____ 48 ____

Lento ronca con placidez, tendido en el viejo sofá. Como los girasoles, orienta en sueños su rostro buscando la luz que entra por los desconchones de la pintura de las ventanas, desconchones que con mucho más esfuerzo que efectividad ha causado Alto, empleando para ello una pértiga larga, sin duda utilizada para la limpieza. Cuando ese lugar se limpiaba. Un suave acceso de tos lo despierta. Sentado cerca está Alto, ojeando papeles.

—¿Se encuentra bien?

—Mucho. —El descanso ha obrado milagros en él. Se incorpora un poco, mostrando que las fuerzas parecen volverle.

—Tiene mejor aspecto, desde luego. Parece que no hay infección, y los calmantes esos, sean lo que sean, son efectivos. ¿Tiene hambre?

—Sí.

—Buena señal.

—Pero no me dé comida. No quiero.

—Aunque quisiera. Ya queda muy poco. Mire en cambio lo que he encontrado. —Levanta una botella de vino—. Tenga —sirve en una vieja taza un trago—, es bueno, se lo aseguro.

—Eso no se lo rechazaré. —Bebe saboreando—. No puedo ser en este país sin beber su vino.

Alto sonríe y vuelve a los papeles, moviéndose para perseguir él también el sol esquivo. Lento queda disfrutando de su taza de vino, respirando con calma. Mirando al techo, muy lejos, formado por un entramado de vigas tras el que ahora, la nueva luz que liberara Alto, permite ver viejos frescos piadosos decorándolo. Hay en él y en toda esa suciedad, en el polvo revoloteando en los haces de luz, en los muebles destartalados, una enorme placidez, una invitación al abandono, a la desidia.

—¿No vemos a Aguirre?

—Es domingo si las cuentas no me fallan. Me pareció buena idea descansar un día. Y creo que a usted le ha venido muy bien.

—Sí. —Se recuesta de nuevo, escatimando movimientos en todo lo posible. Contempla los ángeles, y santos, y animales pintados arriba—. Es horroroso… pero me gusta… —Tiende su taza y Alto se levanta a llenarla de nuevo.

—Ha muerto, ¿sabe? Esta madrugada. —Llena la taza y él da un trago directo de la botella—. Anoche le deje dormido, y cuando he ido a verle, ya no respiraba. —Vuelve a beber—. Nunca había matado a nadie.

—No es algo común en personas como usted y yo.

—No me siento mal. No sé. Es una extraña sensación… ¿melancolía?

—Creo que este lugar nos afecta.

—He visto unos niños fuera. ¿Más vino?

—¡Niños!

—Sí, esta mañana, mientras registraba. En el piso de arriba hay un corredor que da hacia ese descampado de al lado. Había unos chicos corriendo. Golpeé las ventanas… imposible. La cerca está a mucha distancia, y esas ventanas… intenté romperlas y rajé una, pero no hice el suficiente ruido.

—Bien…

—¿Le parece bien? No sé cómo saldremos de aquí. Ese hombre empezará a oler en unos días, debiéramos enterrar el cuerpo, o buscar un sitio…

—No se preocupe, puede que nosotros no tardemos…

—Tenemos que mantener la esperanza. Si encontrara un teléfono que funcione…

—Perdone, no quería ser… Es esta casa, me…

—Sí. La casa, las historias…

—Es lo que queda. A menos debemos saber la verdad ¿Y la nota? La nota que dejó el señor Solera.

—Si es que fue él. En fin, es domingo. Descansamos. Pienso preparar una suculenta comida para hoy.

—Claro, tenemos vino. —Ambos brindan. Alto vuelve a los papeles y Lento a contemplar el techo. Hay un ángel roto. O es otra cosa. Podría ser un agujero. El vestíbulo tiene la altura de las dos plantas. Si hay un hueco allí, debía entrar la luz. Se vuelve a incorporar. Al fondo, al otro lado del mostrador, ante la entrada de los servicios, hay andamios.

—¿Pasa algo?

—¿Qué lee?

—Su novela. —Alto sonríe—. Así practico ingles. Es curioso, ¿no cree? Una casa, una familia extraña…

—Usted también piensa que hace referencia a los Abbercromby.

—¿Si no, por qué nos la dejan aquí? Es una historia extraña, un folletín romántico con su hermosa heroína, sus personajes misteriosos, un malvado científico, amores rotos, equívocos… Sin embargo, hay algo más. El final…

—¿Ha llegado al fin?

—Sí. En realidad he ido saltando de trozo en trozo. Entera es insoportable. Y larguísima.

—Desde luego.

—Pero cada vez es más enigmática. Y su analogía con nuestra historia… la de Aguirre, no es clara y sin embargo…

—Léame algo.

—¿Quiere…? No debiera cansarse.

—No me cansaré.

—No leo bien inglés.

—Seguro que sí.

—Bien —empieza a rebuscar entre los papeles—, queda advertido. A ver… sí, mire esto… ¿le hago un pequeño resumen de lo que ha pasado? Nos podemos saltar todo eso de la guerra y el muchacho…

—No. Lea. Ya… Lea.