CAPÍTULO 53

Por la noche volví a tumbarme en la cama rota. La voluntad de mi madre me había impresionado. Y me reconfortaba que no todas las cosas positivas en la vida de mi familia tuvieran que ver con Nina. Aparte de eso, no había avanzado un solo paso: ¿cómo podía irrumpir en la vida de mi familia? Hacer de niñera habría sido genial. Pero, para ello, tendría que retirar a mi madre de la circulación.

Esa misma mañana se me habrían ocurrido un montón de fantasías que no me habrían hecho ganar nada de buen karma: le habría puesto la zancadilla a Martha en las escaleras o habría incitado a los padres del equipo contrario a que le enseñaran lo que realmente era una entrada dura.

Pero ya no albergaba sentimientos negativos. Su comportamiento me tranquilizaba (vale, quizás no que llamara «mamón» a un niño pequeño). Y, por primera vez en mi vida, tenía la sensación de que tenía algo que agradecerle. Así pues, debía buscar un modo agradable de retirar a mi madre de la circulación durante un tiempo.

—Abuela, ¡si haces de portera tienes que tirarte al suelo! ¡Como Olli Kahn!

—Yo no soy Olli Kahn. No sé pararlas tan bien. ¡Pero soy más guapa! —refunfuñó mi madre, que parecía muy cansada: por lo visto, ya había tenido que parar un montón de balones.

Entré en el jardín y dije:

—¡Hola![23]

—¿Qué hace usted aquí? —preguntó mi madre sorprendida.

—Ayer vi que usted vivía aquí. Y me gustaría volver a hablar con usted. A solas.

Mi madre se dirigió a Lilly:

—Anda, entra un momento y trae agua.

—¡Pero si no tengo sed!

—¿Ni para una Coca-Cola?

—¿Coca-Cola? ¡Genial!

Lilly salió corriendo. Y es que los niños son como las autoridades italianas: si quieres algo de ellos, tienes que sobornarlos.

—¿Qué quiere? —preguntó Martha con desconfianza cuando Lilly ya no podía oírnos.

—Usted lo ha pasado muy mal en los últimos años —dije.

—Vaya, y yo sin saberlo —replicó Martha lacónica.

—¿Ha pensado alguna vez en irse de vacaciones para reponerse un poco?

—A menudo —suspiró—. La madrastra de la pequeña tiene una agencia de viajes. ¿Sabe adónde me gustaría ir?

—Usted dirá.

—A la República Dominicana.

—¿Y por qué no se va de vacaciones?

—¿Y quién se ocupará de Lilly? Sus padres trabajan.

—Yo estaría interesada —repliqué sonriendo con malicia.

—Pero usted ya trabaja en el club.

—Ah, lo he dejado —dije, estirando aún más la mentirijilla del club.

—No sé —titubeó Martha—. No me gusta dejar a la niña sola.

—Sería por poco tiempo.

Martha no acababa de estar convencida.

—Dicen que en la República Dominicana hay unas playas preciosas —dije para hacerle la boca agua.

—Y hombres guapos —dijo Martha sonriendo.

—Y hombres guapos —dije, devolviéndole la sonrisa.

Sí, las dos nos sonreíamos de verdad.

La primera vez desde… no sé desde cuándo.