… A LAS BARONESAS JÓVENES

LO PRIMERO que has de hacer para dar una fiesta es verificar la capacidad de tus salones. Si calculas que caben cómodamente treinta personas, invita a cuarenta y cinco. Es un fenómeno comprobado que, donde más se divierte la gente, es en las reuniones con espacio vital escasísimo, en las que apenas puede moverse un pie sin dar una patada a una duquesa.

Otro de los secretos para conseguir que tu fiesta resulte «animadísima», consiste en colocar quince sillas menos que la cifra de los asistentes. Cuando en un salón hay tantas sillas como invitados, éstos acaban por sentarse. Y cuando los invitados se sientan, se acabó la fiesta. No habiendo suficientes sillas, se mantiene un núcleo de personas que permanecen en pie buscando sillas, lo cual contribuye a sostener el tráfico necesario para que la fiesta parezca divertida.

No enceres tus salones con tanta brillantez que hagas peligrar la crisma de tus invitados.

Sirve el cocktail o refrigerio a los sesenta minutos justos de iniciar la fiesta. Si aprovechas ese momento propicio, los invitados, o no tendrán apetito todavía, o estarán aún lo suficientemente cohibidos para no atreverse a devorar como lobos. Y de esta forma, con unas pocas docenas de pastas económicas, habrás quedado como una príncipa. Haz que los criados, con bandejas y copas y víveres, se muevan por los salones con rapidez vertiginosa, sin detenerse apenas ante cada invitado. De esta manera obtendrás con poco dispendio una perfecta sensación de abundancia. No olvides que la duración de los víveres y bebidas está en razón directa de la velocidad de los criados encargados de su reparto: a mayor velocidad, mayor duración. No cometas nunca la torpeza de establecer mesas fijas, pues a ellas se adhieren los invitados hasta aniquilar la última almendra.

Contrata una orquesta lo bastante ruidosa para evitar a los invitados la eterna y desagradable situación de no tener nada que decirse.

Si participas en la elaboración del cup, sacrifica las frutas en beneficio del alcohol. ¡Cuántas fiestas se salvaron del fracaso porque a la dueña de la casa se le fue la mano al echar el coñac en el cup! No olvides que el cup no es una simple compota de frutas, sino un animador de la fiesta en el que todos los invitados tienen puestas sus esperanzas.

… A LOS VIZCONDES NOVATOS

TODO VIZCONDE JOVEN, vestido de frac, corre siempre el riesgo de ser confundido con su camarero. Pero esto no debe ofenderle, ya que los camareros, por su parte, corren igual riesgo de ser confundidos con vizcondes jóvenes; confusión que tampoco les beneficia en absoluto. Y váyase lo uno por lo otro.

Cuando a un vizconde joven, vestido de frac, se le acerque una marquesa atractiva a la que no conoce y le diga: «Camarero: tráigame un “porto-fip”», el vizconde podrá responder con la misma encantadora sonrisa. «Que se lo traiga su tía, señora marquesa».

Un vizconde joven, para diferenciarse de un camarero, deberá adornar su solapa con una condecoración. En el caso de no tenerla, cosa probable en vizcondes jóvenes, cuyo único mérito consiste en haber heredado un título de su papá, puede sustituirse la condecoración con una flor. Las flores son las condecoraciones generosas que pone la primavera en las solapas de los mundanos y de los cobardes.

Todo vizconde joven tiene la obligación de saber decir una sandez en varias lenguas. Una sandez dicha en castellano no es más que una sandez. La misma sandez dicha en sueco, es la consagración social del que la pronuncia.

El vizconde joven debe practicar la conversación bilingüe, que tantos éxitos ha valido a las últimas promociones de vizcondes jóvenes. La conversación bilingüe consiste en sustituir las palabras vulgares del diálogo mundano por su equivalencia en francés. Así deberá decir «migraine» en lugar de «jaquecazo»; «poule» en lugar de gallina; «bouchon» en lugar de corcho; «champagne» en lugar de vino blanco con sifón; y «bechamel» en lugar de engrudo.

El vizconde joven debe exteriorizar en todo momento el hastío que le produce cuanto le rodea. La gracia de ser aristócrata está en no sentir desmedido entusiasmo por nada. Un vizconde joven ni ríe, ni llora: su actitud frente a la vida es de estricta neutralidad. Sólo así consigue convertirse en el ser más aburrido del planeta, cualidad indispensable en todo joven vizconde.

En lo tocante a los deportes, el vizconde debe despreciarlos. Esas manos de venas azuladas, con largas uñas pulidas, no se obtienen dando mamporros a un «punchingball». El único deporte que le está permitido al vizconde es el de golpearse suavemente las piernas utilizando una ligera fusta de bambú, con empuñadura de plata y marfil.

Así como los niños recitan de memoria la lista de los reyes godos, los vizcondes jóvenes están obligados a conocer la lista de los caballos ganadores del Derby. Ambas listas son igualmente inútiles, pero no todo el monte es orégano para los niños ni para los vizcondes jóvenes.

Hay dos maneras de llamar la atención en los salones: la elegancia y la «nonchalance». La elegancia es carísima. La «nonchalance» en cambio es una verdadera ganga. La «nonchalance» consiste en ir a todas partes despeinado, con la corbata del «smoking» torcida y con una manchita de huevo en un hombro. Una manchita de huevo en un hombro da a quien la lleva ese aire despreocupado que tanto se cotiza en el gran mundo.

Si tú, vizcondesito, tienes alguna cicatriz visible o que pueda mostrarse sin menoscabo de tu dignidad, felicidades. Si no la tienes, hiérete sin demora con cualquier objeto cortante. La historia de una cicatriz es siempre un acontecimiento en las conversaciones mundanas. Los años convierten el rasguño producido al abrir una lata de sardinas en un balazo de la Gran Guerra. No olvides que tu cicatriz podrá ser hoy el zarpazo de un tigre, y mañana, en otro salón, el navajazo que te atizó un apache. Es asombrosa la cantidad de mentiras que caben en el pequeño espacio de una cicatriz.

Atribuye tus pensamientos originales a los escritores famosos, y roba a los escritores famosos sus pensamientos originales. De esta manera puedes estar seguro de no hacer nunca el ridículo.

No te sientes jamás en el asiento de una butaca, sino en un brazo o en el respaldo. No bebas nunca lo que la gente beba, sino una asquerosidad mayor todavía. No hables de libros que todo el mundo haya leído, sino de otros que no haya leído nadie; incluso ni tú mismo. No hagas nunca lo que todo el mundo espera de ti, sino precisamente lo contrario. Esto parece una tontería. Y lo es. Pero una tontería eficaz.

Y después de leer estos consejos piensa, si realmente merece la pena de seguirlos, y si no sería mejor comprarte un hotelito en el campo y retirarte a vivir allí, lejos de tanta estupidez.

… A LAS MUCHACHAS DISTINGUIDAS

NO OCULTES TU EDAD verdadera con tanto celo, que la gente termine por creerte mayor de lo que en realidad eres.

Sé generosa con la vencida en la batalla por el corazón de un hombre, aunque sepas de antemano que ella jamás te perdonará tu victoria.

Huye de la afectación en todos tus ademanes. La mujer distinguida es aquella que, por su gran naturalidad, podría encender un puro en medio de una reunión sin causar extrañeza a nadie.

No «flirtees» nunca. El «flirt» es una aventurilla cerebral y táctil que, no obstante su intrascendencia, envejece el alma de las muchachas y las hace estar de vuelta de todo sin haber ido a nada de nada.

La mujer distinguida, no lo olvides, utiliza el maquillaje como pincel para acentuar sus encantos, y no como máscara para cubrir sus defectos. Huye de los pegotes de polvos si no quieres parecer un polvorón. No seas tampoco de esas muchachas que se amplían sus labios auténticos con toques de «rouge» hasta dar a sus bocas la triste comicidad de una payasada sin ingenio. Y, sobre todo, aprende a valorar sin optimismo tus propios encantos y defectos. Piensa que unos ojos bonitos bien administrados, pueden camuflar perfectamente la protuberancia de una nariz o la prominencia de una mandíbula.

Si tienes una dentadura bonita, no abuses de la sonrisa, pues no faltaría quien dijese de ti que «enseñas los dientes» como los perros.

Habla con claridad, sin atropellarte, eligiendo palabras sencillas que no figuren en las novelas que leas habitualmente.

Si tienes la desgracia de que alguna amiga deposite en ti alguna confidencia, no la propagues; pero haz lo posible por rechazar esta clase de depósitos. Sé únicamente la confidente de ti misma, y piensa que la caja menos segura para guardar tus secretos es el cráneo de otra mujer.

No catalogues a los hombres que te rodean tan sólo por sus cualidades como posibles novios. No olvides que entre la indiferencia y el amor está la amistad, que es el equilibrio perfecto en los platillos de la balanza sentimental. Yo no lo creo, pero eso aseguran algunos sinvergüenzas con más aplomo que yo, que en el fondo tampoco lo creen.

… A LOS HOMBRES INSIGNIFICANTES

SI TIENES ALGÚN DEFECTO FÍSICO, resígnate. Pero no trates de defenderte ante los demás diciendo que Beethoven también lo tenía; porque Beethoven compuso la «Novena Sinfonía»; y tú, en cambio, no.

Cuando vayas a un médico, obedece sin irritarte todos sus caprichos: tose, respira fuerte, tolera que te golpee en las rodillas con un martillo, que te agarre de las muñecas y que te hunda los dedos en el esófago. Piensa que siempre te queda la venganza de hacerle burla cuando te haga sacar la lengua para decir «¡ah!».

Sí; es cierto que alguien dijo: «Las mujeres honestas no tienen historia». Pero si quieres ser feliz, cásate con una de éstas. Es preferible una mujer en blanco a otra con todas las páginas de su vida ennegrecidas de autógrafos.

… A LOS PIROPEADORES

(NO ES DE BUENA EDUCACIÓN que la mujer guapa ejerza el monopolio piropil. Bien está decir a la belleza que olé su garbo, que es peligroso llevar unos ojos así sin extintor de incendios, y todas esas frases agudísimas que dan a nuestra raza merecida aureola de ingenio. Pero no es justo, en cambio, que nos callemos como muertos al cruzarnos con una fea. Creo haber realizado una alta misión humanitaria al inventar esta serie de piropos especiales para congéneres defectuosas).

Piropo para institutriz con gafas y cutis de becerro: «¡Olé la erudita bilingüe, que no tiene garbo, en efecto, pero que rezuma cultura por todos sus poros!»

Piropo para jovencita desdentada: «¿Me equivoco al suponer que es usted campeona europea de zurcidos?»

Piropo para señora relativamente obesa, con lunar peludo en la barbilla: «¡Es usted un puñetazo en los dientes de la frivolidad!»

Piropo para delgaducha de hombros caídos, predispuesta a la anemia más o menos galopante: «¡He aquí el triunfo del espíritu sobre la cochina vitamina!»

Piropo para señora deportiva con caderas de peón caminero: «¡Mens sana in córpore espantoso!»

Piropo para canija con la frente abombada y tendencia a la bizquera: «Puede usted estar satisfecha de ser un espantapájaros, porque así podrá resultar muy útil a la agricultura».

Piropo para zangolotina pernicorta de ojos saltones: «¡Olé las antítesis de la belleza, que guardan en su corazón tesoros de ternura!»

Piropo para mujer poquita cosa: «¡Feliz el hombre que, venciendo el horror de casarse con usted, se la lleve a su casa y coma las exquisitas croquetas que sin duda prepararán sus hacendosas manos!»

Piropo para nariguda de piel amarilla con manchas rosadas: «¡Parece usted un mapa de Europa, con todos los países pintados de diferentes colores!»

Piropo para colegiala crecidita con dientes de conejo: «¡Olé la niña que sabe tomar el té sin mancharse el babero!»

Piropo para monstruita con calavera apenas recubierta de un pellejo delgado: «Si la viese Edgar Poe, todos sus cuentecitos le parecerían para niños».

Piropo para feas no incluidas en este cuadro bastante sinóptico: «¡Olé las esperpentas de diversas taras físicas, pero dotadas de estupendas cualidades morales!»

… A LAS MUJERES CURSIS

COME FRUTA manejándola con los dedos. Comer una manzana con tenedor es tan ridículo como beber el agua a cucharadas.

Una mujer independiente, para que lo sepas, es aquella que, yendo con un hombre, hace ademán de abrir su bolso para pagar su consumición en el café. El único peligro de este rasgo es que el hombre no se precipite a impedirlo. Pero un prestigio de independencia bien vale seis pesetas con veinte.

No desees a tu amiga el novio que no quieras para ti. Deséale solamente el que a ti te gustaría. Y písaselo si puedes. Quitar un novio al prójimo es el único robo que los códigos no castigan, y un bonito deporte que practican las mujeres interesantes.

Reserva el arma de tus lágrimas para ganar las grandes batallas de tu vida sentimental. Para las pequeñas, Dios te ha dado la tozudez y las uñas.

… A LOS POLLITOS MODERNOS

UN CRECIDO NÚMERO de pimpollos me escribe con los dedos mojados de lágrimas: «Somos rubicundos, de pelo rizoso y ojos fulgurantes, pero no tenemos éxito en sociedad. Cuando vamos a una sociedad cualquiera, todas las marquesas nos vuelven las espaldas, nos aplastan las colillas encima de los hombros y nos vacían copas de licor en garganta, nariz y oídos: ¿Qué debemos hacer para salir de nuestro horripilante marasmo?» Estudien sin demora esta lección:

Para tener éxito en sociedad, es interesante poseer desparpajo. Se dice que un joven tiene desparpajo cuando suelta todas las perogrulladas que tiene siempre en la punta de la lengua.

En las reuniones y bailes, pimpollo, juguetea despreocupadamente con las llaves de tu automóvil. La llave de contacto de un «Cadillac» es el mejor abrelatas para abrir un corazón de mujer.

Antes de llegar a un cocktail, haz que en tu garaje te tiznen las manos con aceite lubrificante. Esa grasaza inmunda es el mejor barniz para hacer seductoras las uñas de un joven moderno.

No triunfarás en sociedad mientras no te pegues un buen leñazo en moto. Es inútil que trates de llamar la atención en las cachupinadas si no exhibes el costurón que te hiciste «al bajar la Cuesta de las Perdices en la “Harley” de Pacorro Esquivias».

Si quieres que no te olviden jamás en la casa que visitas, deja tu copa mojada sobre un mueble barnizado. El gracioso circulillo que quedará para siempre al quitarla de allí, te hará permanecer con epítetos indelebles en la memoria de tu anfitriona.

Habla con naturalidad, sin preocuparte de que tengas la boca llena de canapés. Hay pocas cosas tan sencillamente bellas como una declaración de amor hecha con varias anchoas asomando por la comisura de los labios.

Conviene que seas cínico, cosa que puedes conseguir sin gran esfuerzo: basta con que digas justamente lo contrario de lo que te dicte tu formación burguesa.

No uses camiseta.

Habla mal de tus amigos. De tus enemigos puedes hablar bien siempre que quieras, porque nadie te creerá.

Si tropiezas con esa anciana señora que conoció mucho a tu abuela y que te vio nacer, desliza en el escote de su traje una croqueta y aplástala después de un manotazo. No volverá a ridiculizarte con su relato del repugnante aspecto que ofrecías siendo bebé.

Prodiga tu número de teléfono. Ya lo dice un refrán: «Quien siembra teléfonos, recogerá amistades».

Si sales con una mujer del gran mundo, llévala a beber vinazo a un tabernucho como si fuera una de ésas. Si sales con una de ésas, llévala al té a un sitio elegante, como si fuera del gran mundo.

No te pegues con nadie. En las broncas evita siempre llegar a las manos. Porque en materia de bofetadas, más vale dos te daré que un solo toma.

… A LOS MARIDOS INEXPERTOS

EN LOS REGALOS que hagas a tu mujer rebasa siempre el tope de esplendidez que ella te haya marcado.

No olvides que en ese «minuto» que le falta a tu mujer para terminar su toilette, te sobra tiempo para fumarte un puro, para engañarla con otra, o para escribir las memorias de tu vida.

No critiques despiadadamente la libertad de tus amigos solteros, pues de esta forma comprenderá tu mujer que los envidias.

Desde el primer día de matrimonio deja bien sentado que la primera autoridad de la casa, la persona que lleva los pantalones y a quien todos deben obedecer, es tu esposa.

Y no seas calvo.

… A LOS QUE DESEAN SER AFORTUNADOS EN LOS JUEGOS DE AZAR

(El arte de hacer trampas)

PARA EL LEGO EN TRAMPAS, ver las cartas al vecino es problema peliagudo. Nada más simple. Si pretendemos ver el anverso de los naipes del jugador que se siente a nuestro lado, nos meteremos debajo de la mesa con el pretexto de atarnos una bota. Una vez debajo de la mesa, introduciremos un periscopio de celuloide por la pernera de su pantalón, hasta sacar el extremo por el ojal de su solapa. De esta forma podremos ver si tiene póquer, o si tiene «farol» cochino.

Otro de los métodos empleados consiste en dar un manotazo a las cartas del jugador cuyo juego nos intriga. Al recibir el golpe, el abanico de cartas caerá patas arriba, y nuestra curiosidad quedará satisfecha. En el caso poco probable que alguien nos pregunte por qué hemos dado tan intempestivo manotazo, diremos con una encantadora ingenuidad: «Es que me pareció que se le había posado una avispa en el dedo gordo».

Para ver las cartas al jugador de enfrente, debemos contratar a dos mozos de cuerda y adquirir un armario de luna. En mitad de la partida, los mozos entrarán en la habitación donde estemos jugando y, con la máxima naturalidad posible, situarán el armario de luna detrás del jugador que nos interese. Las cartas del contrincante se reflejarán en el espejo del armario y podremos verlas con toda comodidad. Si algún jugador se extraña al ver entrar a los mozos con el armario de luna, cosa poco probable, le explicaremos sin dar importancia a la cosa: «Es un armario que me manda mi tía para que se lo cepille por dentro». Una declaración tan lógica tranquilizará al más escéptico.

Si en el curso de la misma partida nos interesa ver las cartas a otros jugadores, los mismos mozos se encargarían de mover el armario de luna hasta colocarlo en la posición conveniente.

Un sistema muy corriente entre los apaches consiste en sacar una navaja de dos palmos y gritar: «¡Cartas arriba!» Pero es peligroso, porque las navajas pinchan y nos podemos hacer un arañazo expuesto al tétanos.

Si jugamos con esos pedazos de pan que son las señoras, podremos ver sus cartas con sólo decir: «¿Quién ha sido la pécora que me ha robado el siete de copas?» Las jugadoras, viendo que rechinamos los dientes de rabia, se echarán a temblar y jurarán que ellas no han sido. «¿Ve usted como yo no tengo su siete de copas?», nos dirán, muy ofendidas, enseñándonos sus cartas.

Pongamos en práctica estas trampas, y agarremos a la Fortuna por las patas.

… A LOS NIÑOS QUE DESEEN EDUCARSE

(En las colaciones)

TODO NIÑO DEBE CEDER su pechuga de pollo a las personas mayores de edad, saber y gobierno. Todo niño, igualmente, debe cerrar el pico en la mesa y dejar que le sirvan cualquier detritos. De las bebidas elegirá el agua y el sifón, cediendo los vinos a sus mayores. Y basta. Todo niño debe aguantar que le sirvan la patata más pequeña, la anchoa más flaca y el garbanzo más duro. Cuando se sirve la sopa, todo niño debe dejar que le llenen el plato hasta los bordes y tomársela volando, aunque se abrase la tráquea. Y basta. Para algo es niño.

En las colaciones menores, cuales son desayuno y merendola, todo niño no podrá exigir más que pan y, a lo sumo, un pedazo de queso. Todo niño debe abstenerse de pedir mermelada, pues acabarán zurrándole y con razón.

En lo tocante a su compostura, todo niño debe mostrarse circunspecto, serio, limpio, alto, delante y detrás. Debe servirse del tenedor en lo referente a víveres pinchables, y del cuchillo en los alimentos compactos. Y basta.

(En la calle)

TODO NIÑO DEBE ABSTENERSE de andar por las aceras, pues las aceras son para las personas mayores de edad, saber y gobierno. Por lo tanto, todo niño irá por las calzadas jugándose el tipo, y gracias. Si todo niño ve que se acerca hacia él vehículo, carro o autovía, debe tumbarse en el suelo y dejar que el susodicho vehículo le pase por encima. Pero de subir a la acera, ni hablar. Si lo intentara, cualquier persona estaría en su perfecto derecho echándole de allí a puntapiés.

Todo niño deberá abstenerse de mirar eclipses, cohetes, globos y otros espectáculos callejeros destinados exclusivamente al solaz de sus mayores. Por lo tanto, todo niño deberá ir con la vista fija en el suelo. Si al ir con la vista fija en el suelo encontrase moneda, bolso o cuproníquel, todo niño deberá entregarlo a su mayor inmediato sin pretender conseguir participación en el beneficio obtenido.

Todo niño deberá llevar un pedazo de pan en la mano para repartirlo entre los pobres, tullidos, pájaros o perros, ya que un alma generosa es un adorno más vistoso que una gorra de marinero.

… A LOS CHINOS
(Máximas y advertencias traducidas de un sabio pergamino oriental)

LA FLOR DEL LOTO es cándida, pero puede guardar en su corola avispas atigradas que le piquen en el dedo al honorable mandarín.

Cada hombre tiene tantos amigos sinceros como granos de arroz un plato fregado por el marmitón concienzudo.

Es de sabios cazar los pájaros con honorables escopetas. Es de tontos pretender cazarlos con honorables cañas de pescar.

A Buda rogando, y con el palillo de arroz dando.

Si el arroz del vecino ves requisar, pon tus arroces en el desván.

A anciano caballo recibido como obsequio, no le mires el respetable diente.

No expulses nunca por el colmillo el hueso de la fresca cereza que acabas de comer: puede servir de proyectil al tiragomas de tus antepasados.

Hay chinos que, viendo a Buda tan metido en venerables carnes, le preguntan: «¿Dónde compras los garbanzos?» Lo cual es una irreverencia como la copa de una pagoda.

Dijo Confucio: «El amor es al corazón lo que el fuego a la patata». También dijo: «¡Siempre arroz, siempre arroz! ¡Estoy ya de arroz hasta la coronilla!» Y encargó al despreciable camarero una fabada.

No se roban frutos a quimonos enjutos.

No le pidas a Buda que te conceda cosas difíciles, pues no está el Buda para bollos.

Tanto va la taza de té a la cocina, que al fin se casca. Al pan, pan, y al chino, chino.

No por levantarse con las honorables gallinas, sale el astro diurno con más anticipación.