1936
-
LLAMAMIENTO A LA SOCIEDAD DE NACIONES

EMPERADOR HAILE SELASSIE
(1892-1975)

A finales del siglo XIX, las potencias europeas pugnaban por repartirse y colonizar África. Aún se mantenía independiente el Imperio Etíope, que había conseguido repeler con contundencia un intento de conquista por parte de los italianos en 1895-1896. En 1916, Zauditu se convirtió en la primera emperatriz de Etiopía. Su sobrino fue elegido como heredero y regente. Su nombre era Tafari Makonnen, aunque sería más conocido por el nombre con el que fue coronado, Haile Selassie (que significa «poder de la Trinidad»). El objetivo que se planteaba el regente era la reforma de Etiopía, hecho que resultaría esencial para la admisión del ingreso de su país en la Sociedad de Naciones, en 1923. Haile Selassie se convirtió en emperador a la muerte de Zauditu, en 1930.

Mientras esto sucedía, en Italia había ascendido al poder en Italia Benito Mussolini, quien deseaba ampliar las posesiones coloniales con las que ya contaba su país en el este de África, mediante la conquista de Etiopía. Los italianos entraron en territorio etíope en octubre de 1935. La Sociedad de Naciones, de la que ambos países formaban parte, no hizo nada para acudir en ayuda de Etiopía. A pesar de que Italia contaba con una fuerza aérea moderna y de que utilizó armas químicas en los combates, los etíopes consiguieron repeler inicialmente la agresión, con Haile Selassie comandando en ocasiones personalmente a sus tropas.

En la primavera de 1936, los italianos iniciaban su avance hacia la capital de Etiopía, Addis Abeba. Ante lo desesperado de la situación, Haile Selassie, viajó a Ginebra para apelar personalmente a la Sociedad de Naciones. Cuando pronunció su discurso ante ella, Mussolini ya había declarado que Etiopía era una provincia italiana.

— EL DISCURSO —

Yo, Haile Selassie I, emperador de Etiopía, estoy aquí hoy para reclamar la justicia que se le debe a mi pueblo y la asistencia prometida hace ahora ocho meses, cuando cincuenta naciones declararon que se había cometido una agresión que suponía una violación de los tratados internacionales. No hay precedentes de que ningún jefe de estado haya hablado en esta asamblea. Pero tampoco hay precedentes de que un pueblo haya sido víctima de semejante injusticia, ni de que se enfrente a la amenaza de quedar abandonado a merced de su agresor. Asimismo, nunca antes ha habido ejemplos de que un gobierno proceda al exterminio sistemático de una nación, por medios bárbaros, violando las más solemnes promesas formuladas por las naciones del mundo en el sentido de que nunca se utilizaría contra seres humanos inocentes el terrible veneno de los gases tóxicos. Es para defender a un pueblo que lucha por su longeva independencia, para lo que quien encabeza el Imperio Etíope ha venido a Ginebra a cumplir su supremo deber, tras haber luchado él mismo al frente de sus ejércitos.

[…]

A parte del Reino del Señor no hay en la tierra nación alguna que sea superior a otra. Y si se da el caso de que un gobierno fuerte crea que puede destruir con impunidad a pueblos más débiles, ha llegado el momento de que los pueblos débiles recurran a la Sociedad de Naciones para que dictamine con toda la libertad. Dios y la historia recordarán su dictamen.

[…]

Yo pregunto a las 52 naciones que hicieron la promesa al pueblo etíope de prestarle ayuda en su resistencia frente al agresor, ¿qué están dispuestas a hacer por Etiopía? Y, por cuanto respecta a las grandes potencias que prometieron garantizar la seguridad colectiva de los pequeños estados, sobre los cuales pesa la amenaza de que algún día puedan sufrir el mismo destino de Etiopía, yo pregunto: ¿Qué medidas tienen intención de adoptar? Representantes del mundo, he venido a Ginebra a cumplir ante ustedes el más doloroso deber que un jefe de estado puede cumplir ¿Qué respuesta debo llevarle a mi pueblo a mi regreso?

— LAS CONSECUENCIAS —

Haile Selassie no pudo llevar ninguna respuesta a su pueblo. La Sociedad de Naciones no hizo nada. El emperador etíope marchó a continuación a Inglaterra, dónde continuó su campaña en contra de la ocupación de su país, pero en ningún lugar se adoptaría medida alguna hasta el comienzo de la Segunda Guerra Mundial. El mandatario etíope regresó a su país en 1941, junto con las tropas aliadas, y derrotó a los italianos. Etiopía sería el primer país en ser liberado de la ocupación de las fuerzas del Eje y Haile Selassie fue de nuevo entronizado como emperador.

Una vez acabada la guerra, Etiopía se convirtió en miembro fundador de las Naciones Unidas. En 1963, Haile Selassie contribuyó a la constitución de la Organización de la Unidad Africana, que estableció su sede en Addis Abeba, siendo su primer presidente. No obstante, en la década de los setenta, su autoridad comenzó a verse erosionada en su país. Se produjeron episodios de agitación estudiantil y campesina y se registraron sucesivas hambrunas. En 1974 la capital fue escenario de violentos disturbios. El Derg, una junta militar que contaba con apoyo soviético, depuso a Haile Selassie y tomó el poder. El último emperador de Etiopía, y defensor de la independencia de su país, murió al año siguiente, mientras permanecía bajo arresto domiciliario.

— LAS CONSECUENCIAS —

Benito Mussolini (1883-1945) aspiraba a forjar un nuevo Imperio Romano, a ocupar «un lugar en el Sol», según sus propias palabras. El 2 de octubre de 1935, un día antes de que sus tropas invadieran Etiopía, se dirigió al pueblo italiano: «… las ruedas del destino se han estado moviendo hacia su objetivo… su ritmo se ha hecho más rápido y ahora no pueden ser detenidas». Hizo caso omiso de las eventuales represalias por parte de otras naciones, advirtiendo «… que nadie piense que pueden hacernos ceder sin una dura lucha», y alentó al pueblo italiano: «dejad que el grito de vuestra decisión llene los cielos y sea… una advertencia para los enemigos en todos los lugares del mundo».

La conquista de Etiopía suscitó algunas críticas, pero Italia no tuvo que afrontar sanciones significativas, a pesar de haber utilizado gases venenosos en la campaña. Más tarde, la decisión de Mussolini de hacer entrar a Italia en la Segunda Guerra Mundial acabaría siendo la causa de la caída de su régimen. En 1943, los aliados desembarcaron en Sicilia y avanzaron hacia el norte. Mussolini consiguió mantenerse en el poder en las zonas más septentrionales del país, con apoyo de los nazis, aunque convertido ya en poco más que un gobernante títere. En 1945, él y su amante fueron capturados por un grupo de partisanos comunistas cuando intentaban huir de Italia. Ambos fueron fusilados. Sus cuerpos fueron colgados boca abajo y expuestos al público escarnio.