____ 27 ____

—Es cierto. Es Raimundo Thelonious Aguirre.

—¿Cómo…? Ha enloquecido. —Alto se frota su mentón sin afeitar—. ¿Tiene idea de lo que supone esa afirmación? Es… me va a disculpar pero es una tontería, por Dios, somos hombres cultos…

—Entiendo. —Acaban de abandonar a Aguirre, y como de costumbre Celador está ocupado acostando al viejo para la noche—. No digo que exista Aguirre, que es testigo de asesinatos y de Ajedrecista, no. Es posible que sea un invento para… excitar la curiosidad nuestra. Digo que no hablamos con una… un engaño de nuestro carcelero, de Solera o quien mande aquí.

—¿Por la prueba de su nota? ¿Por eso lo dice? Sí, cierto, sabía cuándo se la dio…

—Usted y yo comprobamos que el celador no puede vernos en ese momento, aunque la encontrara luego, no puede saber el momento que se la di.

—A menos que se lo preguntara y Aguirre se lo dijera.

—En ese caso lo tuvo que decir, me da usted la razón. —Alto abre la boca… y vuelve a cerrar. Suspira, anda nervioso.

—¿Y dónde nos sitúa todo eso?

—En una locura, una alucinación que no es parte de nuestra… ena… locura…

—Enajenación.

—Eso, enajenación. Es real, estoy seguro.

—¿Qué propone?

—Ehhh… —Lento se encoge de hombros—. Seguir igual. Intentar desenliar la mareja…

—Madeja.

—La madeja. Asegurarnos de seguir vivos. —Palmea la pistola en su bolsillo.

—No sé si podremos. Tan absurdo es lo que vemos como lo que oímos. ¿Qué hace el señor Matthews saliendo de casa de lord Dembow?

—Ya nos dijo que fue a la fiesta del sábado…

Por eso, ¿por qué estaba la tarde anterior? Sí, sé que me va a decir que Dembow es un personaje relevante, con contactos políticos y… ¿no le da la sensación de que van a meternos ahora en una conspiración gubernamental…? Usted es el entendido, pero lo creo muy pueril.

—¿Pueril?

—Muy tonto… muy forzado.

—Lo es, estamos ahogados conspiratorias absurdas. No sé. Pienso que no es esencial cómo, «por qué» es lo importante. Por qué nos han metido en esto, a nosotros, para qué. —Oyen como Celador termina, y se acerca—. Hable con detective, busque datos de Aguirre, de Solera; quieren algo, y aún no sé.

Aparece Celador secándose las manos con un trapo y sonriendo. Con un gesto hace que los dos lo sigan pasillo arriba.

—Señor —se dirige a Lento—, hoy gozaremos de su compañía esta noche, ¿no?

—Sí.

Suben dos pisos, allí llegan a la celda que ocupan, noche uno, noche el otro.

—Buenas noches —dice el Celador—. He dejado agua y algo de fruta, no pueden quejarse del servicio. Ahora acompañaré a su amigo a la salida. Hasta mañana.

Se despiden y Lento queda solo.

No hay nada que hacer entre esas cuatro paredes, sin ventana a la calle. La luz del cabo de una vela es triste compañía, y no hay otra. Come la manzana que reposa junto a la jarra con agua. Mira las cajas apiladas, llenas de papeles amarilleando. Toma un librillo, un capítulo más…