JACOBO FRANCISCO EDUARDO ESTUARDO
(1688-1766)
Jacobo Francisco Eduardo Estuardo era el heredero católico al trono británico en un momento en el que proliferaban las posiciones opuestas al catolicismo. Un grupo de influyentes nobles ofreció el trono a su hermana María, protestante, que había contraído matrimonio con el gobernante holandés, Guillermo de Orange. En la llamada «Revolución Gloriosa», Guillermo y María Estuardo reivindicaron sus derechos de acceso al trono británico, mientras Jacobo y el resto de su familia permanecían exiliados en Francia.
En 1714 moría la reina Ana, con lo que se ponía fin a los reinados de la dinastía Estuardo. Su sucesor fue Jorge de Hannover, un príncipe alemán que era su familiar protestante más próximo, si bien aún eran muchos quienes consideraban que Jacobo era el legítimo heredero de la Corona británica.
En 1715, el conde de Mar, un aristócrata escocés, enar boló el estandarte de Jacobo, desencadenando una rebelón jacobita. Las acciones de Mar fueron inicialmente victoriosas y llegó a asumir el control del centro y el norte de Escocia. Sin embargo la oposición de las tropas comandadas por el duque de Argyll le impidió tomar Edimburgo. Mar se retiró hacia el norte, a la ciudad de Perth.
Jacobo desembarcó en Escocia en 22 de diciembre de ese mismo año de 1715 para reivindicar su derecho de nacimiento en esa tierra, que había abandonado siendo muy niño. Designándose a sí mismo como Jacobo III de Inglaterra y e Irlanda y VIII de Escocia, pugnaba por restaurar el poder de la Corona en Gran Bretaña. El 16 de enero se dirigió a sus partidarios en Perth.
— EL DISCURSO —
Respondo ahora a vuestras repetidas invitaciones para que me uniera a vosotros. No son necesarios otros argumentos más que la gran confianza que deposito en vuestra lealtad y vuestra fidelidad hacia mi persona, a las que por completo me entrego. Creo que ya estáis convencidos de mi intención de restaurar las antiguas leyes y libertades de este reino; si no es así, estoy dispuesto a confirmar la garantía de que haré todo cuanto esté en mi mano para satisfaceros a este respecto. Los grandes desalientos que nos han afligido no han bastado para disuadirme de acudir, para ponerme a la cabeza de mis fieles súbditos, alzados en armas en defensa de mi causa. Cualquiera que sea la coyuntura que nos depare el futuro, no daré cabida a ninguna objeción que pueda hacer pensar que no he hecho todo lo que se espera de mí. Quienes olvidaron su lealtad y no obran por la consecución de su propio bien serán responsables de todo lo malo que pueda suceder. Para mí, la desventura no es nada nuevo. Toda mi vida, desde la cuna, ha sido una serie continuada de infortunios y estoy preparado, con ayuda de Dios, para afrontar las amenazas de mis enemigos, que son los vuestros. Espero que las maquinaciones que se están urdiendo contra nosotros aviven nuestra resolución y convenzan a otros, que ya me han asegurado que no es este el momento de entrar en disputas sobre qué se ha de hacer. De no ser así, su negligencia puede hacer que se vea comprometida su propia seguridad, y el inhibirme de hacer lo que se espera de mí podría ser lo más cómodo. Sin embargo, creo que es preferible indicar qué es lo que se debe hacer en la presente coyuntura, con la ayuda de Dios y basándome en vuestros consejos y vuestra resolución.
— LAS CONSECUENCIAS —
A Jacobo, que no era un hombre particularmente carismático, le resultaba difícil exaltar a sus seguidores. La situación vino a empeorar cuando el pretendiente al trono enfermó, debido a los rigores del clima escocés. La acogida a Jacobo en Escocia se fue tornando no menos gélida. A finales de mes, con las tropas de Argyll aproximándose con rapidez, el conde de Mar dirigió sus fuerzas al norte de Perth. Dado que el vigor del levantamiento se fue debilitando y que las fuerzas de Mar eran también cada vez menores, Jacobo se vio obligado a navegar de nuevo hacia Francia el 5 de febrero. Su viaje a Escocia había sido un fracaso.
Pero en Francia tampoco pudo dar alivio a su congoja. Ya no era bienvenido en aquella corte: el rey Luis XIV, su anterior protector, había muerto y el nuevo régimen no se mostraba inclinado a apoyar la causa de Jacobo. Invitado por el papa Clemente XI, viajó a Roma, donde contrajo matrimonio con María Sobieska, nieta del rey de Polonia, con la que tuvo dos hijos, Carlos y Enrique. Jacobo, que sería conocido como «el viejo pretendiente», murió en Roma en 1766.
SERMÓN EN EL CASTILLO DE YORK
El hijo de Jacobo Estuardo, conocido como el «gentil príncipe Carlos» («Bonnie Prince Charlie», en el inglés de Escocia) (1720-1788), desembarcó en Escocia en 1745. Muchos clanes de los Highlands aún apoyaban la causa jacobita y Carlos pretendía alistar con ellos un ejército que derrocara al rey de la casa de Hannover, Jorge II, y pusiera en su lugar a su padre, Jacobo Estuardo. El 21 de septiembre de ese año de 1645, las tropas de Carlos entraron en Edimburgo. Su siguiente objetivo era Inglaterra.
En esta atmósfera febril, Thomas Herring, arzobispo de York (1693-1757), pronunció un sermón en el castillo de York. En él afirmaba que «estas conmociones en el norte forman parte de un gran plan concertado para nuestra ruina». Herring dijo a sus feligreses: «Actualmente, disfrutáis de la administración justa y benévola de un rey protestante». Afirmó que, en cambio, ante el eventual triunfo de la rebelión, Inglaterra caería bajo el dominio católico extranjero y los ingleses quedarían sometidos a un hombre «que toma su religión de Roma y las directrices y máximas de gobierno de París y Madrid».
En Inglaterra, las tropas de Carlos no pudieron avanzar más al sur de Derbyshire y, el 16 de abril de 1746, fueron aniquiladas en la batalla de Culloden. Herring, el hombre que se había manifestado en contra de la amenaza jacobita, llegaría a ser arzobispo de Canterbury, cargo en el que permaneció hasta su muerte, en 1757.