ANÍBAL
(247-183 a. C.)
Aníbal fue uno de los principales enemigos de la antigua Roma. Era un destacado general del Imperio Cartaginés, que tenía su centro en Cartago, en el actual territorio de Túnez y que se extendía por el norte de África, el sur de la península Ibérica, Cerdeña y Córcega. A partir de mediados del siglo III a. C., Cartago rivalizó con Roma por el dominio del Mediterráneo occidental. En el 221 a. C., Aníbal accedió a la jefatura de los ejércitos cartagineses y extendió la influencia de Cartago a la península Ibérica, lo que suscitó los primeros enfrentamientos con Roma.
Ante el incremento de la tensión entre ambas potencias y la inminente guerra, Aníbal realizó una audaz incursión preventiva dirigida al corazón del territorio romano. En el 218 a. C. partió de España con un ejército de más de 100.000 hombres y 37 elefantes. Atravesó los Pirineos y el sur de la Galia y, tras cinco meses, llegó a los Alpes. Ninguna fuerza armada había cruzado los Alpes en invierno hasta entonces, pero ello no arredró a Aníbal. Incluso con sus elefantes, el general cartaginés atravesó la cordillera alpina en apenas quince días. Roma se vio obligada a abandonar sus planes de ataque a Cartago y a repeler a los invasores. Para complicar la situación, algunas tribus galas del norte de la península Itálica se rebelaron contra el poder de Roma y se aliaron con Aníbal. Cuando se preparaba para afrontar al ejército romano enviado para destruirlo, convocó en asamblea a sus tropas y a las fuerzas aliadas.
— EL DISCURSO —
Aquí, soldados, en este lugar en el que habéis encontrado por primera vez al enemigo, tenéis que vencer o morir. La misma fortuna que os ha impuesto la necesidad de luchar guarda también la recompensa de la victoria.
[…]
Donde quiera que dirija la mirada no veo más que valor y firmeza; una infantería veterana, una caballería alistada entre los más nobles pueblos; a vosotros, nuestros más aguerridos y fieles aliados; a vosotros, cartagineses, que vais a combatir por la causa de nuestra patria, alentados por la más justa indignación. Nosotros somos los que pasamos a la ofensiva, los que nos aprestamos a invadir la península Itálica; estamos, pues, dispuestos a combatir con más arrojo y menos temor que nuestro enemigo, pues quien ataca es animado por una mayor confianza y un mayor valor que quien se ve forzado a defenderse.
[…]
Por vuestra parte, la necesidad os obliga a ser valerosos; tenéis que optar con decisión por la victoria o la muerte y debéis vencer o, si la fortuna os es desfavorable, habéis de enfrentar la muerte en la batalla antes que en la huida. Si esta determinación está firmemente arraigada en cada uno de vuestros corazones, os digo de nuevo que alcanzaréis la victoria en la conquista. No han creado los dioses inmortales arma más poderosa que anime a la conquista que el desdén por la muerte.
— LAS CONSECUENCIAS —
Aníbal obligó a dispersarse a las tropas romanas que habían sido enviadas para rechazar su ataque. En tales circunstancias, la mayoría de las tribus galas del norte de Italia se unieron a su causa y el general cartaginés obtuvo varias victorias sucesivas en sus enfrentamientos con los romanos. Posteriormente, Roma optó por evitar las batallas en campo abierto y pasó a practicar una guerra de desgaste, con ataques puntuales y persistentes contra las tropas cartaginesas. Esta estrategia, llamada fabiana, por el nombre de su creador Fabio Máximo, no logró sin embargo que Aníbal retirara sus tropas de Italia, por lo que en Roma se optó de nuevo por afrontar al enemigo en campo abierto.
En agosto del 216 a. C. Aníbal alcanzó su más celebrada victoria en la batalla de Cannas, en la que aniquiló a un ejército romano constituido por 80.00 hombres. Roma declaró un día de duelo nacional, mientras muchas ciudades del sur de Italia optaban por incorporarse a la causa de Aníbal.
No obstante, después de Cannas, los romanos volvieron a adoptar las tácticas fabianas y, al ir disminuyendo el apoyo logístico procedente de Cartago o proporcionado por sus aliados itálicos, las tropas de Aníbal perdieron parte de su ímpetu. En el 203 a. C., el general fue llamado de nuevo a Cartago, para que dirigiera la defensa contra una fuerza romana de invasión. En octubre del año siguiente se enfrentó a los romanos en Zama (en el actual Túnez), donde el ejército de Escipión el Africano obtuvo una rotunda victoria sobre las fuerzas cartaginesas.
Tras la guerra, Aníbal pasó a participar en la política de Cartago. Ante su éxito como hombre de estado, los romanos exigieron su rendición, pero el general, en vez de entregarse, marchó al exilio en el 195 a. C., entrando al servicio de diversos reyes del cercano Oriente y el Asia menor. Finalmente, los romanos persuadieron al rey de Bitinia (en Asia menor) para que se lo entregara. Antes de ser capturado, Aníbal se suicidó.