1519
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ARENGA A SUS TROPAS

HERNÁN CORTÉS
(1485-1547)

Hernán Cortés fue el artífice de la caída del poderoso Imperio Azteca y de la consolidación del dominio español sobre la mayor parte del territorio de México. Cortés, que pertenecía a una familia de la nobleza menor española, decidió abandonar su hogar y marchar al Nuevo Mundo, cuya colonización comenzaba a emprender España por entonces. Su primer destino fue la isla caribeña de La Española.

A pesar de mantener ocasionales disputas con otros colonizadores españoles, consiguió resonantes éxitos, primero en La Española y, después, en Cuba, obteniendo tierras y riquezas en ambas islas.

En 1518, el gobernador de Cuba, Diego Velázquez, puso a Cortés al frente de una expedición destinada a explorar y colonizar las tierras de México, dominadas por el Imperio Azteca. Cortés financió con su propio dinero la organización y la dotación de armamento de la expedición, de la que formaban parte 11 barcos, 110 marineros y 553 soldados. Sin embargo, en el último momento, Velázquez, quien había mantenido disputas con Cortés, cambió de idea y le ordenó que no partiera. Sin embargo, éste decidió desafiar las órdenes de su superior y seguir adelante. Antes de partir de Cuba, se dirigió a sus hombres.

— EL DISCURSO —

Os ofrezco un glorioso premio, pero es preciso ganarlo con trabajo duro y tenaz. Los grandes logros sólo se consiguen con grandes esfuerzos; la gloria nunca fue la recompensa del indolente. Si he trabajado con denuedo e invertido toda mi fortuna en esta empresa, ha sido para alcanzar la fama, que es la más noble recompensa del hombre. Pero, si alguno de vosotros desea más las riquezas que esa fama, sed francos conmigo como en esta hora lo soy con vosotros ahora, y os haré dueños de tesoros que nuestros compatriotas nunca han podido soñar. Sois escasos en número, pero fuertes en resolución y, si esta no falta, no dudéis de que el Todopoderoso, que jamás ha abandonado a los españoles en sus contiendas con los infieles, os protegerá aunque os veáis rodeados por una nube de enemigos, pues vuestra causa es justa, y vais a pelear bajo el estandarte de la Cruz. Avanzad, pues, con entusiasmo y confianza, y llevad a glorioso fin la obra que comienza con tan buenos augurios.

— LAS CONSECUENCIAS —

Cortés y sus hombres desembarcaron en México, tras lo cual el comandante de la expedición ordenó quemar y hundir las naves para protegerse de un eventual motín, con el fin de que no hubiera modo de volver atrás. A continuación marchó tierra adentro, estableciendo una alianza militar con los tlaxcaltecas, por entonces en guerra con los aztecas. Cortés y sus nuevos aliados avanzaron hacia la capital azteca, Tenochtitlan. La ciudad se alzaba sobre una isla en un lago, en el emplazamiento en el que en la actualidad se levanta la Ciudad de México. El emperador azteca, Moctezuma II, acogió de forma amistosa a Cortés, aunque no todos sus súbditos saludaron favorablemente la llegada de los españoles. Cuando comenzaron a suscitarse tensiones, Cortés optó por tomar cautivo al emperador, con intención de ser él quien asumiera el gobierno de facto de la ciudad. Antes de que pudiera consolidar plenamente su posición, hubo de afrontar una nueva amenaza. Su antiguo superior, el gobernador Velázquez, airado por su desobediencia, había enviado una nueva expedición a México en contra de la de Cortés. Éste salió a hacerle frente, dejando a su lugarteniente Pedro de Alvarado al mando de la guarnición de la ciudad.

El 10 de mayo de 1520 los aztecas celebraban una fiesta religiosa. Cientos de ellos se reunieron en el Templo Mayor. Lanzando un repentino ataque sin que mediara provocación previa, los soldados de Alvarado masacraron a los allí congregados y Tenochtitlan cayó en las más completa anarquía. Cortés, que había derrotado a la expedición enviada por Velázquez, se apresuró a regresar a la capital, pero no pudo restablecer el orden. El pueblo depuso a Moctezuma y se rebeló contra los españoles.

Cortés y sus hombres se vieron obligados a abandonar la ciudad el 1 de julio, después de que perdieran cientos de vidas. Los españoles llamaron a este episodio la Noche Triste. No obstante, sin perder su audacia, Cortés reunió de nuevo a sus tropas y volvió a dirigirlas a Tenochtitlan, poniéndole cerco y cortando sus líneas de suministro de alimento y agua. Una epidemia de viruela, enfermedad que había sido llevada a México por los españoles, diezmó la población de la ciudad que, después de ocho meses de asedio, cayó el 13 de agosto de 1521. Los españoles y sus aliados la saquearon, causando miles de víctimas, destruyendo edificios y templos y erigiendo nuevas edificaciones sobre sus ruinas.

Tras la destrucción del Imperio azteca, Cortés fue nombrado gobernador del territorio. Sin embargo, no disfrutó de su éxito durante mucho tiempo. Las intrigas y los enfrentamientos con diversos funcionarios y dirigentes coloniales le hicieron perder su cargo de gobernador en 1526. A partir de entonces continuó organizando nuevas expediciones, aunque nunca llegó a recuperar la gloria de antaño. Murió en Castilleja de la Cuesta, Sevilla, en 1547.