1066
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SED LOS VENGADORES DE LA SANGRE NOBLE

GUILLERMO EL CONQUISTADOR
(1028-1087)

Guillermo, duque de Normandía, era descendiente directo de Rollon, un caudillo vikingo a quien se consideraba fundador del ducado, en torno al 911. Los reyes de Inglaterra mantenían estrechos vínculos con Normandía. En el 1002, Emma, tía abuela de Guillermo, casó con el rey Etelredo (Ethelred) de Inglaterra y le dio dos hijos, Alfredo y Eduardo. Cuando el rey Canuto el Grande de Dinamarca accedió por la fuerza al trono inglés, la familia real depuesta hubo de marchar al exilio y, cuando Alfredo regresó a Inglaterra en el 1036, fue capturado, cegado y ejecutado por orden de Godwin, conde de Wessex, poderoso miembro de la nobleza inglesa.

En el 1042 Eduardo, que pasaría a ser conocido como «El confesor» por su naturaleza devota y su ferviente religiosidad, reclamó para sí el trono. Contrajo matrimonio con Edith, la hija de Godwin, aunque de esta unión no nació ningún hijo, quedando interrumpida la línea hereditaria. Guillermo se reivindicó como sucesor, alegando que Eduardo lo había designado como tal, aunque, cuando éste murió, en enero de 1066, accedió al trono Harold Godwinson, su cuñado, quien reinaría como Haroldo II.

Para complicar la situación entró en liza un tercer pretendiente a la corona, Harald Hardrada, rey de Noruega, cuyas fuerzas invadieron Yorkshire. Las tropas de Haroldo II derrotaron y dieron muerte a Harald en la batalla de Stamford Bridge, el 25 de septiembre, pero Haroldo no tuvo tiempo de paladear su victoria. El 28 de septiembre Guillermo y su flota desembarcaron en las costas inglesas. Haroldo se vio obligado a marchar velozmente hacia el sur con sus tropas para hacer frente a su rival. Los ejércitos inglés y normando se alineaban enfrentados en las proximidades de Hastings el 14 de octubre de ese mismo año 1066. Guillermo lanzó una arenga a sus soldados, evocando la perfidia de los anglosajones y el reconocido prestigio militar de sus ancestros vikingos.

— EL DISCURSO —

¡Normandos! ¡Miembros de la más valerosa de las naciones! No tengo duda de vuestro arrojo ni tampoco de vuestra fe en la victoria, que ninguna casualidad ni ningún obstáculo han conseguido nunca erradicar de vuestro ánimo. Aun cuando, sólo una vez, no hayáis alcanzado la victoria, llegada es la hora de inflamar el valor en vuestros corazones a través de la exhortación, aunque vuestro espíritu nativo no necesita ser ensalzado.

[…]

Haced que cada uno de los ingleses, a los que cien veces derrotaron nuestros predecesores, tanto daneses como normandos, se hagan presentes y comprueben que la raza de Rollon nunca ha sufrido una derrota desde su tiempo hasta ahora, y yo abandonaré a los vencidos. ¿No es vergonzoso que un pueblo acostumbrado a ser conquistado, un pueblo ignorante de las artes de la guerra, un pueblo incluso sin flechas, avance en orden de batalla contra vosotros, mis bravos guerreros? ¿No es vergonzoso que el rey Haroldo, perjuro ante vuestra presencia, ose haceros frente? Es asombroso para mí que os haya sido dado contemplar que aún mantienen la cabeza sobre los hombros aquellos que, en comisión de horrendo crimen, emponzoñaron nuestras relaciones y decapitaron a Alfredo, miembro de mi familia. Elevad vuestros estandartes, mis bravos soldados, y no pongáis coto ni limite a vuestra más que justa cólera. Que el rayo de vuestra gloria brille y el trueno de vuestra furia se escuche de este a oeste: sed los vengadores de la sangre noble.

— LAS CONSECUENCIAS —

Inicialmente, el ejército inglés de Haroldo controló el enfrentamiento en Hastings. Manteniendo una disciplinada línea defensiva consiguió rechazar el furioso ataque de los normandos. Sin embargo, la suerte de la batalla cambiaría a raíz del movimiento de retirada de algunos de los hombres de Guillermo. Al intentar darles caza, las tropas inglesas rompieron las líneas y sembraron el desorden en ellas. Guillermo vio entonces la oportunidad de lanzar un nuevo ataque y ordenó a sus arqueros que dispararan sus flechas: una lluvia de ellas cayó sobre las tropas inglesas. Tras varias horas de combate, los ingleses quedaron exhaustos y se abrieron brechas en sus líneas. Muchos de sus más importantes capitanes y nobles cayeron abatidos, entre ellos los hermanos de Haroldo. La victoria sonreiría definitivamente a Guillermo cuando el propio Haroldo cayó en la lucha. Algunos historiadores apuntan que una flecha le atravesó un ojo, mientras que otros afirman que los caballeros normandos lo abatieron del caballo, dándole muerte a hachazos. Caído su rival, Guillermo marchó sobre Londres y allí reclamó para sí el trono. Fue coronado el día de Navidad del 1066.

Guillermo consolidó su poder aplastando toda forma de oposición, concediendo tierras a sus más fieles seguidores en Inglaterra y construyendo una serie de fortificaciones y castillos, entre los cuales se contaba la Torre de Londres. En el 1085 ordenó elaborar un registro completo de todas las posesiones de Inglaterra, conocido como el Libro Domesday.

Guillermo murió en el 1087. Sus hijos, Roberto y Guillermo, le sucedieron en Normandía e Inglaterra, respectivamente. Desde aquel entonces, todos los posteriores monarcas de Inglaterra han sido considerados descendientes de Guillermo el Conquistador.