¡Oh, Dios, mío! Quise morirme y convertirme en polvo y que la brisa soplara y me llevara a cualquier parte, con tal de que fuera lejos. Pero en lugar de ello me di la vuelta. Por supuesto, Loren Blake, vampiro y poeta laureado y el hombre más guapo del universo conocido, estaba ahí de pie, con una sonrisa en su clásico y hermoso rostro.
—¡Oh, eh, hola! —tartamudeé y, ya que no había sonado lo suficientemente estúpida, solté además—: Tú estás en Europa.
—Estaba. Acabo de volver.
—¿Y qué tal en Europa? —preguntó Erik con calma mientras ponía un brazo por encima de mis hombros con la mayor naturalidad.
Loren sonrió aún más y desvió la vista de Erik a mí.
—No tan amistosa como América.
Erik, que parecía estar pasándoselo en grande, soltó una pequeña carcajada y dijo:
—Bueno, no es cuestión de adónde vas, sino de a quién conoces.
—Evidentemente —dijo Loren, alzando una ceja perfecta.
—Hoy es el cumpleaños de Zoey. Estábamos dándonos el beso de cumpleaños y todo eso —dijo Erik—. Ya sabes que Z y yo salimos juntos, ¿no?
Yo miré primero a Erik y luego a Loren. La testosterona era prácticamente visible en el aire, volando entre los dos. Jolines, actuaban como dos verdaderos machitos. Sobre todo Erik. Juro que no me habría sorprendido lo más mínimo que me hubiera dado un golpe en la cabeza para arrastrarme luego del pelo. Y la idea no resultaba en absoluto atractiva.
—Sí, eso he oído por ahí —dijo Loren con una extraña sonrisa; una especie de sonrisa sarcástica que casi parecía una risita. Luego señaló mi labio y añadió—: Tienes un poco de sangre ahí, Zoey. Quizá quieras limpiártela. ¡Ah!, y, ¡felicidades!
Yo me puse colorada. Loren se dio la vuelta y se dirigió a la sección de la escuela en la que se encontraban los dormitorios de los profesores.
—No sé cómo podría haber resultado más violento —comenté yo después de limpiarme la sangre y de alisarme el suéter.
Erik se encogió de hombros y sonrió.
Yo le di un manotazo en todo el pecho antes de agacharme para recoger la planta y el libro.
—Y no comprendo por qué te parece tan divertido —dije mientras echaba a andar hacia el dormitorio.
Por supuesto, él me siguió.
—Solo nos estábamos besando, Z.
—Tú me estabas besando. Yo te estaba chupando la sangre —dije, sin mirarlo de frente—. Ah, y luego está el pequeño detalle de tu mano por dentro de mi camisa. No nos olvidemos de eso.
Él me quitó la planta de lavanda y me agarró de la mano.
—No, no me olvidaré de eso, Z.
A mí no me quedaba ninguna mano libre para volver a darle un manotazo, así que me conformé con mirarlo a los ojos con expresión enfadada.
—Es violento. No puedo creer que Loren nos viera.
—Solo era Blake, y ni siquiera es realmente profesor aquí.
—Es violento —repetí yo.
Deseaba calmarme y que mi voz sonara menos tensa. Pero también deseaba succionarle un poco más de sangre a Erik, solo que eso no iba a mencionarlo.
—Yo no me siento violento. Me alegro de que nos viera —dijo Erik con aires de suficiencia.
—¿Que te alegras? ¿Y desde cuándo te pone que te pillen dándote el lote?
Estupendo. Así que Erik era un tío rarito, y yo acababa de enterarme.
—No me pone que me pillen dándome el lote, pero aun así me alegra que Blake nos viera —dijo Erik. No quedaba ni rastro de jocosidad en su voz al decirlo, y su sonrisa se había convertido en una expresión muy seria—. No me gusta el modo en que te mira.
Mi estómago se retorció.
—¿A qué te refieres? ¿Cómo me mira?
—Como si tú no fueras una estudiante y él no fuera un profesor —contestó Erik. Luego hizo una pausa y añadió—. Así que entonces, ¿no te habías dado cuenta?
—Erik, creo que estás loco —contesté yo, evitando cuidadosamente responder a la pregunta—. Loren no me mira de ningún modo.
El corazón me latía como si estuviera a punto de salírseme del pecho. ¡Jolines, claro que sí, sí me había dado cuenta de cómo me miraba Loren! Lo sabía de sobra. Incluso le había hablado a Stevie Rae de ello. Pero después de todo lo sucedido últimamente, además de que Loren había estado ausente durante casi un mes, yo casi me había convencido a mí misma de que me había imaginado todo lo ocurrido entre nosotros.
—Lo llamas Loren —advirtió Erik.
—Sí, tal y como tú has dicho, realmente no es profesor.
—Yo no lo llamo Loren.
—Erik, él me ayudó a hacer ciertas investigaciones para las nuevas reglas de las Hijas Oscuras —dije yo.
Más que una exageración, eso era directamente una mentira. Yo estaba investigando. Loren estaba allí. Habíamos hablado. Él había tocado mi rostro. Sin pensar en ello, me apresuré a continuar:
—Además, me preguntó por mis tatuajes.
Y era cierto. Desnudé mi espalda bajo la luna llena de modo que él pudiera verlos… y tocarlos… y de modo que los tatuajes pudieran inspirarle para escribir poesía. Aparté mi mente también de esos pensamientos y terminé con una escueta frase:
—Así que de algún modo, sí, lo conozco.
Erik gruñó.
Yo sentí como si un puñado de hámsters corrieran afanosamente por las distintas ruedas de mi mente, pero traté de que mi voz sonara tranquila y casi como de broma al preguntar:
—Pero Erik, ¿estás celoso de Loren?
—No —dijo él, que primero me miró, luego apartó la vista y por último me miró a los ojos otra vez antes de añadir—: Sí. Bueno, quizá.
—Pues no lo estés. No hay ninguna razón para que estés celoso. No hay nada entre él y yo. Te lo prometo.
Choqué mi hombro contra el de él. En aquel momento lo decía en serio. Bastante estresante me resultaba ya decidir qué hacer con Heath y la conexión. Lo último que necesitaba era un romance secreto con alguien que estaba aún más fuera de mis límites que mi ex novio humano. (Aunque era triste pero, según parecía, era siempre eso que menos falta me hacía lo primero que siempre conseguía).
—Hay algo en él que simplemente no me gusta —dijo Erik.
Nos detuvimos delante de los dormitorios de las chicas y, sin soltar su mano, me giré hacia él y pestañeé con inocencia.
—Así que ya lo has catado, ¿eh?
—Ni de broma —contestó Erik de mal humor. Él tiró de mí y me rodeó con un brazo—. Lamento haberme vuelto loco por lo de Blake. Sé que no hay nada entre vosotros dos. Supongo que me he puesto celoso y me he comportado como un estúpido.
—No te has comportado como un estúpido, y no me importa que te pongas celoso. O al menos que te pongas un poco celoso.
—Tú sabes que estoy loco por ti, Z —dijo él, inclinándose para lamerme la oreja—. Ojalá no fuera tan tarde.
Yo me estremecí y contesté:
—Sí, ojalá.
Pero podía ver el cielo comenzando a iluminarse por encima del hombro de Erik. Además, estaba agotada. Entre mi cumpleaños, mi madre, mi padrastro el perdedor y mi mejor amiga no muerta, realmente necesitaba un tiempo a solas para pensar y una noche entera para dormir (o, en nuestro caso, un día entero). Pero eso no impidió que me arrimara un poquito más a Erik.
Él me besó en lo alto de la cabeza y me sujetó con fuerza.
—Eh, ¿sabes ya quién va a representar a la tierra durante el próximo ritual de la Luna llena?
—No, aún no —dije yo.
Mierda. Faltaban solo dos noches para el ritual de la Luna llena, solo que yo había estado evitando por todos los medios pensar en ello. Habría sido horrible sustituir a Stevie Rae de haber estado ella verdaderamente muerta; pero sabiendo que en realidad solo estaba no muerta y que andaba por ahí, por los apestosos callejones y los sucios túneles del centro de la ciudad, poner a otra persona en su lugar resultaba sencillamente deprimente. Por no decir un completo error.
—Tú sabes que yo estoy dispuesto a hacerlo. Solo tienes que pedírmelo.
Yo ladeé la cabeza y la alcé para mirarlo. Él estaba en el Consejo de prefectos junto con las gemelas, Damien y, por supuesto, conmigo. Yo era prefecto senior a pesar de que técnicamente era solo una iniciada, y ni siquiera era alumna de los últimos cursos. Stevie Rae también había formado parte del Consejo, por supuesto. Y no, yo aún no había decidido quién la sustituiría. De hecho, también tenía que proponer a dos estudiantes para el Consejo, y tampoco había pensado siquiera en ello. Jolín, sí que estaba estresada. Respiré hondo y dije:
—¿Querrías, por favor, representar a la tierra en el círculo de nuestro ritual de la Luna llena?
—Por supuesto, Z, pero ¿no crees que sería buena idea si practicáramos antes el círculo de invocación? Todos tienen una afinidad con un elemento excepto tú, que tienes afinidad con los cinco, así que quizá sea mejor que nos aseguremos de que todo va a ir bien al entrar yo, que no tengo ningún don.
—Pero no es del todo cierto que tú no tienes ningún don.
—Bueno, pero yo no me estaba refiriendo a mis grandes habilidades sexuales.
—Ni yo —contesté yo tras hacer una mueca de falsa desesperación.
Él tiró de mí para acercarme más, de modo que mi cuerpo se amoldó al de él.
—Entonces supongo que aún tengo mucho que enseñarte de mi talento.
Yo me eché a reír sofocadamente y él me besó. Aún podía saborear un toque de sangre en su labio, lo cual hizo que el beso me supiera aún más dulce.
—Así que ya habéis hecho las paces, ¿no? —dijo Erin.
—Más que las paces, es otra cosa lo que están haciendo, gemela —dijo Shaunee.
En esa ocasión Erik y yo no nos separamos. Simplemente suspiramos.
—¿Es que en esta escuela no existe la intimidad? —musitó Erik.
—¡Eh, que te la estabas comiendo aquí, a plena vista! —dijo Erin.
—Yo lo encuentro encantador —dijo Jack.
—Pero es porque tú eres encantador —intervino Damien, entrelazando su brazo con el de Jack mientras bajaban los escalones en dirección hacia los dormitorios.
—Gemela, voy a vomitar. ¿Tú no? —preguntó Shaunee.
—Sin duda. Voy a vomitarlo todo y voy a arrojarlo como si fuera un proyectil —contestó Erin.
—Así que todo este besuqueo os pone enfermas, ¿eh? —preguntó Erik con un brillo malicioso en los ojos.
Yo me pregunté a qué estaba jugando.
—Me dan náuseas, literalmente hablando —confirmó Erin.
—Lo mismo digo —convino Shaunee.
—Bien, entonces, no creo que os interese lo que Cole y T. J. querían que os dijera, ¿verdad?
—¿Cole Clifton? —preguntó Shaunee.
—¿T. J. Hawkins? —preguntó al mismo tiempo Erin.
—Sí y sí —contestó Erik.
Yo observé a las cínicas gemelas cambiar instantáneamente de actitud.
—¡Cole es tan genial! —soltó Shaunee—. Ese pelo rubio y esos traviesos ojos azules es que me ponen de verdad.
—¡T. J.! —Erin se abanicó teatralmente mientras pronunciaba su nombre—, ese chico sí que sabe cantar. Y es alto… ¡Ah, es tan genial!
—Y todo ese teatro, ¿significa que en realidad sí estáis interesadas en el besuqueo y todo eso? —preguntó Damien, elevando una ceja con suficiencia.
—Sí, reina Damien —contestó Shaunee mientras Erin fruncía el ceño y asentía en dirección a él.
—Entonces, ¿tenías algo que decirles a las gemelas de parte de Cole y T. J.? —le pregunté yo a Erik, antes de que Damien pudiera devolvérsela a las gemelas, cosa que me hizo echar de menos otra vez a Stevie Rae, que sabía mantener la paz mejor que nadie.
—Solo que se nos había ocurrido que sería estupendo si Shaunee, Erin y tú —dijo Erik, haciendo una pausa para apretarme los hombros— vinierais al IMAX mañana por la noche con nosotros tres.
—¿Te refieres a Cole, T. J., y tú? —preguntó Shaunee.
—Sí. Ah, y Damien y Jack también están invitados —añadió Erik.
—¿Y qué vamos a ver? —preguntó Jack.
Erik hizo una pausa de nuevo para darle más efecto al asunto, y luego entonó, emocionado:
—Ahora están reponiendo 300 por Navidad.
Entonces fue Jack quien se abanicó.
—¡Nosotros desde luego vamos! —dijo Damien con una sonrisa.
—¡Nosotras también! —dijo Shaunee al tiempo que Erin asentía con tal vigor que su cabello rubio se alborotó por completo y la hizo parecer una animadora.
—¿Sabes? 300 puede ser la película perfecta. Tiene de todo: un poco para cada uno —dije yo—. Tetas de hombre para los que les gusten las tetas masculinas. Tetas de mujer para los que les gusten las tetas femeninas. Y una buena dosis de acción heroica masculina, cosa que, ¿a quién no le gusta?
—Y una sesión de media noche en el IMAX para aquellos a los que no les gusta la luz del día —añadió Erik.
—Perfección en grado sumo —aseguró Damien.
—Eso digo yo —repitieron las gemelas.
Yo simplemente me quedé ahí de pie y sonreí. Me encantaban mis amigos. Todos y cada uno de ellos. Echaba de menos a Stevie Rae continuamente, pero por primera vez en aquel mes me sentía de nuevo yo misma, e incluso me sentía contenta y feliz.
—Entonces, ¿es una cita en firme? —preguntó Erik.
Todo el mundo coincidió con sus alegres síes.
—Será mejor volver a nuestros dormitorios. No quiero que nos pillen en el terreno sagrado del dormitorio de las chicas después del toque de queda —bromeó Erik.
—Sí, será mejor —confirmó Damien.
—¡Eh, Zoey, feliz cumpleaños! —exclamó Jack.
¡Jolín, sí que era un chico encantador!
—¡Gracias, guapo! —contesté yo. Luego miré al resto de mis amigos y añadí—: Lamento haber sido tan burra antes. De verdad que me gustan los regalos.
—¿Y significa eso que te los vas a poner? —preguntó Shaunee, mirándome fijamente con sus ojos de color chocolate.
—Sí, ¿vas a ponerte esas botas tan chulas que nos han costado doscientos noventa y cinco dólares con cincuenta y dos centavos? —preguntó Erin.
Yo tragué. Shaunee y Erin eran de familias con dinero. Yo, por el contrario, no estaba acostumbrada a tener unas botas tan caras. De hecho, al enterarme de cuánto les habían costado, comenzaron a gustarme.
—Sí, voy a ponerme esas botas tan chulas —dije, imitando a Erin.
—Pues la bufanda de cachemira tampoco ha sido barata que digamos —comentó Damien con arrogancia—. ¿Te he dicho ya que es de cachemira? Un uno por ciento.
—Lo has dicho más veces de las que podríamos contarlas —musitó Erin.
—Me encanta la cachemira —aseguré yo.
Jack frunció el ceño y miró para abajo.
—Mi globo de cristal no era caro.
—Pero es muy bonito, y además lleva el muñeco de nieve, así que pega perfectamente con el precioso colgante, que no me pienso quitar —me apresuré a decir yo, interrumpiéndolo y sonriendo en dirección a Erik.
—¿Ni siquiera en verano? —preguntó Erik.
—Ni siquiera en verano.
—Gracias, Z —susurró Erik, besándome suavemente.
—Comienzo a sentir cierto malestar en el estómago otra vez —dijo Shaunee.
—Sí, yo también noto que se me está subiendo la bilis —convino Erin.
Erik me abrazó una vez más antes de echar a correr detrás de Jack y Damien, que ya se retiraba. Por encima del hombro, sin embargo, gritó:
—Entonces, ¿les digo a Cole y a T. J. que todo eso de los besos no os va?
—¡Diles eso, y te matamos! —contestó Shaunee con dulzura.
—¡Considérate muerto! —aseguró Erin con la misma dulzura.
Yo me eché a reír, haciéndome eco de la risa de Erik, que se desvanecía al alejarse. Recogí mi planta de lavanda, abracé mi Drácula contra el pecho y entré en el dormitorio con mis amigas. Y entonces comencé a pensar que quizá pudiera encontrar una solución para el asunto de Stevie Rae para, de ese modo, volver a estar todos juntos.
Lástima que la idea resultara ser tan ingenua como imposible.