Londres, 30 de noviembre de 1888
Queridísimo tío Francis:
Imagino que ya estarás de viaje, así que no sé cuándo ni dónde recibirás estas letras. Te escribo una vez oídas las noticias que has tenido la bondad, no esperaba menos, de hacerme llegar. Confiaba en ti, como siempre he hecho, pero ni en el mejor de mis sueños esperaba tanta rapidez. Gracias, mil gracias.
Mi agradecimiento es aún mayor sabiendo que has tenido que traicionar, en cierta medida, la confianza de tu amigo. Una confianza que, créeme, no merece.
Me ha criado un monstruo, un monstruo. Le odio. Pienso irme, desaparecer, después de esta noche, obtenga lo que obtenga, que estoy segura que será tan trascendental como desolador.
Gracias. Ahora lo sé. Solo Perceval y tú habéis mostrado un afecto real por mí. Perceval. Mi primo Percy. Cuánto desearía poder volver mis ojos a los suyos, sin miedo. Mi muy querido Percy.
Hasta pronto, te mando océanos de amor, estés donde estés. Te quiere tu amiga, que quisiera ser tu hija.
C.