Presentación: Besos de alacrán y otros relatos

Esta recopilación recoge buena parte de los relatos salidos del procesador de textos de León Arsenal, desde 1992 hasta mediados de 1999. Hay dos buenos motivos para que estas doce narraciones se cobijen bajo el titulo genérico de Besos de alacrán y otros relatos y no bajo el igualmente apropiado de Ojos de sombra y otros relatos. El primero es que Ojos de sombra, siendo un bonito título, no resulta nada epatante. Bajo esa frase de tres palabras cabe lo mismo un relato cursi que uno de misterio; una ensoñación romanticoide que una historia de terror. Sugiere demasiadas cosas si no se conoce al autor o se separa el título en demasía del relato al que da nombre. Decididamente Besos de alacrán, con su paradójica mezcla de sensualidad y animal fóbico, llama más la atención. La segunda razón es que, cristalizando en cualquiera de ambos y en grado casi absoluto, la mayoría de las virtudes que caracterizan como escritor a León Arsenal, pesa finalmente el que Arsenal haya cultivado más asiduamente el «space opera» de Besos de alacrán, que la «fantasía histórica» de Ojos de sombra.

En todo caso, cualquiera de ambos, está plagado de exotismo, aventura, «mala uva», planteamientos originales, «amor fou», sensualidad turbia, fascinación por la muerte y nombres propios de sonoridad extraña. Todo lo cual, bien puede figurar en el catálogo descriptivo de lo que habitualmente ofrecen los relatos de León Arsenal. Al completo, o en altas dosis de cualquiera de ellos, estos ingredientes se encuentran en casi la totalidad de las narraciones que componen esta recopilación. Con todo, puesto que el intervalo temporal en el que están escritas es dilatado y las motivaciones que originaron estos cuentos son tan diversas como el concurrir a un determinado premio literario, conseguir un ultracorto de impacto, o crear un ciclo de relatos con un universo referencial común, las diferencias que se aprecian entre ellos son grandes. Serían necesarias muchas más páginas de las que disponemos ahora, o una serie de introducciones particularizadas a lo «buen doctor Asimov», para poner en situación informada al lector sobre cada relato de este volumen. Como ocasión y apetencia faltan —los buenos cuentos han de defenderse solos, sin abogado que los encomie o justifique— sólo cabe señalar algunos datos que pueden hacerles más disfrutable la lectura.

Lo primero, más que un dato, es una precisión. Quien sea devoto partidario de que, en literatura, no se transgredan los límites de lo «políticamente correcto», tiene bien pocas posibilidades de convertir a León Arsenal en su lectura favorita. No es cuestión de si hay sexo o violencia en sus relatos —afortunadamente los hay—, se trata más bien de sentimientos turbios y moralmente ambiguos; de conflictos hombre-mujer en los que las mujeres no siempre son víctimas; de minorías culturales no enteramente respetables; e incluso de Eros y Thánatos jugueteen por entre los párrafos. Y tengan por cierto que, algunos de sus héroes, están armados más con «malas pulgas» que con «bondad de corazón». Además fuman mucho…

En cuanto a las virtudes que hacen aconsejable su lectura, bien, algunas ya las enumeramos como características en los primeros párrafos de esta presentación: exotismo, aventura, intriga… Otras, más relacionadas con sus recursos técnicos como escritor, las mencionaremos ahora: sobriedad y concisión en el narrar, lógica en el desarrollo de la trama, la utilización de un español rico, que recupera términos y expresiones de nuestro idioma que, caídos en desuso, reaparecen teñidos de exotismo —«alimañero», «pistear», «al descuido»—, y, sobre todo, buenas historias.

Como tendrán ustedes ocasión de comprobar, los escenarios en que éstas transcurren, son muy variados. Desde la Galicia del siglo X donde ocurre Ojos de sombra, a los escenarios contemporáneos de El Libro Negro o el profundo vacío estelar de El Centro Muerto. Sin embargo cinco o seis de ellos, los más específicamente de «space opera», parecen compartir un a modo de escenario común y presentan incluso algunas relaciones directas. Les llamo la atención, por ejemplo, sobre Dagú Dagú, un funcionario de la Inteligencia pereporeana que aparece en El agente exterior, y reaparece unos cuantos mundos más allá en el relato Oscuro candente. En esta ocasión como cuasi director de seguridad en Cósig Venus. Por otra parte, el doctor Surban Argorades, en funciones de alimañero en la memorable cacería de las playas de Cósig Venus, recibe al protagonista de Cromatóforo, a su llegada al astropuerto de MundoRan. Y, si no me equivoco En las Fraguas Marcianas, se alude a un Venus que muy bien pudiera ser el de Oscuro candente. Todos estos relatos parecen tener una soterrada conexión, más firme y menos sutil, que la que les presta el compartir un cierto aire de familia, propio de una misma manera de concebir el «space opera» por parte de su autor. Se barrunta un no enunciado ciclo del que parecen formar parte algunos de los mejores relatos de León Arsenal. Un Universo referencial donde la Federación terrestre es un «peso pesado», pero no el único poder que cuenta; donde los planetas digieren mal un intervencionismo terrestre no ejercido por la fuerza, pero sí omnipresente; compuesto por una pluralidad de mundos donde conviven los humanos con otras razas y en el cual se ambientan relatos de muy diversa índole. Es un marco geográfico, sólo un grandioso marco, en el cual se pueden tocar mil temas. Eso sí, espero que siempre con esa manía de entretener y emocionar al lector de la que hasta la fecha León Arsenal hace gala.

Y aunque esto no suele hacerse… los relatos preferidos del autor de esta presentación siempre han sido Besos de alacrán, El agente exterior, Ojos de sombra y El Libro Negro. Hubiera sido más rápido afirmar que hay un relato de entre los doce que me gusta menos que los demás, pero es de los cortos y además, señalarle…, eso sí que sería de mala educación…

Alfredo Lara