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Lento respira con esfuerzo, sentado en una silla de ruedas. Parece tan extenuado como Aguirre después de una hora de sesión… más de una hora ha sido la anterior, y mucho tiene que contar su compañero. Tras escuchar con atención a Alto, se encuentra tan enfermo y adormilado como el anciano y con seguridad, más dolorido. Los vendajes supuran sangre, ya estaban sucios cuando se los pusieron, y nadie los ha cambiado.

—No he encontrado ninguno limpio —dijo Celador. La vía del brazo izquierdo tiene muy mal aspecto, como infectada. Está sudando, congestionado, con fiebre, mirando con pavor el gotero suspendido sobre su silla que contiene un líquido ambarino.

—¿Se encuentra peor? —pregunta Alto en un susurro—. Le he cansado demasiado…

—No.

Alto golpea furioso contra la pared de su celda, ahora sí que es una celda, y con su corpulencia todo retumba.

—Esto es un crimen, hay que salir de aquí.

—No… —murmura Lento—. No creo que yo…

—Vamos. Sea fuerte…

—Lo intento. No quiero muerte en agujero como este. Sin embargo… debo contemplar esa… esa eventualidad… ¿lo he dicho bien?

—¿Cómo puede ser tan frío?

—La fiebre… y la historia. Pienso es lo único que… —El dolor le hace callar.

—Descanse. Es inútil esforzarse.

—No. Me da miedo dormir. Lea algo… esa espantosa novela.

—Como ha visto, parece que al final va a ser obra de la viuda Arias. Quería escribir…

—William. Así se llama el autor… como el «capitán».

—Cierto… no había caído. Ya sabe que puede ser un pseudónimo, no creo que ese apellido sea muy extraño. Además, según sabemos el tal capitán William, el presunto padre de Cynthia, murió joven, quién sabe si a manos de lord Dembow.

—No parece un… un escrito muy sénior… escrito muy…

—¿Y qué más da? —Un golpe más en la pared—. Esa novelucha no importa.

—Mientras no volvamos a Aguirre, me entretiene… la próxima visita yo…

—Ni lo piense. Haremos como ahora, yo le…

—Léame.

Alto suspira, parece desanimado. Está sucio y ojeroso, más sano que Lento, pero en similar situación anímica. Se acerca a los papeles.

—Mejor que ese bodrio…

—¿Bodrio…?

—Esa novelucha, como usted dice. Mejor le leo una carta…

—Conozco todas las cartas.

—No. Esta es distinta. No sé qué hace aquí… a ver… ahí está. La encontré anoche. Escuche, escuche.