CAPÍTULO 21

Por supuesto, ya había oído hablar antes del karma. Alex había leído un libro sobre el budismo cuando estaba en plena crisis con sus estudios de Bioquímica. Yo, en cambio, cuando entraba en crisis, prefería leer libros con títulos como Quiérete a ti misma, Quiérete más a ti misma y Olvídate de los demás.

—Es muy simple —dijo Casanova—. Quien obra bien acumula buen karma y entra en la luz del nirvana. Quien obra mal prolonga su existencia, como nosotros.

—¡Yo no he hecho nada malo! —protesté.

—¿Está segura?

Asentí. Insegura.

—¿Ni siquiera una infidelidad? —insistió Casanova.

Me vino a la cabeza Daniel Kohn.

—¿O perjudicar a alguien en beneficio propio?

Me vino a la cabeza Sandra Kölling y que me quedé con su trabajo porque hablé con los directores del programa sobre su creciente consumo de cocaína.

—¿O quizás ha descuidado a algunas personas de su entorno?

Me vino a la cabeza Lilly.

—¿O podría ser que haya hecho sufrir a sus subordina…?

—¡Ya basta! —le increpé.

—O…

—¿Qué parte del «ya basta» no ha acabado de entender? ¿«Ya» o «basta»?

—Discúlpeme, madame —dijo Casanova.

—¿Y por qué no ha acumulado usted nunca buen karma? —le pregunté.

—Bueno, en primer lugar, porque no es fácil hacerlo en un hormiguero —replicó.

—¿Y en segundo lugar?

—No va con mi disposición natural.

Y sonrió maliciosamente y con tanto encanto que yo también sonreí.

—Pero seguro que usted lo conseguirá —me animó.

Lo consideré un momento.

—Pero yo no quiero ir hacia la luz —repliqué—. Yo quiero impedir que Nina se quede con mi familia.

—Bueno… —Casanova sonrió con complicidad, y comenzó a divagar—: En mi penúltima muerte, Buda se me apareció… ¿Supongo que ya ha conocido al señor?

—No le tengo demasiado cariño —contesté.

—Un sentimiento que comparto totalmente —dijo Casanova—. En aquel encuentro, la hormiga gorda suspiró profundamente y dijo que yo seguía sin entender de qué se trataba. Y que tendría que explicármelo.

—¿Y entonces habló del karma?

—Y de que con buen karma no se alcanza de inmediato el nirvana.

—¿No? —dije; era toda oídos.

—Primero hay que reencarnarse en un animal superior.

—¿En un animal superior?

—Un perro, un gato, una oveja, según el karma acumulado.

Me sentía electrizada.

—¿Sabe lo que eso significa? —dijo Casanova sonriendo.

—Sí, que si vuelvo al mundo siendo perro…

—… le será más fácil influir en el mundo de los humanos que siendo una hormiga —dijo Casanova completando la frase.