En el gremio de constructores radica, según investigaciones relativamente recientes y fidedignas en torno a la construcción de las catedrales, el origen real de la que conocemos hoy como «masonería operativa».
La historia de la masonería empieza de verdad a ser historia en el siglo XVIII. Durante todo el Siglo de las Luces la masonería (en el grabado, Federico el Grande de Prusia presidiendo una reunión masónica) se quiso identificar con la «Ilustración».
Después de la crisis de 1917, con la revolución soviética al fondo, ingresó en la masonería española una nueva generación muy tentada por la política. Eran hombres de unos treinta años que recibieron una comprensiva ayuda por parte de algunos «hermanos» de la generación anterior, entre los que destacaba Diego Martínez Barrio.
El general Franco inspiró y alentó la persecución contra la masonería. Pero en 1979 la Audiencia Nacional revocó la prohibición que impedía la Inscripción legal del Gran Oriente Español, al amparo de la Ley de Asociaciones. Fue ponente en aquel fallo el magistrado don Fernando Ledesma, luego ministro de Justicia socialista.
La Unión Soviética se afianzó como potencia mundial bajo el mando totalitario y sádico de José Stalin durante los años treinta; y se convirtió en Imperio mundial a partir de 1945.El fracaso y hundimiento del comunismo en 1989-1990 ha sido una de las grandes y maravillosas convulsiones históricas que nadie prácticamente habla previsto.
Fernando Claudín, que ya habla dado el salto al socialismo menchevique antes de la catástrofe, confesaba poco antes de morir: «La adopción del modelo occidental es inevitable, porque el fracaso histórico del experimento iniciado en octubre de 1917 no deja otra salida».
Es muy curioso que el diario progresista de Madrid “El País”, que se habla hartado de llamar a Juan Pablo II «maniaco besacemento» y otras lindezas, casi se alineaba ahora con el “ABC” a la hora de reconocer la vital influencia del papa en la calda efectiva del muro de Berlín.
«Perestroika» es, si, «reestructuración». Pero dentro del socialismo, que para los soviéticos significa comunismo. «Espera un amargo desencanto —dice Gorbachov— a quienes en Occidente piensan que vamos a construir una sociedad no socialista».
La celebración del milenario de la Independencia política de Cataluña con el conde Borrell II (en el grabado) se ha basado en una colosal manipulación de la Historia por motivos políticos; los mismos que Inspiraron a la historiografía romántica catalana a tomar la leyenda por historia y exaltar la figura de Wifredo el Velloso como padre fundador de la Cataluña independiente.
«El nacimiento de una España viable —ha escrito Vicens Vives—, forjada con el tridente portugués, castellano y catalano-aragonés, es el mérito incuestionable de Ramón Berenguer IV (en la miniatura, con su esposa Petronila). Pluralismo que jamás excluyó la conciencia de una unidad de gestión en los asuntos hispánicos».
Tan catalanes eran algunos prohombres de la Revolución liberal de 1868 y la primera República española (tres de sus cuatro presidentes) como el santo confesor de Isabel II y adversario implacable del liberalismo exaltado y «petrolero», Antonio María Claret, catalán de origen y ejercicio en su gran aventura española.
«Las relaciones dinásticas —según Vicens Vives— prepararon el advenimiento de la unidad monárquica, de la «monarchia hispana», desde el momento que hicieron factible el establecimiento de una misma familia, la de los Trastámara, en los tronos reales de Castilla y de Aragón con la designación de Fernando I (en la imagen) como nuevo monarca aragonés en 1412».
La Iglesia catalana es una clave histórica del nacionalismo catalán, y como tal se mantiene hasta hoy con el apoyo absoluto de esa Iglesia a la Convergencia nacionalista de Jordi Pujol. Y con el empeño, expresado varias veces por los obispos de Cataluña, de que los demás españoles comprendamos las exigencias del nacionalismo. Incluso las Incomprensibles.
Para consolidar la autonomía catalana, la Generalidad catalanista destacó al señor Roca Junyent a la arena política nacional y le encargó encabezar una ristra de pequeños partidos regionales para las elecciones de 1986; con apoyo colosal de la Banca, que se lo negaba a la derecha nacional del señor Fraga. Los votantes propinaron al señor Roca y al catalanismo expansivo una de las más sonadas derrotas de la historia electoral española.
Antonio Machado asumió casi desde el principio una actitud de extrema militancia a favor del Frente Popular. Fue evacuado de Madrid en noviembre de 1936 por el Quinto Regimiento comunista y su manipulación por la propaganda de guerra republicano-comunista, si bien profunda, no resultó forzada; más bien parece una automanipulación. Perdió, en sus poesías y artículos de guerra, todo su sentido crítico.
No combatió en los frentes, pero anduvo cerca de casi todos ellos el gran Ernest Hemingway, quien contribuyó decisivamente, en la primavera de 1937, a inclinar en favor de la República a la opinión pública de los Estados Unidos gracias a su corresponsalía de Prensa.
Durante la guerra, Pedro Sainz Rodríguez desempeñó misiones esenciales en la política cultural, animó la propaganda interior y exterior, utilizó al servicio de Franco sus anchas relaciones Internacionales, creó el Instituto de España y trató de suplir con gran efectismo la falta de visión académica y universitaria, donde logró mucho mejores resultados que sus homólogos del bando republicano.
El primer escritor de la militancia nacional en guerra tendría que ser Eugenio d’Ors por su proyección universal y por sus resonancias en la vida cultural de la zona. Contribuyó de forma decisiva al rescate de los tesoros del Museo del Prado y convenció a Europa de que la guerra del Frente Popular no era la guerra de Cataluña sin más matizaciones; Cataluña se dividió en dos, como toda España.
La Revolución Francesa tiene como antecedente esencial a la revolución americana, con la que conecta a través de la figura del general marqués de Lafayette (en el busto), actor Importante de una y otra y miembro relevante de la Asamblea de Notables de 1787, que es el auténtico Inicio histórico de la Revolución.
La Declaración de los Derechos del Hombre y el ciudadano es un documento fundamental para el establecimiento de las libertades burguesas; pero hacía igualmente hincapié en la propiedad privada y la preservación del orden público mediante una eficaz fuerza de policía. La revolución americana habla ofrecido, más de una década antes, declaraciones igualmente liberales; pero mucho más eficaces, porque se cumplieron.
«Los cambios sociales —señala el hispanista francés Arnaud Imatz— no afectaron siquiera a una décima parte de la población. Lo único que hizo la Revolución fue distribuir a la minoría de sus funcionarios y secuaces una buena parte de las tierras, a una quinta o a una décima parte de su valor real. Toda la reforma rústica (por la que parece clamar el pobre campesino del grabado) se redujo, pues, a algunas permutaciones en la cumbre».
«La Revolución —afirma por su parte Pierre Chaunu— empezará por un robo, el más fácil: el de los bienes puestos al servicio de todos, sin que se supiera que eran para todos; es decir los bienes de la Iglesia. Antes de que la necesidad de extender la base de cobertura del papel moneda (los famosos “asignados”, aquí reproducidos) llevase a alargar indefinidamente la lista de proscritos, a declarar la guerra al mundo entero y a expoliar y desvalijar los territorios momentáneamente ocupados, supuestamente liberados».
Los reyes de Toledo proclamaron también, como los romanos, su «domuit vascones» (dominó a los vascos), aunque nunca resultó cierto. La prueba del fracaso es que don Rodrigo, el último de los reyes godos (aquí su «Crónica»), llegó tarde y mal a la batalla decisiva del Guadalete porque estaba empeñado en la enésima campaña toledana contra los vascos.
Nada tiene de particular que Vizcaya se uniera a Castilla, voluntariamente y para siempre, en 1150; ya era, desde varios siglos antes y como repite Sánchez Albornoz, la madre de Castilla y, por tanto, la abuela de España. Lo que existía antes no era Euskadi, sino las provincias vascongadas embrionarias, que fueron incorporadas durante treinta y un años (1004-1035) a la corona navarra de Sancho el Mayor (en el grabado); que, por cierto, se tituló primer rey de España.
Como ha definido profundamente el profesor vasco Vicente Palacio Atard, el régimen foral (piedra de toque de ambos bandos en la primera guerra carlista) era una forma de gobierno autonómico más oligárquico que democrático, diferente para cada una de las provincias y con plena sujeción a autoridad real. La justicia se administraba por jueces propios sometidos a la Instancia superior en la Chancillería de Valladolid.
Los batallones navarros no firmaron el convenio de Vergara en 1839, fruto del cansancio traidor del general carlista Maroto (aquí abrazando a Espartero) apoyado por los batallones vizcaínos y guipuzcoanos.
El problema vasco rebrotó con enorme fuerza después de la tercera guerra carlista, saldada con la victoria de los liberales alfonsinos en 1876, bajo el rey Alfonso XII (recibido en Madrid apoteósicamente, como muestra la estampa, tras acabar ese año la campana del Norte) y el mando político de Cánovas, quien suprimió abruptamente los fueros de aquellas provincias, aunque manteniendo, en buena parte, sus privilegios fiscales.
De la protesta contra esas medidas nació el nacionalismo vasco con matiz intensamente separatista, impulsado por el catolicismo de cruzada Integrista y por el foralismo llevado a extremos que lo desbordaban. Esos Ideales se concretaron en la fórmula «Dios y leyes viejas», que tomó por lema el fundador del movimiento, Sabino Arana Goiri.
Juan de la Cierva Codorniu era el hijo mayor de Juan de la Cierva y Peñafiel (en la imagen), abogado murciano que luego ejerció brillantemente en Madrid y político liberal-conservador que habla evolucionado al partido de Cánovas a partir de orígenes más radicales dentro del liberalismo; pues habla simpatizado con el republicanismo e incluso se habla vinculado a la masonería en su juventud.
Aunque se consideraba por encima de todo un ingeniero, Juanito Cierva ejerció su profesión «por libre» en su dedicación a las aeronaves. Hacia 1920 concibió la idea y el objeto del autogiro, convertido en realidad a principios de 1923. En 1926, con un grupo bancario Inglés, fundó en Londres la compañía la Cierva Autogiro: era el mismo año del histórico vuelo del «Plus Ultra» (sus tripulantes, en la foto, con Alfonso XIII) y todo el mundo vibraba con las hazañas y las empresas del aire.
Durante el bienio 1930-1931, tan dramático para España y para su padre (quien aparece, a la Izquierda y en el recuadro, como titular de Fomento en el Gabinete Aznar), Juan de la Cierva Codorniu consigue nuevas profundizaciones en la teoría del autogiro: Alfonso XIII (abajo) le recibe en audiencia poco antes de abandonar el trono.
En junio de 1936 voló de Inglaterra, donde tenía su base profesional, a Navarra para entrevistarse en Pamplona con el general Mola, director de la gran conspiración contra el desgobierno y la anarquía del Frente Popular; probablemente ya estaba Juan de la Cierva Codorniu (en la foto, poco antes de perecer el 9 de diciembre de aquel año en accidente aéreo cerca de Londres) comprometido en esa conspiración.
Los descubrimientos y revelaciones que publiqué, a mediados de 1989, en mi libro «1939. Agonía y victoria» sobre el final de la guerra civil han suscitado formidable polémica. Pero la inmensa mayoría de los lectores han dado la razón al libro, que ya va por la quinta edición, tras recibir, en aquel año 1989, el espaldarazo internacional de la revista «Time».
En sus «Memorias», Julián Marías (en la foto) señala su identificación completa con Besteiro en aquellas jornadas: Marías se convirtió, en marzo de 1939, no sólo en amanuense sino en inspirador de Besteiro, alma del Consejo de Defensa casadista. El testimonio del profesor Marías confirma de manera plena mis conclusiones.
En todas las fuentes que sigo investigando sobre aquellos días finales de la guerra civil española se destaca la intervención de un superagente veterano, el teniente coronel Cantaño (a la izquierda), cuya actividad ya he descrito en publicaciones anteriores y sobre todo en el libro que ahora complemento; y de un superespía joven que todavía está muy a tiempo para aclarar con detalle esta complicadísima página de su vida, el hoy teniente general don Manuel Gutiérrez Mellado (quien aparece, abajo y en 1976, jurando su cargo en el Gabinete Suárez).
Millones de españoles ignoran que, durante el siglo XX, se ha desencadenado una reconquista antihistórica y falsaria por las nuevas mesnadas del pancatalanismo rampante, que se empeñan en convertir al reino ancestral que nos revitalizó y legó Jaime el Conquistador (en la miniatura) en nombre de no sé qué Inexistentes y ficticios Paises Catalanes.
Vicente Ferrer y su hermano Bonifacio, también religioso y primer traductor de la Biblia a una lengua romance, acudieron a Caspe (en la Imagen) como compromisarios en nombre del Reino de Valencia para dirimir el litigio dinástico provocado por la vacante en el trono de Aragón a la muerte de Martín el Humano. Litigio que culminaría en la elección del Trastámara don Fernando de Antequera…
… El cual provenía de Castilla, pero fomentó por encima de todo la política mediterránea de su nuevo reino y supo comunicar ese horizonte a su hijo, el gran Alfonso el Magnánimo (rey de Aragón y Nápoles, en el grabado). Cuyo reinado, entre 1416 y 1458, marca el apogeo de la gran cultura valenciana en la Baja Edad Media.
La incorporación voluntaria del Reino de Valencia a la causa del pretendiente austriaco —una causa también española— a la muerte de Carlos 11,originó la supresión de los fueros valencianos después de la batalla de Almansa (en el grabado) y por Felipe V el año 1706. De donde se dedujo un proceso de centralización y castellanización que no encontró graves resistencias valencianas.
Según las tesis antivalencianas del pancatalanismo, el Reino de Valencia —devaluado en nuestros días como «País Valenciano», un invento y denominación que jamás existieron— forma parte hoy, como lo había formado siempre, de una entidad histórica y cultural llamada «Països Catalans» o «Catalunya Gran». Así lo afirma el «tlascalteca» Joan Fuster (en la foto): «De Salsas a Guardamar, de Maó (Mahón) a Fraga, som un poble, un sol poble».
El 5 de enero de 1988 el rey de España cumplió cincuenta años, desmentidos por su aspecto juvenil y su excelente forma física. Fuera de fervores monárquicos rituales, es evidente que don Juan Carlos de Borbón se ha convertido, por derecho y esfuerzo propio, en una clave principal de la democracia española y, muy especialmente, en garantía de la unidad y permanencia de España, función que expresamente señala a la Corona la Constitución de 1978.
Su padre, don Juan de Borbón, ha sido el único español de la Historia que ha sido hijo de rey y padre de rey sin llegar, por un desgraciado cúmulo de coincidencias y fatalidades históricas, a ser rey de España como merecían su patriotismo, su sentido del servicio a España y su generosidad. (En la foto, don Juan de Borbón saluda a su hijo el rey don Juan Carlos en la lonja del monasterio de El Escorial, a la llegada de los restos mortales de don Alfonso XIII).
El 9 de noviembre de 1948 el príncipe de Asturias (en la foto) llega a la estación de Villaverde a bordo del «Lusitania Express». Desde allí, José María de Oriol le acompaña al Cerro de los Ángeles, donde repite la consagración de España al Corazón de Jesús que pronunciara allí su abuelo. Esto significa que los monárquicos tradicionales y la derecha de Intereses han conseguido patrocinar su educación en España, arrancando al príncipe de la tutela de los monárquicos liberales antifranquistas del entorno de don Juan.
Nuevamente vuelven —la baza y el rehén— los forcejeos entre el palacio del Pardo y «Villa Giralda» que retrasan el comienzo de los estudios superiores del príncipe durante todo el curso 1954·1955, antes de hacer su aprendizaje militar. Éste lo hará bajo la dirección de un nuevo preceptor tan leal a Franco como a la monarquía y que, difícilmente, pudo resultar mejor elegido: el general Carlos Martínez de Campos, duque de la Torre (en la foto).
En el año 1961 don Juan Carlos conoce a la princesa Sofía de Grecia. Es, sin duda, el encuentro fundamental de su vida y el más Importante para asegurar su acceso al trono por las extraordinarias dotes humanas, culturales y políticas de la joven princesa.
En abril de 1970, según revela López Rodó, el príncipe dejó bien claro que jamás abandonarla el trono por presiones ajenas: «Yo estoy dispuesto a no irme pase lo que pase. Naturalmente, no puedo prever el estado de ánimo en que uno se encontraría si vienen mal dadas; pero ya he hablado con la princesa y estamos decididos a no irnos ni nosotros ni nuestros hijos». Esta decisión explica bien el comportamiento del rey (en la foto) en la noche aciaga del 23·F.
Importantes sectores del Ejército y la política, así como la gran mayoría de la opinión pública en El Salvador, estaban completamente convencidos de que el centro Inspirador de la guerrilla del Frente Farabundo Martí de Liberación Nacional (FMLN), de ideología marxista, radicaba en la Universidad Centroamericana (UCA) dirigida por los jesuitas partidarios de la teología marxista llamada de la liberación.
En el clima salvaje de enfrentamiento provocado por la guerrilla marxistaleninista durante su ofensiva del otoño de 1989, un comando militar o paramilitar —todavía no identificado cuando se escriben estas líneas— penetró el 16 de noviembre en una de las residencias de la UCA y ametralló a seis de sus residentes (encabezados por los padres Ellacuría —en el retrato—, y Montes) y a dos mujeres encargadas de la limpieza del recinto.
En febrero de 1977 habla sido nombrado arzobispo de San Salvador monseñor Oscar Arnulfo Romero (en la foto). La Iglesia popular, es decir, la Iglesia marxista, acorraló e instrumentó al pobre monseñor: Ignacio Ellacuría se jactó después de que él mismo se encargaba de escribir las hornillas del arzobispo vacilante. El 24 de marzo de 1980, mientras celebraba misa, monseñor Romero fue abatido por un tirador asesino y certero, que le partió el corazón con una bala de fusil envenenada.
También alardeaba Ellacuría de su relación con el gran filósofo español Xavier Zubiri (en la foto); pero jamás supo explicar el repudio de la teoría de la liberación que brilla en la página 344 de la altísima obra de Zubiri «El hombre y Dios».
Este personaje, que pudo ser clave de la transición española y en el cual —por no conocerle suficientemente— muchos creímos cuando asumió el poder en momentos críticos tras el pronunciamiento del 23·F, a las pocas horas empezó a dilapidar con torpeza increíble esa esperanza y se convirtió en el principal responsable de la devastadora victoria socialista en 1982. (En la foto, Leopoldo Calvo-Sotelo jurando su cargo de presidente del Gobierno).
Obsesionado por tener un nicho en la Historia, decidió labrárselo por si mismo y publicó, en la primavera de 1990, un libro singular que ha provocado la carcajada colectiva más estentórea de los últimos tiempos. En él arremete con ínfulas de Agamenón contra mí, insistiendo en que sólo quiere hablar mal de mi. (En la foto de 1980, Ricardo de la Cierva jura como ministro de Cultura del Gabinete Suárez).
Es un hombre pequeño, un desmesurado canijo de la política, un enano que chilla para que no le pisen ni le olviden. Hizo toda su carrera política primordial como excelso sobrino del Protomártir. También desempeñó el Ministerio de Comercio en el Gobierno franquista de Carlos Arias que siguió a la muerte de Franco, después de esgrimir magistralmente la técnica del orinal.
Su estreno presidencial ya fue revelador. En su discurso de Investidura pronunció un alto dictamen histórico: «Ha terminado la transición». Y en ese momento histórico irrumpió en el Congreso el teniente coronel Tejero: la «iettatura» acababa de Instalarse en la Moncloa.