1938
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DESPEDIDA DE LAS BRIGADAS INTERNACIONALES

DOLORES IBÁRRURI LA PASIONARIA
(1895-1989)

En la Guerra Civil de 1936, España estaba dividida en dos facciones enfrentadas: nacionalistas y republicanos. Ambos bandos buscaban ayuda en el exterior. Los nacionalistas, encabezados por el general Francisco Franco, recibieron apoyo de los regímenes fascistas de Alemania e Italia, que enviaron hombres, fondos para financiar la guerra y equipamiento bélico. Los republicanos obtuvieron el respaldo (en menor medida) de México y de la Unión Soviética. Pero la más celebrada contribución extranjera durante la guerra fue la de las Brigadas Internacionales, que apoyaron al bando republicano. Los extranjeros también sirvieron en batallones españoles. El escritor británico George Orwell combatió en las unidades del Partido Obrero de Unificación Marxista y, en total, en el curso de la guerra, unas 40.000 personas procedentes de países extranjeros lucharon por la república.

Las fuerzas republicanas y las Brigadas Internacionales acudieron en defensa de la capital de la república, Madrid, cuando Franco lanzó su ataque contra ella, en noviembre de 1936. Dolores Ibárruri, activista y política comunista, conocida como la «Pasionaria», que había adquirido notoriedad por sus vibrantes discursos, exaltó el ánimo de las tropas republicanas proclamando «¡No pasarán!», y los nacionalistas no fueron capaces de tomar Madrid.

A medida que la guerra civil española avanzaba, los conflictos entre las diferentes facciones políticas socavaron los resultados del empeño bélico republicano. Así, por ejemplo, en mayo de 1937, comunistas y anarquistas se enfrentaron abiertamente en las calles de Barcelona. Franco aumentó la intensidad de sus ataques y, a finales de ese año, ya se había hecho con el control de todo el norte de España.

En octubre de 1938, la Sociedad de Naciones ordenó la retirada de las Brigadas Internacionales (ignorando, por otro lado, a las fuerzas extranjeras que apoyaban a los nacionalistas). El gobierno republicano cumplió el mandato, con la esperanza, vana según se demostraría más tarde, de que se pusiera fin al embargo internacional sobre la venta de armas. El 1 de noviembre, la «Pasionaria» despedía así a las Brigadas Internacionales en Barcelona.

— EL DISCURSO —

Es muy difícil pronunciar unas palabras de despedida dirigidas a los héroes de las Brigadas Internacionales, por lo que son y por lo que representan. Un sentimiento de angustia, de dolor infinito, sube a nuestras gargantas atenazándolas. Angustia por los que se van, soldados del más alto ideal de redención humana, desterrados de su patria, perseguidos por la tiranía de todos los pueblos… Dolor por los que se quedan aquí para siempre, fundiéndose con nuestra tierra y viviendo en lo más hondo de nuestro corazón, aureolados por el sentimiento de nuestra eterna gratitud.

De todos los pueblos y todas las razas, vinisteis a nosotros como hermanos nuestros, como hijos de la España inmortal, y en los días más duros de nuestra guerra, cuando la capital de la República Española se hallaba amenazada, fuisteis vosotros, bravos camaradas de las Brigadas Internacionales, quienes contribuisteis a salvarla con vuestro entusiasmo combativo y vuestro heroísmo y espíritu de sacrificio.

[…]

Comunistas, socialistas, anarquistas, republicanos, hombres de distinto color, de ideología diferente, de religiones antagónicas, pero amando todos ellos profundamente la libertad y la justicia, vinieron a ofrecerse a nosotros, incondicionalmente. Nos lo daban todo, su juventud o su madurez; o su experiencia; su sangre y su vida; sus esperanzas y sus anhelos… Y nada nos pedían. Es decir, sí: querían un puesto en la lucha, anhelaban el honor de morir por nosotros.

[…]

Contadles cómo, atravesando mares y montañas, salvando fronteras erizadas de bayonetas, vigilados por perros rabiosos deseosos de clavar en ellos sus dientes, llegaron a nuestra patria como cruzados de la libertad, a luchar y a morir por la libertad y la independencia de España, amenazadas por el fascismo alemán e italiano. Lo abandonaron todo: cariños, patria, hogar, fortuna, madre, mujer, hermanos, hijos, y vinieron a nosotros a decirnos: ¡Aquí estamos! Vuestra causa, la causa de España, es nuestra misma causa, es la causa de toda la humanidad avanzada y progresiva.

— LAS CONSECUENCIAS —

Los republicanos, cada vez más debilitados por las disputas internas, continuaron perdiendo terreno ante los nacionalistas. Barcelona cayó en el enero de 1939. En marzo, la «Pasionaria» y los demás dirigentes republicanos abandonaron España y las unidades armadas comenzaron a disgregarse. Los nacionalistas entraron en Madrid y Franco proclamó la victoria, convirtiéndose en dictador de España. Más de medio millón de personas murieron en la lucha.

Dolores Ibárruri fijó su residencia en la Unión Soviética. Su hijo murió luchando contra los alemanes en la batalla de Stalingrado en 1942. Regresó a España en 1977, tras la muerte de Franco y, en las elecciones celebradas en junio de ese año, el Partido Comunista, en el que continuaba militando, obtuvo aproximadamente el 10% de los votos y ella fue elegida diputada de la nueva cámara legislativa española. A pesar de que en 1981 se produjo un intento de golpe de estado militar, el régimen democrático acabaría por consolidarse en España.