—Esa cría muerta… vaya, qué triste…
—Sí.
Suena una gotera, agua cayendo muy lejos, cadenciosa. No hay otro sonido. Está atardeciendo, o es un día muy nublado.
—¿Hubo niñas entre las víctimas de Jack el Destripador?
—No… no se conoce… —Lento se ríe sin fuerzas, mientras echa mano de los teléfonos móviles desperdigados sobre el sofá—. No todos los muertos fueron por su causa.
—Claro.
Lento prueba otra decena de baterías de teléfonos móviles, todas descargadas.
—Es el mismo… —dice—. No habría cobertura… —Tira las baterías, sin mucho brío, y alza la vista hacia el techo—. ¿Cómo se siente?
—Bien… cansado. Ya no tengo frío, con la manta que me subió. Y la compañía de mi amigo… es un poco silencioso.
—Si quiere toco concertina…
—No, deje, deje… no tengo intención de jugar acostado con un oso. —Ríen los dos. Luego callan. El agua sigue sonando, como un reloj, o como el mecanismo de un viejo autómata.
—¿Tiene agua?
—Sí… y galletas. No tengo hambre. ¿Usted…?
—Tienen que venir ya…
—No van a venir… ¿está casado?
—No.
—Yo tampoco… ni tengo novia, y apenas familia… creo que nos eligió por eso. Qué extraño… nunca hablamos de nuestra vida fuera de aquí.
—Sí… pienso que no hay, solo esa historia…
—Y si esperamos un poco no llegaremos a… ¿por qué no vuelve con Aguirre?
—No está bien. Ayer repetía lo mismo todo el tiempo.
—Se atrancó.
—Sí, al final de la sesión.
—Supongo que no sabemos mantenerlo.
—El otro está peor…
—Por muy eternos que sean, deben requerir cuidados. En fin. —Deja colgando un brazo por la apertura, coincidiendo justo con la pintura del brazo de un ángel o un santo, interrumpido por el agujero abierto. El viejo fresco parece ahora vivo—. ¿De qué se ríe?
—Nada… me duele el cuello de mirar arriba.
—Yo no puedo hacer otra cosa… claro, que no veo nada. ¿Ha visitado a Jack… Eleanor?
—No. Cuesta mucho bajar escaleras hasta allí. Cuando acabo con Aguirre estoy muy cansado.
—No lo había pensado, ¿cómo…?
—Con mucho cuidado. Por el suelo.
—¿A rastras?
—Ajá… por eso tampoco voy al piso de arriba. Mejor. Creo que el hombre empieza a oler.
—Supongo que todo aquí tiene que oler. Es una pena, porque desde arriba vi a unos niños, ¿se lo dije?
Tengo que ir abajo. No podemos permitir que mueran, o lo que pasa a las máquinas parlantes cuando dejan de funcionar. Necesitamos saber…
—¿El qué? ¿La nota? —Ato busca en su bolsillo aquel papel arrugado—. ¿Esa «vida» que le quitaron? A quien sea…
—Creo que sé lo que es.
—Vaya… Y además sabe quién es Jack el Destripador… todo un éxito.
—Mi libro ya está hecho. —Aplaude como un niño, un niño cansado—. He descubierto quién era Jack… tras tantas mentiras y teorías…
—¿Cree que alguien se tomará eso en serio? No espere publicar nada parecido.
—No creo que tenga oportunidad… y apenas creo yo eso que digo.
El silencio es una pregunta clara, que Lento no parece capaz de identificar.
—Bueno, ¿me lo va a decir?
—¿Eh…?
—Sabe el significado de la nota…
—Es… evidente. Y sé quién la escribe, quién busca… Usted también lo sabe, aunque es escéptico y no lo reconoce.
—Le aseguro…
—¿No cree que lo que buscan es… la memoria perdida de ese Diablo?
—No es que lo crea, es así como nos lo han contado.
—Toda esta historia es la búsqueda larga de esa memoria, la de von Kempelen, ¿cierto?
—Claro…
—Imagine que esa… búsqueda, esa pugna no ha llegado a fin. Kempelen sigue vivo…
—¿Vivo? ¿Después de cinco o seis siglos de…?
—Como quiera, no Kempelen, quién sea Dragón. Ahí abajo tenemos a Aguirre, y a Eleanor. Herr Ewigkeit sigue vivo y enamorado, enamorado de un fantasma que apenas recuerda, y anda buscando ese recuerdo de su pasión tantos años perdido. Qué mejor que coger a dos escritores, uno experto en el caso de Jack el Destripador, y otro, usted, un erudito en la historia de automática e informática y proporciona a ellos la información que dispone, de primera mano, son testigos, vivían en… en ese año, con memorias mecánicas que no se borran…
—Hay un… en fin, hemos asumido que todo es verdad. ¿Cómo ha podido conservar a estos dos?
—No sé. Habrá reunido pieza a pieza durante ciento veinte años de algún modo.
—¿Y por qué nos necesita? Alguien capaz de hacer estos prodigios, bien puede deducir por sí mismo lo que sea.
—Tras años de sustituir piezas en cerebro sus… pensamientos, capacidades se han deteriorado algo. Ha perdido memoria, puede que un cerebro de reloj no sea tan intuitivo como uno orgánico… elija. Por ejemplo: usted y yo podemos deduciar…
—Deducir.
—Algo sobre las dos historias de fort Kamayut. Entendemos que allí nació Jack, in some way… pero él tiene los fríos datos en el cerebro de metal de Aguirre, y no es capaz de…
—Creo que le entiendo: piensa que carece de la «chispa del ingenio del hombre», por así decirlo, y la busca en un par de peritos en el tema para… le entiendo. Sin embargo, si se trata de Kempelen, ingenio no le faltaba, se lo aseguro.
—Quiero decir…
—Deje, deje; si le entiendo.
—Entonces. ¿No cree que mi… hipótesis encaja con lo que hemos oído con misma precisión de esos autómatas?
Alto sonríe y palmea a su inerte compañero mecánico.
—Tanto como con precisión…
—Sea sincero, no dirá que no piensa algo similar.
—Sin duda, aunque no tengo su valor para expresarlo en alto. Y bien. ¿Y ahora qué? Quiero hacer algo antes de morir aquí solo.
—No hay más comida, y nuestras fuentes de información empiezan a deteriorarse. Yo no soy bien, ni usted… Bajaré y les daré cuerda hasta que revienten… intentaré averiguar dónde es…
—Sí.
—Voy. Ya es el final.