1917
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ALEMANIA ESPARABA ENCONTRAR UN CORDERO Y ENCONTRÓ UN LEÓN

DAVID LLOYD GEORGE
(1854-1937)

El Tratado de Londres de 1839 imponía a Gran Bretaña la obligación de acudir en ayuda de Bélgica si cualquier potencia extranjera la invadía. La estrategia de Alemania, el denominado plan Schlieffen, se centraba en invadir los Países Bajos y avanzar a través de Bélgica, antes de lanzarse sobre Francia. Los alemanes no pensaban que los británicos cumplieran la palabra dada en el antiguo tratado y, el 3 de agosto de 1914, entraron en territorio belga. Al día siguiente, Gran Bretaña declaró la guerra a Alemania.

El 1915, el primer ministro, H.H. Asquith, formó un gobierno de coalición con los conservadores, después de que estallara un escándalo en torno a la escasez de municiones en el frente. David Lloyd George, uno de los más influyentes políticos de Europa, que ocupaba la recién creada cartera de armamento, trabajó con resultados satisfactorios para garantizar que no se volvieran a registrar casos de falta de munición. Lloyd George se sentía cada vez más frustrado por la política de Asquith, a quien no consideraba un líder eficaz. En diciembre de 1916, éste se vio obligado a renunciar a su cargo. Con el Partido Liberal dividido, Lloyd George accedió a la jefatura de gobierno, en un gabinete constituido en coalición con los conservadores, lo que dotó a Gran Bretaña de un liderazgo más dinámico. El 21 de junio de 1817 pronunció un discurso ante el Parlamento en el que hacía responsable de la guerra a la agresión alemana.

— EL DISCURSO —

Es una satisfacción para Gran Bretaña poder afirmar en estos tiempos terribles que ninguna parte de la responsabilidad de estos acontecimientos recae sobre ella. No es el Jonás de esta tempestad, El papel interpretado nuestra patria en este conflicto, en su origen y en su desarrollo, ha sido tan honorable y tan noble como tantos otros, desempeñados en otros países y en otras operaciones.

[…]

¿Cuáles son los hechos fundamentales? Al principio fueron seis los países que entraron en guerra, Gran Bretaña fue el último, no el primero, en hacerlo. Antes de entrar en guerra, hizo todo cuanto estuvo en su mano para evitarla: rogó, suplicó e imploró que no estallara el conflicto. Yo era miembro del gabinete en aquel tiempo y recuerdo nuestros vehementes empeños para intentar persuadir a Alemania y Austria de que no precipitaran a Europa hacia esta vorágine de sangre. Les suplicamos que aceptaran convocar una conferencia europea para reconsiderar la situación. De haberse celebrado ese encuentro, los argumentos en contra de semejante catástrofe eran tan arrolladores que nunca podría haberse desencadenado una contienda. Alemania sabía que rechazaría esa conferencia, aunque Austria parecía dispuesta a aceptarla. Fue Alemania quien declaró súbitamente la guerra, si bien fuimos también nosotros quienes la provocamos, cuando atacamos a Alemania. Les habíamos suplicado que no atacaran Bélgica, apelando a un antiguo tratado, firmado por el rey de Prusia, además de por el rey de Inglaterra, en el que este se comprometía a proteger a Bélgica ante un posible invasor. Les advertimos: «Si invaden Bélgica no nos quedara otra alternativa que defenderla». El enemigo invadió el territorio belga y ahora proclama: «¿Por qué motivo ustedes los ingleses provocaron en verdad esta guerra?». No es, ciertamente, la historia del lobo y el cordero, y les diré por qué: porque Alemania esperaba encontrar un cordero y encontró un león.

— LAS CONSECUENCIAS —

Lloyd George condujo los designios de Gran Bretaña durante el resto de la guerra. Una de las más importante iniciativas por él arbitradas fue la creación de un sistema de convoyes, destinado a proteger los buques británicos, evitando las acciones de los submarinos alemanes, que tenían como objetivo obligar a la rendición de Gran Bretaña, aislándola y dejándola desabastecida de víveres. La victoria sobre los alemanes llegaría en 1918. Un mes después del final de la contienda, Lloyd George obtuvo un aplastante triunfo electoral, que dio paso a un gobierno de coalición entre conservadores y liberales. Deseaba que los veteranos de guerra regresaran a «casas dignas de héroes», por lo que emprendió un proyecto de financiación para la construcción de nuevas viviendas.

En 1922 se vio implicado en un escándalo relacionado con la venta de títulos honoríficos y de nobleza. Los conservadores abandonaron la coalición y Lloyd George renunció al cargo de primer ministro. Consiguió mantener la unidad de los liberales, aunque ello solo sirvió para que su formación fuera estrepitosamente derrotada en las elecciones generales de 1924.

Lloyd George sería el último jefe de gobierno liberal en Gran Bretaña. Continuó siendo miembro del Parlamento hasta 1945, si bien no llegaría a ver la victoria final de su país en la Segunda Guerra Mundial, ya que murió en 25 de marzo de ese año.