Carmen

25 de octubre de 2010

Carmen López

Querida Natalia:

No sabes la alegría que me ha dado leer tu respuesta… Lástima que la haya visto demasiado tarde para poder vernos el jueves, tal como me proponías. He tenido enfermos a los niños, a todos. No sabes cómo son estas cosas, primero coge algo uno, luego se lo pasa al otro y al final caemos todos. O quizá sí lo sabes, no sé por qué he dado por sentado que no tienes niños. Seguramente porque entonces no pensabas tenerlos, pero, claro, tampoco yo pensaba que a los cuarenta (vaaaaaleeeeee, a los cuarenta y dos…) sería como soy ahora, lo que soy ahora, una madre, una esposa, una bibliotecaria, una mujer con una vida que no es que sea aburrida pero que, desde luego, no era la que soñaba cuando tenía diecisiete años. ¿La tienes tú? ¿Crees que es malo soñar, haber soñado, si llega un momento en el que te das cuenta de que la vida que tienes no se parece a la que habías imaginado?

No me malinterpretes, no soy desgraciada. Mis hijos me hacen feliz, y quiero mucho a Javier (mi marido). Mi trabajo me gusta, y aunque no me gustara, lo tengo, que con la que está cayendo es como para dar saltos de alegría. Miro a mi alrededor y no puedo evitar sentirme afortunada, y si puedo (evitarlo) hago un esfuerzo y pienso en todo lo que tengo, no en el sentido material, sino en el… ¿espiritual?, ¿moral? No sé. Me refiero a que tengo a quien querer y a quien me quiere, y tengo las herramientas para cuidar de los míos, porque tampoco vamos a despreciar el valor del dinero, que es el que nos permite llegar a todos los sitios donde no basta con los buenos sentimientos. Con dinero se puede comprar comida, y comprar medicinas, y comprar libros y material escolar, y comprar ropa, y otras cosas tangibles que contribuyen a que seas un poco más feliz. En fin. No quiero ponerme filosófica. Lo que quiero es que sepas que estoy bien, que las cosas me van bien, que soy moderadamente feliz, y que el hecho de haberte localizado contribuye a que lo sea un poco más. En estos años me he preguntado muchas veces por ti, y no sé si encontrarte hubiera sido fácil, porque di por hecho que no lo sería, no me preguntes por qué. Pensé que habíamos tomado caminos distintos, que cada una estudiaba en una facultad, que habíamos perdido los puntos en común que nos unían, pero, al mismo tiempo, aunque parezca contradictorio, esperaba encontrarte por casualidad en algún sitio inesperado, en un bar, en un pub, en la cola del cine, en un hospital… La gente se reencuentra así montones de veces. Yo misma, una vez, en urgencias del General, me encontré con Juani del Moral, ¿te acuerdas de ella? También venía con nosotras al instituto y también le perdimos la pista (al menos yo) cuando las clases terminaron y empezamos la universidad. Me alegré mucho de verla, a pesar de las circunstancias (yo estaba allí porque mi madre había sufrido un ictus, y ella porque a su padre le pasaba no sé qué cosa), y eso me hizo pensar que tampoco era tan descabellado que a nosotras también nos pasara lo mismo. Pero ya ves que no. No sé si es que tu familia tiene una salud de hierro (espero que sí), o es que no te gusta el cine (espero que no), o es que no tienes costumbre de salir de copas (espero que no), pero la cuestión es que, de no ser por Facebook, hubiéramos pasado la vida sin saber nada la una de la otra. Y yo necesito saber cosas de ti. Ahora ya sé algo más, no mucho, pero sé que tú sí fuiste algo más fiel con tus sueños que yo con los míos, y eso me alegra mucho, me alegra pensar que lo has conseguido, que eres lo que querías ser, periodista. Y además, sé que has ganado un premio y que estás escribiendo un libro. Eso hace que me sienta muy orgullosa de ti, pero también hace que lamente aberme perdido el largo camino que has tenido que recorrer para conseguirlo.

Espero que ahora, entre las dos, consigamos enmendar ese error.

Un abrazo, enorme.

C.