con la vela verde apagada, restregándose una marca roja en la frente que comenzaba a hinchársele.

—¡Ah, genial! Debería habérmelo imaginado, ¡joder! Me dijo que viniera aquí fuera, en medio de… —comenzó a decir Aphrodite, haciendo una pausa para mirar a su alrededor, al árbol, al césped, y arrugar la nariz— en medio la naturaleza, y ¿qué me encuentro, aparte de insectos y sucia tierra? A la panda de lerdos, tirándome mierda.

—¡Ojalá se nos hubiera ocurrido! —dijo Erin.

—¡Aphrodite, eres una bruja odiosa del demonio! —dijo Shaunee con la misma amabilidad.

—¡Imbéciles, ni me habléis!

Yo no hice ningún caso a la discusión, sino que pregunté:

—¿Quién te dijo que vinieras aquí?

—Nyx —contestó Aphrodite, mirándome a los ojos.

—¡Por favor!

—¡Vale, lo que tú digas!

—¡Eso es muy poco probable!

Damien y las gemelas se pusieron a gritar todos al mismo tiempo. Yo noté que Erik se quedaba sospechosamente en silencio. Alcé la mano.

—¡Ya basta!

Todos se callaron.

—¿Por qué te pidió Nyx que vinieras aquí? —le pregunté a Aphrodite.

Con los ojos aún fijos en mí, Aphrodite se me acercó antes de contestar. Y apenas miró a Erik, que se interponía en su camino.

—Aparta, que das pena, ex novio —dijo Aphrodite. Me sorprendió que Erik de hecho se apartara sin oponer resistencia ni abrir la boca. Aphrodite se colocó en el lugar de la tierra, delante de mí, y añadió—: Invoca a la tierra y lo verás.

Antes de que nadie pudiera protestar, yo seguí mi instinto. Sabía por lo que este me decía lo que iba a pasar.

—La tierra nos sustenta y nos nutre. ¡Como cuarto elemento, yo llamo a la tierra al círculo! —repetí.

Entonces toqué con una cerilla recién encendida la vela verde. Se encendió instantáneamente, rodeando a Aphrodite y a mi de los olores y los sonidos de la exuberante pradera en plena floración a mitad del verano.

Entonces Aphrodite dijo en voz baja:

—Nyx ha decidido que necesito más mierda en mi asquerosa vida, así que ahora me ha concedido la afinidad con la tierra. ¿No te parece irónico?